Elena (3)

continua...

Elena (3)

El despertador sonó a las siete y media como todas las mañanas, me levante y me deslice sobre el parquet, me gusta sentir la sensación de los pies desnudos en contacto con la madera, los apoyo firmemente y el frescor los invade, la sensación del nuevo día ya esta aquí. Visita obligada al lavabo, ducha y afeitado, la mañana me espera impaciente. Han pasado cuatro días desde que conocí a Elena, ha tenido tiempo de ordenar su cabeza, saborear las sensaciones que le produjo nuestro encuentro, encontrarse de nuevo con su marido después de entregarse a un extraño, volver a su casa...

Son las once de la mañana, en el despacho hay una actividad frenética, entre una llamada y otra encuentro una pausa y tras buscar mí móvil personal tecleo el teléfono de Elena, un tono, dos;

  • Dígame –una voz cansada respondió-
  • Buenos días zorrita, tengo planes para ti –un silencio espectral invadió la línea-, te espero a las tres en la puerta del centro comercial.
  • Yo... –balbuceo Elena-
  • Hoy experimentaras sensaciones que no olvidaras jamás, tu cuerpo pasara a ser de mi propiedad y desearas que te use a mi antojo, tu decides, pero recuerda que esto ya ha empezado –su respiración se volvió mas profunda y pasados unos segundos colgó el teléfono-

Me deje caer sobre la silla de mi despacho, se había arrepentido y había perdido a mi presa, había fracasado como cazador. Mi mente no dejaba de recordar su expresión en el probador, incluso podía sentir el aroma de su cuerpo, no podía rendirme. Encendí un Marlboro y observe como se desvanecía el humo, la nicotina calmaba mi ansiedad. De pronto el pequeño Nokia empezó a vibrar, Elena aparecía escrito en la pantalla, lo observe durante unos segundos y respondí, -solamente tenias una oportunidad y la has desperdiciado-, al instante su voz sonó al otro lado, -tenia que buscar a una amiga que cuidara a mi hija, estaré en el parque que hay en la esquina del centro comercial a las tres-, colgué el teléfono y sonreí.

La mañana fue avanzando sigilosamente, a la una y media abandone el despacho. En la calle hacia un día soleado, típico de primavera, mi estomago me aviso que me había saltado el almuerzo, y fui a reponer energías. Salí del restaurante a las tres menos cuarto, subí al coche y me dirigí al centro comercial. Aparque junto al jardín y consulte mi reloj, las tres y cinco. Levante la vista y busque a Elena, la localice cerca de mi posición, estaba con una chica y un carrito de bebe, vestía con unos vaqueros y un suéter azul, miraba hacia mi dirección y frente a ella de espaldas había otra chica, vestía informal como Elena, pantalón blanco y una chaqueta en blanco roto, completaba el conjunto con unas botas negras sobre el pantalón, realmente la chica prometía, supuse que seria la canguro de su hija. Marque el teléfono de Elena e intuí su nerviosismo mientras buscaba su móvil en el bolso, respondió y le indique donde estaba. Guardo el móvil en el bolso se inclino sobre el carrito, le dio dos besos a su amiga y se acerco a mi coche.

Elena abrió la puerta y se acomodo en el asiento del copiloto, se quedo sentada con la cabeza mirando a sus pies, -ponte el cinturón, nos vamos-, arranque y me dirigí a mi casa, Elena no dijo nada en todo el trayecto. Accione la puerta del parking y baje la rampa, una vez aparcado el coche cogimos el ascensor, teníamos por delante seis pisos, un par de minutos para cruzar la puerta que desataría nuestro placer. Elena me seguía sumisa, accione la llave del ascensor, las puertas se abrieron pasados unos segundos, me retire a un lado y la invite a pasar, en cuanto el ascensor nos atrapo Elena me miro, -creía que te habías olvidado de mi-, su frase me dejo descolocado, pero al instante le respondí –todo lo contrario, te he deseado desde el primer momento que te conocí-. Las puertas se abrieron y la penumbra del pasillo se apodero de nosotros, camine hacia la puerta de mi piso y la abrí.

Elena entro detrás de mi, avance por el pasillo y llegue al comedor, en cuanto ella estuvo a mi altura deslice mi mano en busca de su cadera y le susurre al oído –apóyate en la mesa-, ella camino unos metros y deslizo sus manos encima de la mesa, me acerque a ella y le indique la postura que quería que adoptara, me situé detrás de ella y acaricie sus antebrazos, su cuerpo era un flan, temblaba y me hacia dudar si seguiría en pie durante mucho tiempo. Seguí acariciándola durante unos minutos, recorría su cuerpo con dulzura, sin dejar de susurrarle al oído lo mucho que la deseaba, me separe de ella no sin antes ordenarle que no se moviera. En el respaldo de la silla había dejado preparado un pañuelo negro de seda, sentí como resbalaba entre mis dedos y se lo puse a Elena en el cuello, de la nuez hacia la nuca, la tenia atrapada, tire del pañuelo y ella se inquieto, la tranquilice disminuyendo la presión, solté un extremo y deslice la seda por su cuello, recupere la sensación del tejido sobre mis manos, lentamente repetí la operación pero en lugar de atrapar su cuello, la prive de la visión, anudando fuertemente el pañuelo a su cabeza cubriendo sus ojos. Elena no protesto, me descalce para evitar que siguiera el sonido de mis zapatos por el parquet, me senté frente a ella y me limite a observarla, tan solo nos separaba el oscuro rectángulo de madera que daba forma a la mesa de mi comedor, transcurridos unos minutos Elena empezó a impacientarse, esperaba una caricia, un sonido, una orden... pero esta no llegaba, cuando vi que apretaba los labios me decidí a actuar –Elena, relájate, tienes que disfrutar-. Abandone mi anonimato y me acerque a ella, rodee su cintura con mis manos y la separe de la mesa, -camina, yo te guío- ordene, Elena deslizo sus pies buscando el siguiente paso, sus brazos por delante trataban de otear el horizonte buscando alguna referencia. Presione sus caderas instándola a que avanzara, ella entendió mi juego y empezó a caminar, salimos del comedor y la guié al dormitorio, durante el trayecto sus pasos se hicieron mas firmes y seguros, -me gusta que confíes en mi- le dije estas palabras acariciando su nuca, Elena ronroneó como una gata disfrutando de la caricia.

Al llegar al dormitorio la acomode sobre la cama, a los pies de la misma, -levanta los brazos-, Elena obedeció de inmediato y su torso quedo desnudo, dejándole puesto el sujetador, retire los tirantes de sus hombros y bese la pequeña marca que habían dejado, solté el broche y libere sus pequeños pechos, sus pezones estaban duros como la piedra, mi lengua los humedeció, atrapándolos entre mis dientes y arrancando sus gemidos, succione su pecho izquierdo como si fuera un bebe hambriento en busca de alimento, Elena arqueo la espalda y respiro profundamente. Libere su pecho de mi boca y la empuje sobre la cama, cayo de espaldas, intento incorporarse pero mi mano sobre su estomago se lo impidió –no te muevas- le ordene.

Acaricie su estomago dibujando círculos sobre el mismo, su respiración me indicaba su grado de excitación, en cuanto utilice las uñas para dibujar sobre ella, su piel empezó a erizarse, desabroche el botón de su vaquero y baje la cremallera, Elena me ayudo aupando un poco su trasero, un obstáculo mas los zapatos, me deshice de ellos y le quite los pantalones, vestía unas braguitas a juego con el sujetados, de un rosa palo muy elegante, pero con una mancha de humedad sobre su sexo que revelaba su deseo. La ayude a tenderse sobre la cama, estire sus brazos en busca del cabecero, ella respiraba agitadamente, abría y cerraba la boca buscando llenar sus pulmones para poder controlar su cuerpo. Abrí el cajón de la mesita, dos pañuelos iguales al que cubría sus ojos descansaban esperando su momento, anude cada uno en un extremo del cabecero, situé los brazos de Elena formando una equis, en cuanto deslice la tela sobre su muñeca Elena protesto, -no por favor, no me ates-, -tranquila, no pasa nada- le susurre. Termine de asegurar sus brazos y contemple mi obra, Elena estaba tendida boca arriba, un pañuelo cubría sus ojos y otros dos la mantenían sujeta al cabecero, solamente vestía unas braguitas. Me situé entre sus piernas, empecé acariciando de nuevo su estomago, deteniéndome en la cara interna de sus muslos, olía a sexo, a deseo, un cóctel de olores esperando ser saboreado, recorrí la comisura de sus braguitas con mi lengua mientras acariciaba sus piernas, los gemidos de Elena inundaban el silencio de la habitación. Sin prisa sus braguitas empezaron a descender guiadas por mis manos, su sexo apareció ante mi, Elena estaba empapada, totalmente desnuda, sus jadeos formaban una rítmica y acelerada melodía en un auditorio construido para el sexo, deslice su ropa interior liberándola de sus tobillos, sus braguitas desprendían calor, se las acerque a su rostro y Elena aspiro sus propios efluvios, actuó de afrodisíaco natural, empezó a retorcerse sobre la cama y a gemir como una posesa, se estaba corriendo con su propio aroma.

Deje que se recuperara de tan intenso orgasmo, mientras tanto me acerque al baño de la habitación y prepare todo lo que necesitaba, encendí un cigarro y espere a que Elena se relajara. Me senté a su lado y le acaricie las mejillas, -ha sido maravilloso, me he corrido sola- dijo en voz alta, -esto es solo el principio, tenemos toda la tarde- le respondí.

Volví de nuevo al baño y llene una pequeña palangana con agua tibia, añadí un poquito de jabón neutro y abrí el envoltorio de una esponja natural. Acomode los mismos sobre la mesilla de noche y extendí una toalla bajo Elena. Empape la esponja con el agua jabonosa y me dirigí a su sexo, la primera impresión que mostró al sentir el liquido sobre su tupido pubis fue de sorpresa, pero enseguida comprendió lo que sucedía y se dejo hacer, poco a poco abarque la totalidad de su sexo con la esponja, la limpiaba con delicadeza, aplicando movimientos prolongados incluyendo sus muslos y su estomago, los gemidos empezaron de nuevo, deje la esponja y empecé a secarla con una toalla limpia. Elena se relajo, le ofrecí algo para beber y agradeció un poco de agua, le acerque un vaso con una pajita y sorbió la mitad del mismo. Retire la palangana y regrese al baño, desde la cama Elena solamente podía oír el ruido de los armarios al abrirse y cerrarse, volví junto a ella. Me senté en la cama y acaricie su estomago con una brocha de afeitar, la sensación de las cerdas de pelo natural sobre su piel desato sus cosquillas, visite cada centímetro de su cuerpo, las plantas de los pies, la cara interna de sus muslos, su cuello, -para por favor, que me meo-, su voz sonaba sincera y suplicante, no pude evitarlo, deje de hacerle cosquillas y la bese.

Fue un beso suave, un beso cargado de cariño, un beso que agradecía la implicación de Elena en este rol, un beso con el que nos dábamos mutuamente las gracias. Le retire el pañuelo de los ojos y la mire, tardo un poco en acostumbrarse a la luz, me sonrió y le devolví la sonrisa, no me cansaba de mirarla, -quieres ir al lavabo- le pregunte, -si por favor- respondió ella. Le desate ambas manos y la ayude a incorporarse, abrí la puerta del baño y la deje pasar, ella entorno la puerta a su paso sin llegar a cerrarla, respete su intimidad y me senté sobre la cama a esperarla, un par de minutos después sonó la descarga de la cisterna y regreso a la cama, -gracias- dijo mientras se tumbaba a mi lado. Intento abrazarme pero se lo impedí, volví a situarla en la posición inicial, ella acepto de buen grado, le tape de nuevo los ojos y anude los pañuelos a sus muñecas.

Me incorpore y con la ayuda de un peine plano y unas tijeritas recorte su tupido pubis, una vez recortado, deposite un poco de crema de afeitar sobre la palma de mi mano y con la ayuda de la brocha la convertí en espuma, humedecí el sexo de Elena con agua templada, una vez el lienzo preparado la brocha actuó como un pincel blanqueando un triangulo entre sus piernas. El contacto de la brocha con su sexo unido al morbo de ser afeitada excito a Elena, su sexo desprendía de nuevo el aroma del deseo. Me limpie las manos sobre una toalla y tome la maquinilla de afeitar, pasada a pasada retire prácticamente la totalidad de la espuma, de nuevo la brocha recorrió su pubis aplicando espuma a su paso. Ahora las pasadas de la maquinilla eran más lentas, repasando las zonas donde había quedado algún recoveco sin rasurar, tense la piel de su sexo para evitar lastimarla e incluso mis dedos visitaron el interior de su sexo para poder terminar mi obra. El roce de la cuchilla sobre su piel, la exposición de su sexo ante mi para que pudiera terminar mi obra, el roce de mis dedos en su interior, Elena no pudo mas y pronuncio tres palabras –hazme el amor-, le pase una toalla húmeda para retirar los restos de espuma, la acaricie dulcemente y deguste mi obra. Su sexo completamente depilado brillaba bajo mis ojos, Elena había conseguido que cumpliera una de mis fantasías y ahora le tocaba a ella recibir placer. Separe sus piernas y bese su ombligo, me detuve unos segundos sobre el y descendí en busca de su jugo, del néctar que emanaba desde su interior, mi lengua busco la obertura de sus labios vaginales, un sabor agridulce empapo mi boca, el olor que emanaba unido a ese dulzor picante, consiguió atraparme como la miel, Elena se retorcía con mi boca pegada a su sexo, mi lengua buscaba introducirse mas y mas, quería cada gota del licor que destilaba, estaba borracho de deseo. Elena experimento otro orgasmo, me suplicaba que parara, pero yo seguí ebrio de aquel brebaje celestial. Durante varios minutos lamí su sexo, lo penetre con mi lengua, incluso lo mordí en un par de ocasiones, Elena gemía sin cesar, -follame, follame- repetía una y otra vez, desnude mi torso y me deshice de mis pantalones, mi sexo ardía en deseos de bombear su interior, levante sus piernas y las acomode sobre mis hombros, la penetración fue instantánea, sentí el calor que emanaba su cuerpo, así fuertemente sus caderas y empecé un frenético maratón, las embestidas de ambos cuerpos chocando violentamente amenizaron nuestra danza, ver como mi carne desaparecía en su interior para volver a emerger desataba mi excitación, dos cuerpos luchando para darse placer, un hombre y una mujer saciando sus instintos. En el mismo instante en que derramaba la esencia de la vida en su interior, Elena empujo su cuerpo atrapando mi sexo, me vacié dentro de ella y el silencio se adueño del momento, durante unos eternos segundos fuimos una misma persona, un mismo cuerpo, un sentimiento de placer.

Ella rompió el silencio, -esto supera todo lo anterior, realmente te pertenezco-

(continuara)