Elena y Teresa

Dos amigas, una videocámara y...

"Elena se mordía el labio inferior al tiempo que su respiración se aceleraba cada vez más. Los labios de su inesperado amante abandonaban su cuello en dirección de un escote que insinuaba unos exuberantes pechos que ascendían y descendían al compás de la respiración y se agitaban deseosos de escapar al presidio de un sostén que no tardaría en desaparecer.

Las manos de Elena tan sólo acertaban a acariciar los cabellos de Pedro y, de vez en cuando a clavar levemente las uñas en los potentes hombros de el. Las hábiles manos del hombre se habían desecho del broche de la falda y avanzaban, amenazadores y deseosos por los botones de la blusa, de abajo hacia arriba, haciendo que Elena sonriese con cada botón desabrochado y anhelase que esas manos acabaran con la presión del sujetador.

Cuando Pedro liberó esos pechos, su boca se perdió entre ellos, su lengua recorrió cada centímetro cuadrado de aquella piel bamboleante y blanca. Los pezones de Elena, a punto de estallar, recibían la lengua de Pedro como bálsamo a su desesperación, pero a la vez, se endurecían más a cada lametón. Las fuertes manos del hombre rompieron el diminuto tanga y en un ágil movimiento alzaron a Elena que acabó sentada en la fría encimera de piedra de la cocina, con las piernas abiertas, su depilado sexo a merced de Pedro y la mirada fija en el incipiente bulto que se adivinaba tras la bragueta. "

Elena era una bella joven, cabellos largos en un atractivo tono bermellón, insinuantes pechos atrapados en sujetadores de talla 100, generosas caderas, ciento sesenta y dos centímetros de mujer y curvas sinuosas. Estudiante de biología, de familia acomodada y de la que sus compañeros no acertaban a decir más que " si, la pelirroja tan mona de la tercera fila ". No era muy sociable y tan solo se la veía frecuentar la compañía de Teresa, su compañera de piso.

Elena vivía en un ático cerca del campus, " el piso de soltera de mamá ", había comentado alguna vez. Reticente como era a la soledad, alquiló una habitación a Teresa, una joven alicantina que tuvo la suerte de cruzarse en su camino con Elena, que le ofreció una habitación en un piso magnífico y a un tercio del precio normal, dada la holgura económica de la que gozaba su, desde entonces, casera.

Teresa si era más conocida en el campus, su tez morena, su cabello negro y rizado y un metro setenta y cinco de levantina alegría no pasaba desapercibido ante los ojos masculinos. Agradable en el trato, simpática y todo esto aderezado con unas curvas contenidas (90-63-88 como confesó a unas amigas) hacían de Teresa una de las chicas más deseadas de la facultad. Tres rollos de una noche y un tórrido encuentro lésbico era toda la experiencia de Teresa ese curso, todo muy alejado de las habladurías que multiplicaban por cinco y por seis los escarceos sexuales de la morena joven, sin llegar a pensar ni por asomo que semejante hembra tuviese preferencias… "diferentes". El encuentro lésbico os diré, para vuestro interés (que sé que lo tenéis) fue con Elena (previsible, no?), mediado el 2º trimestre, pero a eso ya llegaremos. Paciencia.

"Las manos de Elena se afanaban en desabrochar el pantalón de Pedro pero se vieron interrumpidas por la cabeza de éste, que había abandonado el busto de la mujer y ya besaba el desierto monte de Venus. Pedro colocó sus manos en las corvas de la chica, manteniendo así sus piernas levantadas y bien abiertas. Comenzó el cunnilingus suavemente, aplicando presión con la lengua aquí, succionando allá, en fin, poniendo en práctica sus cualidades de buen amante.

Elena acomodó su espalda en el también frío alicatado de la pared, sustituyó las manos de Pedro por las suyas para dejarle mayor libertad de acción y se preparó para disfrutar. Entre gemidos y chupetones, a Teresa ni la oyeron entrar."

Cuando Teresa se mudó al piso, una de las cosas que atrajeron la atención de Elena fue un extraño aparato con multitud de cables y botoncitos. Teresa le explicó que era aficionada al video y que eso, una vez conectado a su PC y a un televisor, lo usaba para cortar y montar lo almacenado en su videocámara digital. Más adelante vieron juntas varios videos antes de presentarlos a algún concurso o festival de cortos.

Cierto día (y vamos a lo que os interesa), durante una animada comida en la terraza del amplio ático, Teresa le comentó a Elena que le habían propuesto ser cámara en un corto de alto contenido sexual, pagaban muy bien, pero no estaba segura de poder hacer bien si trabajo. Confesó que la intimidaba pensar en que al otro lado de su objetivo los cuerpos desnudos de los actores se entregaban sin recato a la lujuria. Entre risas nerviosas, copas de vino y comentarios banales, Teresa dio el paso y propuso su idea: " Había pensado que podía practicar contigo, desnuda, en tu cama, quizá en el salón o aquí en la terraza y aprovechar la luz natural. Así puedo acostumbrarme a ver un cuerpo desnudo en movimiento a través del objetivo. "

Ambas se habían visto desnudas en infinidad de ocasiones: en verano solían estar desnudas en casa, como mucho con un tanga, compartían el baño de la planta alta, en la que estaban sus habitaciones, y una salía de la ducha cunado entraba la otra. Incluso, tras una excursión a la sierra, compartieron el jacuzzi del dormitorio de Elena. Pero aquello era distinto. Elena, ruborizada tanto por la petición como por el vino accedió, pero con la condición de que destruirían la cinta una vez visionada. Teresa aceptó y fue a preparar el equipo, Elena corrió a la ducha y con ciertas dudas se enjabonó a conciencia, repasó con mimo el rasurado pubis, se aplicó crema hidratante en el cuerpo y, cuando llegó a su cuarto encontró a Teresa, cámara en mano y totalmente desnuda. " He pensado que así sería menos violento "- confesó, ambas sonrieron y comenzaron. " Gírate en redondo…, ahora boca arriba…, de rodillas en la cama…, a cuatro patas dándome la espalda…, muy bien, ahora " Teresa movía a Elena simulando posturas, situaciones, pero le faltaba algo. Fue a su cuarto, cogió un trípode y volvió: " ¿Te importa que me tumbe contigo?, necesito sombras, matices, situaciones. " Colocó la cámara fija en la cama y miró a su amiga que, temblando, accedió. Elena había imaginado a un chico con ella mientras Teresa la movía, que estuviese detrás de ella, o encima, o debajo, y también había mirado a su compañera de piso, sus pechos, su tenso trasero, su vientre plano, se sentía excitada y extrañada. Cuando Teresa se unió a ella bastó una mirada y que le posase la mano en la pierna para que Elena se perdiese en los labios de Teresa.

La cámara captó, con nitidez, el sexo entre dos mujeres inexpertas, nerviosas pero ardientes. Ambas gemían con las caricias recibidas y su primer 69 fue decisivo: largo, intenso, explosivo. Significó el despertar definitivo.

Dos horas y cuarto después, Teresa apagó la cámara, volvió a la hamaca de la terraza en la que acabaron. Se miraron y se besaron.

" Al entrar, Teresa oyó los gemidos de Elena y se asomó a la cocina. Solo veía la musculosa espalda de un joven que tenia su cabeza hundida entre las piernas de su amiga y a ésta, espatarrada en la encimera, con los ojos cerrados y las manos sujetándose las piernas. No lo dudó, corrió en silencio a su cuarto, cogió la cámara y desde la puerta comenzó a grabar.

Pedro abandonó el extasiado clítoris de Elena y comenzó la escalada a sus pechos a la vez que terminaba de desabrochar su pantalón y a bajarse el slip. Entonces, la excitación de Teresa se disparó: Pedro dejó al descubierto unas nalgas esculpidas en horas de gimnasio y, al girarse para deshacerse de la ropa, ofreció a Teresa una vista privilegiada de su pene.

Teresa calculó, usó el zoom y se centro en él –"debe medir al menos 20 centímetros, tiene un grosor perfecto y una cabeza rosada y brillante"-pensó. En ese momento Pedro se giró hacia Elena y ésta, en rápido salto quedó de pie junto a él.

El muchacho le sacaba una cabeza y media de altura, cosa que Elena aprovecho para comenzar a lamer y mordisquear los pezones de Pedro. Recorrió el contorno de sus pectorales y bajó por sus abdominales camino del mástil húmedo que la esperaba. Mientras bajaba, sus manos acariciaron el trasero del joven y, cuando llegó abajo, se acomodó en cuclillas y comenzó la felación que Pedro reclamaba entre susurros.

Teresa no podía más, colocó la cámara en una silla cercana y con fuerza se sacó la camiseta, se bajó los shorts y dejó que sus manos recorrieran su cuerpo. Su diestra conquistó los labios vaginales y la siniestra torturaba sin piedad sus pechos.

Elena controlaba los movimientos de su cabeza apoyando la mano izquierda en el vientre de Pedro, ya que su mano derecha hacía tiempo que había perdido dos dedos en el interior de su vagina.

Pedro levantó a Elena suavemente, le susurró algo al oído, rieron y se besaron. Teresa ya no miraba, estaba entregada a sus manos y no los vio llegar.

La sorpresa: descomunal, el desconcierto inicial: enorme, y el rubor: general.

¿Que haces aquí?- acertó a decir Elena- no te hemos oído llegar.

Lo sé, lo siento, pero al oírte y veros así, no lo he podido evitar, perdonadme- se disculpó Teresa.

Pedro se tapaba como podía su excitado pene, que no bajaba ante la visión de las dos hembras desnudas.

Elena, resuelta a acabar dijo: Pedro, tú y yo vamos a mi cuarto a acabar lo empezado y tú –le insinuó a Teresa tras besarla en los labios -, ve a por tu cámara, te esperamos.

Pedro no salía de su asombro, asintió y siguió a Elena recreándose en su trasero.

El ya sabía lo que era estar con dos mujeres y estaba en la gloria. Elena sentada al fin en su verga y Teresa a horcajadas sobre su cara mientras ellas se devoraban los pechos y los labios. Él alternaba sus manos acompañando a Elena en sus movimientos y abriendo el trasero de Teresa para poder llevar con soltura su lengua de un orificio a otro. Más tarde era ésta última la que recibía las potentes embestidas de Pedro por detrás, a cuatro patas, mientras su amiga, debajo de ambos la obsequiaba lamiendo su clítoris y, turnándose, los testículos de Pedro. Teresa por su parte se afanaba en lamer cada uno de los pliegues del sexo de Elena.

Tras varias posturas, juegos y al límite de sus fuerzas, Pedro, tumbado boca arriba eyaculaba por cuarta vez esa tarde con las dos chicas lamiendo cada gota de semen, exprimiendo al máximo esa verga que tanto placer les había dado y compartiendo en un excitante beso los jugos del muchacho, que asistía a la escena con dos dedos de cada mano perdidos en las vaginas de sus amantes.

Compartieron ducha, unos minutos de jacuzzi, un ligero tentempié. Las chicas despidieron al joven, comprobaron lo grabado, lo guardaron en un DVD y lo almacenaron: DVD Nº 6 "Trío MHM – 12/07/05""

¿Os apetece "ver" otro DVD? Seguro que si.