Elena (1)

En ocasiones leer nos ofrece los mejores momentos de nuestra vida o nos incita a conocer a Elena...

Elena (1)

Desde mi posición la veía indefensa y dulce a la vez, su cuerpo cubierto únicamente con ropa interior se mostraba vulnerable, su bronceado resaltaba sobre el blanco de las sabanas. Se movía inquieta sin saber donde dirigir su mirada, yo la observaba desde el fondo de la habitación, me miro, le sonreí y asentí, ella empezó acariciándose lentamente el estomago, sus manos recorrían su cuerpo, su cara era una mueca de placer, lo estaba deseando y ahora no había vuelta atrás.

(Dos semanas antes)

Conocí a Elena en un centro comercial, ella compraba un libro que yo había leído hacia unos días, el libro era una pesadez de principio a fin, pesado, lento, en fin un aburrimiento, nuestros ojos se encontraron durante un segundo y le sonreí, ella me devolvió la sonrisa y agacho la cabeza, entonces lo supe, tenia una nueva sumisa.

La seguí mientras consultaba otros títulos en la sección de librería y cargaba con el pesado libro que había conseguido unirnos, en la estantería de las novedades la aborde.

  • ¿Has leído algo de ese autor?

Me miro sorprendida y se sonrojo.

  • No, pero me ha parecido interesante –respondió mientras bajaba de nuevo la mirada-
  • Te puedo asegurar que es un libro bastante pesado, lo leí hace unos días y es bastante empalagoso.

Se quedo quieta, no sabia donde mirar y por un momento pensé que había fracasado, aunque al instante supe que estaba equivocado.

  • ¿Me puedes recomendar alguno divertido? –me pregunto con un susurro-
  • Claro, ¿te apetece tomar un café y te doy algunos títulos?, por cierto me llamo David.
  • Encantada, yo me llamo Elena.

Subimos a la última planta, donde nos esperaba la cafetería, elegimos una mesa en la sección de fumadores y esperamos al camarero. Me encendí un cigarro y le ofrecí uno a ella, lo rehusó diciendo que no fumaba, al instante llego una señorita para tomarnos nota, pedimos un par de cafés y un agua.

  • Te gusta leer, lo veo en tus ojos y me gustaría recomendarte algunos títulos que te gustaran.
  • Me encanta leer pero nunca encuentro el momento de elegir un buen libro, entre mi marido y mi hija no tengo tiempo para nada.
  • ¿Estas casada? –pregunte mirándola directamente a los ojos-
  • Si desde hace tres años y tengo una hija de dos –respondió Elena desviando su mirada-
  • Si estas casada y te espera tu hija, ¿Qué haces con un extraño tomando un café? –le pregunte en tono alto y echándole una bocanada de humo en la cara-

Elena agacho la cabeza y se sonrojo, estaba temblando y sobre su camiseta se dibujaban una par de pezones duros como piedras, no tenia prácticamente pechos y de ahí que no usara sujetador, estaba excitada y completamente sumisa, era mi juguete desde ahora.

  • Sabes lo que haremos, ahora mismo te vas al lavabo y me traes tu rompa interior, tienes un minuto.
  • No, no puedo hacerlo, lo siento me tengo que ir –su cuerpo temblaba y su voz era un susurro en mitad del desierto.

La agarre la muñeca y le dije al oído, -zorra, estas toda mojada y estas deseando que te folle, tienes treinta segundos para ir al lavabo y traerme tus bragas, se que no usas sostén por que tus pezones te han delatado, date prisa o recibirás un castigo-

Se levanto y corrió al lavabo, no miro ni un instante atrás, agacho la cabeza y entro como un corderito en el matadero. Al cabo de un minuto la vi aparecer, completamente roja, sofocada y con la mirada en el suelo, su mano derecha mostraba un puño cerrado y supe al instante que ahí estaba mi tesoro. Se acerco a la mesa y le tendí la mano, deposito un bulto arrugado y blanco sobre mi palma, al instante retiro su mano y agacho la cabeza. Eran unas braguitas blancas de algodón, bastante infantiles, pero completamente empapadas.

Mire directamente al fondo de sus ojos y apure mi café, tenia planes para ella y ahora que la caza había terminado, empezaba el banquete. Pague la cuenta y deslice el preciado trofeo que me había entregado Elena en el fondo de mi chaqueta. Me dirigí a la salida y ella me siguió, estaba totalmente avergonzada, su rostro era de un tono rojizo que la hacia mucho mas apetecible, sus ojos revelaban deseo pero su rostro intentaba ocultarlo con una mueca de enfado, temblaba ligeramente y parecía mas frágil de lo que era, irradiaba dulzura, elegancia y un toque de inocencia, estaba preciosa.

Llegamos al ascensor y entramos en el, pulse el botón de la segunda planta y en cuanto las puertas metálicas se cerraron ante nosotros como un telón de acero, deslice mi mano por debajo de su espalda acariciando su trasero, la vi reflejada en el espejo, la expresión de su cara cambio, sobre su camiseta blanca se veía la lucha de sus pezones por salir al exterior, mi caricia busco el centro de sus nalgas y deslice un dedo buscando el centro de las mismas, Elena se estremeció mordiendo su labio inferior, retire mi mano y me situé detrás de ella, mis manos se cruzaron en su vientre y mientras la izquierda buscaba en el interior de la cintura de su pantalón, la derecha ascendía por encima de su camiseta buscando esos dos faros que iluminaban su pecho. En ese momento las cortinas metálicas que ocultaban nuestro deseo se abrieron, Elena intento zafarse de mi y solamente consiguió que la besara, que mi lengua buscara su boca y se fundiera dentro de ella, saboreando sus dientes y luchando con la timidez de una lengua que me aventuraba un futuro muy prometedor.

Me separe de ella y le susurré al oído –sígueme-

Elena me siguió y enseguida entendió donde estábamos, su cara era un poema, teníamos frente a nosotros la sección de lencería...

(continuara)