Electo ateneo

VadeRetro cuenta una leyenda urbana que como la pólvora prendida, corre de boca en boca, dejando una estela que antes de extinguirse, perdura en el tiempo y en la memoria, provocando a sus espectadores emociones intensas, risa, asombro, repulsión, angustia, miedo… No obstante y no siempre, en algunas ocasiones, los medios de comunicación se hacen eco y contribuyen a divulgar el “saber del pueblo”; esas ilusiones, que por norma general se dan por ciertas.

Domingo 7 de Agosto de 2005 08:13 AM. Habitación 113 del Hotel Montehermoso.

—¡Tía!... —sollozaba Bea acongojada con el móvil pegado a la oreja. Se encontraba en medio de una habitación de un hotel a las afueras de la ciudad, con la cama deshecha, estaba completamente desnuda y el tío con el que había echado el polvo de su vida la noche anterior… ¡Había desaparecido! Y lo peor de todo era lo que había ocurrido…—. ¡Joder tía!...

—¡Cálmate! ¿Qué ha pasado Bea? ¿Te encuentras bien? ¿Dónde estás? ¡Dime algo ostia! ¿Bea, qué ocurre?… —la voz de Carmen era de pura angustia, igualmente aferrada a un teléfono móvil, sólo que en vez de estar en una habitación de hotel, Carmen, se encontraba en su habitación, en el piso de sus padres en pleno centro, recién despertada por la matutina llamada de Bea.

—Estoy en el hotel que estuvimos aquella noche que nos ligamos a los guiris —respondió Bea de carrerilla, al cabo de unos infernales segundos que se había quedado callada durante más tiempo del que Carmen pareciera soportar, la incertidumbre de no saber qué le ocurría a su amiga le tenía como pasmada—. No tengo dinero para pagar un taxi y… ¡Joder tía!... —Nuevamente Bea empezaba a llorar desconsolada, no podía contener las imperiosas lágrimas que resbalaban por sus mejillas congestionadas, por el disgusto que tenía encima.

—Me visto y voy para allá.

—Vale…  —hipaba Bea.

—¡No te muevas de ahí y espera a que yo llegue!

—Sí

—¿En qué habitación estás?

—En la 113

—Ok. Hasta dentro de un rato… —hizo un silencio y añadió alentadora—. Todo va a salir bien Bea. Tranquila...

La mencionada apenas pudo responder más un quejido lastimoso que confirmaba que había escuchado el mensaje de su amiga. Luego, la llamada se cortaba.

Mientras Carmen igual que si le hubiesen dado una descarga eléctrica, saltó  de la cama para vestirse, después en el baño adecentarse un poco el rostro y el cabello. En cuestión de minutos ya estaba preparada. Bajó rauda a la cocina, en la mesa dejó una nota a sus padres (He ido a casa de Bea a por unos apuntes para clase que olvidé pedirle el viernes. Os quiero. Carmen.) Por si se levantaban asustándose por no encontrar a su hija en casa.

Por su parte Beatriz seguía como en un estado catatónico. Se había dejado caer sobre la cama con las sábanas y mantas arrugadas a los pies, miraba el infinito techo hasta hacerse un ovillo sobre la mullida superficie, testigo único de todo el placer que había aunado entre sus lienzos.

Madrugada del sábado al domingo a las 01:13 AM. Sala Bogeyman .

«¿Y qué más me da?...»

Pensaba Igor al tiempo que miraba desde la barra la pista de baile. Observaba analítico a todos aquellos cuerpos que se mecían al ritmo de la música y ocupaban su campo visual. Sus ojos estaban puestos en la chica que bailaba a unos metros frente a él, y ésta, parecía no darse cuenta de cómo le miraba Igor, que por su expresión, pareciera un lobo relamiéndose ante su presa.

«Tú serás la siguiente…»

—¡Hola!...

Beatriz se volvió para mirar de quién provenía esa voz, sin cesar de bailar, observó al joven que tenía delante de sus morros.

—¡Hola! ¿Qué tal?...

—Muy bien —Igor sonrió mintiendo descaradamente, si Bea hubiese sabido las verdaderas intenciones de Igor, hubiese salido huyendo despavorida…— ¿Te puedo invitar a una copa?...

—¡Claro!

(…)

03:13 AM. Habitación 113 del Hotel Montehermoso .

—¡Aaajh!... —Gimió Bea en cuanto Igor le levantó la minifalda y coló sus calientes dedos entre el vértice de sus muslos.

Igor acababa de cerrar la puerta de la habitación del hotel que hacía escasos minutos acababa de pagar.

—¡Jódeme Igor! —le suplicó Bea presa por una febril excitación.

«Voy a joderte viva… »

—¡Chúpamela puta! —apremió Igor soltándose la bragueta.

Beatriz le ayudó a bajarse los pantalones y los calzoncillos al tiempo que se arrodillaba delante de Igor.

—¡Aaahh sí!...

Beatriz sin decoro alguno, chupaba el miembro a reventar de lo duro que lo tenía Igor en esos momentos.

—¡Aaahh mierda zorra! ¡Trágatela! —exigió Igor recostando su espalda sobre la puerta porque sus piernas, empezaron a temblar imperceptiblemente por las caricias bucales que Beatriz tan entregada le otorgaba, al mismo tiempo que sus manos iban y venían por la piel de los muslos.

«Esta es la mejor mamada de mi vida…»

Empezó  a correrse en ese mismo instante, obligando a Bea a que se tragase todo el esperma que barbotaba por la punta de su inflamado glande. Le había agarrado con fuerza de los pelos, con ambas manotas a cada lado de la cabeza, hacía presión clavándole el falo hasta la garganta al tiempo que eyaculaba.

Igor miraba fascinado cómo los ojos de Beatriz se entornaban, hasta el punto de parecer que se le iban a salir de las cuencas. Mientras hacía intentos vanos por poder sacarse de la boca aquel garrote que le asfixiaba.

Pudo respirar a los pocos segundos cuando Igor, satisfecho por el impactante orgasmo soltó sus cabellos y sacó su pene de la boca de Bea dándole unos golpecitos con la punta sobre los morros y la mejilla.

La babilla le resbalaba por entre los labios, como así un poco de esperma. Beatriz tosía queriendo calmar el acceso. Durante unos infernales instantes que pensó que se ahogaba, hasta que se le pasó la tos. Igor no había dejado de mirarla, ahí de rodillas ante su ahora, flácido pene, sintiéndose el hombre más feliz del cosmos.

Beatriz nada satisfecha se alzó del suelo, poniéndose a la misma altura de Igor. De improviso se lanzó a su cuello, rodeándole con sus brazos por encima de los hombros. Le dio un beso de tornillo de lo más apasionado, queriendo calentar de nuevo ese cuerpo que tenía Igor para que la jodiese, hasta empalarla si hiciera falta.

—¡Venga cabrón! —le dijo Bea incitando a Igor a que continuara con la sesión—. Rómpeme el coño… —le susurró libidinosa sobre la oreja a la que después, prodigó un exquisito mordisco que a Igor le hizo estremecer de la cabeza a los pies.

Igor no tardó mucho más tiempo en reaccionar. Como enloquecido, cogió  en brazos a Beatriz que en seguida al ver sus intenciones, rodeó  con sus piernas la cintura de Igor mientras se sentía transportada a trompicones por ir andando Igor con la ropa replegada a sus pies, hasta que la soltó con brusquedad cayendo sobre la cama.

En ese breve intervalo de tiempo, Igor se desnudó, luego arrancó  la ropa que le quedaba puesta a Beatriz y se tumbó encima de su desnudo cuerpo. Su pene había revivido y se alzaba soberbio sobre su bruñida cabeza.

Se lo clavó sin consideración alguna entre los muslos que lo atenazaban por la cintura.

Sin preliminares, sin caricias, sin recreos eróticos que les excitasen aún más. No les hizo falta alguna, ambos estaban tan cachondos que sus cuerpos, respondían por sí solos a la hipnótica llamada sexual.

—¡Aaaahhh! Joder sí… jódeme así… Así, sigue… —sollozaba Beatriz al sentir cada embestida de las frenéticas caderas de Igor.

—¿Te gusta puta?... ¡Tómalo todo! ¡Aaahhjj!...

Los golpes de pelvis se habían vuelto secos, profundos, concisos, proporcionándose todo el placer que sus ávidos y calientes sexos experimentaron casi a la par.

Bea a esas alturas gritaba desbocada e Igor, jadeaba exaltado al tiempo que volvía a correrse, parecía estar increíblemente complacido por su enigmática expresión, trallazos de semen iban regando el interior de la fluida y cadente vagina que se estaba follando, al ritmo de sus últimos coletazos y sus gemidos entrelazados.

Luego de eso, todo pareció fundirse con el estuoso ambiente del dormitorio, ambos se quedaron tan relajados que sucumbieron a las mieles del desahogo y se quedaron dormidos.

07:53 AM.

Cuando Bea se despertó, con una terrible resaca y el cuerpo adolorido, se dio inmediata cuenta de que estaba sola en la habitación.

En un primer momento pensó que Igor estaría en el baño, pero al levantarse y acercarse hasta el servicio viéndolo vacío, ya no le quedaban dudas algunas.

De primeras no se había fijado en lo que había cambiado en esa estancia, estaba tan adormilada que aún no había reaccionado, sumándole el mal estar que empezaba a manifestarse como de golpe y porrazo, al acercarse al lavabo y querer ver su rostro en el espejo… La expresión de Beatriz se fue transformando a una terrorífica cuando terminó de leer el mensaje que Igor, le había dejado escrito con el lápiz de labios que supuso habría sacado de su bolso, ahora que se fijaba bien, lo vio con todo el contenido del mismo desparramado sobre el bidet. Faltaba su cartera.

09:13 AM.

Carmen cruzaba el pasillo del hotel como una exhalación, se detuvo en seco cuando llegó a la puerta 113, sin resuello por lo rápido de su carrera, de sopetón abrió sin pensarlo dos veces.

—¡Bea! ¡Por Dios! ¿Qué haces ahí tirada? ¿Qué mierda ha pasado? —Bramó cerrando tras de sí con un ligero portazo.

Beatriz como si Carmen fuese un ente incorpóreo, no le hizo caso, permanecía sobre la cama abrazada a sus piernas encogidas, con la frente sobre las rodillas, empezó a sollozar al no sentirse tan sola como se había sentido hasta ese momento en que apareciera su amiga.

—¡Vamos chica! ¡Dime algo! —Con el corazón en un puño la voz de Carmen denotaba la angustia que estaba sintiendo al ver a Beatriz en ese estado.

Se había acercado hasta la cama, sentándose a su lado, le pasaba la mano por la espalda desnuda, tenía la piel helada e instintivamente, Carmen le arropó con las mantas y empezó a preguntarle de nuevo, pero esa vez, procuró serenarse.

—Bea, cariño, cuéntame qué te ha ocurrido… —le dijo con un murmullo que quería sonar todo lo amable y cariñosa que podía ser Carmen a esas alturas en los que sus propios nervios le estaban pasando factura, la voz le había temblado, se temía lo peor.

Era más que lógico que Carmen empezase a pensar que podrían haber violado a su amiga.

—Carmen —lloriqueó Beatriz mientras Carmen le intentaba consolar acariciando sus enmarañados cabellos.

—No pasa nada, estoy aquí —le decía Carmen queriendo alentar a una atribulada Beatriz.

—En el ba-a-a-ño… —no pudo decir más, Beatriz empezó a llorar amarga y desconsoladamente para sumo desconcierto de Carmen que no sabía a qué diablos atenerse en esos inquietantes momentos.

—¿Qué?...

Beatriz se había cerrado en banda y por más que Carmen intentara pedirle explicaciones a esas insólitas palabras tartamudeadas, no obtuvo respuesta alguna.

Durante minutos se quedó ahí al lado de su amiga, sin abrir la boca siquiera, únicamente acariciaba sus cabellos, su columna, deseando que el mal trago que tenía a Beatriz sumida en ese estado como ausente, se esfumara. Beatriz a ratos temblaba al ritmo de sus hipos, a ratos respiraba profundamente como si se estuviese calmando, para seguidamente volver a sollozar con esa amargura que pareciera haberle envenenado.

Carmen como movida entonces por un invisible impulso, se incorporó de la cama, observando el estado que presentaba la habitación, se puso a recoger la ropa desperdigada de su amiga dejándola sobre una silla que había al lado de la puerta del baño, abierta y con la luz encendida.

Antes de apagar la luz echó un vistazo al interior del aseo por ver si había algo inusual.

«Madre mía…»

Sus ojos se abrieron como platos, ahogó un grito al llevarse la mano a la boca en un acto reflejo, al terminar de leer lo que había escrito con lápiz de labios sobre el espejo.

Lunes 8 de Agosto de 2005 11:13 AM. Habitación de Carmen.

—¡¿Qué dices colega?! —preguntaba incrédulo Manu al escuchar por el auricular del teléfono, lo que acababa de contarle Carmen sobre lo ocurrido el día anterior a Beatriz, amiga de ambos.

—Como te lo cuento. Eso ponía en el espejo

—¿Qué va hacer Bea?

—Ayer fuimos a la policía a denunciar al tipo, el problema es que como estaba bebida no se acuerda muy bien de cómo era, no supo decirle al agente si era rubio o moreno, si era alto o bajo, si tenía alguna marca significativa como algún piercing , tatuajes, cicatrices, lunares… solamente supo decirle que tenía un buen rabo

—¡No jodas! —aunque no quiso Manu se echó a reír.

—¡Tío! ¡No seas cabrón y no te rías! Sé que suena a chiste joder, pero imagínate la cara se nos puso y Bea ahí esplayándose como si fuese lo más normal… —Carmen suspiró resignada, era de manifiesto que Beatriz solía contarles toda su vida con pelos y señales, igualmente hiciera con el agente de policía al tomarle declaración—. Lo cierto es que estaba como noqueada, como para no estarlo tío... en un par de días tendrá los resultados.

—¡Joder!

—Sí, van a ser los dos días más jodidos de su vida

—Ya te digo

—¡Ah sí!... ¿Qué tal lo estáis pasando en Marbella?...

—Eeemmm… Carmen disimulas fatal ¿lo sabías?...

—Pues sí, aquí bien, hace sol… sí mamá y papá están bien, vale les daré recuerdos de tu parte… nos vemos, adiós

—Venga Carmen, ya hablaremos

La línea telefónica se cortó.

—¿Con quién hablabas? —preguntó Beatriz mirando a Carmen con curiosidad.

Carmen intentando disimular ante Bea que se había quedado en su casa y le habían dicho a sus padres que estaban pintando su dormitorio, porque los padres de Beatriz (que en realidad se habían ido de vacaciones al pueblo dejando sola en el piso a su hija) habían decidido pintar en las vacaciones.

—Con mi primo Eloy que ha ido a Marbella de vacaciones —En verdad, Eloy vivía a las afueras de la ciudad y no estaba de vacaciones.

—Ah

Jueves 11 de Agosto de 2005 10:13 AM. Bar-Restaurante El Paso .

Como cada mañana que Eloy salía a almorzar, compraba el periódico en el quiosco frente al edificio de oficinas en las que trabajaba, las vacaciones ya las había disfrutado el mes pasado cuando se fue de viaje a Cuba con unos amigos.

Abrió  el periódico y se dispuso a leerlo con tranquilidad el rato que tenía libre para tomarse un café y un pincho en la cafetería de Juan.

—¿Ya has leído las noticias locales? —le preguntaba el propietario de la cafetería.

A esto que un ensimismado Eloy alzaba la vista del periódico, abierto de par en par sobre la barra, con una taza de café a un lado y un sándwich a medio comer.

—No, aún no, ¿pues?...

—Pues mira, mira esta noticia… —Juan con la confianza que tenía con Eloy, después de años sirviéndole prácticamente lo mismo cada día laboral de la semana, se acercó a Eloy sentado en un taburete frente a la barra y comenzó a pasar las hojas del periódico hasta llegar a las noticias locales—. ¡Lee! —le pidió.

—Una joven de 19 años de edad que atiende a las iniciales de B.T.P. denunció el pasado domingo, a un joven por hurto en la habitación de un hotel en la madrugada del sábado. La joven había conocido al presunto delincuente en la discoteca, en las citadas dependencias mantuvieron relaciones sexuales sin usar protección, al despertar el joven había desaparecido dejándola sola en la habitación. La joven encontró el siguiente mensaje escrito en el espejo del baño: «Bienvenida al club del sida» —Eloy contuvo la respiración, atónito por lo que estaba leyendo alzó su rostro de las páginas impresas y se quedó mirando a Juan—. ¡Qué fuerte Juan! ¿Quién puede ser tan cabrón de hacer algo así?

—Para qué veas amigo, qué mundo más loco...

—Cuando se lo cuente a mi mujer Rita, no se lo va a creer

—¿Qué es eso tan interesante que habláis?... —preguntaba en esos momentos Raúl que se había acercado a curiosear qué era aquello que, les estaba llamando tanto la atención a Eloy y Juan.

—Mira lee

(…)

Sábado 20 de Agosto de 2005 02:13 AM. Sala Bogeyman .

—Tere no seas idiota, que no le conoces de nada, ¿es qué no has escuchado lo que dicen?... —le decía Ana a Teresa, estaban en medio de la pista de baile de la discoteca a la que habían acudido esa noche.

Hacía un rato que Teresa había dejado sola a Ana, porque había ligado con un chico monísimo y al volver le había dicho que se iba con él a un hotel

—¿El qué?...

—Que hay un pirado por ahí que va contagiando el Sida a la peña

—¡Qué! ¡Qué flipe!...

—Sí por lo visto se las liga en las discotecas y cuando se las lleva al hotel… —Ana miraba a Teresa como si con la mirada pudiera entenderla sin necesidad de palabras.

—¿Y qué, qué pasa?.... —preguntaba expectante Teresa.

—Hija, pareces tonta, pues qué va a pasar, que follan a pelo y le contagia… —puso cara de espanto y continuó explicándole aquello que le había contado Alicia en clase y que a su vez, a ésta última se lo había contado su madre, que se había enterado por una vecina en el mercado—. Les deja un mensaje en el espejo tía…—Teresa abría los ojos desmesuradamente y Ana mostraba un lúgubre semblante —. «Bienvenida al club del sida» para morirse

—Joder que sí… ¡Qué alucine tía! —Decía Teresa con una expresión en verdad consternada—. Pero en serio, dime, ¿tú crees que pueda ser él? —le preguntaba temerosa, volviendo con disimulo su rostro hacia el chico que le esperaba impaciente, a unos metros de distancia de Ana y Teresa.

Ana le dio un descarado repaso visual y sonrió coqueta.

—No sé, por si acaso yo no iría

—¡Bah! —exclamó Teresa despreocupada, sin querer escuchar al ángel sobre su hombro derecho y dejarse llevar por el diablillo susurrante sobre su oído izquierdo—. No tiene pinta rara, mira qué bueno está joder, además me ha dicho que tiene gomas, así que

—¡Ah! Pues entonces no creo… —Ana le daba otro repaso, como si con sólo mirarle, pudiera adivinar que había bajo la ropa e incluso piel del muchacho que empezaba consumirse esperando a Teresa, la cual le había dicho que no iba a tardar mucho en despedirse de su amiga—. ¡Aprovecha perra!

Dicho y hecho, Teresa se separó de Ana dejándole allí por un rato colgada, hasta que pasados unos minutos después de haber visto a Teresa marchar con el joven de buen ver, otro muchacho se acercó a ella. Tenía una arrebatadora sonrisa pintada en la boca y unos ojos magnéticos, que la miraban con sumo deseo.

—¡Hola! Me llamo Igor... «Bienvenida al club…»