Elena hace realidad sus deseos

Elena lleva tiempo queriendo hacer el amor con Pedro, un cliente suyo. Su marido, Antonio, le ha dado el permiso, pero Pedro parece insensible a sus avances, hasta que un día...

Elena sale de la empresa con Pedro, hablando de todo y nada, como siempre. Al llegar al coche de Pedro, que es el que cogen siempre que van a comer, la rutina habitual sigue: él le abre la puerta, la deja acomodarse, da la vuelta al coche, se sube, arrancan rumbo al restaurante y siguen hablando.

Esta vez es Elena quien ha elegido el restaurante. Van de camino al Cebo, restaurante del hotel Urban. Es un hotel que conocía bien, ya que ella y su marido, Antonio, habían pasado varias noches allí. Intentaban salir de casa al menos una vez al mes para disfrutar de un restaurante de degustación y una noche de sexo apasionado.

Elena siempre se emociona un poco cuando pasa cerca del hotel; los recuerdos de las noches pasadas allí siguen muy vivos en su mente.

Pero hoy no va con su marido, es con Pedro, su “amante”, como lo llamaba su marido.

Ella había confesado a Antonio que le gustaba mucho Pedro. Durante un tiempo, fue una fuente de juego y de placer importante cuando hacían el amor. Elena acabó admitiendo que quería acostarse con Pedro y Antonio le dio permiso para ello. Hasta le dijo que, si quería, podía hacerlo sin que él lo supiera, la única condición era que no se enamorara de él.

Después de esto, Elena fue intentando animar a Pedro a lanzarse, pero este no respondía. Un día, fue Antonio quien eligió la ropa de Elena para una de estas comidas. Bueno, lo hicieron entre los dos. Ella Iba con un vestido largo blanco con topos negros. Fue Elena quien lo escogió siguiendo las directrices de Antonio: debía tener un escote profundo y estar abierto abajo para que pueda enseñar sus piernas fácilmente. Cumplía con los dos requisitos. Por la parte baja, permitía, si Elena lo quisiera, enseñar sus piernas casi hasta la cintura. Por la parte de arriba, tenía un escote profundo, muy profundo, que, si se despistaba un poco, dejaba ver su sujetador. Justamente, ella quiso ponerse un sujetador rojo que, debido al escote, se podría ver bastante. Por su parte, Antonio también quiso que se pusiera unas medias lisas, con encaje en la parte alta y un liguero para mantenerlas. De la misma manera que con el sujetador, se podrían ver cuando si Elena dejaba abrirse un poco el vestido. La idea que tenía él, es que durante el viaje en coche, ella dejara entrever sus muslos.

Elena estaba guapísima con este vestido, y realmente muy sexy. Los demás hombres que se encontró la miraron con deseo. Se pasó toda la mañana en reuniones, asegurándose de que su escote estaba bajo control. Pero Pedro se comportó como un “caballero”. Ella no lo vio ni una vez mirar su escote. Al salir de su coche, el viento levantó el vestido de Elena y ella, con la intención de atraer la mirada de este sobre sus piernas, le dijo que estaba haciendo de Marilyn con su vestido y el viento. Pedro giró la cabeza para no mirar y se adelantó de dos pasos. Ella estaba muy frustrada.

Ya no tenía esperanza. Cuanto más intentaba llamar la atención de Pedro, menos este le hacía caso.

Ya estaba resuelta a que solo sea un amigo con quien ir a comer de tanto en tanto, cuando, una mañana que se habían encontrado para tomar un café, Elena vio de reojo como él la miraba de arriba abajo, y, en particular, como se había parado mirando sus piernas. Después, a modo de despedida, deslizó su mano por su espalda. Este gesto, después de la mirada, alteró mucho a Elena, haciendo volver en su intimidad, las ganas de estar en los brazos de este hombre.

Tuvieron otro par de comidas, pero no hubo ningún avance más y ella se volvió a desesperar.

Una noche, ella soñó que con él. Iban al Cebo y, allí, daban el primer paso: después de la comida, él se dirigía hacia los ascensores, y, cuando ella lo miraba sorprendida, este le contestaba, bromeando, “¡Ai! perdona, es que pensaba que tocaba subir, ahora” guiñándole. Ella se sonrojaba y balbuceaba algo como “no estaba previsto, pero todo tiene arreglo”, o “si tú quieres, me parece bien”, dependiendo de la versión del sueño ya que repitió esta escena un par de veces. En todo caso, se miraban, medio bromeando, medio serios y ya sabían lo que cada uno quería.

Cuando le contó a Antonio su sueño, este le propuso una nueva estrategia. Con el mismo vestido de topos, la misma ropa interior, pero con un top blanco debajo del vestido para cubrir el escote. La idea era ir al Cebo, y, al llegar allí, ella tenía dos opciones. Ir al lavabo a quitarse el top y volver a la mesa, explicando que le apretaba demasiado el top y que no podía respirar y que, ya que estaban los dos solos y que había confianza, se lo había quitado. La otra opción era ir hasta la mesa, empezar a hablar con él, soltar la excusa e ir después al lavabo a quitárselo. A la vuelta, ella podría seguir con un “mucho mejor, al menos puedo respirar” y preguntarle si su escote no estaba demasiado abierto o algo por el estilo, para que él se fijara en su escote, a ver si se lanzaba de una vez.

Obviamente, la excusa del top que apretaba podía cambiarse por cualquier otra igual de válida.

A Elena le gustó el plan. Además, esto podría dar pie a una conversación un poco más picarona… y quien sabe si algo más…

Al final, Elena escogió otro vestido, y otra ropa interior. Antonio le hizo probarse el vestido la noche anterior para asegurarse que el escote era suficientemente amplio: era aún mejor que el otro: no acababa en punta, como es habitual, era un poco más cuadrado. Siempre que se lo ponía tenía que ponerse un top debajo porque realmente era muy abierto.

Sacaron la ropa interior que ella se pondría al día siguiente, él la envió a rasurarse un poco para estar lista para cualquier posibilidad y se pusieron a hablar.

-          ¿No te molesta que me pueda acostar con él? Le preguntó.

-          Bueno, tengo un poco de celos, pero estar preparando todo esto me excita mucho.

-          No lo entiendo…

-          Yo tampoco. Tiene que ver con que eres guapa, solo me has conocido a mí… Me pone siempre muy cachondo imaginarte follada por otro. La verdad es que, y lo sabes, me gustaría estar allí y verte, pero sé que tu no quieres, así que me parece razonable que folles con él a solas, pero ¡prohibido enamorarte!

-          No te preocupes, te quiero a ti.

-          No lo dudo, pero seguro que la novedad de estar en los brazos de otro te hará sentir un sinfín de sensaciones nuevas. Cuando te haga el amor, seguro que sentirás cosas que ya no sientes conmigo y esto podría confundirte. Será la novedad, todas las hormonas que se disparan, y, esto se puede confundir con amor.

-          Tendré cuidado…

-          ¿Sabes que puede que solo te deje hacerlo una vez?

-          No, no lo sabía…

-          Es qué, si veo cualquier riesgo de perderte, cortaré por lo sano, y confiaré en ti para dejarlo ahí.

-          Me parece razonable, pero sigo sin entenderlo.

-          Bueno no sé, solo es eso, me pone cachondo. Además, si pruebas otra polla, tal vez te decidas a hacer un trio, para probar.

-          Ahhhh, ya veo…

-          No, no te equivoques, esto es una cosa, un trio es otra. Si al final follas con él, que está claro que es solo físico y que no hacemos tríos, no pasa nada. De la misma manera que si mañana él se declara y tu no quieres hacerlo, puedes negarte, sea para siempre, o porque te lo quieres pensar más. Lo interesante es ver si “cae” en tus redes, jejeje…

-          ¡Qué tonto eres! Si ocurre, pensaré en ti mientras lo haga…

-          Mentirosilla, no lo harás. Tal vez en algún momento, antes de empezar, pero en cuanto empecéis a tocaros, a besaros a plena boca, acariciándoos como posesos, me olvidarás…

-          Jijiji, seguramente…

-          ¿Pero, y si, cuando vuelva, no te quiero contar como fue?

-          Bueno ya te lo dije: no estás obligada contármelo si no lo quieres. Claro que me gustaría saber si hubo tema o no, y cuando me refiero a tema, me refiero a saber si hubo acto sexual o solo besos y caricias. Pero, una vez más, tú me dirás lo que quieras decirme y yo me aguantaré.

-          Vale… pues me voy a dormir que mañana quiero estar fresca… ¿Me harás como la última vez?

-          ¿Qué?

-          Por la mañana te despertaste y me diste placer hasta casi correrme y paraste. Lo hiciste dos veces, para aumentar mis ganas de follar…

-          Claro cariño, y si tenemos tiempo, te lo hago tres veces, parándome justo antes de que te corras…

La noche pasó, y, por la mañana, Antonio cumplió con su deber: la llevó 3 veces casi hasta el clímax. La primera, ella le pidió que siguiera, pero él se negó y esperó. La segunda, cuando se paró, ella le insultó: “sigue cabrón”, pero él simplemente le contestó: que te la meta él hasta que te corras… A la tercera, él se paró y se levantó, dejándola, jadeando en la cama sola.

Entonces ella se duchó, se vistió, desayunó y le dio un beso a Antonio antes de irse.

-          Tengo ganas de gozar después de lo que me has hecho… Estoy que ardo.

-          Pues, ya sabes, toca convencerle, le contestó él, sonriéndole.

-          Puede que te arrepientes… Y se fue.

La mañana pasó lentamente para ella, pero, por fin, llegó la hora. Él vino a buscarla a la sala de reunión y se fuero para el coche.

De camino al restaurante, Pedro y Elena hablan de todo un poco, aunque ella estaba nerviosa.

-          ¿Ya has estado en este restaurante?, le pregunta él

-          Sí, varias veces, con Antonio, pero por la noche…

Hace una pausa para pensar, y prosigue:

-          Es cuando hacemos escapadas de fin de semana, aprovechamos para cenar y dormimos allí, deja caer, sonrojándose un poco.

-          Tienen habitaciones muy bonitas, no sé si las conoces… sigue ella con voz baja.

-          La verdad es que sí, he pasado alguna noche aquí también… con Nuria… añadió. Veo que no somos los solos a huir un poco de la rutina de la casa…

-          Efectivamente. Creo que es algo importante y no hacemos nada malo, ¿no?, es natural.

-          Sí, sí, estoy de acuerdo.

Hubo un largo silencio… Por suerte, ya estaban llegando. Bajan al parking, tocan el timbre y el recepcionista les abre la puerta.

El único inconveniente del sitio es que hay que salir fuera para ir del parking a la recepción.

Elena aprovecha estar fuera para respirar profundamente. La discusión que acababan de tener la ha puesto un poco nerviosa, tiene como cosquillas en el estómago: ambos ya han venido a follar en este hotel y lo saben…

También le da vueltas a su estrategia: se lo dice antes de ir o va y lo explica después… ¿Qué hacer?

La primera opción es más brutal, pero, si no se para a pensar, lo podrá hacer. La segunda da más juego, es más sutil, pero no sabe si tendrá la fuerza de ir…

El tiempo pasa muy rápido, cuando Elena se da cuenta, ya se están sentando en una mesa cerca de los ventanales que dan a la piscina. Ella mirando a las ventanas, como siempre, él mirando a la sala.

Está que arde por dentro: me he sentado, toca la opción dos… ¿Cómo lo hago?, piensa.

Estaba perturbada por todo esto y no sabe cómo hacer, cuando él se lo puso muy fácil:

-          ¿Te pasa algo? Estás como agobiada… ¿Algo va mal?

Ella piensa medio segundo su respuesta y se lanza.

-          Es que el top que llevo me agobia un poco, dice ella señalando su pecho.

-          Pasó por la secadora y ha encogido bastante. Llevo toda la mañana que no puedo respirar y ahora ya no lo aguanto.

-          ¿Te importa si voy al lavabo y me lo quito?

-          No, no dijo él, perturbado, con los ojos aún puestos sobre sus pechos, ponte cómoda...

Ella prosigue.

-          El vestido es un poco escotado, por eso llevo el top, pero la verdad, prefiero que se me vea el escote antes de seguir tan agobiada…

Silencio. Pedro no sabe que contestar.

-          No te preocupes, tartamudea…

Se le ve alterado. Elena ve que no sabe dónde mirar. Sus ojos no paran quietos ni un minuto. Le mira la cara, baja la vista hasta su servilleta, vuelve a su escote, mira a los lados, vuelve a su cara… Parece que le va a dar algo.

Ella se levanta y ve como él le mira las piernas. Nota una descarga eléctrica en su vientre.

Se dirige a los lavabos. Le tiemblan las piernas. Tiene mariposas en el estómago. Una voz en su cabeza le dice que no debe hacerlo, pero otra vocecita le dice que tire adelante. Esta vocecita le dice que se deje llevar, que escuche su vientre, su sexo. Ella nota un cosquilleo allí abajo. A cada paso que da en dirección de los lavabos, el cosquilleo aumenta. La otra voz le dice que no está bien, que no lo tiene que hacer, pero el cosquilleo va en aumento.

Al entrar en los lavabos, se encierra en una cabina. Respira hondo. Aprovecha para orinar. Mientras se limpia, nota que su sexo está muy mojado. Se sorprende. De la punta de los dedos toca su braguita: está empapada.

¡Estoy totalmente excitada! Piensa para sus adentros.

Acerca su mano de su sexo y toca un poco su vulva. No puede reprimir un suspiro de placer.

Se levanta, se sube la braguita, respira hondo y se quita el vestido totalmente para sacarse el top. Se vuelve a poner el vestido, dobla el top tanto como puede, pensando que no tiene dónde ponerlo… Sale de la cabina, se lava las manos y, con el top hecho un pequeño paquetito, sale a la sala.

Pedro está claramente vigilando la salida del lavabo. En cuanto ella sale, gira la cabeza para mirar en otra dirección, disimulando.

Ella sonríe pensando que Pedro o es muy inocente o no estaba interesado para nada.

A cada paso que da, Elena nota el roce de su braguita contra su vulva y como se va empapando cada vez más.

Alguno de los hombres presentes en la sala la miran salir y, tan discretamente como pueden, o sea sin ninguna discreción, la desnudan de la mirada.

Llega a la mesa. Pedro la mira a los ojos. Ella se sienta y, poniendo la mano que llevaba el top dobladito sobre la mesa, le dijo:

-          Mucho mejor así, al menos ya respiro.

-          Se me olvidó el top. Lo he doblado tanto como he podido, pero se ve que lo llevo en la mano, le dice enseñando su mano a Pedro.

Instintivamente, la mirada de Pedro baja hasta la mano y de ahí, salta al escote. Elena sonríe para sus adentros.

-          Espero que, si alguien lo ha visto, no piense que es otra cosa… dice en voz baja, sonrojándose ligeramente.

Por la cara de Pedro, Elena sabe que no lo había pillado, u poco inocente, sique es...

-          Sí, que no piensen que es uno de esos juegos sexuales que hacen las parejas: “ve al lavabo y quítate las braguitas…” o algo así…

-          No… es lo único que puede decir Pedro.

-          Mejor si lo guardo, ¿no?

-          Sí, sí, claro…

-          Espero que no te parezca demasiado descarado lo que he hecho, pero es que me agobiaba mucho…

-          No, que va, no hay problema.

-          Por suerte estoy de espalda a la sala y cuando salgamos ya me pondré el abrigo, porque me parece un poco profundo el escote. ¿Lo ves muy exagerado? Le pregunta señalando con la mano.

-          No, no, carraspea él. Está muy bien.

Ella se ríe un poco. Claro que está muy bien, hace al menos 5 cm de ancho. No solo se le ve el sujetador, si no que se ve parte de sus senos blanquitos, reposando en él. Cualquiera diría que falta poco para ver sus pezones…

Empiezan a hablar de otras cosas, del trabajo de lo que habían hecho el fin de semana, un poco de todo.

Pedro va mirando de tanto en tanto el escote. La situación se ha relajado un poco, cuando ella, llevando la mano a su escote dice:

-          Cuando me muevo, se abre más, es casi como llevar solo un sujetador. Pero, es como estar en bañador en la playa, por ejemplo, pero tampoco quiero que todo el mundo lo vea… y acompaño sus palabras de un movimiento para volver a cerrar un poco el escote.

-          Claro, lo entiendo, le dice él, como en la playa… y su mirada está clavada en las manos de Elena que arregla su escote.

Siguen hablando. Ella toca el cuello de su vestido de tanto en tanto para atraer la mirada de Pedro a su escote. Funciona muy bien. Él reacciona cada vez mejor.

La comida se está alargando mucho. Ambos se toman su tiempo. No quieren acabar. Poco a poco, Pedro parece soltarse. Habitualmente, es bastante recatado, pero empieza a bromear sobre el tema del top y la situación.

-          Imagina lo que habrán pensado los demás al verte volver. Suerte que no conocemos a nadie en la sala…

-          Sí, le contestó ella, menos mal, sino tendríamos que dar alguna explicación…

-          Claro… y ve tú a explicar esta situación… “No, es que es solo una amiga íntima que no podía respirar…” empezó a imitar él.

-          Humm, dijo ella, si empiezas la explicación diciendo “amiga íntima”, mal vamos...

Se ríen.

-          Bueno, algo de intimidad hay, visto la situación, contesta él, señalando el escote…

-          “Huii, señor” contesta ella, haciéndose al ofendida y poniendo la mano para tapar su escote, “esto no es para los amigos íntimos, solo para los… muy íntimos…”

Se ríen aún más, siguiendo con la conversación.

-          Pues, señora, me tiene que explicar la diferencia entre ambos…

-          Bueno, un amigo íntimo es alguien a quien le enseñas tu escote, dijo señalando su escote a modo de demonstración, un amigo muy íntimo, es alguien a quien le enseña tu escote así. Coge los bordes del vestido y los abre, enseñando más sus pechos, cubiertos por el sujetador.

Las risas cesan. Se miran.

-          Y que más hace un amigo muy íntimo… pregunta él, con voz ronca.

-          Pues, opina sobre lo que ve… responde ella, soltando su vestido.

-          Me encanta, es muy bonito... ¿Y que más hacen?

-          Pues, le coge la mano a su amiga, y le acaricia el brazo…

Él pone su mano sobre la suya y empieza a acariciarla, subiendo hacia su antebrazo. Ella nota una corriente eléctrica recorriendo su brazo. Se le pone la piel de gallina.

-          ¿Y qué más?, pregunta él…

-          Se, se besan… dice ella en voz muy baja…

Él se inclina hacia a ella todo lo que puede. Ella hace lo mismo. Cierran los ojos, giran un poco la cabeza y sus labios se buscan. Cuando se tocan, es una verdadera explosión de sensaciones internas. Suspiran. Es un besito corto, pero intenso.

Se sientan. Pedro, sin mediar palabra, levanta la mano y pide la cuenta.

Ya quieren estar más cerca el uno del otro.

Los camareros que llevaban toda la comida apostando a ver como acabaría, traen la cuenta y el datafono para reducir el tiempo de espera. En el platillo dónde está la cuenta, está el tique y una tarjeta, pero no la del restaurante, como siempre, sino la del hotel.

Vuelven a estar solos.

Pedro recoge el tique y lo guarda. Mira la tarjeta y levanta la vista hacía Elena. Ella ha hecho lo mismo. Cruzan las miradas. El tiempo se congela durante un momento. Para ellos, pasa una eternidad. Nada se mueve, están en silencio.

Entonces, ella mueve ligeramente la cabeza. Un movimiento imperceptible que dice sí… Él hace lo mismo. Se levantan sin decir nada. Salen del restaurante. Andan lado a lado sin mirarse.

Pasan las puertas del Lounge. Están en el vestíbulo del hotel. Frente a ellos la salida. A su derecha la recepción. Se paran. Intercambian una última mirada. Ultima oportunidad para escoger el camino. Juntos giran hacía una aventura nueva, hacia la recepción.

Ambos tienen un nudo en el estómago. Pedro es quien habla. Le tiembla la voz. Acaban con los trámites y se van hacia el ascensor.

No se atreven a mirarse.

Cabizbajos, salen del ascensor y se van a la habitación. Él abre la puerta y se hace a un lado para dejarla pasar. Ella hace unos pasos y se queda inmóvil mirando la cama.

Le vienen los recuerdos de una habitación similar, con su marido. Piensa que no está bien lo que está a punto de hacer. Que destrozará su matrimonio, que no era moral…

Al cabo de un rato, nota la presencia de Pedro a su lado. Este le coge la punta de los dedos.

Nota su calor. Nota la electricidad sobre su piel, una contracción en su vientre.

Se gira. Levanta la cabeza y busca sus labios, cerrando los ojos.

Se besan apasionadamente. Su último pensamiento consciente fue para su Marido Antonio: “lo siento…”. Se olvida de él.

Él la abraza, ella se pone de puntitas y se cuelga de su cuello. Sus lenguas se encuentran, se mezclan. Suspiran. Sus manos recorren el cuerpo del otro.

Se mueven. Poco a poco, se acercan de la cama. Sus bocas siguen pegadas, solo se separan para coger una bocanada de aire.

Llegan a la cama. Las manos de Elena buscan el cinturón de Pedro. Ella lo aleja un poco de su cuerpo para quitársele, le quita también el botón de sus pantalones y baja la bragueta. Con sus dos manos, baja el pantalón y el slip de Pedro, arrodillándose ante él. Sigue con el beso apasionado, pero con ese pene que está a punto de reventar. Se lo mete en la boca sin pestañear, su lengua se enrolla alrededor de su glande, se lo traga tanto que se atraganta. Lo succiona como si fuese un biberón. Nota el sabor del jugo de ese pene nuevo. Coge las caderas de Pedro y las mueves para atrás y para adelante en un vaivén cada vez más amplio. Pedro ya no necesita que lo mueva Elena, le ha cogido la cabeza y le está follando la boca. Toda la polla de Pedro entra en la boca de Elena. Ella traga a cada golpe. Su garganta se abre y no nota las arcadas. Él acelera el ritmo. Está a punto de explotar. Ella nota como se hincha en su boca. Por primera vez en su vida está haciendo una garganta profunda y le gusta mucho. Ya sabe que él no aguantará mucho más, pero lo deja seguir. Los golpes de cadera se hacen más rápidos, más fuertes. Empieza a dolerle la boca, la cara, pero da igual.

Pedro estalla. Arquea su espalda, metiendo su miembro aún más lejos en la boca que le ha servido de sexo. Guarda esta posición unos segundos mientras grandes chorros de semen llenan la garganta de Elena. Vuelve a moverse, más lentamente, acabando de vaciarse en esa boca tan voraz que no pierde ni una gota. Ella aspira, chupa, lame esa verga que, poco a poco, se está ablandando.

Él ya no se mueve. Está totalmente vacío, pero su mente sigue sin procesar lo que acaba de pasar.

Ella lo suelta por fin, se pone de pie, lo besa otra vez con pasión.

Se aleja de un paso. Deja caer su vestido, se quita el sujetador, sacando pecho para que él la vea bien.

Se quita la braguita, pero se queda con las medias, el liguero y los zapatos. Está casi totalmente desnuda ante él.

Se vuelve a acercar, se pega contra él que sigue con su camisa. Pone la mano sobre sus nalgas y lo atrae hacia ella, besándolo de nuevo con ganas.

Su mano se desliza hasta su pene morcillón y lo presiona contra su propio vientre. Nota que da un respingo. Lo acaricia un poco más y, soltando la boca de su amante baja otra vez para besar su pene. Se deleita de las últimas gotitas que salen de ese miembro que vuelve a temblar.

Se para de nuevo y se sienta en la cama, cogiéndolo de la mano para que se dé la vuelta. Otra vez tiene ese pene ante ella y no se puede resistir, se lo mete de nuevo en la boca.

Lo suelta y se tumba de espaldas, abriendo totalmente las piernas. Él sigue de pie ante ella, con la camisa, mirando como esta mujer, que hace media hora era una amiga conocida hacía años en el trabajo, esta con las piernas totalmente abiertas, acariciando su sexo, abriéndolo ante él. Puede ver lo húmedo que está, le relucen los labios. Levanta los ojos de esos labios húmedos que acarician suavemente unos dedos femeninos para ver que ella, con la otra mano señala su boca y después su vulva.

Él se quita la camisa y se arrodilla entre sus piernas. Se abalanza sobre esa vulva oferta. La besa, la lame, la mordisquea. Ella le coge la cabeza y gime de placer. Él empieza a masajear su clítoris con la lengua, lamiéndolo, chupándolo. Ella grita con cada movimiento.

-          Usa tus dedos dice entre dos demidos.

El desliza un dedo en su vagina y empieza a moverlos mientras sigue con el clítoris. Ella se retuerce de placer, le empuja la cabeza cada vez más contra su sexo.

-          Otro, grita.

Él le mete otro dedo y ella grita cada vez más.

-          El placer no para, grita… más.

Un tercer dedo entra en su vagina. Ella está a punto de tener un orgasmo tremendo.

Pedro decide añadir el menique a sus otros 3 compañeros.

Elena da golpes de cadera cada vez más fuertes cuando Pedro empuja sus dedos dentro de ella. Ella bajaba su sexo para que entre más.

Poco a poco, la mano de Pedro va entrando en el sexo de Elena. Ya tiene los 4 dedos clavados en su vagina. cierra un poco la mano para no hacerle daño con los dedos al fondo. Lo único que le impedía meter toda la mano es su pulgar que queda fuera.

Deja el clítoris de Elena y, enderezándose, puede ver su mano que entra y sale de ese sexo distendido. Se queda estupefacto, maravillado de lo que le está haciendo. Gira un poco la mano, y consigue que su pulgar venga a acariciar el clítoris a cada movimiento.

Ella grita y él la folla con la mano. Le dice:

-          Me gusta esto, se me está poniendo otra vez dura…

Ella grita, en pocos segundos llega al orgasmo. Lo deja seguir un ratito más y le saca la mano, tirando de él para que la besara.

Una vez más, sus lenguas de encontraron. Ella sigue gimiendo en la boca de su amante.

Nota su pene duro contra ella.

Pasa su mano hasta él y lo guía hasta su sexo aún maltrecho del placer que había sentido. Normalmente, habría esperado unos minutos más, pero ahora, no quiere esperar, lo quiere dentro de ella, aunque la sensación fue extraña ya que aún no había acabado de gozar.

Él se pone de inmediato en marcha y empieza suavemente a mover las caderas. El placer vuelve a subir para ambos, gimen. Ella no tarda nada en tener otro orgasmo. Él sigue un poco más y descarga en ella otra vez.

Se tumban por un instante en la cama, uno al lado del otro, cuerpo contra cuerpo.

SE quedan un rato así, hasta que ella dice:

-          Me prometí que, si un día lo hacíamos, te cabalgaría… Quiero hacerlo, añade cambiando de postura para llegar a coger el miembro totalmente flácido de Pedro con su mano.

Está húmedo, cubierto de fluidos. Lo coge en su boca.

El gruñe. Ella se esmera. Se arrodilla sobre la cama, un poco girada hacía él para que viera el culo. Este empieza a acariciarlo. Nota como Elena lo succiona para endurecerlo. Empieza a funcionar.

Él empieza a levantar un poco la pierna de Elena: quiere colarse entre sus muslos para darle placer también. Sabía que la había llenado de su semen, pero, tal como a Elena antes, le daba igual. Solo quiere comer ese sexo.

Acaban en posición de 69. Los dos gimen. Pedro vuelve a estar duro.

Elena se para y, girándose para estar cara a cara con él. Guía su sexo hasta el suyo. Se sienta sobre él, empalada. Se queda unos segundos así. Empieza a moverse. Lo besa, se mueve, a veces con grandes movimientos, a veces, con movimientos pequeños pero profundos. Esta desbocada, no se puede parar.

Su placer estalla una vez más. Su vulva se contrae por el placer que siente. Pedro nota como la presión sobre su erección se hace más fuerte. Explota en ella, mirándola a los ojos, llenándola por segunda vez en pocos minutos.

Ella se queda un rato sobre él, descansando. Se tumban de lado, y entre besos, empiezan a hablar.

El tiempo pasa. Tienen que levantarse y volver a la vida normal.

Ella va un momento al lavabo a aliviarse. Nota como el semen de su amante sale de su sexo. Se limpia un poco. Vuelve a salir y se encuentra con Pedro que ya está vestido.

Le gusta la sensación que le produce estar desnuda ante un hombre bien vestido.

Su sexo tiembla otra vez de placer.

Se pega a él, lo besa.

Recoge sus cosas mientras él va al baño.

De su sexo sigue saliendo el jugo de su amante. Decide ponerse la braguita sin limpiarse más. Tiene una idea para cuando vuelva a casa. No sabe si lo hará o no, pero quiere llegar sucia a casa…