El yerno y la suegra, ¡qué cosas!
Qué estúpido fui con mi negativa inicial. Lo que me hubiese perdido en ese caso.
Intenté hacer ver a mi esposa que eso de que su madre viniera a vivir con nosotros era una equivocación y ¡hala!, se puso a llorar diciendo que yo siempre había odiado a su madre. Encima me echó en cara el que yo siempre me había metido con lo gorda, fea y estúpida que era la señora.
Ahora bien, yo amo a mi esposa y no me gusta darle disgustos, por lo que acepté finalmente lo del plan de instalar en nuestra casa a la que era mi suegra. Cuando se enteraron mis amigos se rieron de mí. Por eso estaba irritado, aunque mi mujer sólo hablaba de las ventajas que suponía tener a su madre con nosotros, pues no sólo nos ayudaría a cuidar de los niños, si no que también nos daría parte del dinero de su pensión por viudedad. En realidad en eso llevaba razón. De modo que poco después la señora se vino a vivir con nosotros.
Ahora que lo peor venía después y esa consecuencia no la imaginé. Recuerdo que la primera noche de estancia de mi suegra en casa quise hacer el amor con mi mujer; empecé a acariciarle el coño a ver si se animaba y se negó a hacerlo aquella noche. Lo dejé pasar. La noche siguiente igual, se negó. Así hasta la quinta noche en la que le pregunté que qué le pasaba y me dijo que con su madre allí en casa no. No lo podía creer. Le dije que entonces era mejor que su madre se largara y ella me dijo que ni pensarlo. La discusión subió de tono y nuestras voces también. Le dije que al menos me hiciese una mamada e igualmente se negó.
Salí del dormitorio y le dije que no quería dormir con ella, que esa noche dormiría en el sofá del comedor. Fui allí indignado y durante unos minutos le di vueltas a mi cabeza e incluso intenté masturbarme, pero no lograba concentrarme.
Cuando empecé a conciliar el sueño noté que una silueta humana, bien enorme se plantó ante mí. Creía que era mi esposa que venía a pedirme disculpas, pero me di cuenta del error en el que estaba cuando escuché la voz de mi suegra rogándome que no me enfadase con ella y que por favor no la echase de casa, por que se sentía muy sola en la vida y quería vivir en nuestra compañía. Sentí algo de pena por ella, y también me sentí culpable, dándome cuenta de que había escuchado toda nuestra conversación. Me extrañó ver que se inclinaba ante mí y se situaba entre mis rodillas. Estaba paralizado y no supe detenerla cuando bajó mi pantalón de pijama y mi calzoncillo. Deja que te haga lo que le has pedido a mi hija. Me empezó a chupar la polla como nunca lo había hecho mi mujer. ¡Qué mamada!
Me he dado cuenta de que tener a mi suegra en casa es maravilloso. Únicamente que se niega a hacer otra cosa que no sea chupármela. ¿Qué le vamos a hacer? No se puede tener todo.