Elástica Mara, etc.
Sus tetazas son elásticas, magníficas. Las sostiene con sus manos y los dedos se le hunden.
Soy amigo de los padres de Mara y la conozco desde que nació. He jugado con ella muchas veces y me quiere como si fuese un miembro de su familia. Cuando mis amigos están ocupados, me suelo quedar con Mara en su casa para cuidarla, desde siempre. Hace poco ha pegado el estirón y con sus 18 años ya es tan alta como su mamá. Sus padres se han ido de viaje y estoy viendo la tele mientras la niña juega en su cuarto con el móvil. Pasa ante mí para ir a la cocina y me fijo en su cuerpo recién estrenado, apenas oculto tras un pijama de verano muy usado ya.
-¿Pero tú cuántos años tienes ya, pequeña?
-Dieciocho, tío. Ya no soy pequeña, ahora soy mayor.
-Desde luego. Ese pijama se te ha quedado estrecho, ¿no?
-Es verdad, pero le tengo mucho cariño. Mami siempre dice que me ponga otro, pero como ahora ella no está... ¿No te importa?
-No, a mí me encanta. Tu cuerpo se ha desarrollado mucho y es precioso.
-¿Lo crees de verdad? A mí me parece que tengo las tetas muy grandes para mi edad. Se me han puesto tremendas, más que las de mamá incluso.
La cría me dice eso con naturalidad, agarrándose las tetazas sobre la fina tela. Sus pezones se marcan claramente, igual que sus labios vaginales.
-Anda, ve a jugar, chiquilla.
-No, tío, déjame estar contigo. Me dices cosas bonitas, me tengo que quedar un rato.
Mara se sienta junto a mí, como tantas veces, y se abraza cariñosa, con sus ubres mullidas contra mi pecho. Le agarro del culo sin pensarlo.
-Tío, me estás tocando el culo. Eso es una guarrada.
-¿Pero te gusta?
-Mucho, tío. Menos mal que no están mis padres. Les daría un infarto. Ni se te ocurra contárselo.
-Vale, será nuestro secreto.
-¡Jajaja! ¡Sí! Oye, ¿puedo contarte algo?
-Dime, niña.
-Me da un poco de vergüenza, pero desde siempre he estado enamorada de ti. Cuando tenía 8 años pensé que me casaría contigo.
-¿Y ahora qué piensas?
-No sé, pero me encanta abrazarte, y que me toques el culo.
Más que tocárselo, se lo estoy amasando con fuerza. Mara me sonríe, con su carita casi pegada a la mía. Pone los ojos en blanco y abre su boca para jadear levemente, con la lengua asomando y un hilillo de baba que se desliza sobre su escote. Aprovecho su estado de cachorra en celo y le beso, intercambiando mi saliva con la suya. Ella sorbe, lame, aprieta sus labios, se los deja morder, entrelazamos las lenguas.
Se aparta unos centímetros, sin dejar de abrazarme. Sus pezones están duros y crecidos.
-Buf, ha sido mi primer beso y me ha encantado. Pero acuérdate de que no hay que contar nada de esto a mis papás, ¿vale?
-Punto en boca. No te preocupes.
Sin dejar de agarrar su culo, la siento a horcajadas sobre mí para estar más cómodo. Volvemos a besarnos, esta vez con más ansias, mojándonos las caras de saliva, como dos animales, mientras ella frota su coño por instinto en mi paquete.
-Tío, ¿puedo quitarme la parte de arriba del pijama? Me está dando mucho calor.
-Claro, mi niña. Yo te ayudo.
Le levanto el pijamita y le agarro sus pezones, duros como dos pequeñas pollas.
-Ay, me haces cosquillas. Qué rico.
Pruebo a morderle uno. Me sorprendo de su resistencia al dolor.
-Me estás haciendo algo maravilloso, tío. Nunca me había sentido así. Toma, toma, el otro.
La niña me acerca los dos pezones erectos a la boca, y como antes con su lengua, juego a sorberlos y morderlos. Sus tetazas son elásticas, magníficas. Las sostiene con sus manos y los dedos se le hunden. Aprieto los dientes con toda la fuerza de que soy capaz y la niña se corre.
-No sé qué me ha pasado, ha sido como un escalofrío pero de calor, una sensación genial.
-Te has corrido, has tenido un orgasmo. Eso pasa cuando estás muy excitado y acabas explotando de placer.
-Vaya, pues es lo más. Me ha gustado mucho que me mordieras así de fuerte ahí. Se me han puesto los pezones muy grandes, igual que aquí abajo, mira, tío.
La niña se baja el pantaloncito corto y me muestra las piernas abiertas, con su coño y su culo virginales, y su clítoris efecivamente endurecido. Lo tomo entre mis dedos y lo aprieto.
-Así, tío, eso es, más fuerte, porfi.
Decido jugar un poco con mi lengua en sus agujeritos, y acabo mordiéndole el clítoris, tan elástico como los pezones, hasta que se corre por segunda vez.
-Buf, todas estas cosas tan sucias me gustan mucho, tío. ¿Me las harás más veces? Va, di que sí, será nuestro secreto...
-Sí, mi tesoro. Veo que eres una niña muy resistente, parece como si fueras elástica...
-Es verdad. En el cole a veces me pegan, pero no me duele, sean donde sean los golpes. Es como si fuera de goma, es genial. Mira.
La cría se agarra de nuevo las tetazas, pero esta vez consigue dividirlas en dos por la mitad, apretándolas. Luego me mira sonriente y se mete un puño en la boca, que traga como una piruleta, hasta la muñeca.
-Trae la mano, tío. Prueba tú. Es una pasada.
Le meto mi mano en la boca y la engulle por completo, con toda tranquilidad.
-Pequeña, tienes un talento único. ¿Quieres probar con esto?
Me bajo los pantalones por fin y emerge mi polla dura y erecta. Mara la mira entusiasmada.
-¿De verdad, puedo?
La niña está completamente desnuda, arrodillada entre mis piernas, y desparrama sus babas en mi polla mientras la va tragando con parsimonia. Le agarro de las tetazas y empiezo a hacerle subir y bajar, follándome su garganta flexible y caliente.
-Las manos a la espalda, niña. Así.
Mantengo su cabeza aplastada contra mí. Ella respira con dificultad por la nariz.
-Ahora lame mis huevos.
Mara obedece, y acaba metiéndoselos también en la boca. Levanto mis manos de su cabeza y sigue en su sitio, con su frente pegada a mí. Miro hacia su espalda y veo que ha conseguido llegar a su propio culo, donde ha hundido una de sus manos por completo. Eyaculo en su estómago mientras noto que ella también se corre.
-Ha sido genial, tío. Creo que te has meado dentro de mí o algo así...
-No, pequeña. Eso es eyacular. Y sale un líquido viscoso que se llama semen. Es cuando nos corremos los hombres. Y tú también has vuelto a correrte, eh.
-Sí, muchas gracias, me he metido el puño en el culo, no lo había hecho nunca, pero con tu cosa en la boca me apetecía mucho, no sé por qué.
-A ver, Mara, dame la mano.
Entrelazamos nuestros dedos y acerco las manos unidas a su coño, que las absorbe juntas sin dificultad. Una vez dentro, las movemos rítmicamente. La cría se deshace de gusto. Con mi otra mano, la agarro del cuello, manteniéndola casi colgada. Le escupo en la cara y se relame.
-Córrete, mi cerda.
-Sí, mi amo.
La cría obedece al instante y se corre por cuarta vez. Yo estoy empalmado de nuevo y pruebo a follarme su culo, que absorbe mi polla como una boca entrenada. Pero me apetece correrme en su coño infantil. Se la meto y demuestra sus nunca antes probadas habilidades elásticas, como si me masturbase con su vagina. Arreo una sarta de hostias en su cara y sus tetazas, hasta que descargo en sus entrañas. Todo le va bien.
-Amo, ¿me deja llamarle así, como si yo fuese cualquier animalito de su propiedad? Es porque usted me ha dicho cerda y me ha gustado mucho...
-Me encanta que me trates como mi pequeña esclavita, claro que sí. A partir de ahora, cuando no estén tus papás, puedes hacerlo. Serás mi puta, mi perra, mi zorra, mi cerda.
-No sé por qué, pero cada una de esas palabras me dan un calor rico, amo. Es como si necesitara que me diera más golpes, por todo el cuerpo. Siento ser tan caprichosa, señor.
Vuelvo a levantarla del suelo por el cuello y la uso de putching ball. Enrojezco a base de hostias sus grandiosas tetorras, que se bambolean en su pequeño cuerpo contorneado. Pruebo de nuevo a ordenarle un orgasmo.
-Córrete, puta. No pares hasta que te lo diga.
La dejo caer y la observo hecha una madeja convulsionándose en un orgasmo mantenido. Espero un rato. Es un prodigio de flexibilidad: ya tiene un antebrazo en cada agujero del coño y el culo.
-Éstate quieta y abre bien la boca para beber, mi cerda.
Empiezo a mear directamente en su garganta, y ella traga con facilidad hasta la última gota. Luego me limpia con su lengua.
-¿Puedo seguir corréndome un ratito más, mi amo?
-Vale, pero no mucho rato, viciosilla.
La dejo corriéndose y acudo al teléfono. Es su madre.
-Hola, aquí estoy con Mara. Acaba de tomarse un refresco.
-Eres un tesoro y un gran amigo. Volveremos en una hora. Pásamela.
-Hola, mami. Estoy con el tío. Sí, todo bien, ya sabes que es muy bueno. Un besito para papi. Hasta luego.
Mara me pasa el teléfono y se mete mi polla en la boca. Yo juego con mis dedos en su vagina.
-Bueno, hasta dentro de un rato. Besos.
Cuando vuelven mis amigos, todo está en calma. He tenido una conversación con mi putita elástica, y ahora sabe que cuando diga la palabra cena tiene mi permiso para correrse.
-Hola, gracias por cuidar de Mara, como siempre. ¿Te quedarás a picar algo?
Es m oportunidad para probar a la niña.
-Oh, no quiero molestaros. Un poco de cena bastará.
Mara pone los ojos en blanco y se corre delante de sus padres, sin mover un músculo. Sólo yo percibo un ligero temblor en su piel de niña. O eso creo.
Mi amigo y yo tomamos un licor mientras su esposa prepara unos pinchos.
-¿Qué juego os lleváis la niña y tú?
-¿Por qué lo dices, amigo?
-Acabo de ver cómo os mirábais mientras decías que te quedabas. ha sido como un latigazo.
-Jajaja, no es nada. La niña y yo hemos quedado en que cuando yo diga cena, ella aprieta los puños. Un tonto juego infantil. Te das cuenta de todo.
-¿Cena? ¿Puños? Qué absurdo, siempre habéis inventado juegos inexplicables. Pero me recuerda mucho a algo. Ahora que la pequeña está en su cuarto, te lo voy a mostrar. No te sorprendas de nada. Todos tenemos secretos. ¡Mi amor, ven un momento!
La esposa de mi amigo acude, con su delantal atado sobre lo que parece una cómoda ropa interior casera.
-Dime, cariño.
-Llevamos muchos años con este amigo y nunca le hemos contado lo nuestro...
-Jajaja, siempre has dicho que era mejor ocultarlo, para que no se aprovechara...
-Ya, pero después de tanto tiempo, merece saberlo. Mira, mi mujer y yo somos una pareja especial en privado. Ella disfruta obecediéndome.
-Vamos, que hacéis de amo y esclava. Un juego de rol.
-Exacto, muy listo. Además, mi perra tiene una característica excepcional, su elasticidad. Ni te imaginas lo elástica que es. Y creo que Mara ha heredado ese don.
-Vaya, eso sí que es raro.
-La tengo siempre con esa ropa interior que ves, para que no muestre su verdadero cuerpazo. Pero ya es hora de que sepas qué amiga tienes. Con el paso de los años, ya no siento celos de ti. Mi perra, muéstrate.
Ella se desnuda por completo y deja ver un cuerpo extraordinario, que estaba constreñido bajo esa rara ropa interior especial. Sus tetas son inconmensurables.
-Oh, pero si eres una diosa. Gracias, amigos, me dais una alegría.
Esa mujer es la versión adulta de su hija, o al revés. Qué bien me lo habían ocultado. Pero no sólo a mí, también a la niña, que aparece de repente.
-¡Mami! ¡Pero si estás desnuda! ¡Y tienes las tetas más grandes que yo!
La mujer se abraza a su hijita un poco avergonzada. Compruebo cómo amoldan sus elasticidades.
-Retiraos las dos. Estoy hablando con mi amigo. Bueno, algún día tenía que pasar. Mara ya ha descubierto el cuerpo real de su mami. No te preocupes, ahora mismo lo estarán hablando. Pero esto no es todo, querido amigo. Resulta que mi mujer se corre cada vez que yo se lo ordeno, incluso en público, mediante una palabra concertada. Por eso te decía que tu juego con mi hijita me recordaba algo.
-Entiendo, entiendo. ¿Y cuál es la palabra?
-Ya veo por dónde vas, pero no me importa. Es agua. Le diré a la perra que contigo también la use. Seguro que le encanta. Cuando me oye decirla, no sólo se corre. Es que se convierte en la puta más salida que te puedas imaginar.
-Un placer, gracias por la confidencia. ¿Entonces puedo usar a tu perra cuando quiera?
-Claro que sí, ya era hora. Siempre has sido nuestro mejor amigo. Pero ten cuidado con la niña, que no vea nada raro. No quiero que se asuste.
-Claro, claro.
Mi amiga llega con una bandeja de comida. Se ha vuelto a poner el delantal, pero no su ropa interior especial.
-Muy bien, perra. Le he contado lo de la palabra mágica a nuestro amigo. Ahora él también la puede usar contigo.
-Jajaja, gracias, mi amo. Y bienvenido a nuestro pequeño mundo, señor. Por cierto, no me he puesto la ropa ésa que me aprieta porque como Mara ya me ha visto mi cuerpo real, creo que en casa no la volveré a necesitar. Para lo inexperta que es, parecía comprender todo lo que le he explicado. Es un tesoro.
-¿Y qué le has contado a nuestra pequeña, mi perra?
-Nada, que a usted, mi amo, y a mí, nos gustaba jugar a que yo era su perrita y le he advertido de que no pasaba nada malo. Creo que a sus 18 años ya puede saber nuestras cosas.
-No sé, mi perra. Bueno, si dices que se lo ha tomado bien...
Aparece la niña de nuevo y se sienta en mi regazo.
-¡Tïo, tío! Mami me ha contado que ella y papi juegan a una cosa genial...
-Sí, lo sé, mi peque. Tu papi también me lo ha dicho, y además tienen una palabra secreta, como nosotros...
-Bueno, vamos a dejar todo eso por ahora, amigo.
Mi amigo corta de raíz la evolución de los acontecimientos. Quiere proteger a su pequeña de algo que esa cerdita ya ha experimentado conmigo en su ausencia. Nos sentamos a cenar. La madre y la hija están juntas, frente a nosotros dos. Pruebo mi nuevo poder.
-Me encanta beber agua.
La joven esposa de mi amigo se corre visiblemente, agarrando el brazo de su hija. Aumento la apuesta.
-Muy rica la cena.
Mi amigo comprende el juego de su hija por fin, al ver cómo las dos tetudas responden por igual a mis palabras. La madre está en modo emputecido y empieza a morrearse con la pequeña Mara, mientras las dos se estrujan los melonazos.
-Ya ves, tú tenías un secreto con tu mujer y yo otro con tu hijita. ¿Cómo te quedas?
-Eres un cabrón, pero verlas comerse así me pone muy cachondo. Mi perra, ven a tragar, que sea lo que Dios quiera.
-Cerda, acude con tu mami a consolar a tu papi.
-Sí, mi amo.
Mientras las dos se reparten la polla de mi amigo, me sitúo tras ellas y les empalo un agujero tras otro. Entre los dos, las rellenamos bien de semen. Mi amigo, tras correrse como un toro, se recompone y se pone a comer, pensativo. Su esposa y su hija vuelven a la mesa.
-Te noto preocupado. Si es por la niña, descuida. Es feliz haciendo estas cosas, pese a su edad. ¿Verdad, mi cerda?
-Claro que sí, amo. Papi, yo te quiero mucho, por favor, no te enfades. Si quieres pegarme, soy tu niña. Me encantará recibir tu castigo para que estés contento.
-Claro que quiero pegarte, hijita. Pero todo esto me supera un poco. Tu madre es elástica y le encanta que le dé palizas, pero tú...
-Yo soy como mami, parezco de goma, jajaja. Prueba, papi, no te cortes... El tío ahora es mi amo bueno y también me golpea cuando quiere.
Mi amigo se levanta y empieza a soltar hostias a su hija, en parte algo celoso de mí por haberla emputecido sin que él lo supiera. La cría las recibe encantada. Su mami me mira presumida y la abofeteo sin piedad. Grito ¡cena! para que la niña se corra sin tapujos mientras es masacrada por su padre. Mi amigo entra del todo en el juego, por fin, y sigue hostiando a su hijita, diciendo agua para que su esposa me atienda como debe.
Parece ser que él no acostumbra a mearse en su puta, pero yo lo hago y la madre bebe con la misma maestría que antes Mara.
-Vaya, hasta descubres nuevas habilidades de mi perra. Tantos años juntos y yo sin enterarme de estas cosas...
-Papi, yo también sé...
Mi amigo apunta su meada a la boca abierta de su hjia, que demuestra su habilidad. Por fin nos quedamos los cuatro verdaderamente tranquilos, acabando la cena. Me despido y Mara me sigue hacia la puerta.
-¿A dónde vas, hija?
-Ahora soy la mascota de mi amo. Debo seguirle, papi.
-No os preocupéis, la trataré bien. Tú, perra, ven a decir adiós a tu hija, agua.
La madre abraza a Mara, de nuevo con lujuria, y yo me uno al abrazo para dejar bien clara mi posición en la familia, estrujando las tetazas de las dos y comiéndome sus bocas al unísono. Mi amigo me dice adiós con la mano desde lejos, mientras su esposa vuelve a su lado y yo me llevo a la niña.
Ya en mi casa, Mara me atiende en todas mis necesidades.
-Amo, soy la niña más feliz del mundo. He encontrado mi sitio, junto a usted. Espero ser la mejor perra que haya habido nunca.