Elena (2)

Elena me siguió y enseguida entendió donde estábamos, su cara era un poema, teníamos frente a nosotros la sección de lencería...

Elena (2)

Elena me siguió y enseguida entendió donde estábamos, su cara era un poema, teníamos frente a nosotros la sección de lencería...

El maniquí lucia un modelo muy excitante, un conjunto de tanga y sujetador en negro con unos encajes en plata, la verdad, era muy morboso pero yo tenía en mente otra cosa para ella.

Empecé a dar una vuelta en busca de mi fantasía, Elena me seguía como un perrito faldero y no dejaba de mirar al suelo sin ocultar su nerviosismo. Pare en seco, gire sobre mis talones y fije mis ojos en los suyos, me miraba suplicando que pusiera fin a esta locura, me acerque acariciando dulcemente su antebrazo y le dije;

  • Hoy vas a experimentar sensaciones que nunca jamás habrías imaginado, ahora busca a una dependienta y tráela aquí.
  • Yo –balbuceo con una voz rota-
  • Si, no hay nadie mas, además lo estas deseando tanto como yo, tu cuerpo te delata, si quieres te vas y ahora mismo termina todo, de ti depende.

Sin decir una palabra sus ojos recorrieron la zona donde nos encontrábamos, vio a una dependienta y se dirigió hacia ella. Resulto llamarse Ana, era una chica rubia, atractiva y con una sonrisa radiante, se aproximo con Elena hacia mi posición y una vez el trío completo se dirigió educadamente a mi persona.

  • Buenos días, su mujer me ha comentado que necesita ayuda, me llamo Ana y estaré encantada de ayudarle.
  • Un placer, pero Elena no es mi mujer –respondí con un tono duro- me gustaría que nos enseñara un corsé con liguero, sin tirantes y con sus correspondientes medias, todo en blanco.

Ana prácticamente escaneo a Elena de arriba a bajo, sus ojos verdes parecían dos esmeraldas y sus labios dibujaron una bonita sonrisa, realmente era una mujer magnifica, guapa, con un tipo espectacular, buenos pechos una cintura definida y unas piernas kilométricas, me miro fijamente y me pregunto;

  • Desea el señor un tanga a conjunto o prefiere unas braguitas.
  • El tanga será perfecto, muchas gracias.

Discretamente Ana se acerco a Elena y le pregunto sus medias, ambas mujeres intercambiaron unos susurros y la dependienta desapareció de nuestro lado no sin antes indicarnos que la esperáramos en la entrada de los probadores. Elena estaba paralizada pero su rictus de pánico había desaparecido, parecía como si empezara a disfrutar de la situación, cosa que de momento a mi no me parecía lo mas apropiado, por tanto me dirigía a ella acercándola hacia mi;

  • Zorra estas disfrutando con todo este juego, ¿Qué pensaría tu marido si te viera aquí conmigo?, ¿crees que disfrutaría viendo a su mujercita con un extraño comprando lencería?

Elena palicedio de golpe, sus manos colgaban inertes paralelas a su cuerpo, una lagrima asomo entre sus parpados deslizándose por su mejilla hasta morir en la comisura de sus labios, era el momento cumbre, estaba rota y había que aprovechar la circunstancia. Ana se acercaba a nosotros con varias prendas en las manos.

No quise demorar el encuentro y me aproxime seguido por Elena que todavía balbuceaba en voz baja. Nos encontramos frente al probador y Ana nos mostró los conjuntos que había elegido, se veía segura de si misma y nos recibió mostrándonos unos dientes perfectos sobre su magnifica sonrisa.

Ana demostró ser toda una profesional, había elegido un par de conjuntos realmente eróticos, nos mostró dos corsés preciosos, el primero una pieza con liguero y el segundo un precioso modelo con cordones que terminaba en una punta sobre el ombligo y adjuntaba al mismo un liguero como complemento, ambos sin tirantes y con un minúsculo tanga con transparencias. Quede encantado con su elección y se lo hice saber, pase junto a Elena al interior del segundo probador, no sin antes encargarle a la dependienta que nos atendía un par de conjuntos de tanga y sujetador en negro.

Cerré la puerta del probador y le ordene a Elena que se desnudara, ella me miro, agacho la cabeza y desabrocho sus pantalones, estos como si tuvieran vida propia se deslizaron buscando sus pies y quedaron sobre los mismos. Sus manos instintivamente cubrieron su sexo, en ese instante descargue mi mano izquierda sobre su mejilla y le indique se siguiera. Elena sollozó pero sus manos se separaron de su sexo y se quito la camiseta quedando completamente desnuda. Ante mi tenia a la criatura más frágil y a la vez más bella que había visto en mi vida, temblaba y no dejaba de lloriquear. La observe detenidamente, sus pequeños pechos se erguían orgullosos mostrando unos pezones que parecían querer despegar de sus senos, su cintura se marcaba perfectamente dando paso a dos piernas simétricas, deslice mis ojos en busca de su sexo y lo encontré, un pubis oscuro como la noche, con abundante pelo ensortijado creando una selva enmarañada a la espera de un explorador que encontrara el tesoro que se escondía en su interior.

Me acerque a Elena, la mire a los ojos y le susurre –estas preciosa-, esbozo una media sonrisa pero no podía dejar de disimular su nerviosismo, lentamente acaricie sus mejillas, descendí por sus hombros y me detuve en sus pechos, los acaricie con la yema de los dedos y presione sus pezones atrapándolos entre mis dedos como una pinza humana, en ese momento acerque mi boca a sus labios, estos me recibieron entre abiertos dándome paso a su boca, introduje mi lengua y busque mi recompensa, no tarde nada en dar con ella, su lengua respondía tímidamente a la mía, deslice una mano a sus nalgas y las acaricie con ternura, en ese momento unos golpecitos en la puerta me devolvieron al mundo real, -soy Ana, había olvidado las medias y les traigo los conjuntos que me pidieron-; esboce una muesca de disgusto, Elena me miraba con una expresión de terror en su rostro, -un momento ahora estoy con usted-; respondí desde el interior del probador escuchando mi eco en toda la estancia. Abrí la puerta dejando un hueco para pasar sobradamente y la cerré tras mi paso, Ana me esperaba a la entrada de los probadores mirándome directamente a los ojos, recogí un par de medias con fijación para ligueros y sonreí al ver los conjuntos que había traído, un par de sujetadores negros con encaje y dos tangas a juego, cada cual mas sexy, -buena chica- pensé, le arrebate las medias de las manos y la deje con los conjuntos negros, me miro extrañada pero no dijo nada.

Volví al probador, empuje la puerta y encontré a Elena en la misma posición que tenia durante nuestro furtivo beso, cerré y me acerque a ella, introduje de nuevo mi lengua en su calida boca y mi mano acaricio suavemente sus nalgas, lentamente recorrí el camino que me separaba de su sexo y me detuve en el, mis dedos buscaron la comisura de sus labios vaginales no sin antes ensortijarse con su tupida barrera natural, sus pelos eran duros al tacto y cuanto mas me aproximaba a su sexo desprendían un calor pegajoso y húmedo, Elena estaba empapada, recorrí su pubis en busca de sus labios, y deslice mi dedo por la hendidura que quedaba entre ambos, la cara de Elena era de puro éxtasis, mordía su labio inferior mientras sus ojos permanecían cerrados, su cabeza parecía tener vida propia guiada desde su cuello, movimientos a izquierda y derecha con respiraciones entrecortadas indicaban su deseo. Mi pulgar busco con delicadeza su clítoris, mientras tanto mis dedos índice y corazón formaron uno solo penetrando en la húmeda entrada de su sexo, mi movimiento consiguió desarmar a Elena, en cuanto mis dedos juguetearon en su interior sus rodillas fallaron y empezó a descender apoya en mi. Quise alargar su placer y permití que se arrodillara mientras acompañaba su descenso con mi mano libre acariciando su espalda, quedo completamente sumisa en el suelo, sus pies apoyados firmemente, sus piernas separadas formando un rombo coronado por su sexo, mis dedos penetrando incansablemente su lubricada vagina, Elena empujaba con su cadera buscando penetraciones mas profundas, sus gemidos entrecortados anunciaban la proximidad de su orgasmo. Hundí mí improvisado falo hasta que mis nudillos quedaron atrapados en su húmeda gruta, en ese instante sentí como toda mi mano se empapaba de sus fluidos, un suspiro salio de su garganta y quedo rendida en el suelo.

Retire mis dedos de su interior, el probador olía a sexo y deseo, pero no era momento de seguir, luche contra mi deseo y recupere la verticalidad, mis ojos buscaron a Elena y la encontré relajada, con una expresión dulce, unas perlas de sudor descendían sobre su frente, le sonreí y la inste a levantarse, -se ha hecho tarde y todavía tienes que probarte mi regalo- Elena se levanto y busco con la mirada su bolso, se acerco a el y saco un paquete de toallitas húmedas, se limpio el sudor que resbalaba por su frente y froto sus brazos, doblo el pequeño trozo de papel y de nuevo abrió el paquete y dándome la espalda se aseo íntimamente; repitió la operación doblando metódicamente la toallita que había utilizado en su sexo, deposito las mismas en el interior de su bolso guardando a su vez el paquete, se volvió y me pregunto sin mirarme a los ojos; -¿Qué conjunto quieres que me pruebe primero? –

Decidí que el corsé con cordones y sin liguero me parecía mas adecuado para Elena, le inste a que se lo probara y descubrí que Ana sabia lo que hacia, le quedaba como un guante, recogiendo y elevando sus pequeños pechos y acoplándose sobre su cuerpo. Con delicadeza le acerque el liguero y las medias, el conjunto le quedaba perfecto, solamente faltaba un pequeño detalle, el tanga, la visión de Elena envuelta en lencería era un regalo para mis ojos, asentí con una sonrisa. –Vuelve a vestirte, nos vamos- Elena se deshizo de su nueva pero efímera ropa interior y volvió a ponerse la camiseta, lentamente recogió los pantalones y repitió el proceso, cuando estuvo lista abrí la puerta del probador y salio detrás de mi.

Salimos al exterior y junto a un mostrador nos encontramos con Ana, -todo bien- pregunto con una sonrisa, -perfecto- respondí,

  • Nos quedamos con este conjunto, -el conjunto incluía el corsé que dejaba el ombligo de Elena a la vista, el liguero, las medias y un minúsculo tanga-.
  • Es uno de mis preferidos –contesto Ana-
  • También nos quedamos los dos conjuntos negros que me has enseñado, estoy seguro que a Elena le quedaran perfectos.

Ana metió cada prenda en su correspondiente cajita y nos preparó la cuenta, pagué sonriendo por el elevado precio que marcaba la caja registradora, un poco mas de la ayuda que presta nuestro querido presidente a la gente que ha agotado el paro, le ofrecí la mano a Elena y nos dirigimos hacia las escaleras, en ese momento Ana se dirigió hacia mi –señor, olvida el ticket regalo-, la mire desconcertado y tendí la mano hacia la tarjeta que me entregaba, un pequeño rectángulo de papel con el logo del centro comercial en su anverso y en el reverso su nombre y un teléfono móvil, sonreí y le di las gracias deslizando la tarjeta en el mismo bolsillo donde descansaban las braguitas de Elena.

Nos dirigimos de nuevo hacia las escaleras y le pregunte a Elena si había venido en coche, me respondió que si, que lo tenia en la 3ª planta. Descendimos durante un par de minutos y llegamos al parking, le dije a Elena que me guiara a su coche, me indico durante unos metros y llegamos a un Volkswagen Polo gris, abrió con el mando y pude ver una silla infantil en el asiento trasero, le abrí la puerta del conductor e invite a Elena a entrar en el, una vez sentada al volante le pregunte -¿Quieres seguir descubriendo nuevos placeres?-, me miro apretando sus labios y cabeceo afirmativamente, -dame tu numero de móvil y te llamare-, me facilito los nueve números de su teléfono, le acaricie la mejilla con la palma de mi mano y cerré la puerta de su coche desapareciendo detrás de una columna. Elena tardo un par de minutos en poner el coche en marcha y empezar la maniobra para salir del estacionamiento, me acerque a mi coche e introduje mi mano en el interior de mi chaqueta saboreando los dos trofeos que había conseguido, las braguitas de Elena y la tarjeta con el teléfono de Ana, deje las bolsas con la lencería en el asiento trasero y pude ver como Elena subía la rampa del parking en busca de la salida.

(continuara)