El zapatero prodigioso

Un hermoso vendedor de zapatería, y un chico de 15 muy rápido, y su encuentro super caliente en un vestuario de una academia de Judo.

EL ZAPATERO PRODIGIOSO

Desde hacía un tiempo, me había fijado en el empleado de la zapatería, que era unos dos años mayor a mi. Se llamaba Leonardo. Tenía una moto no demasiado moderna, con la que iba y venía de su trabajo, y siempre vestía en la manera mas sensual posible.

Camisas abiertas hasta el ombligo, dejando ver un pecho cubierto por lindos pelitos castaños y unas tetas rosadas y suaves.. Jeans apretados hasta el ahogo, destacando su culito hermoso y su bulto de buenas proporciones.

Su novia era la hermana de mi amigo Gonzalito, y su padre mi profesor de judo, en el Instituto Okinawa.(yo era cinturón amarillo). Sea por Gonzalito o por encontrármelo en el Instituto del padre lo veía a menudo, nos mirábamos y saludábamos , pero nada mas. No podía decir que demostrara abiertamente que yo le gustaba pero me miraba me miraba. A través de la vidriera del negocio me observaba, o para disimular lo hacia por medio de los espejos de pared o del suelo de la zapatería. . Y yo lo miraba, lo observaba con adoración.. Era un muchacho demasiado hermoso como para no generar una reacción de simpatía general donde quiera que fuese y estaría acostumbrado a las miradas parecidas a la mia.. Sin embargo, yo sentía, no se porqué, que me tiraba onda.....

Gonzalito que era mas chico que yo, me contaba esporádicamente de que lo había espiado coger con su hermana y que tenía una pija enorme que la hacia gozar por horas, y al principio , sin crermelo del todo eso me dio curiosidad. Luego me di cuenta que eran celos. Al principio no supe o no quise admitir que los celos iban dirigidos a la chica que gozaba de sus favores. Eso es de muy puto pensé y me olvidé del tema. O eso creí.

Uno de mis compañeros de judo era un estudiante de medicina Eduardo de 19 años, (cinturón negro) delgado y muy sensual que me gustaba mucho. Se pagaba los estudios poniendo inyecciones a domicilio y tomando la presión sanguínea a los vecinos. Adoraba estar con él , escuchar sus historias, generalmente referidas a las chicas que había conquistado.

Tomar una ducha a su lado en el gimnasio me daba confianza, los adultos ya no me parecían monstruos con miembros enormes comparados con mi verga de los quince años. Sería porque la pija de Eduardo no era muy grande, todo en el era menudo, bello, suave como invitando a la caricia, aunque era un muchacho muy varonil y enérgico. Una noche, con la excusa de que quería enseñarme unas figuras del judo, nos quedamos mas tarde en el club y el me buscó en la oscuridad y comenzó a tocarme y a besarme. Era un chico muy apasionado y calentón y enseguida contagió su calentura a mi persona . Por ese entonces yo era un pajero hecho y derecho.

Qué manera de besarnos y acariciarnos, que lindos besos llenos de lengua y saliva me daba. Y yo más bajo , mas pequeño pero caliente también le devolvía esos besos y caricias con tal pasión adolescente que lo volvía loco. Me encantaba acariciar su pija y sus huevos húmedos y fragantes y su culito poco peludo y suave. Me dirán toda las pijas son igualmente suaves y tersas pero yo les aseguro que ese glande brillante de Eduardo era lo mas hermoso que se ha visto en la materia.

En los primeras ocasiones en las que hicimos "nuestras cositas", nos detuvimos ahí y no acabamos y eso, en mi caso, me generaba un dolor de huevos que ni la mejor paja podía aliviar luego.

Pero ya sea porque nuestra pasión no conocía límites o porque el no había cogido con las minas con las que salía, un día me llevó al vestuario de damas totalmente desierto y ahí cojimos como conejos. El, primero me puso crema en el orto y se untó de lo mismo su pene y como quien no quiere la cosa , me la mandó a guardar hasta el fondo de mi culo casi virgen.

Que deleite sentir su pija hermosa en el culo, completando mis vacíos, haciéndome gemir con cada entrada o salida, gritándome cosas, inyectándome su aguja de carne, su inyección de leche humana. Que manera de gozar ....... Ay papitoooooo. Eduardo bombeaba y bombeaba esa primera vez y yo movía el culo como una puta en celo, de un lado para el otro y apretaba con mis entrañas aquel glande brillante que era ahora mio. Ay putita que me voy a morir decía, no me la aprietes tanto guacho, ayyyyy que culo hermoso tenés , gritaba en el silencio del vestuario vacío.

Sabiéndonos solos, gritábamos los dos, y yo escuchaba mi propia voz pidiendo mas pidiendo pija, pidiendo leche pidiendo que me cogiera asi asi asiiiiiiiiiiiiiiiii, cojéeme garchame, dame pija , quiero tu pija decía el eco de mi voz.

Acabamos juntos y en ese momento escuché como un ruído a sábanas, como si un animal grande hubiese arrastrado sábanas o uniformes de judo por el piso. Se lo dije a Eduardo y este , destruído por la cogida no me contestó nada. Entonces busqué su culito y con mi pija a mil, lo penetré hasta el fondo de una sola vez, y el gritaba y yo gritaba, y nuestro sexo era animal , apasionado, bestial, desenfadado , descuidado, a lo bruto , éramos como un monstruo de dos cuerpos unidos en el área sexual, y por todos los rincones del salón, se escuchan los gemidos , las palabras , los gritos, las exclamaciones de dos cuerpos jóvenes en celo, haciéndose el amor.

Acabamos juntos en un solo grito y cuando saqué mi pija de su orto no pude dejar de oir ese ruido extraño a sábanas deslizándose por el piso del gimnasio.

Por esos días era el cumpleaños de Gonzalito y Leonardo fue con sus mejores ropas, pero en un primer momento, me ignoró absolutamente como si estuviera enojado conmigo. Solo más tarde me miró y noté como una señal oscura de reproche, que no supe entender. Me siguió mirando como quien quiere demostrar desprecio y solo encuentra dolor..

Ese verano se sucedieron nuestros encuentros con Eduardo, los dias viernes y siempre yo oía aquel ruido de fantasmas que Eduardo consideraba producto de mi fantasía. Callate loco y chupame la chota decía.

Una noche fui solo al gimnasio pensando en encontrar a ese fantasma, por lo que encerrrado en el vestuario de damas, hice ruidos como si dos personas estuvieran cojiendo y en algun momento encendí una linterna y vi un paquete de sábanas sucias deslizándose por el corredor en dirección a las duchas, y me tiré encima del bulto y grande sería mi sorpresa cuando lo descubrí a Leonardo, en slip y absolutamente mojado por las sábanas.

Lo retuve con un movimiento de judo y el intentó huir pero no pudo. Lo insulté y el me devolvió el insulto, y en un momento se largó a llorar , del dolor que yo le producía con mi golpe aprendido, o por estar cogiendo con otro. Y yo quise que dejara de llorar pues me daba vergüenza que lo hiciera, tan grande como era, tan fuerte, tan deportista y solo me salió un sollozo que no supe explicar y me abracé a su cuerpo desnudo , a su cuerpo dorado y bronceado que tanto había deseado, y lo besé por todas partes, como si el hubiera de desaparecer por encanto, como si ese instante fuese el último y no el primero.

Y el que no me había mirado bien , dirigió sus ojos a mi y me pidió incorporarse y nos dirigimos a las duchas donde nos enjabonamos , nos besamos como locos, nos abrazamos , nos acariciamos, nos enjuagamos y aprovechando el jabón nos pajeamos delicadamente el uno al otro, y luego el se colgó de mi mientras yo lo cogía caminando hasta el banco mullido donde las mujeres cambian a sus bebés, y allí lo acosté con sus largas piernas en mis hombros, y todo el tamaño de mi amor, hundido en su culo colosal y escultórico, el culo espectacular de mi zapatero prodigioso

galansoy

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