Elegí sobrevivir: el coronel me desvirgó
Era mejor acostarme con el coronel, el jefe, que ser violada por un grupo de soldados borrachos, eso lo tenía bien claro y aceptaba el pacto, yo sería amable con el coronel. Elegí sobrevivir...
Elegí sobrevivir: el coronel me desvirgó .
Sí, él era mi protector desde que unos días antes me descubrió en su visita de inspección al miserable refugio de huérfanas en el que nos habían internado dos semanas antes… Me di cuenta enseguida de que nos observaba fijamente con unos ávidos ojos inequívocos de sus intenciones, que disimulaba con palabras educadas y promesas de un trato humanitario a las adolescentes que acabábamos de perder todo lo que teníamos, empezando por nuestros familiares. Me preguntó mi nombre, me acarició la cara, y vi que musitaba unas instrucciones a su asistente, que apuntó mi nombre en una libretita. También preguntó los nombres a algunas de mis compañeras, las más guapas igual que yo, que el asistente también anotaba.
El coronel, impresionante, alto, grueso, fuerte, con el pelo cortísimo para disimular su calva, me miraba, sonreía, yo notaba de nuevo aquella sensación de que él me desnudaba con los ojos, sabía, lo adivinaba con toda seguridad, que se veía a si mismo en la cama conmigo, yo imaginaba que ya había llegado la noche que tanto temía, cerraba los ojos y le veía ya metiéndome su miembro en el vientre… Sí, sabía que por eso me había trasladado del refugio igual que a otras como yo y nos había llevado a una residencia protegida por sus soldados para evitar que otros de menor rango que él nos sacasen del lugar de día o de noche y nos violasen en cualquier barracón, sus ojos siempre habían delatado sus intenciones conmigo, apenas escondidas con su actitud amable y paternal en público, cuando me dijo que le recordaba mucho a la nieta que vivía en su ciudad.
Yo sabía, era bien consciente de ello y no me hacía ilusiones de un destino mejor, que me había rescatado porque me reservaba para él. No me importaba, era mejor aquello que volver al refugio, en el que vivíamos en miserables condiciones y en el que en cualquier momento nos podía pasar alguna cosa inesperada, nunca agradable. Mejor acostarme con el coronel, el jefe, que ser violada por un grupo de soldados borrachos, eso lo tenía bien claro y aceptaba el pacto, yo sería amable con el coronel. Elegí sobrevivir, ser cariñosa con él y quedar bajo su protección. Pero tenía miedo a cuando llegase el momento, mucho miedo.
Era para mi una sensación extraña, aunque era un hombre muy mayor, yo también pensaba por las noches en aquello, y me desesperaba porque ya no tenía la sensación de asco de las primeras veces que me había pasado aquella idea por la cabeza, no, ahora era algo inquietante, eso sí, pero me excitaba pensando en el coronel estirado desnudo encima de mi cuerpo introduciéndome el pene, me imaginaba su boca, aplastando mis labios, y me tocaba…
Y cuando él, sin ningún disimulo, allí en la sala de armas de su cuartel, la noche que me dijeron que el coronel quería cenar conmigo, me agarró por la cintura y puso su mano en mi hombro sentándome a su lado en un sofá después de una copiosa cena regada con buen champán que me obligó a beber en cantidad, me estremecí… Los últimos asistentes a la cena, todos militares de rango inferior al suyo, se habían ido despidiendo del coronel marchando a las habitaciones con las muchachas –a alguna de ellas yo la recordaba porque había desaparecido días antes del mismo refugio en el que estaba antes de que me a mí me rescatase de allí el coronel- que les acompañaban. Estábamos ya solos, él, yo, y su asistente en una sala cercana atento a cualquier deseo suyo.
Salimos de la sala. Me sujetó por los hombros, y me indicó el pasadizo que llevaba hacia las habitaciones. Y entré en la que parecía ser la lujosa estancia del coronel, era la primera vez que iba a dormir con un hombre, me sentía muy excitada, alguna cosa que tomé en la cena me había hecho mucho efecto, no sé qué podía ser, tal vez el exceso de alcohol, yo me encontraba extraña, inquieta, como si desease que el militar apretase mi cuerpo con sus manos…
Me sentía cada vez más nerviosa, fui al cuarto de baño a mojarme la cara, pero allí estaba también el coronel orinando y frotándose la cara con agua, creo que en realidad no me hacía aún a la idea de que me iba a follar de forma inminente, pero pronto lo entendería muy rápidamente, cuando poco después él roncase estrepitosamente durmiendo desnudo a mi lado, después de haberme desvirgado y poseído por primera vez… Sí, estaba refrescándose, me acerqué e inconscientemente me agarré a él para no caerme, lo que fuese que había tomado en la cena me había afectado mucho y estaba mareada, después reaccioné, y le pedí perdón y me fui a la habitación, él llegó a mi lado, me dijo que yo le gustaba, que soy una jovencita muy guapa, le oí hablar como si todo fuese un sueño, me quedé mirándole como una tonta, entonces me tomó por los hombros y me besó, fue un beso violento, yo apartaba la boca, pero él apretó, me abrió la boca, metió su lengua hasta acariciar la mía, noté un gusto intenso a tabaco y a ajo, después me desnudó sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, me sacó lentamente la camisa, la falda, los calcetines, y me quedé casi desnuda, él se quitó las botas y el uniforme militar, me recostó en la cama y besó mis pechos, apretando los pezones con sus dedos pellizcándolos hasta hacerme daño, al mismo tiempo que su mano me acariciaba entre las piernas, en la parte interna de los muslos.
Después me preguntó si quería ser su amiga, yo cerré los ojos y le dije que sí, ya imaginaba qué quería decir, entonces lo primero que vi fue que él ahora ya estaba completamente desnudo, se acababa de bajar los calzones, se arrodilló encima de mí… Le vi el pene, era algo muy grande, hizo que lo cogiera con mis manos y que se lo moviese, primero me dio mucho asco pero luego me parecía estar jugando, sentí una sensación de expectación, él olía a tabaco y sudor, pero aquel olor no me molestaba, su pene se endureció aún más; él me besaba y me tocaba… Entonces hizo una cosa que me horrorizó, se sentó en la cama, agarró mi cabeza por la nuca y los cabellos, me hizo abrir la boca y tuve que dejar que introdujese su pene en ella… Me hizo lamerlo con la lengua y luego sorberlo como un caramelo… Su pene tenía un gusto y un olor muy desagradable, como a orines rancios… Al final creo que se dio cuenta de que yo estaba a punto de vomitar de asco, porque sonrió, dejó mi cabeza y se dedicó a pellizcarme y morderme en todo el cuerpo, creo que eso le provocaba una excitación especial, pero a la mañana siguiente recuerdo que yo tenía todo el cuerpo lleno de pequeños hematomas provocados por sus pellizcos, mordiscos y chupetones.
Yo le dejaba hacer, ahora , a pesar del dolor que me causaban sus uñas y dientes, ya no me desagradaba sentir que él estaba jugando con mi cuerpo, tocándome por todas las partes, incluso arañándome como un tigre,… Y entonces, de pronto, me di cuenta de que el coronel, poco a poco, lentamente, me estaba bajando la braga hasta sacármela del todo, yo, asustada lo miré a los ojos y me dijo con la falsa amabilidad de su voz seca y autoritaria:
-Estás muy buena, encanto, eres una niña muy especial, vas a ver qué bien lo vamos a pasar…
Al escuchar eso me quedé paralizada unos segundos al tiempo que sentía una sensación de terror… Iba a ser mi primera vez, el coronel, mi dueño y protector, me iba a desvirgar, noté que me faltaba respiración, que tenía que marcharme de allí cosa que sabía que era imposible o mucho peor que quedarme, intenté incorporarme, pero me sujetó fuertemente contra las sábanas, él sonreía, yo me movía para liberarme y a le encantaba que lo hiciese, parecía excitarse mucho sujetándome mientras yo me agitaba para escapar de su abrazo, aplastó sus labios en los míos y estuvo un largo rato besándome paseando su lengua por mi boca mientras me apretaba las tetas hasta hacerme gemir…
El coronel me mordía el cuello, me pellizcaba el culo, me sorbía los pezones, me tocaba el sexo, hasta que al final dejé de resistirme a lo que me estaba pasando, y, no sé cómo, me di cuenta de que le había abrazado, que dejaba que me besase y me mordiese, y que el peso de todo su cuerpo descansaba en el mío sin poder respirar… Y sentí, sorprendida, que el coronel había bajado su cabeza a mis muslos, que con los dedos había acariciado mi sexo, que apretaba, aquel botoncito de carne que hay por arriba, el clítoris, y me hacía gritar cuando lo lamía y pellizcaba, que pasaba ahora la lengua por mi sexo, por fuera y por dentro, y notaba su saliva húmeda y cálida en mi vagina…
Él sudaba y hacía todo lo que quería conmigo, y me dijo:
-Ahora, muñeca, ahora verás como te gusta cuando te entre…
Noté con horror y miedo que ahora él me estaba empezando a introducir su pene en mi vientre, sí, con la mano había llevado la punta de su miembro a la entrada de mi sexo y había empezado ya a entrar en mi vagina, poco a poco pero sin dudarlo y sentí que su pene había topado con algo que me dolió al sentir la presión, su rostro cambió de una manera extraña mas lujurioso y mucho más excitado y dijo:
-Ah!! Quieta, yo ahora la meto toda en tu barriga, vas a ver que bueno que es!!!!
A lo que le contesté como pude, con un gemido, intentando resistir al darme cuenta de lo que realmente ya me estaba pasando, el coronel, que ahora era como si fuese un animal salvaje, me estaba clavando su pene, no era un juego, que aquella presión era que mi himen se iba a romper, que me estaba a punto de desflorar… Y ocurrió… Sentí de pronto un gran dolor en mi vientre, mientras noté que el pene del coronel se metía completamente en mi vagina, que aquella cosa enorme entraba profundamente en mi cuerpo. Me había desvirgado con un impulso y una penetración enérgica y violenta, ahora comenzó a moverse brutalmente, sin importarle mi sufrimiento y mis gritos, era un dolor muy fuerte porque aquello era muy grueso y largo, comencé a llorar y gemir, y mi cuerpo se tensó, él se detuvo un momento, jadeando y babeando, y me dijo:
-No te muevas tanto, putita, porque te puedo hacer mucho más daño si te agitas, nena, parece que eres algo estrecha…
Yo, aterrorizada de pánico, obedecí y me quedé quieta, sin resistirme, dejándole hacer lo que quisiese con mi cuerpo, él se movía como una bestia descontrolada encima de mi, jadeaba, gritaba, aullaba, hasta que, aunque la penetración era muy dolorosa, yo, sorprendentemente, me di cuenta de que empezaba a sentir una excitación indescriptible… Y aquello duró un tiempo que me pareció eterno, yo sentía al mismo tiempo dolor y placer, mientras el coronel se convulsionaba de una forma pavorosa moviendo mi cuerpo como si fuese una muñeca inerte, un pelele de paja… Y me ahogaba, su peso era enorme, y cada vez que su pene llegaba al fondo de mi sexo me parecía que me estaba reventando, me dolía como si mil navajas se clavasen en mis entrañas… Y entonces el coronel gritó aún más fuerte, dejó ir un alarido espeluznante, y apretó mi cuello como si fuese a estrangularme mientras su culo se impulsaba mil veces arriba y abajo casi saliendo su pene de mi vientre y volviéndose a clavar cada vez con más fuerza… Entonces, mientras me faltaba aire y me ahogaba, sentí como inundaba mi vagina un líquido muy caliente, a borbotones, un líquido viscoso y ardiente, al tiempo que experimentaba una desconocida y terrible sensación, muy superior a cuando me tocaba el sexo yo sola, grité también yo de desesperación, dolor y placer, y el coronel lanzó entonces unos alaridos de satisfacción, con lo que anunciaba la culminación de su tremendo orgasmo.
Después de unos instantes, el coronel se fue quedando quieto, poco a poco, respiraba resoplando, sudaba, olía a diferentes cosas, mientras yo gemía de dolor y vergüenza por haberlo pasado bien al final… Se quedó encima de mi, aplastándome con su peso, inundándome con su sudor y sus olores, mientras yo noté que iba sacando su pene del interior de mi vagina, y se fue separando hasta quedarse a mi lado, respirando con dificultad, igual que yo, mientras me agarraba por la cintura y me acercaba a él. Estuvimos así un rato bastante largo, y él acariciaba mi cuerpo, ninguno de los dos hablaba. Me toqué el sexo, y me hacía daño. Un líquido mojó mi mano al meter los dedos en mi vagina, me los miré y adiviné el semen viscoso del hombre mezclado con la sangre de mi himen desgarrado… Oí que el coronel roncaba, se había quedado dormido abrazado a mi cuerpo. Estaba dolorida, cansada, muy cansada, y mareada. Me notaba la cara húmeda de la mezcla del sudor de los dos, su saliva al besarme y lamerme y mis lágrimas. Conseguí extender sobre nosotros la cubierta de la cama, y me fui quedando yo también adormilada.
Tiempo después, tal vez después de una hora, desperté y me di cuenta, sorprendida, que su pene estaba otra vez duro, tieso, enorme. El coronel estaba de nuevo despierto, y en la mesa de noche al lado de la cama vi una botella de algún tipo de bebida alcohólica abierta que antes no estaba. Entonces, inesperadamente, me giró y me agarró por la espalda, me sujetó con una mano un pecho y con la otra mi vagina, se estiró encima de mi espalda y sentí con tremenda sorpresa como su gran pene se iba introduciendo entre mis nalgas, yo sentía como se metía con dificultad, le costaba, pero entonces puso algo que parecía jabón o crema de afeitar en mi culo, y de pronto, ¡que horror! otra violenta penetración, sentí que me desmayaba, pero él me sostenía, ahora llegó lo peor, me levantó por los pechos dejándome caer hacia atrás empalada en su inmenso pene, me tiraba hacia detrás y hacia delante, me levantaba y me dejaba caer, ¡fue terrible!
De pronto, al cabo de un rato de tremenda agonía y placer, sentí que de nuevo algo caliente me invadía por dentro, se estaba corriendo en mi culo, después, cuando se recuperó, vi asombrada, que el coronel, sonriendo divertido con expresión muy fatigada, acercó su cara a la mía y me besó apasionadamente en los labios. Creo que me di cuenta entonces realmente de que el hombre me había desvirgado dos veces, que yo estaba preparada para lo de adelante, sabía lo que pasaría aunque me dolió, pero no me imaginaba lo de detrás, no imaginaba que al coronel también le gusta meter el pene en el culo de las chicas, era algo en lo que nunca había pensado ni imaginado que alguien me haría a mi…
Así fue como el coronel me transformó en una de sus muchas jóvenes amantes ocasionales, cuando yo había soñado sin hacerme ilusiones que tal vez me equivocaba y él podía ser en realidad como un nuevo padre para mi... Un recuerdo amargo pero angustiosamente excitante del momento más duro y extraño de mi vida…
Películas relacionadas con el tema de este relato:
La Ciociara (Dos Mujeres), Italia, 1960. Dirigida por Vittorio de Sica. Producida por Carlo Ponti. Basada en una novela de igual título de Alberto Moravia sobre hechos ocurridos en Italia durante el avance aliado en la segunda guerra mundial. Óscar de Hollywood a la mejor actriz a Sofía Loren.
Anonyma, Eine frau in Berlin (Anónima, Una mujer en Berlín), Alemania, 2008, Dirigida por Max Färberböck. Coproducción Alemania-Polonia. Basada en el diario “Eine frau in Berlin”, publicado el año 1954 por una periodista alemana que lo escribió el año 1945 explicando sus propias vivencias. La publicación se hizo con el nombre de Anonyma, negándose la periodista a que su nombre real fuese revelado incluso después de su muerte.