Elena y la sobrina de mi socia capítulo 7

La fiesta de cumpleaños de Sonia en la finca de Jaime y la decisión de Silvia.

Recomiendo leer los capítulos anteriores para entender mejor la historia.


Vanesa y yo dejamos a Jacinto a punto de follarse a las dos sumisas, de

hecho,

se desnudó delante de nosotras y pude certificar como le empezaba a meter su polla, de tamaño no muy grande por el culo a la sumisa de 18 años.

Salimos las dos del edificio donde se situaba la sala de juegos BDSM y nos montamos en el TT con Vanesa a los mandos y llegamos de nuevo a la casa principal de la finca de Jaime.

Irina y Esther estaban en el salón, sentadas en un sofá, besándose y a punto de llegar a más cuando nosotras dos llegamos; las dos hermanas dejaron de besarse, me tomaron de la mano y subimos por las escaleras hasta la habitación de Irina donde ya estaba dispuesta sobre la cama, en varias cajas numeradas, la ropa que nos íbamos a poner para la fiesta. (Irina la había elegido por nosotras dos).

Nos quitamos los

catsuits

de látex que llevábamos las tres (Porque Esther también iba vestida igual que Irina y yo) y pasamos sin más a la ducha, con capacidad suficiente para las tres, nos duchamos juntas y yo me tuve que beber el pis de las dos hermanas, que se miraron picaronas para tirarme al suelo y llenarme la boca con sus néctares.

Al acabar la ducha, regresamos a la habitación de Irina y entre las dos hermanas, me comenzaron a vestir, pues las primeras cajas numeradas ponían mi nombre.

En la primera caja había unas medias con dibujos que por suerte dejaban ver bien mi problema dermatológico, pues justo era la parte donde no había dibujo, me las puse.

En la segunda caja, había un set de lencería de cuero negro con una braguita que tenía dentro dos penes, uno para cada uno de mis agujeros, y de gran tamaño ambos; con un poco de vaselina, logramos que entraran en mis agujeros; por otro lado, el sujetador dejaba las tetas un poco al aire, era una sensación agradable, me empezaba a ver bien.

La tercera caja era voluminosa porque tenía el vestido, un vestido largo de cuero negro con un corsé que tapaba las tetas y que costó bastante colocar, pero con ayuda de las dos hermanas, logré atarlo sin perder la

respiración,

aunque sí que era un poco molesto.

En la cuarta caja estaban las botas, las de más tacón que había visto en mi vida, 30cm de tacón y mucha plataforma también, solo llegaban por debajo de la rodilla; caminar con ellas me iba a

costar,

pero quería probar, sería todo un reto.

En la quinta caja estaban los guantes, también de cuero negro y con largo de tipo ópera, ya con ellos, el look se completaba

bastante,

aunque seguía habiendo cajas.

La sexta caja tenía una máscara de cuero con agujeros para ojos, nariz y boca, con ayuda de las dos hermanas me la coloqué; vi que había la posibilidad de tapar los agujeros de los ojos y de la boca, Irina me comentó que tal vez, a lo largo de la noche, me los pusieran, según como se fuera desarrollando la fiesta.

En la séptima y penúltima caja, había un collar postural metálico que me dejó el cuello completamente inmovilizado, aunque seguía pudiendo ver, ya no podía mirar para abajo ni para los lados.

Por último, en la octava y ya última caja, la más grande de todas, había un precioso y enorme y largo abrigo de marta cibelina, con pinta de ser muy caro, que me puse yo misma mientras Irina me explicaba que la fiesta iba a tener lugar en otro sitio, de ahí la necesidad de llevar abrigo.

Me dejaron verme en un espejo, estaba realmente espectacular, sobre todo con la mezcla del abrigo y el vestido; me costaba un poco respirar por el corsé tan apretado, pero, simplemente, ¡

Wow

!

Al acabar de verme en el espejo, Esther, sacó una cajita pequeña en la que había un estuche con dos lentillas negras, ella misma me explicó que la localización de la fiesta era secreta así que me tenían que tapar los ojos para que no supiera donde íbamos a ir, y sin más dilación, Esther me colocó las lentillas en los ojos, dejándome sin poder ver nada de nada.

Cuando ya no podía ver, noté como me colocaban un antifaz sobre la parte abierta de los ojos en la máscara y Esther me fue guiando llevándome del brazo hasta el sofá del salón de la casa principal.

Esther se sentó a mi lado, me pidió que no me preocupara y que me relajara; pude oír como hacía una videollamada con Alexandra, a la que podía escuchar, pero no ver,

aunque,

aun

así, la saludé como pude.

Pasados unos minutos, Esther me dijo que se iba a ir a cambiar porque Irina ya había llegado y se iba a encargar ya Irina de mí, sobre todo de que no me quitara las lentillas de los ojos.

Yo me reí y sugerí que me esposara las manos para que me estuviera quieta, algo que tal vez no debí haber dicho porque noté que Esther salió unos segundos y regresó para ordenarme que pusiera las manos por delante y escuché el clic de las esposas en ellas.

Esther: -

” Tú lo has pedido, tienes razón, es buena idea, te dejo y me voy a cambiar para la fiesta de Sonia”.

A los pocos minutos, noté como Irina me colocaba una mordaza en la boca, pidiéndome a la vez que abriera la boca y me callase y me estuviera tranquila.

A los pocos segundos de estar amordazada, de repente, noté algo en mis agujeros, las dos pollas enormes de plástico comenzaron a vibrar y a moverse a la vez, me di cuenta de que la muy puta de Irina tenía los mandos de las pollas vibratorias y las estaba activando al máximo.

Pensé en levantarme y lo hice, pero fue en vano y casi peor, porque Irina me dijo ¡Esclava mala! Y acto seguido noté como me colocaba unas ataduras en las botas, (Unas tobilleras) como si fueran unas esposas especiales para ellas, que me impedían incluso caminar sin ayuda, y cuando caminaba, tenía que hacerlo dando pequeños pasos.

Con los dos vibradores puestos a tope, tardé muy poco en lograr el primer orgasmo de la noche, aplacado por la mordaza, pero muy satisfactorio.

No hubo tiempo de lograr un segundo orgasmo, porque a la mitad de la segunda ronda con los vibradores a tope, oí decir a Esther que ya estaba lista y que ya nos íbamos a la fiesta.

Dando pasos muy cortos, conseguí llegar a la limusina en la que me llevaron a la localización secreta de la fiesta de cumpleaños de Sonia, por lo que pude entender, Sonia iba en otra limusina y junto conmigo íbamos a ser las últimas en llegar, de ahí que mi limusina en la que ya no iba con nadie porque las dos hermanas se fueron a la fiesta en otro coche, tardara unos minutos en arrancar desde que me monté por fin en ella.

El viaje en limusina creo que no duró demasiado, cuando la limusina se detuvo, noté la voz de Irina que me decía que me iba a llevar al baño a quitarme las lentillas, fui dando pequeños pasos hasta el baño porque seguía con las esposas, las tobilleras, la mordaza y el antifaz y las lentillas puestas.

Por fin noté como se iban liberando las ataduras, recuperé la

vista,

pero solo por unos instantes porque Irina me volvió a colocar el antifaz y me prometió, tras darme un morreo en la boca, que me lo volvería a quitar al llegar a la fiesta en sí, a la sala donde se iba a celebrar la fiesta.

Ya podía caminar algo más cómoda, Irina me tomó de la mano y me fue guiando hasta el salón donde celebramos el cumpleaños de Sonia.

Irina me volvió a quitar el antifaz y ya pude ver, pasados unos segundos de recuperación de la luz en mis ojos, lo que habían montado.

Sonia estaba frente a mí, aún con el antifaz en los ojos, pues al ser la homenajeada, iba a ser la última en descubrir la sorpresa, llevaba un vestido de red que dejaba ver todas las marcas en su cuerpo de la sesión de latigazos recibidos esa mañana, así como todos los vendajes que Irina le había colocado en las heridas más duras, aparte del vestido de red, Sonia llevaba unas botas idénticas a las mías, aunque con algo menos de tacón y de plataforma, y en el cuello, un collar postural de cuero negro que también se lo mantenía inmovilizado.

A Silvia me costó un poco reconocerla, y verla fue un poco de shock para mí, porque no sé cómo, habían logrado convencerla para que llevara la cabeza rapada al 0 y afeitada, había perdido su bonita melena rubia que también le gustaba cuidar como a mí, aparte ya tampoco tenía cejas ni pestañas, y al igual que yo hasta unos instantes atrás, noté que llevaba algo en los ojos y deduje que eran lentillas similares a las que Irina y Esther me habían hecho llevar, por tanto supuse que Silvia no veía nada de lo que pasaba allí.

Silvia solo llevaba botas, de tipo ballet y pude ver que en el pubis llevaba un tatuaje nuevo, aún con los vendajes que te suelen poner cuando te acabas de tatuar, con un número.

En cuanto a las dos hermanas, Amas:

Irina llevaba el mismo vestido que yo, podríamos parecer casi gemelas, salvo por la máscara y las botas (Las suyas eran de aún más tacón y plataforma y mosqueteras) y porque ella ya se había quitado su abrigo, aunque supe más tarde que era idéntico también al mío.

Esther llevaba un vestido parecido al de Irina y al mío, pero de látex (Al igual que sus guantes, también largos), aunque también en color negro y con las mismas botas que llevaba Irina.

Al lado de Esther, que estaba sentada en un trono del mismo tipo de los que vi en el salón de la casa principal de la finca de Jaime, había una muñeca de látex negro, con una máscara que le tapaba toda la cara y en la que apenas había un pequeño agujero a través de una mordaza con forma de polla de plástico.

Esther me presentó a Rosa, una mujer transexual, que era una de sus sumisas y que había sido operada por completo (Tetas con prótesis de gran tamaño y el cambio completo en la zona genital), para convertirse en toda una muñeca de látex que solo llevaba ropa de ese material y que, según Esther, era muy servicial y sumisa.

Paloma, como siempre, fue la que peor eligió su vestido, era la única que iba de corto, quizás incluso demasiado corta, un diminuto vestido de cuero negro, que dejaba ver medio culo y un corsé, también de cuero que dejaba sus tetas totalmente expuestas, al aire; las botas se salvaban, mosqueteras y de putilla/stripper.

Jaime y José iban muy elegantes, vestidos de esmoquin y junto a ellos había un hombre al que no

conocía

pero también muy elegante.

Por último, mi hermana Beatriz, iba vestida de asistenta, con el clásico uniforme, llevaba un collar postural de cuero al estilo del de Sonia, del que salía una cadena que sostenía una bandeja con botellas de whisky y vasos; Beatriz llevaba botas de ballet e iba con las manos esposadas a la espalda, un antifaz seguía cubriendo sus ojos y una mordaza impedía que pudiera decir nada y estaba de rodillas, en una esquina de la sala, casi parecía un mueble más.

Jaime fue el encargado de destaparle los ojos a Sonia, que se quedó algo sorprendida cuando todos gritamos ¡Sorpresa! Y vio el despliegue que había, aunque la primera mirada fue hacia su tía Silvia, que estaba en la situación que he descrito, y que hizo que Sonia se sorprendiera y se excitara a la vez.

Jaime llevaba un látigo en la mano, se lo entregó a Sonia, la tomó de la mano y fueron los dos juntos hasta donde estaba Silvia, y una vez allí, Jaime comenzó a hablar:

Jaime: -” Sonia, tu tía Silvia, a partir de esta noche, va a ser conocida como #111 y va a ser propiedad de José, se va a encargar él personalmente de convertirla en toda una esclava, pero tranquila, porque irás viendo sus progresos y podrás venir aquí, a la finca de José a verla cuando lo desees siempre y cuando tus compromisos de estudios te lo permitan; ella va a firmar ante notario que te cede a ti todos sus bienes materiales y que autoriza a Elena (Ambos me miraron a mí, lo que provocó que el resto de los presentes también se dirigieran con ojos inquisitivos hacia mí), con quien vivirás a partir de ahora, a gestionar dichos bienes en tu nombre”.

Sonia no sabía muy bien que decir, miró a Silvia, a #111 y reaccionó diciendo:

Sonia: -” Si es lo que realmente deseas, a mí me parece bien, vivir con Elena, debe de ser muy divertido, confío en que me pueda también entrenar para llegar a ser una puta como va a hacer José contigo”.

Yo fui caminando hacia donde estaba Sonia, y le di un beso en la boca, lo que provocó una mirada dubitativa de Irina y de Esther, y le prometí a Sonia que cuidaría de ella, pero que también trataría de hacer de ella una putilla, si así lo quería.

Jaime continuó hablando:

Jaime: -” Ahora, para celebrar tu nuevo cambio de vida y el de #111, le vas a dar a tu tía, a #111 los mismos 400 latigazos que has recibido tú esta mañana en mi finca, comienza cuando quieras, y entre Paloma y yo te iremos ayudando, será golpeada a 3 bandas, pero de manera simultánea y acompasada”

Sonia comenzó a golpear a su tía, a #111, que se quejaba un poco de dolor al principio, pero iba agradeciendo en voz alta cada uno de los latigazos que iba recibiendo, sin saber

quién

era la persona que se los daba, porque no había podido escuchar nada ya que llevaba unos tapones que cancelaban todo el ruido externo.

Jaime y Paloma comenzaron también a dar latigazos a #111, y estuvieron así durante cerca de una hora, parando apenas unos minutos para tomar fuerzas y beberse una copa de vino y picar algo.

El resto, nos sentamos en un enorme sofá y fuimos picando diferentes embutidos y aperitivos, mientras veíamos a #111 sufrir de dolor y experimentar placer a la vez.

Irina y Esther, sustituyeron a Jaime y a Paloma para que ambos pudieran disfrutar de los aperitivos y siguieron golpeando el cuerpo de #111 que ya empezaba a notar las marcas de los latigazos y la sangre de las heridas salía con fuerza.

A mí me tocó ir contabilizando cada uno de los latigazos que iba a recibir #111, y Jaime me pidió que fuera parando en cada serie de 50 para que los allí presentes fuéramos conscientes de cómo iban las cosas.

Finalmente llegó el latigazo número 400, le pedí a Sonia que parase, pero ella no me escuchó y le dio un par de latigazos más, con todas sus fuerzas, yo diría que incluso con ira, a #111, antes de ya sí, detenerse y dejar el látigo en el suelo, con furia. (Lo lanzó contra el suelo).

Jaime empezó a desatar a #111, le quitó las lentillas de los ojos y la condujo a una mesa de escritorio con una silla en la que había una toalla blanca y una polla enorme de plástico, dejó a #111 que se sentara, lo que le produjo mucho dolor porque su culo estaba hecho una pena y recibir la polla de plástico en su ano, era ya solo lo que le faltaba.

Jaime le hizo leer a #111 su contrato de sumisión, así como un documento que también leyó el notario en el que se especificaba que me cedía a mí la administración de sus bienes y me pedía que cuidara de Sonia en su ausencia.

Silvia, Sonia y yo firmamos el documento y Silvia firmó también junto con José el contrato de sumisión, en el que solo se encontraba el límite de no morir y el de no hacer nada con menores de edad.

Después de la firma, José levantó a #111 de la silla con fuerza, y preguntó a los presentes, si teníamos ganas de ir al baño, de mear y/o de cagar.

Irina dijo que sí, así que, José nos pidió que le siguiéramos porque íbamos a acabar de estrenar a #111 como esclava, haciendo de ella un WC.

Mientras nos poníamos los abrigos, José le volvió a tapar los ojos a #111, pero con un vendaje médico y de varias capas ya con la idea de no quitárselo más que de vez en cuando para renovarlo, y salimos a la calle, a la puerta de lo que parecía ser la casa principal de la enorme finca de José.

Nos subimos en un microbús todos menos José, que se subió en un

Land

Rover tipo Pick-up en el que montó también a #111, pero a ella la colocó sobre lo que parecía un remolque, la ató bien atada, y comenzó el trayecto, eso sí, a baja velocidad, pero con #111 totalmente inmóvil y sin saber lo que le iba a pasar.

El recorrido hasta un edificio que parecía ser un establo fue de unos 15 minutos, nos bajamos del microbús y José colocó a #111 directamente sobre el suelo y comenzó a preguntar quien tenía ganas de ir al WC...