Elena, yo y mi recién descubierta fantasía .Parte1

A mis treinta y cinco años, descubro una parte de mí hasta entonces desconocida y que desearía haber conocido antes. De cómo descubrí que me excitaba compartir a mi mujer y verla en manos de otro.

Introducción

Todos tenemos secretos, cosas que no contamos a nadie, ni siquiera al mejor de nuestros amigos, y las fantasías sexuales forman parte de esos secretos. Muchos se ven como bichos raros porque les excita según qué cosa en el sexo, y creen que socialmente, esas fantasías, pueden tener algún tipo de reproche o rechazo. Lamentablemente, la mayoría de los que pensáis así, tenéis razón: la sociedad no entiende ni acepta según qué comportamientos o inclinaciones sexuales, incluso te pueden llegar a tildar de enfermo o depravado; aunque luego, individualmente, a escondidas unos y en sus mentes otros, las llevan a cabo. Por ejemplo, hay muchos hombres a los que les excita la idea de tener relaciones sexuales con un transexual; hombres, casados, con familia y una vida totalmente normal, pero a los que les pone cachondos la idea de follarse el culo de un travesti. Y ¿por qué no? ¿acaso va a dejar de querer a su mujer? La respuesta es que NO, porque simplemente es SEXO.

A estas alturas os estaréis preguntando cuál es mi filia, mi fantasía, la fantasía que no puedo contar a familiares y amigos, esa que acabé descubriendo por puro azar y que hoy tan solo conoce mi novia, Elena, o quizá alguien más. Esto es una historia real, pero e mpecemos por el principio.

PARTE 1. LA PLAYA

LUCAS

Mi nombre es Lucas, tengo 35 años y vivo en una localidad gaditana. Soy alto, delgado, de pelo castaño y ojos verdes.

Elena tiene 31 años, gaditana de nacimiento, morena de metro setenta, delgada, de tetas pequeñas y un culo que a más de uno (y una) de los que leéis estas líneas os encantaría hincar el diente (y lo que no es el diente). Llevamos viviendo juntos algo más de 1 año, y la verdad es que nuestra vida sexual es bastante digna, aunque aun no me he atrevido a confesarle mi fantasía más íntima. Ella, si las tiene, tampoco me las ha contado aún. Y la verdad que no sé cómo hacerlo, cómo dar pie, cómo dar el primer paso. ¿Y si se escandaliza? ¿Y si me tacha por un loco y me deja? No sé, tengo que pensar cómo hacerlo.

ELENA

Para ser 18 de mayo hace un calor infernal. Madre mía, si hace apenas 2 semanas que quité el nórdico. Es más, he dormido solo en braguitas y Lucas, con lo friolero que es, en calzoncillos y con una camiseta blanca de las baratas del Zara. Aún tumbada, miro a mi derecha y veo a Lucas todavía roncando. El tío está despatarrado, con una pierna bajo la sabana y la otra por encima. Iba a despertarlo, porque eran ya casi las once y ayer quedamos en que compraríamos unos bocatas, unas bebidas y nos iríamos a pasar nuestro primer día de playa. Como digo, iba a despertarlo cuando me fijé en la erección que escondía tras sus calzoncillos tipo boxer. ¡Madre mía!, será que tiene ganas de orinar -pensé-, o que está teniendo algún sueño húmedo... La cuestión es que, joder, me puse cachonda al verlo así. Lucas no es que sea un míster España, pero la verdad es que no está mal. Hace deporte, no come del todo mal y no goza de mal cuerpo. Las abdominales no se le ven, pero a mí me encantan sus brazos, hombros y espalda de gimnasio. Debo confesar que hay algo que no me gusta tanto. A ver, tampoco es que me disguste, no me malinterpretéis, pero digamos que no ha sido muy agraciado en lo que a tamaño de miembro viril se refiere. Sí, Lucas tiene una polla de 14 centímetros (un día la medimos juntos), y no es para nada gruesa. A mí, la verdad… me gustan más grandes y gordas. Para gustos… los colores, ¿no? Pero lo dicho, tampoco me disgusta y disfruto del sexo con él, que es lo que importa. La cuestión es que lo vi ahí dormido, todo empalmado, y me entraron unas ganas locas de llevarme su polla a la boca. Tengo que reconocer que, de siempre, me ha encantado comer polla. Hay mujeres a las que no les gusta, y lo respeto, pero a mí me encanta. A mis dos ex les encantaba que se la comiera, y yo disfrutaba haciéndolo (sobre todo con Luis, que menuda polla se gastaba).

Cuidadosamente, bajo el calzoncillo a Lucas hasta que, cual resorte, asoma esa pollita de 14 cm totalmente tiesa. Me acerco lentamente, saco la lengua, la poso sobre la base del glande y la acompaño hasta la punta. Será pequeña, pero qué rica está. Lucas abre los ojos, me mira y sonríe. Me meto el resto de la polla en la boca y se la como hasta que me avisa que va a correrse; yo, lejos de apartarme, aumento el ritmo y le hago derramar toda esa caliente leche en mi lengua y labios.

Vámonos a la playa, le digo.

LUCAS

Estamos en El Bartolo, una tienda de barrio que, con pan recién hecho, hace unos bocatas riquísimos por tan solo dos euros cincuenta con la bebida incluida. El día, para mí, no ha podido empezar mejor. Estaba teniendo un sueño espectacular. Elena y yo hacíamos un trío con una rubia desconocida, cuando de repente, abro los ojos, y la veo comiéndome la polla. A veces me sorprende con cosas de estas. Tengo una novia magnífica, todo hay que decirlo.

Hemos decidido ir a la playa nudista. La verdad es que ya lo hablamos el año pasado, pero a mí, sinceramente, me da vergüenza. ¿Qué queréis que os diga? Tengo cierto complejo por el tamaño de mi pene. A ver, en erección mide catorce centímetros (hace unos meses la medimos Elena y yo), pero en flacidez, bastante menos, y siento vergüenza cuando otros me la ven. Incluso en las duchas del gimnasio me tapo con la toalla para que los demás no me vean. A los que la tienen grande les da igual, claro. Es el caso de Iván, el que trabaja en la gasolinera, que además de tener un cuerpazo, gasta un pollón enorme. En estado flácido, le llega a mitad de muslo y además es bastante gruesa. Si, lo reconozco, me he fijado. Pero vamos, que no soy el único en el gimnasio… ¡Si es que semejante polla no puede pasar desapercibida!

Al final acepto ir a la playa nudista. Pienso, que a mediados de mayo que estamos, no habrá apenas gente y que, en caso de haberla, nos podríamos poner en algún sitio apartados de los demás, así nadie debería percatarse de mi gusanito.

Llegamos sobre la una, ponemos nuestras toallas y Elena, con lo cortada que es para unas cosas, parece que no lo es para otras. Sin esperar, se quita el short vaquero, la parte de arriba del bikini, se sienta en la toalla y hace lo propio con la parte de abajo. La miro, me mira y se ríe.

-          Venga, te toca -dice Elena-

-          Me da vergüenza… Vamos a esperar un ratito ¿vale?

-          Ni ratito ni ratita, ¡venga ya!

Se abalanza sobre mí, y de un tirón, me arranca el bañador. Me quito la camiseta y ya estamos los dos en bolas.

-          ¿Oye, tengo hambre, nos comemos los bocatas? -dije-

-          Venga, pero primero vamos a echarnos crema que nos vamos a achicharrar, y después de comer nos bañamos -contestó Elena-

-          Venga perfecto.

Elena es una cochina, y me encanta. Empezó a ponerme crema por la espalda, luego el torso también en las piernas. No pude evitar ponerme cachondo y me empalmé, a lo que aprovechó y, poniéndose un poco de crema en la mano, me la untó por toda la polla mientras al mismo tiempo me la pajeaba. Me miraba y sonreía.

-          No creas que vas a correrte, que ya lo has hecho esta mañana amigo.

-          ¡Pero cómo vas a dejarme así! Acaba ¿no?

-          No, no… ahora te aguantas. Venga, ponme crema tú ahora.

Mi momento de venganza, -pensé-. Le unté bien la espalda, los hombros, el torso (haciendo especial hincapié en sus tetas), y cuando llegué a la parte de alta de sus largas piernas, jugué un poco con su coñito, pero eso sí, sin dejarla correrse.

-          A comer -dije-

-          ¡Capullo! ¿Esta es tu venganza no? Esta mañana bien que te has corrido… ¿ahora me vas a dejar así de caliente?

-          Vamos a comer, luego nos bañamos y a ver si podemos remediar esa calentura -le dije guiñándole un ojo-

Cerveza y bocata de jamón y queso para mí. Tinto de verano y bocata de pollo con mayonesa para ella. Vaya que si estábamos hambrientos. Nos duraron los bocatas menos que un caramelo en la puerta de un colegio; eso sí, las bebidas tardaron más. Con tanto calor, bebi tres cervezas más y Elena, otros dos tintos.

-          No… ¿en serio? -dije-

-          ¿Qué pasa?

-          Mira para allá, viene alguien, y encima, como la playa no es grande, se va a poner al lado nuestra.

-          Joer, si quieres nos cambiamos de sitio.

-          Es igual, qué mas da. Además, ya me ha visto, no vamos a ser tan descarados de cambiarnos en su cara. Lo conozco, se llama Iván y va al mismo gimnasio que yo.

-          Ah vale… Bueno, no sé, cómo quieras… Si en algún momento te sientes incómodo o algo lo dices y nos vamos, no pasa nada.

-          Tranquila, no pasa nada, sigamos a lo nuestro.

El que ya no estaba tranquilo era yo. Recopilemos. Estamos mi novia y yo en una playa nudista. Yo, acomplejado por el tamaño de mi pene en flacidez, y acaba de llegar a la playa, y encima a ponerse cerca nuestra, Iván, un tío con un cuerpazo y con tres veces más polla que yo. En fin, la vida no es justa.

Iván ha puesto la toalla a escasos 4 metros de nosotros, a nuestra derecha. Me ve, y desde su sitio, alza la mano y me saluda.

-          ¡Hey! -dice Ivan-

Levanto la mano y le devuelvo el saludo. Un poco seco, la verdad. Estoy celoso y aún no ha llegado lo peor (¿o quizá lo mejor?). Iván pone la toalla, se quita la camiseta dejando ver su cuerpo de gimnasio, y se sienta en la toalla. Se pone las gafas de sol y, al tiempo que saca una cerveza, se entretiene con el móvil. Desde donde estoy alcanzo a ver que ha abierto Instagram.

ELENA

Vaya percal. Convencí a Lucas para venir a la playa nudista aduciendo que no nos vería nadie, que a mediados de mayo como estábamos no vendría nadie. ¿Cómo iba a imaginarme que no solo iba a ir gente, sino que, además, era conocido del pueblo y del gimnasio al que va Lucas? A mí no me importa, pero sé que Lucas está ahora pasándolo mal.

Iván es un chico bastante mono. Tiene alrededor de 35 años, un cuerpo bastante trabajado en el gimnasio en el que destacan sus brazos y piernas, todo ello adornado con un tatuaje que le cubre el brazo izquierdo en su totalidad y uno pequeño en la paletilla de la espalda en el que puede leerse “Carpe Diem”. Lo que no entiendo es por qué no se ha quitado el bañador si estamos en una playa nudista. ¿Por qué me pregunto esto? ¿Es que acaso de conciencia quiere que lo haga? ¡Para, conciencia! ¡No pongas pensamientos raros en mi mente! No nos engañemos, Iván está buenísimo y estoy deseando que se quita el bañador. A lo mejor no lo ha hecho por vergüenza, pudor de dejar al descubierto una parte de su cuerpo de la que no está orgulloso, como le pasa a Lucas. Pues nada, le digo a Lucas de irnos a dar un baño, y a pesar de las primeras reticencias, Lucas accede y nos vamos al agua. Me pide que de camino al agua lo tape, que me interponga entre la visión de Ivan y él; no quiere que este lo vea desnudo. Caminamos hacia el mar, la arena quema y aligeramos el paso. Mi culo se contonea al son de mis pasos, y puedo notar cómo alguien me lo está mirando. No preguntéis cómo, pero eso las mujeres lo notamos. Un sexto o séptimo sentido, a saber. La orilla queda bastante lejos, hemos puesto las toallas bastante arriba, junto a una pequeña duna que hace de barrera al viento típico de esta zona. En el agua, Lucas y yo empezamos a jugar. Ya veníamos calientes del magreo de antes a lo que hay que sumarle las bebidas. Estoy muy cachonda, tanto por estar en bolas con mi chico en una playa nudista (adoro las playas nudistas), como por (debo confesarlo) por la presencia de Iván. A pesar de no haberlo visto desnudo, el hecho de que él sí me haya visto a mí me ha puesto bastante cachonda. Además, estoy segura de que se ha quedado mirándome el culo mientras iba al agua.

Lucas y yo nadamos mar adentro hasta no hacer pie. Seguimos besándonos con absoluta pasión, desenfreno, dando rienda suelta a nuestra lujuria. Nuestras lenguas se entrelazan, juegan. Rodeo con mis piernas su cintura, mientras él, coge su polla y la pone en dirección a la entrada de mi coño. Empuja y yo empujo hacia él. Ya está entera dentro, como a mí me gusta. Nos movemos al son de las olas, y ahí mismo echamos nuestro primer polvo en el mar. Me encanta. Lucas se ha corrido dentro de mí poco antes de que yo me corriese. Joder, Lucas, haber aguantado un poco más. En fin, qué vamos a hacerle, estas cosas a veces pasan ¿no? Lo malo es que sigo caliente. A Lucas le he hecho creer que me he corrido.

-          ¿Vamos a tomar un poco el sol a la toalla no? -me dice Lucas-

-          Vale, pero ahora nos volvemos a echar crema que nos vamos a achicharrar.

Nadamos hacia la orilla y nos percatamos de que Iván está ahí, enfrente nuestra, y sin bañador. Casi me ahogo cuando al dirigir sin querer (o queriendo?) mi mirada hacia su polla, vi semejante aparato. Os la describo: la tenía flácida, dormida, y le mediría tranquilamente lo que a Lucas la suya empalmada. No solo eso, sino que es bastante gorda. Además, está circuncidada y de ella cuelgan dos huevos como dos castillos. No soy ninguna experta en pollas, como os dije no tuve más que dos relaciones anteriores y nunca antes había visto alguna, pero me atrevería a decir que la de Iván era una polla preciosa.

A ambos nos sorprendió ver ahí a Iván, pero ya no había vuelta atrás. Seguimos nadando hasta salir del agua. Al pasar por su lado lo saludamos y nos fuimos a la toalla. No hablamos durante el trayecto. Nos sentamos, y seguimos sin hablar. Pasados unos minutos, Lucas dijo:

-          La has visto ¿no?

LUCAS

Estoy confuso. Lo que acaba de pasar me ha descolocado. Acabamos de salir del agua y sin esperarlo, Elena y yo (que acabamos de echar un tremendo polvo) nos hemos topado de frente en la orilla con Iván, que ya se había quitado el bañador y se encontraba totalmente desnudo. Pude ver cómo Elena se quedó perpleja mirándole el pene. Pene de dimensiones descomunales con notoria reputación entre la gente del gimnasio. Creo que ella no se ha dado cuenta de que lleva casi medio minuto con la vista fija en su miembro. Reacciona y como quien no quiere la cosa, pasa por su lado, lo saluda, y ambos nos dirigimos a la toalla. Una vez allí, nos sentamos y no nos decimos nada. Estamos callados, pensativos, cortados. Como os decía, estoy confuso. Confuso porque por un lado he sentido celos de su miembro del que parece haberse enamorado Elena, y por otro, excitado con la imagen mental del momento en que Elena se quedó mirando sin siquiera pestañear la polla de Iván. Estoy contrariado. No entiendo esto que estoy sintiendo. Jamás me había pasado. Sin darme cuenta, tengo la polla totalmente erecta. Elena se percata, me mira, y dice:

-          ¿Otra vez tieso? ¡Pero si acabamos de follar!

-          Ya, pero yo qué sé, será por la calor!!

Fue lo primero que se me ocurrió para salir al paso. Obviamente, no iba a decirle que me había excitado que ella se quedara mirando la polla de Iván.

ELENA:

Me hice un poco la tonta. Cuando Lucas me preguntó si había visto la polla de Iván, no quise darle importancia, o al menos, hacerle creer que no se la daba.

-          ¿El qué? -le dije-

-          Venga anda, no te hagas la tonta… Si nos lo hemos topado de frente.

-          Ah! A Iván dices. Sí, claro que lo he visto, le he saludado.

-          No te hagas la tonta Elena, sabes perfectamente por qué te estoy preguntando.

Claro que lo sabía, pero tenía que defenderme un poco ¿no? No iba a decirle que me había quedado embobada de la polla de Iván, ¿estamos locos? Si ya está acomplejado por la suya… como para encima coja más complejo por haberme fijado en la de otro. No, no. No puede ser.

-          A ver Lucas, que sí, si preguntas por si le he visto la polla, pues claro que sí, cómo no iba a verla si nos lo hemos encontrado de frente nada más salir del agua.

-           ¿Y qué te ha parecido? -dijo Lucas al tiempo que seguía con el falo tieso-

-          Pues qué me va a parecer Lucas, yo qué sé, tampoco le he dado más importancia.

Mentira cochina, pero ya sabéis.

-          Ah vale…. Es que es enorme eh. Igualito que la mía -dijo, señalándose la suya, con sorna-

-          Lo que quisiera saber yo es qué haces tieso. Qué pasa, ¿te ha puesto cachondo la polla de Iván o qué?

Cosa que a mí sí, si a eso le sumamos que en el polvo con Lucas no llegué a correrme.

-          Que no mujer, que te estoy diciendo que es por el calor.

Por la calor dice. Menuda excusa más mala. No entiendo qué hace empalmado. ¿No le gustarán a este las pollas también? No creo.

Desde nuestra posición, veo que Iván acaba de salir del agua y se dirige hacia su toalla. Desde lo lejos puede ya dibujarse la silueta de su esculpido cuerpo. Se divisa una ancha espalda acompañada de unos brazos proporcionalmente musculados. Piernas de futbolista, y entre ellas, una preciosa polla que se mueve de un lado a otro por cada paso que da. Me he vuelto a quedar absorta en ella, espero que Lucas no se haya dado cuenta. Llega hasta su toalla y se tumba boca abajo apoyando la cabeza entre sus brazos que le hacen de almohada, dejando ver un culo respingón al relieve de la playa que no hizo más que acrecentar la humedad que de por sí ya tenía entre mis piernas, humedad no precisamente por la del bikini mojado.

LUCAS:

Ya son cerca de las seis de la tarde, y para ser el primer día está bien. Nos vamos a casa después de una frenética, novedosa y excitante mañana. Lo hemos pasado bien en el primer día de playa: bocata, sol, mar, polvo… e Iván. Joder, no puedo quitarme de la cabeza la imagen de Elena absorta con su polla, y cuando lo pienso, me pongo a mil por hora. ¡No lo entiendo!

Mientras Elena se ducha (ella siempre tiene que ser la primera) yo me tumbo en el sofá y trasteo el móvil. Me echo un par de partidas a un juego llamado Battle Royale y luego, entro a Instagram a cotillear las fotos e historias de la gente. De repente, se me enciende la bombilla y decido buscar el perfil de Iván, pero desconozco su apellido, hasta que recuerdo la inscripción en su taquilla personal del gimnasio, la cual tiene junto a la mía, e introduzco los datos en el buscador: Iván Romero.

Bingo, ahí está. Pero la cuenta es privada, tan solo puedo ver su foto de perfil, en la que se le ve en una montaña, apoyado en un árbol y saludando con el pulgar a la cámara, mientras sonríe. Qué putada, quería ver sus fotos. ¿Qué hago? ¿Le mando solicitud de amistad? ¿Con qué pretexto? Realmente solo somos conocidos del gimnasio, nada más. No nos une más que el compartir mancuernas de lunes a viernes (y algunos sábados) y el rato este en que hemos coincidido en la playa donde hemos cruzado un par de saludos. Vale, sí, estábamos en bolas, pero ¿y qué? También lo estamos en los vestuarios del gimnasio y nunca he tenido la intención de agregarlo a Instagram.

El caso es que ahora sí quería hacerlo y no sabía bien por qué, pero lo hice. A los cinco minutos confirmó mi solicitud y envió una a mi perfil. Vaya, parece que también tiene interés en ver mis fotos -pensé-. Realmente no tengo muchas. La mayoría son con Elena en algunos viajes que hemos hecho. Fotos junto a la Catedral de la Plaza en Menorca, o aquel día que fuimos a Cala Turqueta. También tememos algunas fotos besándonos con un precioso paisaje de fondo.

Entré al perfil de Iván para cotillear sus fotos. Para mi sorpresa, vi que había subido unas cuantas de la mañana en la playa nudista. Fotos desde arriba, donde dejaba ver su torso y cara sacando la lengua, y otras tantas fotos con diferentes poses. En ninguna de ellas salía su miembro. Lógico, imagino que por más que tenga bastante para fardar, tampoco es plan de subirlo a redes sociales. Hubo una foto que me llamó poderosamente la atención. Era de Elena, vista desde atrás. La tomó cuando bajábamos hacia la orilla a darnos el primer baño. El cabrón me había recortado a mí y la había dejado sola a ella. Se veía perfectamente que era ella. Había titulado la publicación como “La belleza se aleja de mí, pero yo corro más”. El corazón me empezó a latir rápidamente. Me puso nervioso ver esa foto con semejante título, a la vez que mi polla se llenaba de sangre y volvía a ponerse dura como una viga. ¿Qué quería decir Iván con ese mensaje en una foto de Elena, mi novia? ¿Cómo se atrevió a sacársela y subirla a Instagram? ¿Cómo se le ocurre aceptar mi solicitud de amistad a sabiendas de la foto que había subido y de quién era yo? No entiendo nada, pero la polla va a reventarme el bañador.

ELENA:

La playa me ha dejado exhausta. El sol cansa, y el polvo en el agua, pues también. Me he metido en la ducha mientras Lucas espera jugando a sus jueguecitos en el móvil. Pongo el mango en lo alto y dejo caer el agua sobre mí. Me gusta cerrar los ojos, echar la cabeza atrás, y sentir la tibieza del agua caer y descender sobre mi cuerpo.

Me vuelven a venir las imágenes de Iván en la playa. Al salir del agua, cuando me topé inesperadamente con él y no pude evitar quedarme embobada a esa preciosa polla, y cuando se tumbó en la toalla dejando ver ese culito respingón. Lucas me había follado y no llegué a correrme, por lo que seguía caliente. Eso, más las imágenes de Iván, me llevaron a dar rienda suelta a mi imaginación. No me puedo creer lo que estoy haciendo… y sé que no es justo, pero nadie es infiel por imaginar cosas, ¿no? Cierro los ojos, y la mente vuela. He salido del agua de la playa, y allí estaba solo Iván, esperándome. Me agarra la mano y me lleva a su toalla. No hablamos. No hay diálogo. Me tumba boca arriba, me dejo hacer. Se tumba encima, me besa, besa, lame y mordisquea mis pechos, y sigue bajando hasta llegar a mi coño. Levanta la cabeza, y sonriendo me dice: totalmente depilado, me encanta. Empieza a lamer con absoluta destreza. Se nota que sabe… Mientras sueño, en la ducha me estoy haciendo un tremendo dedo… y no puedo evitar correrme al poco de empezar; con la imagen de Iván comiéndose mi coño. Menuda corrida más intensa he tenido, buenísima, pero estoy enfadada porque no quería correrme aún, me moría de ganas de llevarme a la boca esa enorme polla.

Me seco, salgo de la ducha y aviso a Lucas de que ya puede entrar él. No contesta. Vuelvo a llamarlo y sigue sin contestar. Qué extraño. Me pongo un pantalón corto y una camiseta de Minnie Mouse. Busco a Iván por la cocina, salón y balcón. Lo voy llamando y no contesta. Joder, qué raro. Habrá salido a la calle, supongo. A los dos minutos, y efectivamente, se oye la puerta de casa. Venía del Mercadona.

-          ¿Para qué has ido al Mercadona si fuimos hace 3 dias? No necesitamos más nada. -le dije-

Había comprado 3 Botellas de vino Ribera del Duero y 1 de Ron Brugal. 2 botellas de coca-cola zero de 1L y dos bolsas de hielo.

-          ¿Para qué compras todo esto, Lucas?

-          Esta noche tenemos un invitado.

(Si te ha gustado, deja un comentario y publicaré el próximo capítulo)