Elena (4)

continua...

Elena (4)

Seguimos durante unos instantes tendidos sobre la cama, Elena continuaba con el pañuelo sobre sus ojos y los brazos unidos al cabecero. Lentamente desate los nudos que aprisionaban sus muñecas, sus extremidades volvían a ser libres; la inste a que se sentara sobre el colchón y me situé detrás de ella, bese su nuca, acaricie su vientre y solté el velo que cubría sus ojos. Ella volvió su cabeza hacia mí, me miraba tímidamente, intentaba decirme algo pero no se atrevía, parecía como si tuviera miedo de romper el hechizo que parecía habernos atrapado, no quise prolongar más su inquietud y sentándome frente a ella espere su pregunta.

Elena no rehusó mi mirada y señalándome su bolso me pregunto si podía hacer una llamada, -estas aquí por tu propia voluntad, yo no te voy a privar de tu libertad, puedes llamar a quien quieras-, me levante y me dirigí a la cocina. Encendí un cigarrillo y disfrute del mismo, quería darle tiempo, apure las ultimas caladas y volví al dormitorio; ella continuada sentada sobre el colchón, a su lado descansaba un pequeño móvil, levantó la vista y me vio, yo continuaba desnudo al igual que ella, le sonreí y me dirigí al baño, -he llamado a mi amiga María, esta cuidando de mi hija y no quería que se preocupara por mi-, su voz sonó a mi espalda, me volví y le tendí la mano, Elena se levanto de la cama y se acerco a mi, la tome de la mano y abrí la puerta del baño, -voy a darme una ducha, acompáñame-, ella asintió y piso junto a mi el plato de ducha, la abrace y busque sus labios, atrape su labio inferior y lo acaricié con mis dientes, recorrí sus glúteos ávidos de mis caricias, ella intentaba besarme mientras yo mordisqueaba su boca, agudice mi abrazo, quería sentirla, necesitaba el contacto con su piel, Elena respondió a mi abrazo intensificando el suyo, mi sexo crecía pegado a su cuerpo, ella sentía como latía, como adquiría vida propia, lentamente sin separarse de mi, descendió en su busca, sus labios se detuvieron en mi pecho atrapando mis pezones, en cuanto sentía la dureza de uno, sin separar su lengua de mi piel visitaba a su gemelo, entre ambos dibujo un sendero con su saliva, gozaba saboreándolos, mi mente me ordenaba que sometiera a mi presa, pero mi cuerpo suplicaba por el placer que me estaba regalando. Le ofrecí mis manos y termino de deslizarse por mi cuerpo, ante ella tenia el objeto de sus mas oscuras fantasías, atrapo mi falo entre sus labios durante un instante, su legua jugueteaba con mi glande, Elena seguía atrapada por mis manos, notaba la fuerza que su cuerpo arrancaba de mis brazos, empuje mi cadera buscando la humedad de su boca, ella frente a mi en cuclillas, recibió al intruso abriendo su mandíbula para no dejarlo escapar, aumente el ritmo, mi carne penetraba su boca en busca de su limite. La sensación de placer era inenarrable, por una parte mi cuerpo recibía sus húmedas caricias, y el contrapunto en mi mente radicaba en la satisfacción de sentir su sumisión.

Disminuí el ritmo y retire mis caderas buscando el contacto con la pared sobre la que apoyaba mi espalda, ella no quería dejar escapar a su presa y sin dejar de succionar inclino su cuerpo para no perder el contacto con mi carne, continuo devorando mi sexo con lascivia, lo libero para recorrerlo en toda su extensión, lo beso, lo colmo de caricias usando solamente su lengua ávida de deseo, su saliva se extendía como una segunda piel, mi glande resplandecía como un faro en mitad de la oscuridad guiando a Elena en post de nuevas sensaciones. Alzo su cabeza en busca de mis ojos, cuando consiguió que ambos pares se encontraran susurro –quiero devolverte todo el placer que me has dado, soy tuya-

Tire de los brazos de Elena y me acople a ella, entre el lubricante natural que cubría mi sexo y la humedad de ella hicieron el resto, la penetración fue instantánea, mi carne ardía ante el calor de su cueva, sin mediar palabra conseguir cambiar las tornas y atrapar a Elena contra el alicatado que asistía mudo a nuestra pasión, tire de sus caderas y la empuje hacia mi, ella cruzo sus piernas a mi espalda, detuve el tiempo un instante mientras accionaba la grifería de la ducha, la lluvia que envolvió nuestros cuerpos no parecía calmar nuestras ansias, empuje de nuevo en busca del placer, acoplamos nuestros cuerpos en un diabólico baile aderezado con lujuria y jadeos, descargué de nuevo mi semilla en su interior, mientras Elena, clavo sus dientes en mi hombro en el mismo momento que su cuerpo se retorció entre mis brazos, su orgasmo me recorrió internamente, sus gemidos quedaron silenciados, levanto la cabeza y busco la tibia lluvia que termino por calmarla.

La deje terminando de ducharse, me vestí, puse un juego de sabanas nuevo y recorrí el dormitorio en busca de su ropa, doble los vaqueros y el suéter para dejarlos descansar sobre las sabanas limpias, abrí el armario y busque uno de los conjuntos negros que compre para ella, con cuidado retire las etiquetas y lo deposite sobre su ropa. Elena cerró la ducha, se envolvió en la toalla y la oír trastear por el baño, su voz sonó interrogativa, -donde tienes el secador-, sonreí y le dije donde podía encontrarlo. Quince minutos más tarde salio del baño envuelta en la toalla, busco su ropa y la encontró encima de la cama, no comento nada sobre su nueva ropa interior, simplemente dejo que la lencería negra luciera sobre su cuerpo, se ajusto los vaqueros, se puso los zapatos y la camiseta, se dio la vuelta y me miro.

  • Vamos, te acerco donde quieras –le dije mientras acariciaba su pelo-
  • Supongo que mi amiga estará en su casa con la niña, ahora desde el coche la llamo y te indico.

Bajamos de nuevo al parking, en el ascensor ninguno de los dos borrábamos la sonrisa de nuestros labios, miradas cruzadas, incluso me robo un beso cuando las puertas llegaron a su destino. Subimos al coche, esta vez fui yo quien la beso, un beso delicado, buscando ahondar en su alma, buscando sentir las vibraciones de su cuerpo, me quede satisfecho con el resultado y arranque buscando la salida del garaje.

Una vez fuera Elena llamo a su amiga María, tal como había imaginado estaban en su casa, me fue indicando y me pidió que la dejara cerca de un jardín, aparque en doble fila y ella pregunto, -¿Me llamaras?, no le respondí, simplemente la mire, -disfruta de lo que has vivido hoy y no pienses en el mañana, cuando menos lo esperes tendrás noticias mías-, abrió la puerta y bajo del coche, tras sus gafas de sol pude ver como una lagrima surcaba lentamente su mejilla, arranque y me perdí entre el trafico.

Siempre me ha gustado conducir y ese día era especial, la situación se me había ido de las manos, estaba furioso conmigo mismo, sentía demasiado por Elena y no era solamente atracción sexual, me cautivaba su presencia, su dulce timidez, deseaba el mundo en el que ella vivía. No tome una dirección determinada, conducir me relaja y me dejaba llevar, aunque con cierta prudencia evite dirigirme al centro ya que a esas horas el atasco estaba asegurado. Cuando me di cuenta estaba frente a los grandes almacenes donde empezó todo, encamine la entrada al parking y en poco segundos estaba revoloteando por la librería, no encontraba nada que me interesaba, últimamente los vampiros hacían su agosto y uno no es amante de este género.

Entonces me acorde de ella, Ana, la dependienta que me dio su teléfono, sabia que tenia la tarjeta con su numero en mi mesilla de noche, no memoricé el numero en mi móvil por dejadez, subí a la segunda planta y curioseé durante un momento, un hombre solo en la sección de lencería atrae a las dependientas, se me acerco una morena bajita y me pregunto si podía ayudarme en algo, directamente le pregunte por Ana y me contesto que estaba en el almacén, cinco minutos mas tarde me la encontré de frente.

  • Hola –me recuerdas-
  • Claro, ¿necesitas más lencería? –pregunto risueña-
  • No, he venido por ti, me dejaste muy intrigado cuando me diste la tarjeta con tu móvil y quiero saber el motivo.
  • Termino en veinte minutos, ¿me esperas en cafetería?
  • Perfecto –respondí-

Media hora mas tarde apareció ella, se sentó a mi lado y pidió una coca-cola light, se atuso el pelo un par de veces y encendió un cigarro, que casualidad, también light. Una vez le sirvieron su consumación y volvimos a la intimidad de la mesa, me recree unos instantes mirándola, tenia pinta de niña bien, con un móvil ultimo modelo encima de la mesa y un llavero con el logo de BMW. Rubia de bote, con unos generosos pechos y buenas piernas, la verdad, me estaba poniendo muy cachondo la niña.

  • Ahora se buena y dime el motivo por el que dejaste la tarjeta –le pregunte directamente-
  • Me gusto como trataste a la mujer que te acompañaba –respondió con chulería-
  • ¿Como la trataba? –interrogue-
  • Como una cualquiera –respondió mas tímidamente-
  • ¿Quieres que te trate como a ella? –le solté a bocajarro-

No respondió, me miro y acaricio sus labios mostrando tímidamente la lengua, me levante y cogi su mano, -nos vamos-

Durante todo el trayecto no se soltó de mi mano, una vez en el parking le pregunte donde estaba su coche, -en el primer sótano-, le ordene que fuera a buscarlo, -te espero en el hotel que hay al final de esta avenida, a la entrada del polígono, no tardes-

Aparque en el exterior del hotel y pedí una habitación doble, era un tres estrellas prácticamente nuevo, normalmente lo utilizaban comerciales y algunas parejas infieles. El recepcionista me entrego la llave y me pedí una cerveza en el bar, a los diez minutos entro un serie uno blanco, Ana bajo del coche y entro en el hotel, llame su atención con un simple –aquí-, una vez llego a mi altura, no deje que se sentara, directamente subimos a la habitación.

Abrí la puerta y la empuje directamente a la cama, su cara revelaba deseo, a la niña le apetecía jugar duro, estruje sus pechos fuertemente, y de un tirón saltaron varios botones de su camisa, intento protestar, pero la calle retorciéndole con saña el pecho derecho, pretendió abrazarme y no se lo permití, de nuevo un brusco tirón, esta vez en su pantalón, su botón cedió pero la cremallera tuve que bajarla manualmente. Ella intento deshacerse de sus vaqueros, de nuevo error, esta vez descargue mi mano sobre su trasero un par de veces, -aquí mando yo, entendido-, de nuevo la callada por respuesta. La obligue a ponerse de rodillas sobre la cama acercándola al borde la misma, la imagen era patética, la camisa medio abierta, el sujetador puesto con los pechos por fuera, el pantalón por las rodillas y un tanga verde completamente empapado cubriendo su coño. Un par de dedos entraron en su interior arrancándole un grito de sorpresa, mientras la masturbaba, me libere de los pantalones y con la camisa puesta empecé a penetrarla bruscamente. La zorrita estaba disfrutando de lo lindo, se contoneaba, gemía y me pedía mas, escupí en el centro de su culo y la penetre por la puerta trasera, eso no le gusto tanto, arqueo el cuerpo, suplico que parara, me llamo de todo, haciendo caso omiso a todo, me concentre en penetrarla rítmicamente, unas veces liberaba mi carne completamente de su anillo anal y la introducía de nuevo en su totalidad, Ana empezó a gemir, al principio no me había dado cuenta, pero cuando sus caderas querían seguir el ritmo de mis embestidas, entendí que estaba disfrutando. De nuevo cambie de táctica, empecé alternado sus entradas, ahora por detrás ahora por delante, pellizque sus pezones con saña y de vez en cuando azotaba sus nalgas dejando caer toda mi mano sobre ellas. Pese a la brusquedad de mis acciones, gemía descontrolada y parecía incluso que se hubiera meado encima, creo que se corrió un par de veces. Note que en breve mi semen inundaría una de las dos grutas que estaba perforando, me despegué de ella y busque su boquita, de nuevo se negó, le cruce la cara de un bofetón y abrió la boca como un resorte, me introduje en su interior y descargué al fondo de su garganta, -y ahora, déjala reluciente- le ordene.

Obedeció mi orden y se aplico en la limpieza de mi herramienta, una vez concluido el trabajo bucal, me puse de nuevo los pantalones, ella seguía tendida en la cama sin atreverse a mirarme, me acerque a ella, la cogi del pelo y cuando su cara estuvo frente a la mía, le dije tranquilamente –Elena no es una cualquiera, a ti te he tratado como una cualquiera, la habitación esta pagada, puedes irte cuando quieras-, la solté y cerré la puerta tras de mi.

Subí al coche y puse rumbo a mi casa, no me sentía orgulloso de lo que había ocurrido en esa habitación, me había dejado llevar por la rabia, rabia de envidiar la vida de alguien que me había entregado la suya.

(continuara)