Elena (7, final)

Último capítulo de la serie, siento el retraso, la historia de Elena llegó a su fin.

Elena (7)

Sentado sobre la cama no podía apartar a Elena de mis pensamientos, habían pasado un par de días desde que salio de mi casa, y mi cuerpo añoraba su presencia. Sobre las sabanas, su ropa interior, esta me devolvía su aroma pero no saciaba mi necesidad. Decidí volcar todos mis esfuerzos en el trabajo, y mientras ordenaba mi olvidada agenda, me permití olvidar a mi diosa durante unas horas.

Termine la jornada laboral, la soledad de mi apartamento me enceraba en mis sentimientos, mi cuerpo necesitaba someterla, mi sexo se endurecía pensando en su cuerpo, pero mi mente me trasportaba a un remanso de tranquilidad junto a ella. Un lugar donde poder disfrutar de su presencia, intercambiar sentimientos, confesiones, un espacio donde planear una vida en común.

Desperté empapado en sudor, había estado soñando, soñaba con Elena, ella avanzaba por un pasillo mientras yo corría tras ella, por mas que obligaba a mis piernas a perseguirla, nunca conseguía alcanzarla, siempre conservaba la misma ventaja sobre mi. Me senté en la cama faltaban pocos minutos para que el despertador comenzara a romper el silencio de la mañana y durante un momento sopese la idea que ella no aceptara romper con todo y entregarse a mi. La ducha me acogió entre sus brazos devolviendo la calidez a mi cuerpo aunque mi espíritu continuaba vagando en busca de Elena.

El día en la oficina transcurrió lentamente, su recuerdo ralentizaba mis movimientos, las horas avanzaron poco a poco oscureciendo el día. Llegue a casa y opte por pedirle consejo a Baco, un poco de vino nublaría mis sentidos o me embarcaría en una espiral de soledad, elegí la botella con cuidado, quería disfrutar de la liturgia al completo, con pulso firme retire la capsula para acceder al corcho. El sacacorchos atravesó el tapón limpiamente, deslizándose por el centro del mismo, suavemente tire de el y libero los aromas que guardaba en su interior con un suave descorche. Vertí lentamente el oscuro y rojizo líquido que aplacaría mi sed. La copa recibió en su interior el fruto de la fermentación, mi nariz fue la primera en captar los efluvios de la uva, la copa adquirió un tono granate con toques violáceos, un aroma a especias y madera conquisto mi olfato, disfrute de esta sensación durante unos segundos, y al acercarlo a mi boca, un toque de tierra herbácea, goloso y a la vez misterioso, intensifico mis expectativas. Durante varios minutos deguste las sensaciones que producía en mis sentidos, mis papilas disfrutaban de su sabor, mi olfato agradecía su perfume, mi vista se perdía en su colores, mientras que mi tacto disfrutaba con la firmeza de la copa y mi oído se dejaba transportar al silencio del viñedo.

Mientras el alcohol jugueteaba con mi cuerpo, la imagen de Elena apareció en mi cabeza, mi cuerpo empezó a desearla con furia, con lascivia, el recuerdo de su masturbación frente a mi estaba muy reciente en mi cerebro, durante unos segundos pensé en llamarla, en ordenarle que se presentara ante mi, quería gozar de su cuerpo, deseaba poseerlo; pero mis pensamientos me tenían reservada una sorpresa.

En lugar de imaginar una Elena sometida, vislumbré una mujer dulce y cariñosa, una mujer de la más fina porcelana, frágil y a la vez hermosa, acercándose a mí, sonriendo de una forma sutil, era ella, mi sueño, los vapores etílicos consiguieron que volara a su encuentro, su piel rozo durante un instante con la mía, fuimos una sola persona, un solo ser, en ese momento sentí como un tibio liquido huía de mi sexo en busca de la libertad, me desplome sobre el calido parquet y me lance a los brazos de mi amada.

Durante los siguientes días una sensación de pesadez se adueño de todo mi ser, todo era Elena y su recuerdo. Una sensación nerviosa me envolvía de los pies a la cabeza, sentía un nudo en el estomago, una neblina en el corazón y un vacío en todo mi interior. Me desperté renovado, al fin el calendario había marcado el momento de conocer su decisión. La semana había concluido y todo orbitaba a la espera de su respuesta.

Marque su teléfono, eran las ocho y media de la mañana, su nombre brillo en la pantalla de mi pequeño nokia, un tono y respondió;

  • Buenos días, esperaba tu llamada desde las doce de la noche –sus palabras fueron música celestial para mis oídos-
  • Te quiero en media hora en la tetería que hay detrás de correos, no te retrases o te castigare.

Colgué el teléfono, ardía de excitación, mi miembro tomo vida propia y con una dolorosa erección me dirigí a la ducha. Con la ayuda del agua relaje mi cuerpo, no quería desperdiciar mi semilla, mientras mi sexo se tranquilizaba, mi corazón luchaba por abandonar mi cuerpo, había respondido, y mejor todavía, esperaba mi llamada desde las doce de la noche.

El local donde había quedado con Elena destilaba tranquilidad e intimidad. Ocupa desde hace años la trasera de la oficina de correos, el único aspecto que indica que el tiempo pasa en el exterior es la edad de sus propietarios, el resto continúa igual desde el día que se inauguro. Se respira una sensación de pasado que te envuelve completamente, no te recuerda una época rancia, te evoca nostalgia, ver las pequeñas mesas cubiertas de mármol blanco brillando sobre la luz amarillenta de las lámparas de araña, los recipientes de cobre cobijando las variedades de tés, las fragancias que emanan desde cada rincón, es mágica esta sensación, sientes que la vida no tienes que vivirla siempre acelerada. Empuje la puerta y para mi sorpresa ella me esperaba en el interior, se había instalado junto a una ventana, sobre la mesa descansaba una tetera humeante y dos tazas. Levanto su rostro y enfoco su mirada en mis ojos, me sonrío y se acerco a mí, sus labios rozaron durante un instante mis mejillas para depositar un tímido beso en mi boca. Estaba completamente desarmado, mi cuerpo temblaba y sentía un nudo en mi estomago, me senté frente a ella, de nuevo su sonrisa esta vez acompañada de su suave voz.

  • Buenos días, parece que te he sorprendido –dijo sonriendo- desde hace varios días había quedado con María para que cuidada a la pequeña, cuando me has llamado estaba preparada, solamente tenia que saber donde ir.
  • Realmente me has sorprendido, tenia pensado un castigo especial para ti –mis palabras me sorprendieron incluso a mi- veo que eres una chica muy lista, aunque nunca lo he dudado.
  • Gracias –respondió Elena-, he pedido para los dos, es un té negro genial para desayunar –a la vez que hablaba, servia dos tazas de té- a reposado el tiempo justo y si quieres un consejo, añádele muy poco azúcar o tómalo solo, te sorprenderá.

Añadí media cucharada de azúcar y acerque la humeante taza a mis labios, el aroma que desprendió al acercarlo a mi rostro me embriago, en boca un sabor intenso, refrescante y con un liguero toque a cítricos termino por conquistarme.

  • Me gusta, y aunque los cortados de la señora Lola son los que me recuerdan que tengo que volver mas a menudo, me has enseñado la calidez de un buen té.
  • Tengo que contarte un secreto, me he dejado aconsejar, no sabia que conocías a los dueños –respondió Elena con una tímida sonrisa-
  • Hay muchas cosas de mí que no conoces –conteste mirándola a los ojos-, los dueños son clientes míos y antes lo fueron de mi padre, los conozco desde hace muchos años.

Continuamos saboreando el desayuno, acompañado de unos bollos que nos sirvió Lola sin percatarnos, ambos estábamos disfrutando del momento, de un desayuno que no sabia que nos depararía, fuera, el día se mostraba calido y brillante. Le propuse a Elena dar una vuelta y continuar con nuestra charla, ella asintió encantada y tras pagar la cuenta, pese a las protestas de la dueña, abandonamos el local.

Ella salio delante de mi, el deseo me invadió al verla por detrás, el vaquero se ceñía a su cuerpo como una segunda piel, mi sexo reclamo su minuto de gloria al procesar tan bella imagen. Elena se volvió y me pillo disfrutando de su trasero, una sonrisa picara ilumino su rostro, me tendió la mano y se acerco a mi, -tengo que darte una respuesta, pero antes me gustaría enseñarte algo- susurro en mi oído. Le devolví la sonrisa y le respondí –enséñamelo-. Se separo unos pasos de mí y sin dejar de sonreír, rebusco en su bolso hasta encontrar sus teléfono, la llamada duro unos segundos, guardo de nuevo el móvil y me pregunto si tenia el coche cerca, le respondí que estaba en el parking y nos dirigimos en su busca.

Una vez en el coche, Elena me fue guiando, me di cuenta que estábamos dando vueltas alrededor de una zona en concreto, -donde vamos-, ella me miro y sonrío, -aparca cuando puedas-, unos minutos mas tarde encontré un hueco donde estacionar, dejamos el cocha y camine tras Elena. Ella sonreía divertida, le estaba justando este juego y no hacia nada por ocultarlo, simplemente disfrutaba del momento. Llegamos al fin a nuestro destino, un parque tranquilo que queda oculto entre dos edificios. La mañana había avanzado y eran prácticamente las once, el día era precioso y el sol ayudaba con su presencia.

  • Hemos llegado, -Elena me miro y continuo hablando- si entras en mi vida, tienes que conocer a una persona.

Con un gesto inocente, Elena tomo mi mano y nuestros pasos se acercaron a uno de los bancos del parque. Una chica de nuestra edad, jugueteaba con una niña preciosa, no hacia falta ser un genio para ver los rasgos de Elena en el rostro de la pequeña. Al llegar Elena tomo a su niña en brazos y se acerco a mí.

  • Ella es toda mi vida, es la persona que cambio mi forma de ver la vida desde el día que nació, si realmente quieres que este junto a ti, mi hija Lucía se viene conmigo.

Supongo que se me quedo cara de tonto, la idea de formar una familia entraba en mis planes, pero encontrármela de frente era una situación que no me había planteado. De repente y tratando de sacarme de mi desorientación, la chica que cuidaba a la hija de Elena se acerco a mi,

  • Hola, soy María, encantada de conocerte, Elena me ha hablado mucho de ti.
  • Encantado –balbucee-

Elena entro a trapo y me explico que María era su mejor amiga, su confidente y la canguro de su hija, también me confeso que había sido su paño de lagrimas desde que abandono por ultima vez mi casa.

  • Durante esta semana he hablado con mi marido, las cosas entre nosotros hace tiempo que no funcionaban y como personas adultas hemos tomado la decisión de separarnos. El siempre será el padre de mi hija, pero tú me has enseñado cosas que no conocía, me has demostrado que estoy viva, y si me aceptas junto a mi hija, me entregare a ti.

Las palabras de Elena resonaron en mi cabeza, realmente era lo que yo quería, me preguntaba el motivo por el que no sentía nada mientras la escuchaba. Levante la vista y nuestras miradas se encontraron. Durante unos segundos interminables, ninguno de los dos emitimos palabra alguna, de pronto, la voz de María nos traslado al mundo real,

  • Estaré con Lucía todo el día, ir a dar una vuelta y hablar, lo necesitáis –mientras pronunciaba estas palabras miro a Elena y ella asintió-

Lucía paso de los brazos de su madre a los de María, la niña no paro de reír durante el tiempo que estuvimos con ellas, Elena se despidió de su hija y abrazo a María, ambas sonreían y susurraban pequeñas frases que no podía distinguir desde mi posición. Me despedí de la pequeña con una suave caricia en su pelo, María me sonrío y tras un par de besos como despedida, abandonamos el jardín con una frase flotando en el aire, -pasarlo muy bien, parejita-

Nos dirigimos sin hablar en busca de mi coche, durante el corto trayecto detuve mis pasos e interrogue a Elena, -¿te gustan las naranjas?-, su atónita mirada me arranco una carcajada y volví a preguntar, -¿pero, te gustan las naranjas o no?-, ella respondió con un movimiento de su cabeza y tras tomarla de la mano nos dirigimos a la frutería de la esquina. Compre un par de hermosas naranjas y una cesta de fresas, las naranjas relucían brillantes en el exterior de la tienda, y al entrar vi los dulces frutos rojos y no pude evitar hacerme con ellos. Regresamos al coche y un ligero aroma a fresa nos acompaño hasta mi casa.

Aparque frente al portal, Elena me miro y me pregunto, -hoy no lo bajas al parking-, -no, hoy lo dejo fuera, -respondí-. Nos acercábamos a la puerta de la escalera y en lugar de entrar en ella, me desvíe unos pasos y entre en una cafetería, mientras aguantaba la puerta invite a Elena a seguirme. Ella entro delante de mi y nos sentamos frente a frente, la camarera se acerco a nosotros y pedimos un par de cervezas, mientras esperábamos que nos sirvieran la fermentación de la cebada, empezamos la conversación que teníamos pendiente.

  • Me has preparado una buena encerrona en el parque –mientras hablaba mis ojos dirigieron su mirada a los suyos- no me gustan ese tipo de sorpresas y te voy a castigar por ello.
  • Quería demostrarte que yo tengo un pasado, y ese pasado se llama Lucía y es mi hija, contigo disfruto y tienes algo que nunca he encontrado en otra persona. Pero mi pequeña es mi vida, y por mucho que desee estar contigo, ella forma parte de mi, -sus ojos se humedecieron y una lagrima nació para morir deslizándose por su mejilla-, solamente quería que la conocieras y no supieras que existe solamente por mis comentarios.
  • Te agradezco tu sinceridad, desde que te conocí se que tienes una hija, por mi parte no hay ningún problema, en mi casa hay sitio para las dos.

Elena sonrió y esa sonrisa lleno el vacío que había sentido en el parque, volví de nuevo a quedarme prendado de su imagen. La camarera me espabilo cuando dejo las cervezas sobre la mesa acompañadas de unas almendras fritas. El dorado liquido estaba frío y ligeramente amargo, al verterla en el vaso formo un poco de espuma e incremento la sensación al beberla. Elena prácticamente vacío el contenido de la botella en su garganta, la cerveza apago su sed, su garganta necesitaba un alivio, entre los nervios y la calidez del día, apetecía refrescarse.

  • Prácticamente has vaciado la botella, se ve que tenías mucha sed.
  • Esta tan fresquita que no he podido evitarlo –sus mejillas se ruborizaron- me apetecía tanto.
  • Se que esto no es fácil para ti, pero no quiero engañarte, disfruto contigo y quiero que te entregues solamente a mi, tal vez mañana me olvide de ti y todo esto termine.
  • Pídeme lo que quieras –su voz prácticamente se había roto- ponme a prueba.

Con un gesto a la camarera pedí un par de cervezas mas, Elena esta totalmente entregada a mi juego, no sospechaba que yo sentía mucho mas por ella, y si lo sospechaba lo disimulo muy bien. De nuevo otras dos cervezas descansaban sobre la mesa, acompañadas por un segundo plato de almendras.

  • Quiero que te bebas esta cerveza igual que la otra –ordene con voz tajante-, tienes solamente dos intentos, y la quiero vacia ya.

Me miro sonriente, no era muy difícil complacerme, alzo la botella y mas de la mitad resbalo por su garganta, el resto lo vacío en el segundo intento, dejo la cerveza sobre la mesa y con un poquito de chulería me dijo –alguna cosa más-

Pedí la cuenta y abandonamos el local en busca de mi casa, abrí la puerta y entre antes que ella, sin mirarla me dirigí al ascensor, ella seguía tras de mi, entre en el interior y solté la puerta, de nuevo ella abrió y se sitúo a mi lado, pulse el botón de mi piso y una vez arriba le ordene a Elena que bajara al coche, había olvidado subir la bolsa con la fruta, ella asintió y regreso de nuevo al ascensor, -no, usa las escaleras, tanto a la ida como a la vuelta, no te has ganado todavía el derecho a utilizar el ascensor-, Elena no contesto y encamino sus pasos en busca de las escaleras.

Me quede en la puerta saboreando un cigarrillo mientras la esperaba, cinco minutos mas tarde Elena apareció en el rellano, sus mejillas enrojecidas denotaban que no había disfrutado con el paseo, en su mano descansaba la bolsa con las fresas y las naranjas. Entre en el interior y ella de nuevo me siguió, dirigí mis pasos a la cocina y al volverme ella estaba detrás de mi con la mirada clavada en el suelo.

Le arrebate la bolsa con la fruta, tras lavarlas, aparte las dos naranjas en un plato, luego repetí la operación con las fresas. Elena seguía tras de mi, la notaba inquieta y no paraba de dar pequeños saltitos. Una vez la fruta limpia, abrí el armario donde guardo los vasos y tras llenarlo de agua se lo ofrecí a Elena, -bébetelo- ella lo rechazo, tras mi segunda oferta comprendió que debía vaciarlo, con una mirada de suplica clavada en mis ojos, vacío el contenido del vaso en su garganta. Continúe trasteando por la cocina unos minutos mas, corte una naranja en dos porciones, justo por la mitad, la segunda la partí en cuatro hermosos gajos, deposite el cítrico mutilado en un plato y añadí unas cuantas fresas. Con todo preparado, me senté junto a la mesa de la cocina y encendí de nuevo un cigarro. Elena me observaba atenta a todos mis movimientos, pero su rostro era un poema, estaba sudando y cruzaba las piernas fuertemente, -¿te pasa algo?, -pregunte-, ella continuo en la misma posición, y tras unos segundos, balbuceo unas palabras.

  • No entiendo lo que dices, repítelo un poco mas alto –mi voz sonó autoritaria-
  • Necesito ir al servicio –mas que hablar suplicaba-
  • Tendrás que aguantar un poquito mas, en cuanto termine el cigarrillo podrás ir al lavabo.

Desde ese instante, los ojos de Elena solamente tenían un objetivo, el pequeño cilindro blanco y humeante que reposaba sobre el cenicero. Sin dejar de observarla, daba pequeñas caladas y saboreaba la sensación que producía en mi cuerpo la sumisión de Elena. De vez en cuando, la miraba y disfrutaba de su fragilidad, las piernas completamente cruzadas y apretadas, los brazos pegados a su cuerpo y los puños fuertemente cerrados, sus dientes clavados en su labio inferior y su mirada fija en el cigarro. Fueron los seis minutos más largos de su vida, no quise apurar mucho mas el cigarrillo, quería disfrutar con ella, no que se orinara encima. Cuando aplaste la boquilla sobre el cenicero, le indique que podía ir al servicio, ella musito un gracias y se apresuro en busca de vaciar su cuerpo. Utilizo el lavabo de la entrada, no se molesto siquiera en cerrar la puerta, al pasar frente a ella le comente que la esperaba en mi habitación.

Mientras Elena terminaba de utilizar el aseo, retire la colcha de la cama y las sabanas, de la cocina había traído el plato con la fruta y lo deje sobre la mesilla de noche, me acerque de nuevo al frigorífico y rescate de su interior una botella de cava que esperaba impaciente la visita de Elena. Con dos copas y tras escuchar el sonido de la cisterna vaciarse, encamine mis pasos en busca de mi cuarto.

Elena me esperaba junto a la cama, me acerque a ella y le pedí que sujetara las copas, con cuidado retire el bozal de alambre que presionaba el tapón, una vez libre de sus ataduras, basto un poco de presión para deslizar el corcho y derramar el líquido en el fondo de las copas. Un tono amarillo pajizo ocupo el interior de las mismas, los cuerpos altos y estrechos recibieron con hospitalidad el frescor del cava, sus burbujas dibujaron imágenes irrepetibles ascendiendo por las paredes de las copas. Una vez servido, deje la botella y le propuse a Elena un brindis;

  • Brindo por conseguir que ambos disfrutemos de este momento y degustemos el placer que nos ofrecen nuestros cuerpos.

Cristal golpeando contra cristal, fue el pistoletazo de salida, nuestros labios sellaron el brindis con el sabor afrutado del cava, poco a poco nuestros cuerpos dejaban más piel al descubierto, cuando sentimos el colchón, solamente la ropa interior continuaba en su posición. Nuestras bocas se devoraron saciando la autoimpuesta ausencia, lengua contra lengua, arrancando cada sabor, buscando memorizar los sentidos, nuestros labios chocaban entre si, en cambio nuestros dedos permanecían entrelazados, sintiendo el contacto corporal. Elena se sitúo sobre mi, deslizo su lengua en busca de mi cuello, hambrienta de mi piel descendió en busca de mi pecho, jugueteo con mis pezones y estos le respondieron endureciéndose bajo sus calidos besos. Continúo con su delicada expedición y visito mi ombligo, midió la profundidad del mismo con su lengua, deposito un poco de saliva y la sorbió de nuevo, era una carrera sin fin, buscaba excitarme y disfrutar junto a mí. Asió mi boxer y tiro de el, levante mi cadera para facilitarle la maniobra, y frente a ella, su recompensa. Mi carne apuntaba al cielo de la habitación, mi glande resplandecía fruto del deseo, Elena lo beso, descendió por el tronco y atrapo uno de mis testículos con sus labios, mientras sentía la calidez de su boca, su lengua se encargo de recordarme que existía, repitió la operación con su gemelo, lamió, succiono, devoró, mi sexo le pertenecía y mis gemidos se lo demostraban. Su saliva resbalaba en mi falo, sus ojos brillaban de excitación, sin dejar de masajear mi complacido miembro, atrapo su copa y derramo el contenido de la misma sobre el, de nuevo se lanzo a darme placer, a compartir mi placer, a sentir mis gemidos mientras mi carne desaparecía en su boca. Me masturbo con constantes cambios de ritmo, unas veces golosa, tragaba todo lo que su cuerpo le permitía atrapando mi sexo, otras veces se centraba en mi glande, presionaba con sus labios, jugueteaba con mis testículos, ante la inminencia del orgasmo, la avise. Su mano se cerró sobre mi pene y agitándolo espero con la boca entreabierta el contenido de la coctelera que abrazaba con ternura. Un gemido sordo anuncio la erupción, eyacule con placer y Elena degusto el fruto de su esfuerzo, cuando el semen dejo de fluir, me acaricio y deposito un largo beso en mi glande.

Permanecí acostado un par de minutos, necesitaba reponerme, mi cuerpo relajado no obedecía mis órdenes. Elena apoyo su cabeza en mi ingle, y se acurruco entre mis piernas. Un silencio nos invadió, mi agitada respiración poco a poco se calmaba, ahora era ella quien merecía mis caricias. Con cuidado me levante de la cama y acomode a Elena sobre la misma, tan solo el sujetador y un pequeño tanga blanco cubrían la desnudez de su cuerpo, en cambio, su alma se mostraba en su rostro. Rescate el plato de fruta de su exilio en la mesilla, atrape un gajo de naranja entre mis dedos, lo acerque al rostro de Elena, deje que disfrutara del aroma que desprendía, acaricie sus mejillas y presione sobre sus labios la piel de la fruta, unas gotas brotaron de su interior y se deslizaron en su boca, su lengua busco saborear un poco mas, abandono el encierro en su interior y se evadió sorteando sus dientes, serpenteaba mientras gota a gota el jugoso néctar brotaba calmando su sed. Repetí la operación con otro pedazo de fruta, otro cuarto de naranja muriendo entre mis dedos y endulzando el paladar de Elena, esta vez apurando las últimas gotas, dejando que resbalaran por su barbilla para morir entre sus senos, ahora fue mi lengua quien recorrió su piel tras las gotas que habían escapado de sus labios.

Libere los pechos del sujetador, y utilizando su pezón como vértice de un exprimidor imaginario, lo acaricie con media naranja, a la vez que deslizaba la pulpa de la fruta sobre el, apretaba la misma para que nos regalara su esencia, el pezón de Elena endurecía tras cada roce, en mis manos descansaban las dos mitades, cada pecho recibía el mismo tratamiento, el reguero de zumo terminaba en su ombligo, termine de vaciar ambas cáscaras en el interior de su boca y lamí con deseo su pecho, descendí en pos de su estomago y como si un oasis se me hubiera aparecido en mitad del desierto, sacie mi sed en el.

Saboreando las ultimas gotas, deslice su tanga, la visión de su sexo brillante nublo mis sentidos, acerque mi mano al plato y un par de fresas iniciaron un viaje sin retorno, mientras una recorría su estomago, la otra navegaba sobre el mar que empapaba su sexo, Elena se estremeció al rozar su clítoris con ella, tras recorrer sus labios vaginales varias veces, la fresa salio empapada, la acerque a mi boca y deguste el bocado mas sabroso que jamás había probado. Mi mente envió una señal a mi sexo, este endureció y me tumbe sobre Elena, la humedad de su cuerpo facilito la penetración, y mientras mi carne desaparecía en su interior, saboreábamos un beso con esencia de sexo, pinceladas de morbo y sabor a fresa.

Ambos cuerpos danzaban sin freno, respirábamos aromas a naranja, a fresa, a deseo, yo entraba y salía de ella mientras sus piernas abrazaban mi cintura, cada golpe era una sensación distinta, cada beso mejoraba el anterior, Elena desprendía jugos sin cesar, mi sexo golpeaba un sexo mojado interpretando una sinfonía de gemidos y chapoteos únicamente interrumpida cuando nuestras lenguas entrelazadas nos evitaban emitir sonido alguno. Elena se convulsiono en un espasmo de placer, mi cuerpo tardo un par de segundos en descargar en su interior, en intentar apagar un fuego que ardía avivado por la pasión.

Permanecimos abrazados, de nuevo habíamos sido un solo ser, agotados y extenuados compartimos de nuevo un beso, me separe de ella y al despegarme de su cuerpo durante un segundo creí ver sangre en su vientre, ante mi sorpresa Elena me tranquilizo, -es la fresa que tenia sobre mi estomago- sus palabras se convirtieron en una carcajada, su risa me contagio y termine riendo junto a ella.

Le propuse a Elena disfrutar de una reconfortante ducha, la necesitábamos para reponernos, ella acepto de buen grado y junto a mi, nos dirigimos al baño, regule la temperatura y ambos disfrutamos de un merecido descanso. Jugamos con el agua, nos enjabonamos mutuamente, éramos dos adolescentes compartiendo una ducha.

Salimos envueltos en sendas toallas, cambiamos las sabanas de la cama y mientras Elena recogía su ropa esparcida por la habitación, deje encima de la cama el conjunto blanco que le compre el primer día que la conocí. Elena dejo caer la toalla a sus pies, con delicadeza tomo el corsé y se acomodo en su interior, le ayude anudando los cordones y poniendo todo en su sitio, luego cada pierna quedo enfundada por una media, y sobre su cintura abrocho el liguero, el pequeño tanga termino de cubrir su desnudez, las bandas de silicona quedaron atrapadas firmemente por los corchetes, ahora teníamos el conjunto completo. Estaba preciosa, la lencería encajaba sobre su cuerpo, realzaba su busto y ceñía su cintura, sus piernas cubiertas por las delicadas medias lucían hermosas, incitando al deseo, al placer.

Me acerque a su rostro y le pedí que disfrutara con su cuerpo, que sintiera cada poro de su piel, sitúe una silla frente a la cama y me limite a observarla. Sus mejillas se enrojecieron, estaba avergonzada y nerviosa, me deshice de mi toalla y completamente desnudo me acomode en la silla, -no me defraudes, se que puedes hacerlo-, Elena se arrodillo sobre la cama y bajo la cabeza.

Desde mi posición la veía indefensa y dulce a la vez, su cuerpo cubierto únicamente con ropa interior se mostraba vulnerable, su bronceado resaltaba sobre el blanco de las sabanas. Se movía inquieta sin saber donde dirigir su mirada, yo la observaba desde el fondo de la habitación, me miro, le sonreí y asentí, ella empezó acariciándose lentamente el estomago, sus manos recorrían su cuerpo, su cara era una mueca de placer, lo estaba deseando y ahora no había vuelta atrás.

Las caricias en su vientre dieron paso a los muslos, sin dejar de mirarme acariciaba su piel, rozaba con sus dedos la fina tela que cubría su sexo, apretaba sobre el corsé sus pechos, lamia sus dedos y acariciaba su ombligo con ellos. Le pedí que me enseñara mas, que me demostrara que sentía mi deseo, ella cambio de posición, continuaba de rodillas pero su cabeza apuntaba al cabecero, separo sus piernas y sus glúteos se mostraron desnudos, solamente la fina tira del tanga los dividía por la mitad, sus manos acariciaban su sexo, recorría su piel sin atravesar la barrera que la ropa interior delimitaba. Tiro un par de veces del tejido buscando calmar el fuego que brotaba de su interior, una mano abandono su entrepierna y acaricio sus glúteos, tomo de referencia la fina tira que los separaba y descendió por ella en busca de su ano, la yema de su dedo acaricio su esfínter, jugueteo con el y su dedo desapareció en su interior. Mí endurecido sexo reclamaba el puesto que ocupaba el anular, lo calme acariciándolo, era el momento de Elena, necesitaba sentirla junto a mí. Ella continuo penetrándose lentamente, libero el liguero de su cintura y desvistió sus piernas lentamente. Disfruto sintiendo como el tejido abandonaba sus extremidades y facilitaba que su tanga dejara de cubrir su sexo. En cuanto lo sintió libre se abalanzó sobre el, lo recorrió sintiendo su humedad, sabiamente se proporciono todo el placer que su cuerpo reclamaba, completamente fuera de si, empezó a penetrarse, acariciarse, sentirse, comulgo con su cuerpo, disfruto del placer. Entre gemidos y convulsiones alcanzo el clímax, el regalo que su cuerpo le proporcionaba por someterlo a tan placenteras caricias.

Elena rendida sobre la cama no advirtió mi movimiento, me acerque a ella y la abrace, necesitaba su contacto, me había obsequiado con su más íntimo placer y necesitaba sentirla. Deshice el nudo que cerraba su corsé, la ayude a desprenderse de el y una vez ambos desnudos sobre la cama, le hice el amor con dulzura.

Quedamos rendidos y abrazados, estire mi brazo y saque del cajón de la mesilla un pequeño paquete, se lo ofrecí y ella lo acepto. Cuando desato la cinta que lo cerraba y abrió el pequeño estuche, descubrió una llave, -esa llave abre la puerta de mi vida- le susurre al oído y añadí, -es para ti, y también incluye a tu pequeña, ahora esta también es vuestra casa-

Elena se abrazo a mi, un sentimiento de paz nos invadió, durante unos segundos las lagrimas compartieron nuestros besos, ambos nos sentimos liberados, habíamos tomado una decisión.