Elena (6)

Pido disculpas por el retraso, la historia continúa...

Elena (6)

Acompañe a Elena al baño, la vi muy cansada, la tome en brazos y la deposite en el interior de la bañera, el contacto con el agua templada dibujo una sonrisa en sus facciones. Pulse el motor de encendido y regule la salida de aire, las burbujas abrazaban el frágil cuerpo de Elena, ella disfrutaba con el masaje que le proporcionaban las diminutas esferas rellenas de aire y agua. Del cesto de cortesía de la habitación vertí un poco de aceite relajante en el agua, cuando el denso fluido choco con el liquido, dibujo diferentes formas, el relajante inundo de un aroma a canela toda la estancia.

Elena dormitaba en el agua, su cuerpo merecía un preciado descanso, me acerque a ella y acaricie sus hombros, ascendí a su cabeza y empecé un masaje sobre su cuero cabelludo, mis dedos con delicadeza recorrían su cráneo, mis pulgares se detuvieron justo detrás de la orejas, mientras los ocho restantes presionaban rítmicamente en distintos puntos, ahora le tocaba a ella relajarse y disfrutar del momento.

Me quede contemplándola mientras descansaba tras el suave contacto con mis dedos, sus ojos cerrados conferían a su rostro un halo de misterio, la expresión de su rostro era toda bondad, la veía y soñaba con disponer de ella para toda la vida, deseaba despertarme a su lado por el resto de mis días, aunque también recordaba el placer que me proporcionaba sentir el dominio que ejercía sobre ella. Estaba tan embobado que no me percate que abrió sus ojos y me miro, si antes veía bondad en su rostro, ahora mostraba timidez, sus mejillas se sonrojaron y desvió su mirada; -que te pasa- pregunte, ella sin levantar el rostro jugueteaba con las burbujas que rompían contra su piel, su brazo salio del agua y me invito a compartir la bañera con ella.

Hipnotizado por su gesto, mi cuerpo se deslizo dentro del agua, quedamos uno frente al otro, las piernas de Elena descansaban sobre las mías. Poco a poco sin separar sus ojos de los míos, ella escalo sobre mi cuerpo, rodeo mi cuello con sus brazos y me beso, un beso con sabor, uno de esos besos que consiguen electrizar todo el cuerpo y convierten ese gesto en una declaración de intenciones. Realmente deseaba ese beso, me gusto sentirme tan en sintonía con ella, respondí a la visita de sus labios, recorriendo su cuerpo con mis manos, no buscaba mi placer, necesitaba sentir el suyo, la base de su espalda recibía toda mi atención mientras ella no se quedaba atrás y todo mi rostro quedo prendido de sus besos, su lengua dibujaba caricias en mi cuello mientras sus manos se aferraban a mi espalda envolviéndome en un profundo abrazo.

Mi cerebro ordeno comenzar a bombear sangre a mis venas, estas transportaron el liquido elemento por todo mi cuerpo llegando al fin a su objetivo, mi carne despertó de su letargo y emprendió una ascensión en busca de su cumbre. Elena sintió el cambio experimentado en mi y con un movimiento lento y cargado de sensualidad permitió que su cuerpo alojara mi miembro en su interior. La penetración fue progresiva, ella descendía suavemente arqueando su cuerpo y a la vez entreabriendo sus piernas. Cuando ambos cuerpos formaron uno solo, el abrazo se incremento, los dos quisimos disfrutar en silencio, las burbujas golpeaban nuestra carne, sus pechos apuntaban a mi pecho, el agua resbalaba entre nosotros como si quisiera ser testigo de nuestro goce. Mi cuerpo estaba atrapado, ella tenia el control, dominaba la situación, incremento el abrazo buscando que mi sexo se introdujera unos milímetros mas en su interior, se acerco a mi oído y susurro –quiero hacerte el amor-; me rendí ante sus palabras, el sexo de Elena cobijaba el mío, lo tenia atrapado en su interior, sentía sus paredes como exprimían mi carne en busca de su alimento. Ella inicio un baile con su cadera, no permitía que mi cuerpo abandonara la calida gruta que lo apresaba, sus brazos olvidaron el abrazo y se aferraron a mis hombros, su boca se detuvo frente a la mía, ambas se entreabrieron facilitando que nuestras lenguas se buscaran. En ese momento como si una llave maestra hubiera actuado sobre todas las cerraduras de su cuerpo, Elena tenso sus brazos sobre mis hombros, apoyo sus pies firmemente y ascendió sobre el agua, cuando creí que por fin seria liberado de su carne, ella descendió atrapando de nuevo mi sexo en su interior, repitió la operación varias veces, sus jadeos se situaban varias escalas por encima del sonido de las burbujas, el cansancio se había apoderado de ella, intente modificar mi posición buscando ayudarla, Elena me lo impidió, saco fuerza de flaqueza y cabalgo de nuevo sobre mi. La excitación, las burbujas, el dulzor del aroma a canela y el agua caliente se ocuparon del resto, su cuerpo se tenso, sus brazos dejaron de estar en contacto sobre mi piel y atraparon las asas de la bañera, mi sexo reacciono al nuevo impulso y derramo mi semen en el calido interior de su vagina, ella se convulsiono y me abrazo fuertemente, ambos habíamos tocado el cielo envueltos en burbujas.

Durante varios minutos nos dedicamos mimos y caricias, ambos mostrábamos sendas sonrisas que delataban el placer vivido. Se acercaba la hora de comer y mi estomago protesto arrancando la carcajada de Elena, -yo también estoy hambrienta-, me levante abandonando la calidez del agua, encendí la ducha e inste a Elena a que me acompañara. Tras una rápida y refrescante lluvia, después del agradable baño, rescatamos nuestra ropa de la jungla en la que se había convertido la habitación y empezamos a vestirnos.

No le permití a ella que se pusiera la ropa, tras su interrogante mirada, le aclare que prefería vestirla yo. Ella asintió y espero ansiosa mientras mis prendas cubrían mi cuerpo desnudo, luego llego su turno, con cuidado deposite cada prenda en el lugar que le correspondía, cuando termine ella se acerco al baño y termino de arreglarse. Abandonamos la habitación y salimos a saciar el hambre que martilleaba nuestros estómagos.

Recorrimos un par de calles y encontramos un bonito restaurante, lo conocía ya que lo había visitado en varias ocasiones. Tras unos minutos nos instalaron en una mesa, concretamente en una de las esquinas, el local destilaba buen gusto, con una decoración moderna y muy lograda. Mientras disfrutábamos de un par de copas y un aperitivo, consulte la extensa y sabrosa carta del local.

  • Te parece si pido por los dos, o tienes alguna preferencia, te aseguro que disfrutaras con cada bocado –observe a Elena por encima de la carta- creo que te sorprenderá este sitio –se acerco hacia nosotros una hermosa señorita para tomar nota de nuestras comandas, con un ligero gesto de mi mano le indique que todavía no habíamos decidido- entonces querida, ¿pido para los dos?
  • Me gusta el sitio, es precioso –Elena recorría con su mirada todos los detalles del restaurante, se mostraba impresionada- toda la comida tiene una pinta buenísima, me gustaría comer pescado, siempre que a ti no te importe.
  • Te tiene que apetecer a ti, te aseguro que es una gran elección –con la miraba busque a la guapa señorita y ella se acerco rauda a tomarnos nota-

Pedí unos entrantes para compartir, una ensalada de trigueros con atún fresco y menta, unos canelones de calabacín y un carpaccio de bogavante con salsa de pistacho, encargue también un vino blanco afrutado muy fácil de beber y con toque refrescante. Como plato fuerte me decante por una merluza a la pimienta y vainilla para Elena y un rodaballo al azafrán para mi, disfrutaríamos de los pescados acompañándolos con un cava delicioso, fresco en boca y con un ligero toque a cítricos.

Sentados uno frente al otro, nuestras miradas hablaban prácticamente sin mover los labios, durante la comida Elena disfruto del placer de los sentidos, le descubrí que también podía gozar disfrutando del paladar, la lengua y el estomago, recibiendo descargas directamente en el cerebro cuando saboreaba la mezcla de ingredientes y texturas, su rostro era un poema de sensaciones, desde el frescor de la menta acompañada con el atún en su punto, pasando por la cremosidad de los pequeños canelones y terminando con las exquisitas laminas de bogavante. El vino maridaba los sabores convirtiendo la degustación en todo un festín.

Cuando los entrantes desaparecieron de la mesa y esperábamos el segundo plato, un mojito con infusión de poleo menta se encargo de refrescar nuestras bocas, la sensación refrescante y dulzona nos invitaba a disfrutar de las nuevas creaciones que descansaban frente a nosotros, Elena cerro los ojos y se dejo embriagar por el aroma que desprendía su plato, sus pequeñas fosas nasales disfrutaban saboreando las notas de vainilla, mientras entreabría los labios humedeciéndolos golosa con su lengua.

Los platos dejaron de ser delicias arquitectónicas, para convertirse en nuestro alimento, ambos paladeamos cada bocado, nuestras manos se entrelazaron sobre la mesa, saboreando el tacto de nuestra piel, fue un contacto firme y deseado, las burbujas del cava ascendiendo en las copas nos trasladaban al encuentro en la bañera y cuando explotaban en la boca el sabor del sexo nos invadía.

Mientras nos recuperábamos de la orgía gastronomica nos tomaron nota del postre, Elena decidió degustar la panna cotta de mango mientras que yo tome un suave helado de nueces. En ese momento, ella se disculpo y dirigió sus pasos al lavabo, durante unos minutos pude sentir su aroma flotando en la mesa, deseaba a esa mujer y disfrutaba teniéndola cerca, Elena regreso, alargo su brazo y me entrego su ropa interior, mientras trataba de entender su gesto, ella se sentó frente a mi e inclino la cabeza, -me has enseñado cosas que nunca hubiera imaginado que existieran, te deseo y te ofrezco mi cuerpo-, la frase floto sobre la mesa como una bocanada de humo, deslice su ropa interior en el bolsillo de mi chaqueta y sonreí. La comida no había terminado y necesitaba tiempo para asimilar la confesión de Elena.

El café dio por finalizada la comida, pedimos la cuenta y abandonamos el idílico entorno que nos había acompañado. En lugar del regresar al hotel nos dirigimos a mi coche y puse rumbo a mi casa, Elena llamo a su amiga para interesarse por su hija, tras unos minutos de conversación colgó el móvil y sin levantar el rostro musito –María se encargara de mi niña, tenemos toda la tarde para nosotros-. Asentí y acelere en busca de mi apartamento.

Una vez instalado el coche en el parking, el ascensor nos espero para elevarnos directamente a mi casa, una vez cerradas las puertas, mirándola directamente a los ojos le ordene –desnúdate-, su vestido resbalo sobre su cuerpo y aterrizo en el suelo, Elena libero sus tobillos retirándolos sobre la arrugada tela, pulse el botón de parada y poniéndola cara al espejo le ordene que se mirara, -mírate, desnuda para mi y tu marido esperándote en casa-, le grite al oído, -no me ofreces tu cuerpo, lo tomo yo- y mientras mis palabras resonaban en la metálica jaula que nos envolvía, introduje dos dedos en su interior, su sexo estaba empapado y permitía que mis dedos se abrieran formando una uve en su interior, libere el ascensor y este siguió firme en busca de su meta. Durante los segundos que duro el ascenso, presione los pezones de Elena arrancándole muecas de dolor, una vez se abrió la puerta ordene;

  • Ponte a cuatro patas y sígueme, recoge tu vestido con la boca, no me gusta dejar basura en el ascensor –la deje intentando atrapar su ropa y me dirigí a mi casa-

La cerradura protesto cuando sintió la llave deslizarse en el bombín, tres vueltas después las bisagras acompañaron la plancha de roble permitiéndonos el acceso a su interior, entre y gire sobre mis talones, tras de mi con el vestido colgando de su boca y caminando a cuatro patas estaba ella, la cabeza mirando al suelo y su espalda levantada, en cuanto llego a mi altura se detuvo a mi lado, -entra- ordene, una vez dentro cerré la puerta devolviéndonos la intimidad.

Me situé detrás de ella y acaricie su sexo, su excitación parecía haberse multiplicado por diez, sus jugos resbalaban por sus piernas y le conferían a su vagina una capa brillante. Sin dejar que se levantara la penetre, la penetración fue dura y brusca, mi sexo se introdujo en su interior ayudado por la lubricación que desprendía, Elena flexiono sus brazos y elevo su trasero, mientras yo permanecía con las rodilla flexionadas martilleando su interior. No quise que llegara al orgasmo y detuve mis incursiones, al sentir que me salía de su vagina ella protesto, ignore su queja y me fui al salón, la deje en la entrada de casa, me senté en mi sillón favorito y la llame, no tardo en aparecer, su mirada era una mezcla de deseo y suplica, se acerco con sus ojos fijos en mi sexo. A mi señal, introdujo mi carne en su boca, apoye sus brazos sobre el sillón y le ordene que no los moviera, ella arrodillada frente a mi jugueteaba con su lengua buscando mi placer. Atrape su cabeza entre mis manos y la inste a comprobar la profundidad de su garganta, sus ojos buscaron suplicantes los míos, mis manos intentaban que mi falo se introdujera un poco mas, las lagrimas brotaron tras el primer síntoma de ahogo, reduje la presión y le ordene que empapara con su saliva mi sexo. Ella lubrico todo lo que pudo el tronco, sus babas empezaron a resbalar en busca de mis testículos, le ordene que las recogiera y las volviera a utilizar. La dejaba respirar un poco e introducía de nuevo mi pene en el interior de su boca, lo restregaba por la parte interna de sus mejillas y la liberaba de nuevo.

Me canse de jugar con su boca, aparte a Elena y me levante,

  • Ahora quiero te que masturbes en el suelo, quiero que tengas un orgasmo en menos de cinco minutos –ordene secamente- y para ponértelo mas difícil, no quiero escuchar ni un sonido de tu boca.

Ella miro sorprendida, su cara mostraba restos de sus babas, sus mejillas enrojecieron, su cuerpo compuso una figura fetal en el calido parquet, sus sollozos invadieron la estancia, me acerque a ella y le espeté a bocajarro;

  • Ahora tienes vergüenza, te recuerdo que tu hija esta con una amiga y que tu marido no conoce el lado salvaje de su mujercita, -ella dejo de sollozar y elevo sus ojos- no me mires como si no tuviera razón, estas deseando hacerlo, tu misma me has confesado que te pertenezco, quiero que te masturbes sobre el suelo para mi, es una orden –mi voz atronó en la habitación- nadie te obliga a estar aquí, la puerta esta abierta, solamente tienes que cruzarla.
  • No merezco que me trates así, no metas a mi hija ni a mi marido en esto –respondió dolida-
  • Yo no los he metido, los has metido tu aceptando este juego, ahora si no quieres seguir jugando sabes donde esta la salida.

Elena se trago su orgullo, me miro con cara de odio y se arrodillo sobre el parquet, sus manos acariciaron su sexo y ascendieron en un frenético viaje en busca de sus pechos, atrapo sus pezones y tiro de ellos con lascivia. Parecía un caballo desbocado, llenaba sus pulmones de aire y mordía su labio inferior, varios dedos de su mano invadieron su boca, lo lamió, los chupo e incluso escupió en ellos, sin dejar de mirarme condujo su mano a su pubis, separo sus labios y se penetro, tres o quizás cuatro dedos entraban y salían de su gruta, ella boqueaba como un pez fuera del agua, retorcía su cuerpo y frotaba frenéticamente su clítoris, el orgasmo recorría su espina dorsal a la velocidad del rayo, se acostó sin dejar de introducir sus falanges en busca del preciado placer. Ante tal visión mi cuerpo presintió el inminente final, descargue todo el contenido de mi sexo sobre Elena, su rostro y parte de su pecho recibieron la mayor parte, aunque algunas gotas aterrizaron sobre sus muslos. Ella no dejo de agitarse en ningún momento, su frenética danza y su cara desencajada anunciaron su final, incluso su labio inferior mostraba unas gotas de sangre, había obedecido mi orden, se había corrido sin decir ni una palabra.

Me acerque a ella, estaba derrotada sobre el parquet, con síntomas de agotamiento y un rocío de sudor envolvía su rostro, la mire y me pareció la mujer mas frágil del universo, me incline sobre su rostro y le dije;

  • Esto es lo que te espera si te quedas a mi lado, ¿realmente quieres vivir así? –le pregunte-

Dos lagrimas surcaron el rostro de Elena, mi miro con mis restos adheridos a su piel y con la voz mas firme que he oído en mi vida respondió,

  • Si, quiero que seas mi dueño.

El tiempo se paro, sabia que Elena disfrutaba de nuestra aventura al igual que yo, pero verla tan entregada rompió mis esquemas, durante unos instantes me limite a observarla, tirada en el suelo, completamente desnuda y sudorosa, realmente esa chica me atraía. Mi mente lucho por recuperar el control de la situación y al final fue mi corazón quien gano la batalla, acaricié su pelo y le pregunte -¿abandonarías todo lo que tienes por mi?, no respondas ahora si no quieres, te doy una semana de tiempo, luego nos volveremos a ver y me comunicaras tu decisión, ahora date una ducha mientras llamo a un taxi-

Llame a un taxi y le pedí que pasara por mi dirección en media hora, mientras tanto, Elena se recomponía disfrutando de la ducha. Recogí su vestido y sus zapatos, me acerque a mi habitación y los deposite sobre la cama, abrí mi armario y rescate un tanga negro y un sujetador, ambos formaban el segundo conjunto que compre el día que la conocí, lo deje sobre la cama. Abandone mi habitación, mi cabeza era un mar de dudas, encendí un cigarro, como un zombi llegue a la terraza y mientras sentía la nicotina bombardear mis pulmones, disfrute de un atardecer que presagiaba grandes cambios en mi vida, un cielo esponjado reflejaba matices rojizos en toda su extensión, como telón de fondo las montañas dibujaban su oscura silueta mientras el sol moría tras ellas, apure el cigarrillo y abandone mi atalaya.

Al regresar al comedor me encontré con Elena, vestía el conjunto de ropa interior negra que le había dejado sobre la cama, se acerco y me permitió disfrutar de su belleza, la delicada lencería resaltaba sus encantos, le conferían un toque sensual sin llegar a ser vulgar, su cuerpo tenia el equilibrio perfecto.

Me miro y con la voz temblorosa dijo:

  • Mi vida siempre ha sido muy monótona, me case con mi novio de siempre, de casa al trabajo y del trabajo a casa, fui perdiendo el contacto con mis antiguas amigas –Elena hablaba de carrerilla y prácticamente no respiraba- cuando me quede embarazada deje de trabajar, empecé a sentirme sola y fea. Cuando deseo hacer el amor, mi marido se limita al mete y saca solamente y cuando termina se da la vuelta y me evita, contigo desde el día que me invitaste a un café, ha sido todo distinto, he descubierto el morbo, la excitación, el peligro, el deseo, he sentido la vergüenza, el miedo a lo prohibido, el placer que mi cuerpo mantenía oculto, he gozado viéndote gemir, renunciaría a todo por ti –en ese momento, suspiro- pero hay una cosa a la que no voy a renunciar, mi hija es todo para mi.

El estruendo del timbre interrumpió el alegato de Elena, -tu taxi esta aquí, ponte el vestido y vete a casa –ordene- dentro de una semana me pondré en contacto contigo- ella dirigió sus pasos al dormitorio y termino de vestirse.

Al franquear la puerta la mire, -medita tu decisión, una vez la tomes no habrá vuelta atrás-, en ese instante Elena se perdió en la oscuridad del pasillo.

(continuará)