Elena (5)

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Elena (5)

El agua fría que golpeaba mi espalda clavándose como si fueran agujas intentando penetrar en mi piel, no alejaban la sensación de vació que me producía cada minuto que mi mente se empeñaba en recrear las sensaciones vividas con Elena. Cerré el grifo y permanecí inmóvil durante unos minutos, sentía el agua resbalar por mi piel, las pequeñas gotas recorrían mi cuerpo recordándome cada minuto vivido con ella. Tenia que olvidarla, salí de la ducha, encendí un cigarro y me abrace a los brazos de Morfeo, necesitaba ordenar todo lo que ocurría en mi cabeza.

Desperté con aires renovados, el sueño consigo aplacar parte de la ansiedad que me embargaba. Salí a desayunar fuera, en una pequeña cafetería cerca de mi casa, mientras pedía el cortado que me inyectaría mi dosis diaria de cafeína, observe a las mamas que tomaban su café matutino. Eran el grupo de siempre, las que dejaban a sus pequeños en el colegio de la esquina, envidiaba tener una pareja como ellas a mi lado. Me encantaba observarlas mientras desayunaba, normalmente se juntaban cinco o seis, charlaban unos minutos sobre sus hijos o comentaban el ultimo cotilleo que reinaba en la franja televisiva del medio día, parecían tan normales que mi mente ansiaba convivir con alguna de ellas.

Termine mi fugaz desayuno y reanude la marcha hacia el despacho, había descuidado algunas de mis obligaciones y seguramente se habrían amontonado algunos expedientes a falta de revisión sobre mi mesa. Durante el resto de la mañana me dedique a zanjar todos los temas pendientes, algunas facturas de proveedores, un par de pedidos para su valoración, y varios impagados que me estaban causando más de un dolor de cabeza. Sobre las dos de la tarde, salí a tomar un bocado que acallara los rugidos de mi estomago. Mientras devoraba un bocadillo acompañado de una cerveza, mi cabeza volvió a traicionarme, Elena flotaba en mi mente como un torbellino decidido a revolver todo a su paso. Tenía que solucionar el dilema que azotaba mí conciencia, -¿era el cazador o más bien era el cazado?-.

Termine, a duras penas, con la montaña de papel que cubría mi mesa de trabajo, al fin estaba todo al día, la visitas de los comerciales, la solicitud de nuevos catálogos, las diferentes muestras preparadas para clientes potenciales, envié varios correos para que todo el mundo tuviera claras sus funciones y di por terminada la jornada laboral.

Conduje de vuelta a casa y me serví una copa, necesitaba ordenar los pulsos de mi cerebro, poco a poco el alcohol enturbio mis devaneos, en cambio acelero mi libido, deseaba poseer a Elena, quería sentir de nuevo el roce de su piel, necesitaba aspirar el aroma que desprendía cuando gozaba junto a mi, me sexo reacciono al instante produciéndome una dulce erección. Busque el trofeo de mi ultimo encuentro con ella, me deshice de mis pantalones y acaricie mi glande con la pequeña prenda rosa que todavía concentraba todos los olores que habían brotado del interior de Elena la tarde anterior. Como un yonqui tras su dosis, aspire la fragancia lujuriosa que desprendía el tanga, era el aroma de Elena, el aroma que destilaba su cuerpo y ahora mismo obnubilaba mis sentidos. Unos minutos mas tarde, entre mis dedos se escurrían millones de espermatozoides que jamás cumplirían con su misión, en todas las batallas hay efectos colaterales, -pensé mientras me dirigía a la ducha-.

Me desperté y el recuerdo de Elena me golpeo, pero hoy no dejaría que mis sentimientos dominaran mis acciones. Mi cuerpo deseaba someterla, deseaba verla temblar, mi instinto de cazador había vuelto y tenía que aprovecharlo. Sin demorarme un minuto marque su numero, salto su buzón de voz, -Elena, en cuanto escuches este mensaje llámame inmediatamente, quiero lo que me pertenece-, el tono de mis palabras no admitía replica ni tampoco pensaba dársela. Continué con mi rutina matinal y unos segundos antes, cuando prácticamente tenía el grifo de la ducha abierto, la melodía de mi móvil rompió el monótono silencio.

  • Has tardado mucho –proteste a modo de saludo-
  • Tenia el móvil apagado, yo no tengo todo el día el teléfono en marcha –respondió alterada-
  • A partir de hoy, nunca volverás a desconectar el móvil y que no vuelva a tener que dejarte un mensaje en el buzón, te quiero en el jardín donde te deje el otro día en veinte minutos, no te retrases o lo lamentaras –tras estas palabras, colgué el teléfono-

Antes de salir de casa, reserve una habitación en un céntrico y elegante hotel, hoy evitaríamos mi casa, ya la conocía, tenia que cambiarla de entorno, en mi cama ya conocía el placer. Saque el coche del parking y me dirigí al lugar de mi cita con Elena. Eran casi las nueve de la mañana, sonreí al descubrir que seguramente ella estaría buscando un canjuro para su hija, si llegaba tarde tenia pensado para ella un castigo muy especial, un castigo que recordaría durante mucho tiempo.

Llegue al pequeño parque donde ella me había suplicado que la volviera a llamar, escrute el registro de llamadas de mi móvil y comprobé que no había obedecido mi orden, exactamente pasaban 29 minutos desde mi llamada. Aparque de nuevo en doble fila y espere paciente su llegada, doblo la esquina siete minutos mas tarde, llevaba un vestido azul ajustado a su cuerpo que terminaba sobre sus rodillas, y una chaqueta de piel negra, completaba el estilismo unas botas negras. Me vio esperándola en el coche, abrió la puerta del copiloto y entro jadeando en el interior.

  • Perdón, vengo de casa de María, tenia que dejar a la peque –respondió con la respiración entrecortada-

Unas gotas de sudor perlaban su frente, sus mejillas estaban enrojecidas y temblaba nerviosa, entre sus manos estrujaba su bolso. Arranque el coche y me dirigí a nuestro destino sin dirigirle la palabra, aparque en la calle paralela al hotel. Baje del coche y Elena me siguió, franquee la entrada y mientras me encaminaba a la recepción le ordene con voz firme y lo suficientemente alta para que cualquier que se encontrar en la instancia me escuchara, -espérame en la cafetería, pídeme un cortado y procura no equivocarte-.

En el mostrador de recepción me entregaron la llave que correspondía a mi reserva. Una vez con la tarjeta, que abriría de nuevo las puertas del deseo, fui en busca de mi presa, la encontré sentada en una mesa cerca de la puerta, me esperaba con un cortado humeante frente a ella. Me senté, me tome mi tiempo edulcorando el contenido del pequeño vaso y mirándola fijamente a los ojos, le recrimine su retraso, -te has retrasado dieciséis minutos, has conseguido que me enfade-, ella soporto mi inquisitoria mirada sin decir ni una palabra, lentamente agacho la cabeza y musito, –perdóname-.

  • Estas perdonada, pero nadie evitara tu castigo –le conteste con un tono menos firme- ¿no te apetece un café? –le pregunte-
  • No he desayunado, puedo –respondió tímidamente-
  • Puedes tomar lo que quieras, quiero aprovechar este momento para charlar contigo.

Elena se levanto de la mesa, al momento regreso con un croissant y un zumo de naranja, unos minutos mas tarde el camarero depósito un café con leche frente a ella, le indique que lo cargara todo a mi número de habitación. La observe en silencio durante unos segundos, parecía que estaba mas tranquila, mordisqueaba el croissant mientras esperaba que yo iniciara la conversación. El silencio nos invadió durante unos minutos mientras ella terminara de desayunar. Cuando su café con leche reposo vacío sobre la mesa, le pregunte;

  • ¿Eres feliz? –mi pregunta debió cogerla totalmente desprevenida, tardo un instante en reaccionar y volví a interrogarla-, no es tan difícil, ¿eres feliz?
  • Yo... –su respuesta quedo incompleta-
  • Creo que contestare por ti, no eres feliz, estas buscando fuera de casa emociones que no tienes en ella, creo que lo único que te ata a tu marido es tu hija, y pretendes ocultar tu infelicidad con esa mueca de tristeza que te envuelve, ¿miento? –pregunte de nuevo-

Ella no respondió, palideció y respiro hondo, varias lagrimas nacieron en sus ojos condenadas a una muerte segura, me miro y sacando fuerzas de los mas profundo de su ser se enfrento a mi, -soy feliz, tengo una hija maravillosa y quiero a mi marido-, -si tanto quieres a tu marido, que haces aquí-, insistí, ella me miro, no supo que decir, de nuevo balbuceo –contigo es diferente-, acaricie su mano sobre el mantel, deslizando mis dedos suavemente en busca de su antebrazo, la mire y me levante de la mesa. Ella me siguió desconcertada, abandone la cafetería, ella continuaba tras de mi sin entender nada de lo que sucedía. Abandone el hotel y camine en post de mi coche, ella continuaba detrás de mi, al llegar donde habíamos aparcado, su voz atronó en mi espalda -¿Dónde vas?-, me volví, la mire y con gesto serio respondí, -nunca vuelvas a gritarme, ahora sube, voy a llevarte a tu casa y todo habrá terminado-, apretó los labios y negó con la cabeza, se acerco a mi y me abrazo, -a ti te deseo- murmuro entre llantos. El abrazo continuo, ninguno de los dos tratamos de evitarlo, sin darnos cuenta recorrimos el camino andado y volvimos al hotel, la lujuria actuaba como un GPS en busca del punto de destino.

Al llegar a la habitación la bese, mis manos recorrieron su cuerpo oculto todavía por su vestido, mientras me mantenía abrazado a ella, recorrí con la vista el interior del espacio que ocupábamos en busca del mobiliario adecuado para gozar con Elena. Era una habitación elegante, con una cama enorme presidiendo el centro de la misma, un par de mesillas suspendidas completaban el conjunto. En un rincón encontré lo que buscaba, junto con otra idéntica compañera escoltaban a una hermosa mesa, me acerque con Elena prácticamente colgando de mi cuello.

Separe la silla del escondite que le ofrecía la mesa, era una silla oscura que destacaba sobre el pálido tono de las paredes, de respaldo alto y bastante pesada. Me acomode sobre ella pegando mi espalda contra la firme superficie, mis muslos descansaban prácticamente en la totalidad del asiento. Le ordene a Elena que se tumbara sobre mi, su vientre descanso sobre mi cuerpo, le levante la falda de su vestido, ella comprendió lo que iba a ocurrir, tenso todo sus músculos, -no me pegues-, suplico, -has sido una niña mala y mereces unos azotes, no me lo pongas difícil- respondí.

El vestido de Elena no me ofrecía toda la comodidad que necesitaba para azotar sus glúteos, le ordene que se levantara y se desnudara dejando solamente su ropa interior. Ella obedeció, se deshizo del vestido y quedo ante mí en braguitas y sujetador. Con la mirada suplicante se tumbo de nuevo sobre mis rodillas, acaricie sus nalgas sobre la fina tela que las cubría, y sin mediar ninguna palabra descargue toma mi mano sobre ella, un golpe con los dedos separados y bastante fuerza, ella emitió un amargo quejido, repetí la operación descargando dos azotes de iguales características sobre sus glúteos, Elena sollozaba y entre palabras entrecortadas e hipidos me suplicaba que no la castigara más.

Ignore las suplicas que empezaban a cansarme y retire la braguita que cubría sus nalgas, no se la retire del todo, una sonrisa se dibujo en mis labios al ver la mancha de humedad que resaltaba sobre el rojo oscuro de sus bragas, deslice mi mano entre sus piernas, su vagina estaba mojada, acaricie sus labios y busque su inflamado clítoris, ella suspiro, introduje lentamente un dedo en su interior, separo sus piernas para facilitar su introducción, en su interior lo movía sobre si mismo. Elena se relajo ante la intromisión de mi carne dentro de ella, continué excitándola y a las puertas de su orgasmo retire mi dedo. Ella volvió la cabeza para protestas, en ese momento descargue un azote sobre su piel desnuda, le siguió un segundo y un tercero, sus glúteos enrojecieron y mostraban las marcas de mis dedos, ella se agitaba intentando liberarse de su castigo, la octava vez que martirice sus nalgas decidí que había recibido suficiente. Volví a visitar su entrepierna, continuaba húmeda y caliente, en lugar de penetrarla me entretuve acariciándola, recorriendo la hendidura de su sexo y realizando suaves visitas a su clítoris, este empezó a crecer alentado por el roce de mi dedo, de momento no quería que Elena disfrutara, con cuidado la tome en brazos y la deposite sobre la cama dejando su culito mirando al techo.

Visite el cuarto de baño y empañe en agua fría una toalla de manos, con cuidado acaricie su enrojecido trasero dejando que las gotas resbalaran por su maltrecho culito, el rojo intenso dejo paso a un rosa subido, mis dedos podían contarse sobre su piel, extendí la toalla y la deposite con mucho cariño sobre la dolorida zona. Me desnude completamente y me acosté a su lado, ella se tumbo de lado ofreciéndome su espalda, su cuerpo busco el roce con el mió. Empecé a besar su nuca, mis labios visitaron sus hombros, mientras mis manos acariciaban su estomago. Con calma y gozando de su sabor, le ordene a mi lengua que recorriera su espalda descendiendo por su columna, ella se tumbo de espaldas, mis uñas acariciaron el rastro de mi saliva, su carne erizada agradecía mis mimos. Continué con mi descenso separando sus nalgas y encontré mi objetivo, un rosado esfínter anal se mostraba ante mis ojos. Los explore con mis pulgares mientras sus glúteos quedaban separados por mis manos, no lo penetre, solamente deslice las yemas de los dedos sobre el, la voz de Elena me sobresalto, -me da vergüenza que mires ahí-, no le conteste, simplemente deposite mi lengua entre sus nalgas, ella trato de apartarse, un suave cachete sobre sus delicados glúteos fue suficiente para evitar su retirada.

Hundí mi rostro en su trasero, busque su cerrado agujero como si fuera una boca, mi saliva humedeció toda la zona, mi lengua intento profanarlo en varias ocasiones, Elena suspiraba tratando de esconder sus jadeos, le ordene que se arrodillar, tras adoptar la posición, separe sus rodillas y el acceso a su sexo me permitió alternar sus dos aberturas. De su sexo brotaban los más dulces manjares que puede disfrutar el ser humano, sus enrojecidos labios palpitaban cuando la sinhueso los obsequiaba con su visita. Disfrute trasladando sus jugos a la entrada de su ano, la resistencia a que mi lengua lo profanara empezó a decrecer, al tercer intento sentí como la presión cedió y pude comprobar como actuaba su músculo. Decidí que había llegado el momento de ofrecerles tan grata sensación a mis dedos, con cuidado empape un par de ellos visitando el interior de su hinchado sexo, la obsequie con unas lentas penetraciones y los retire en busca de su ano.

Con cuidado empuje venciendo su resistencia, cuando la segunda falange del primer dedo que visitaba su interior se introdujo en el, Elena emitió un grito, -despacio, por favor, soy virgen-, lentamente continué con el dedo en su interior y lamí desesperadamente el contorno de su virginal agujerito, con mucho cuidado deslice el dedo completamente en su interior, lo retire y utilice el segundo, alterne ambos dedos sin coincidir en su interior, finalmente tras ensalivar de nuevo su ano, introduje ambos dedos, uno montado sobre el otro, la dilatación estaba funcionando, y su dulce culito palpitaba ansioso de recibir algo que lo dilatara completamente.

Me incorpore y la penetre vaginalmente, Elena no esperaba la intromisión de mi sexo en su interior y gozo con la maniobra, bombee buscando lubricar mi falo con su miel, ella gemía tras mis embestidas empujando sus caderas para conseguir una sensación mas profunda. Cuando me retire de ella protesto, acerque la cabeza de mi glande a su ano, mi sexo brillaba empañado en sus fluidos mezclado con liquido preseminal, despacio y sin prisas le introduje la morada cabeza de mi sexo palpitante, Elena gritaba y boqueaba en busca de oxigeno, su mano frotaba frenéticamente su clítoris, estaba llegando al orgasmo. Aprovechando la ola de placer que recorría su cuerpo, empuje mis caderas incrementado la penetración, poco a poco introduje la totalidad de mi pene en su interior, la dureza del mismo me producía un desagradable cosquilleo, ambos destilábamos excitación, Elena interrumpió sus jadeos e inundo el ambiente con sus palabras, -te siento dentro, follame, lo necesito-, y reanudo el concierto de gemidos, ahora fui yo quien obedeció su orden, retire mi sexo de su interior para volver a profanarlo, cada vez que sorteaba el anillo anal sentía que este envolvía mi pene estrangulándolo como una serpiente, Elena se convulsionaba presa de su orgasmo, aumente mi ritmo desatando el placer que me producía el roce de su piel. Me acercaba a pasos agigantados hacia el orgasmo, prácticamente sentía como el semen recorría el interior de mi sexo buscando desesperadamente la salida, Elena no podía mantenerse de rodillas, prácticamente estaba acostada, mis manos asían sus caderas evitando que consiguiera la horizontalidad, sabia que en pocas embestidas me derramaría en su interior. El placer fue indescriptible, sentir como mi sexo escupía el denso engrudo en su interior relajo mis músculos, ella se dejo caer completamente sobre la cama, yo sin salirme de ella acompañe el movimiento, acerque mis labios a su oído y con la voz entrecortada por el esfuerzo realizado le susurre, -una mujer siempre olvida al hombre que la ha follado, pero jamás al que la ha sodomizado-, mordí el lóbulo de su oreja y añadí, -te he azotado por abrazarme en la calle, este ha sido tu castigo por llegar tarde-, permanecí sobre ella mientras mi sexo se relajaba del abrazo de su esfínter, unos minutos mas tarde mi flácido pene abandono su encierro, me separe de Elena, me acerque al baño y llene la bañera equipada con hidromasaje, volví junto a ella y la musite con cariño, -te he preparado un baño-.

(continuará)