El yerno y las cosas de la vida - capitulo 3
3er CAPITULO DE LA VIUDA Y SU YERNO
MARCEL, GABRIEL –H.
(1889 – 1973)
- FILÓSOFO Y ESCRITOR FRANCÉS –
‘’ PARA SER FELIZ EN EL AMOR UNO DEBE SABER, SIN CEGARSE, COMO CERRAR LOS OJOS. ’’
EL YERNO Y LAS COSAS DE LA VIDA
(Capítulo 3)
Aquel querido yerno no era muy dado a los excesos. Y Doña Hortensia muchas veces si los necesitaba. A esta le costaba, aceptar, el paso del tiempo y notar como la vida igual que el humo a poco viento que hiciese se lo llevaba. Y ella sabía, como saben todas las mujeres que a ciertas edades el día no aprovechado era un día perdido. Como sabia, que su cuerpo sin tardar perdería todos sus atractivos y ya ni incluso su yerno pasaría a verla, y aquello a ella la llenaba de negros pensamientos. Este, cada vez más tardaba en pasar en visitarla. Por su hija sabía que su marido continuaba haciendo su vida normal.
Algo angustiado se preguntó si él no tendría alguna amante. Ocasiones y físico no le faltaban.
Doña Hortensia, igual que otras muchísimas mujeres recursos si tenía. Hablando por teléfono con su hija le dejo caer como algo sin importancia, que había conocido a un hombre que le había gustado mucho, que era viudo y estaba bien posicionado, y que quería salir con ella.
Al día siguiente y a primera hora, en la puerta estaba su yerno llamando… Como un pececillo este había engullido el cebo. De la forma en que la miró supo que estaba celoso, y enfadado. Doña Hortensia lo prefería así. Quería ver como se comportaría, y lo bravo que se pondría. Y si que se puso bravo, si. -¡Giro la espalda y tu ya tienes a otro preparado! Y que te crees, que soy un juguete.- El yerno estaba cabreado como nunca lo había visto. Este sin poderse contener la llevó hasta la cama y tirándola encima de ella, le levantó la falda y con la palma de la mano la fue azotando fuertemente hasta que el voluminoso culo de ella tomó el color de las amapolas. De momento no dijo nada, pero llegó un momento en que tuvo que pedir clemencia. Pero el yerno no estaba para hacer concesiones y la fue azotando hasta que esta hecha un mar de lagrimas le suplicó que no la azotase más. El yerno, de un tirón le rompió las bragas dejando frente a él. La oscura entrada de su culo, y sin contemplaciones la penetró como si su PRÍAPO fuese una daga. ¡Zorra… que te crees, que me vas a torear! – le dijo este borracho de ira. El yerno, caliente como el horno de una fundición, le soltó su carga llenándoselo. Después, le dio la vuelta y abriéndole las piernas se la clavó por allí. La rabia que llevaba hizo que su polla no se encogiera. Sus labios buscaron los de ella aún con sabor a lagrimas, y mientras la cabalgaba furiosamente le iba repitiendo... ¡Eres mía, zorra, golfa caliente, toma toda mi polla para que sepas quien es tu dueño!
Doña Hortensia no sabía por qué nunca se lo habían hecho, lo que era gozar de aquella manera, tan salvaje. Su yerno totalmente lanzado y mientras la iba clavando su PRÍAPO, la pellizcaba por todas las partes en que podía dolerle más. Los gemidos que ella soltaba aún los enardecían más hasta que ambos llegaron a un prolongado, orgasmo, que los dejó inertes encima de la cama. Cuando despertaron 2 horas después, fue ella que subiéndose encima de él le fue diciendo entre beso y beso que lo quería incluso más que a su difunto marido.
Y que de ella hiciese lo que quisiese. Después gozosa como estaba invirtió su postura dejando su peludo chocho en la cara de él y cogiéndole su PRÍAPO se puso a lamerlo y chuparlo concienzudamente. Tan lujuriosa estaba que hasta sus huevos se puso en la boca, y con su mano buscó el culo de este clavándole el dedo en el.
El yerno, contagiado de aquella loca pasión, con su lengua le recorrió todos los rincones de aquella frondosa cueva, mientras ronroneaba como una bestia en celo. El dedo de su mano derecha se lo metió hasta el fondo del ano. Durante más de una hora exploraron sus cuerpos como poseídos. Próximos al orgasmo tanto ella como él, se dijeron las obscenidades más depravadas, que jamás se habían dicho. La lujuria había entrado en sus mentes como un huracán devastador.
Rendidos, volvieron a sumergirse gozosos en el mundo de los sueños. Otra vez fue Doña HORTENSIA, con todo el cuerpo dolorido, y inmensamente satisfecha se adentró en un largo y extraño sueño que la hizo viajar en el tiempo, como si lo viviese;
Cuando llegó a la parada del bus, este ya había partido y era el último de aquella noche de domingo. Doña Hortensia se sintió perdida; el temporal de agua que caía daba la compresión que desde el cielo la enviaban con mangueras. Sin paraguas y con los zapatos completamente anegados poca cosa podía hacer. El agua, desde la cabeza le bajaba por la espalda empapando hasta los brazos y su hermoso culo. Cuando desde el coche, que se paró frente a ella, le dijeron que subiese que la llevarían a casa, ella sin pensarlo subió en el asiento trasero donde también había un ocupante. Delante, además del conductor iba el acompañante. Los tres eran jóvenes de unos 25/30 años y más contentos, que unas castañuelas. Algunos cubatas si los llevaban y a aquellas horas encontrarse con aquella dama en pleno diluvio, aún los puso más animados. Con el tiempo que hacía y la hora que era nadie los estorbaría. Sin preverlo, para ellos sería un magnifico fin de fiesta. Ellos sabían cómo convencer a estas señoras de buen ver para que se portasen bien.
No sería la primera vez.
Doña Hortensia, confiadamente les dio su dirección y al ver que el coche no lo dirigían allí, al conductor se lo recriminó al temer que estos le hiciesen algo. El acompañante de esta en el asiento trasero, amablemente le dijo que daño no le harían, pero que querían follársela los tres.- Si Ud. Acepta buenamente aquí no habrá pasado nada.- le dijo este – Pero si se pone brava, nosotros igual la follaremos, y si lo hacemos a la fuerza algún daño si lo sufrirá. Ud. tiene la palabra.
Después la llevaremos a casa y si te he visto no me acuerdo.
Doña Hortensia todo y estando atemorizada no tuvo más remedio que aceptar la situación y evitarse males mayores.
Ella sabía que en estos casos la resistencia tenía malas consecuencias, además que estos no tenían aspecto de ser navajeros.
Bien, tal como me lo plantean, procedamos – les dijo ella ya algo más tranquila. – El que estaba a su lado, educadamente, le dijo que se quitase la ropa y que el haría lo mismo. El coche lo aparcaron en un descampado en que no se veía una luz. La lluvia había parado. El conductor dejó el motor en marcha y con un punto de calefacción, en el exterior hacia fresco. Cuando Doña Hortensia estuvo como cuando vino al mundo a indicación del que llevaba al lado se sentó en las rodillas de este con sus pechos pegados a los de él. Sin esperar a que esta le dijese nada su iniesto PRÍAPO se lo encaró a su vagina. Entonces este, cogiéndole por su culo la apretó con sí y su verga le entró hasta al fondo. Con las rodillas la iba moviendo cadenciosamente, mientras sus labios buscaron los de ella hasta llenar su boca con la lengua. Los que iban en la parte delantera, no tardaron en bajarse las cremalleras y con sus pollas en la mano empezar a masturbarse. Doña Hortensia aún sin querer demostrar sensación alguna no pudo contenerse. El estar con aquellos 3 hombres a sabiendas que todos la iban a follar, y que los del los asientos delanteras la miraban, en vez de cohibirla aún la encendió más. El que le clavó la polla en su chocho, tanto la sabía manejar que dentro de ella sintió como todo su cuerpo se acercaba al orgasmo.
Mientras la lengua de este se enredaba con la suya. Como si hubiesen sido antiguos amantes ambos llegaron a un virulento orgasmo.
El chofer del coche, educadamente le ofreció un paquete de clínex. El hombre que se la había tirado, vistiéndose se sentó en el asiento del conductor, y este ocupó su sitio para a continuación tirársela él. Este, cuando quedó desnudo, a los ojos de ella apareció una polla como jamás hubiese podido imaginar. Aquello, más que un PRÍAPO era una gruesa estaca de encina. Cuando le entró totalmente en el chocho a punto estuvo de desmayarse. Sintió como si en sus entrañas la hubiese penetrado la polla de un mulo. Esta vez sí que Doña Hortensia no pudo evitar gemir de tanto placer como sentía.
Mientras el que la poseía le pellizcaba fuertemente el culo. Este que era aún más guerrero que el primero, aguante si tenía. Durante más de 10 minutos y mientras la hacía subir y bajar con sus rodillas dejándola de pellizcar, le metió entero el dedo de su mano derecha en el culo. Cuando este notó que ella llegaba al orgasmo y como si su polla fuese un grito, le soltó todo su contenido, mientras gruñía como un animal. Doña Hortensia al sentir como dentro de ella le invadía su caliente semen, le metió su lengua en la boca de este para que se la chupase.
El interior del coche ya solo olía a semen cuerpos desnudos y sexos lujuriosamente húmedos.
Doña Hortensia no es que estuviese enfadada con aquellos hombres, si no que llegó a pensar que podía quedar, con ellos para otro día aunque le dijesen puta.
El tercero de estos y como Doña Hortensia dijo que le dolía el chocho, no lloviendo en el exterior, la puso su tronco encima del capó del maletero y dejando su cueva posterior en posición le clavó su verga, como si fuese un clavo de los gruesos, mientras con sus manos le aplacaba un duro castigo, hasta que ambos se corrieron como dos bestias de la selva.
Cuando a Doña Hortensia la dejaron cerca de casa, ella los besó a los tres en agradecimiento a la noche que le habían dado.
Cuando tanto ella como el yerno despertaron, esta sonriéndole gozosa le dijo que había soñado que en un coche se la habían tirado 3 hombres y que le habían hecho gozar como a una loca. Había uno – siguió esta para darle celos – que tenía una polla como el mástil de un velero. No veas cómo me dejaron entre los tres.
Esta vez, al oírla, el yerno no se enrabietó, más bien fue lo contrario, sin decir palabra la volvió a montar como si fuese una yegua de carreras.