Elena versus David (4)

Descubro que soy una hembra que goza y hace gozar.

ELENA VERSUS DAVID 4.

David me había hecho vibrar como las cuerdas de una guitarra de concierto de clásica, con dulzura, con fuerza, pendiente siempre de mi placer, haciéndome pasar una y otra vez al punto de no retorno. Yo quería complacerlo, que supiera que era suya, y que su amante sabía ser agradecida.

Por eso cuando me llevó a la ducha, quise satisfacerle con toda mi sabiduría carnal y le besé con toda mi alma.

Le lamí los pechos, se los mordisqueé, jugué con sus pezones, se endurecieron como se endureció su verga que notaba contra mi cuerpo. Toda mi experiencia la puse en volverle loco, su sumisa tenía demostrarle que iba a ser una putita habilidosa.

Me deslicé hasta su arma, erguida, orgullosa de su fuerza, hermosa con las venas marcadas como los músculos de los atletas antes de una prueba.

Sólo quería usar mi boca. Recorrí su dureza con la punta de la lengua, desde la base a la punta de su glande, como una gatita prueba la leche del plato. Usé mis labios buscando los sonidos de su armónica, luego uní la lengua al juego.

De vez en cuando levantaba la vista para poder contemplar su cara, los ojos cerrados, centrado en el placer que YO le daba. Me vio, nuestras miradas se cruzaron y agarrando mi cabeza hizo que su polla entrara en mi boca.

La mamé con glotonería, como si fuera un helado de mascarpone. Todo yo era una maquina de succionar. Deseaba que se derramara en mi interior, saborear su sumen.

Peo me levantó, QUERÍA CONTROLARLO TODO, y volvió a cogerme, y puso la ducha en marcha.

Me descontroló, me llevó de nuevo a caminos insospechados, me sentía como una Jane con su Tarzán, una mujer follando con un héroe. Al comenzar a venirme, noté sus movimientos espasmódicos que anunciaban que iba a soltar su leche, y cuando la escupió en mi vagina, una bomba de placer me alcanzó.

Luego me duché sola, necesitaba volver en mí, el agua templada me fue dejando tranquila. Había sido una experiencia maravillosa.

Al ver que encima de la cama estaba la lencería que me había comprado, me la puse , sabía que me sentaba bien, daba la imagen de un mujer sexy y explosiva. No iba al conjunto ni mi jeans ni mi remera, por eso y porque quería que me viera bien, prolongué el ponerme mi ropa.

En el coche , camino de mi casa, le pregunté cuando nos volvíamos a ver. No me contestó, me dio una profunda pena que quisiera seguir controlando sin dejarse llevar por la alegría del placer.

En el departamento, me quité los jeans y la remera, me quedé con el corsé, me puse unas sandalias de taco alto, y mientras esperaba a mi marido, decidía que cuando volviéramos a vernos, me pondría o un vestidito sexy, o una blusita y una pollera de diseño.

Había fumado un par de Luckys cuando oí la puerta. Me paré en el salón , como una vedette al comienzo de escena.

"Tu gatita quiere sexo. Me he depilado para ser tu nenita viciosa"

No le dejé que se quitara una prenda, me arrodillé , le abrí la bragueta, le saqué la verga que se había comenzado a alegrar de la situación, y se la chupé, hasta que apenas me cabía en la boca.

"Túmbate" – le pedí , y le monté. Cabalgué sintiendo su miembro en mí, y la ropa en mis muslos. Llegamos al tiempo.

Al levantarme, ví que parte del semen había manchado sus pantalones.

" Habrá que llevarlos al tinte"- le dije con una sonrisa- " Tenés mucha leche"

" Niña, me parece que cuando estás sola, aquí en Madrid, te pajeas todo el día y andas cachonda perdida. Pero me gustan estos recibimientos. ¿ Quieres que salgamos a cenar?"

"Siiiii , nos vestimos y me llevas a comer unos percebes y unas gambitas que eso no hay en Argentina"

Mientras devoraba los percebes, y oír por enésima aquello de que parecen penes negrito, me di cuenta que no me sentía culpable, al revés estaba feliz de ser una hembra que sabía gozar y hacer gozar a dos machos.