Elena y Villano
Elena pierde su miedo a los perros de la forma más salvaje.
Vivo en la zona alta de Barcelona, en un edifico rodeado de zonas ajardinadas. No me puedo quejar. Mis orígenes son humildes pero tuve la suerte de encontrar a César, el padre de mis hijos y un empresario hecho así mismo. Me llamo Elena, tengo 36 años y quiero que conozcáis de primera mano ese tipo de cosas que no se suelen contar ni a la mejor de tus amigas. Hace muy poco, durante la primera fase del confinamiento, leí un artículo en el que hablaban sobre las diferentes formas en que la gente llevaba su sexualidad durante el encierro. Me llamó la atención la existencia de las salas de chat y después de mirar aquí y allá, comencé a dar mis primeros pasitos en ese mundo.
No os voy a contar de qué va eso del chat porque supongo que muchos ya lo sabéis, pero tras muchos intentos fallidos hubo algunos encuentros muy placenteros. En uno de ellos conocí a un empresario que poco a poco, tras varias conversaciones, fue subiendo el tono hasta niveles muy altos. Cada dos por tres se dirigía a mi como zorra y puta, algo que me ponía a cien. Era duro conmigo, muy duro, y en una de nuestras charlas hizo acto de presencia su mascota. Quería fantasear conmigo siendo follada por su perro y me dejé llevar. Tanto me gustó que comencé a buscar material con el que educarme al respecto del sexo con animales.
A finales de octubre mi coño había sido sometido ya a intensas sesiones de masturbación animadas por vídeos de perros follando a mujeres que ese empresario me proporcionaba.
Mi curiosidad y mi deseo por experimentar nuevas sensaciones me llevo a trazar un plan. Tenía que hacerme con mi propia mascota. Solo había un problema, me daban miedo los perros. Tenía que buscar la forma más sutil de convencer a mi marido para tener un animalito en casa.
Se acercaba el cumpleaños de mi hijo mayor y tenía en mente el regalo perfecto. Una tarde, después de recoger a mis hijos del colegio, pedí a mi pequeño que se sentara a ver conmigo en el ordenador un vídeo donde salían perros entrenados en todo tipo de piruetas. - Mira cielo. ¿Has visto cómo obedece? ¿No te gustaría saber cómo entrenar a un perro? - Ala qué chulo... - Ahora que llega tu cumple... ¿no querrías uno? - Ya... pero yo quería un juego. - Claro cielo, mami te compra el juego que quieras... Pero pídele el perrito a papá y así tienes dos regalos. - ¡Vale! Le abracé con dulzura y le besé la cabeza mientras tramaba el siguiente paso de mi plan. Ese mismo día, ya durante la cena, di una patadita a mi pequeño bajo la mesa. Me miró extrañado y cuando puse mis manos caídas hacia adelante y comencé a lamer el aire, captó el mensaje. - Ah... papá papá - Dime - Respondió mi marido. - ¿Me podéis comprar un perro? - ¿Un perro? A tu madre le dan miedo... Me apresuré a responder. - Bueno... quizás me sirva de terapia jaja Mi otro hijo también se puso del lado de mami. - Siii yo quiero un perro. Acostumbrado a no negarnos nada, mi marido accedió. - Está bien... un cachorrito ¿vale? ¿Qué voy a hacer con un cachorro? Me preguntaba yo. - Bueno... tampoco tiene que ser un cachorro. En las perreras hay perros abandonados y esos pobres animales necesitan hogares. Te los dan además vacunados. - Te veo muy informada para tener miedo a los perros... - Ah... me lo comentó una madre el otro día delante de cole. - Bien... tú misma ¿te encargas? - ¡Claro! Unos días después ya estaba conduciendo hacia el recinto de la perrera. Durante la visita crucé la mirada con esos animales. No prestaba mucha atención a lo que me decía la encargada del lugar, pero no perdía detalla de los tesoros que esos perros guardaban entre sus piernas. Estaba enamorada del de la tercera jaula, era un portento. Pero eso cambió cuando la chica nos llevó a la última jaula. Allí estaba aquel animal de pelo corto y atigrado. Tenía 8 años, algo más de medio metro de altura y un aspecto agresivo. Aunque tanto a mi como a mis hijos nos impuso mucho respeto, tenía pinta de tener una polla monumental. Y eso giró la balanza en su favor. Se llamaba Villano y ese era también el nombre de su raza.
Mi hijo estaba erre que erre con un perrito con el que yo no tendría ni por dónde empezar.
- Cariño, venga... a mami le gusta más este. - Pero me da miedo. - Si no hace nada... ya verás qué bien se portará. - ¿Y tú qué sabes? - Lo presiento cielo, lo presiento. - Le dije con los ojos clavados en el paquete del animal. Así que Villano pasó a ser uno más de la familia... y de mi vida sexual. Como estoy romántica contaré nuestra primera vez... Fue a pocos días de que comenzaran las vacaciones del cole. Le di fiesta a la empleada del hogar para que al llegar de dejar a los niños en el colegio, pudiese disponer de total intimidad. Recuerdo que caminaba nerviosa y a paso acelerado para disponer del máximo tiempo con mi mascota. La sensación de saber que al abrir la puerta estaríamos los dos a solas era electrizante. Villano estaba tumbado sobre la alfombra. No tardé en quitarme los leggins y las bragas, quedando completamente desnuda de cintura para abajo y arriba un jersey. Me tumbé junto a Villano. Se puso boca arriba para que le rascara la panza. Lo hice como siempre, pero esta vez abracé su polla peluda con mi mano y se la comencé a masajear. Su boca se abrió y cuando llevaba lamiendo su lengua unos instantes, noté humedad en el cerco de mi mano. Al mirar hacia abajo vi como empezaba a florecer su capullo morado.
Sabia que no me entendía pero no pude reprimirme al decirle en la oreja “no sabes cuánto tiempo llevo pensando en que me folles”.
Villano estaba jadeando con su polla salida. Comencé a bajar mi cabeza. Retiré mis cabellos a un lado y con mi lengua comencé a tantear su robusta polla. Cubrí mis labios de saliva y los deslicé sobre la punta de su verga hinchada. No tardé en estampar su polla contra mi cara hasta que comencé a mamársela.
Cuando me incorporé un poco para ponerme a cuatro patas Villano comenzó a tratar de montarme. Apoyé mi cara sobre la alfombra y levanté mi culo. Estaba mojada como nunca y deseando de que me penetrara sin contemplaciones.
Villano lo intentaba una y otra vez. Su polla húmeda impactaba mi coño. Cada vez estaba más cerca de acertar. Tuve el presentimiento de que esta vez no fallaría. Mi cabeza tembló cuando me la clavó hasta la mitad y lancé un gemido largo cuando volvió a arremeter esta vez con su polla zambullida completamente en mi coño. Comenzó a follarme salvajemente, a un ritmo inalcanzable por cualquier hombre y con una brutalidad que le hacía gruñir por poco que me moviera. No solo era un portento de animal sino que tenía actitud y nombre de cabrón. Llevé mis manos atrás para empujar sus patas contra mi. Si su polla ya era bestial, cuando me emboló creí ver el cielo. Mi coño estaba sellado por su bola y apenas podía contraerlo. Se estaba corriendo bien a gusto y comencé a masturbarme mientras le tenia escupiendo semen a mansalva. No tarde en correrme y cuando mi orgasmo estaba en el final del valle, Villano desabotonó con una fuerza que escuché el descorche dejando a mi coño babeando su semen sobre la alfombra. Limpié todo, me arreglé y fui a buscar a los niños al cole. Hablando con las mamis me preguntaba si era yo la única que follaba con su perro. ¿Qué pensáis vosotros?
Besos
Elena