El -xavalín- de la cafetería

Trata sobre un amor entre un chico de 20 años y otro de 16 que surgío de la forma más inesperada.

El "xavalín" de la cafetería.

Todo comenzó en la escuela universitaria en la que yo estudio.

Comencé el curso universitario en un centro nuevo dónde no conocía a nadie. Tuve la suerte que mis compañeros de clase resultaron ser de lo más agradable que había visto nunca, en definitiva, que eran bastante enrollados. Tengo que decir que habían más chicas que chicos en mi clase, pero eso es otro tema, ya que la experiencia que voy a contar no ocurrió con ninguno de mi clase, sino con un xaval que estaba haciendo un cursillo de grado medio en mi mismo centro. El chico en cuestión tenía 16 años. Yo, por entonces tenía 18.

Todos los días, después de las clases, los de mi grupo nos íbamos a la cafetería de la universidad a tomar cualquier cosa. A esa hora coincidíamos 4 grupos de universidad y 3 de ciclos de grado medio. Tengo que decir que la universidad a la que iba era más bien pequeña, con lo cual, la cafetería no podía albergar a mas de 50 personas. Yo me considero una persona bastante controladora, en el sentido de que no se me escapa ni una y allá a dónde voy me gusta controlar el entorno en donde estoy, es decir, controlar aquellas personas que se rodean en mi entorno, pero no de una forma obsesiva ni nada por el estilo, sino de una forma que pueda saber cada persona de donde viene, es decir, en el ejemplo de la cafetería, saber cuales son los grupos que íbamos a estar y quienes lo integraban. Pues bien, como ya he dicho, me gusta saber que es lo que pasa a mi alrededor, como tengo facilidad para hacerlo, y la cafetería en cuestión era pequeña, no supuso ningún tipo de dificultad.

Desde hacía unos días, me había fijado en un chico en concreto, no porque me atrajera físicamente, ya que justamente no era mi tipo de chico. Era un chavalín de estatura media, pelo castaño pero con mechas rubias, ojos color miel. Se llamaba Jaime y supuestamente tenía 16 años, digo supuestamente porque fisicamente aparentaba ser más crío. Bien, como decía, me había fijado en este chico porque me resultaba extraño su manera de comportarse: todos los días, cuando venía a la cafetería acompañado de su grupo, se pillaba un café, se tomaba la mitad, se encendía un cigarrillo y cuando este cigarrillo estaba por la mitad, lo apagaba y se iba al cuarto de baño, después de cinco minutos volvía, se terminaba lo que le quedaba de café y se acaba la mitad del cigarrillo. Supuestamente, este comportamiento lo repetía todos los días, de ahí a que yo notara algo extraño en su forma de actuar.

Un día, como otro cualquiera, Jaime realizó exactamente todos y cada uno de los pasos que he mencionado antes, pero hasta la mitad, es decir, que una vez se metió en el baño, no salió en 5 minutos. A mi me extrañó bastante. Pasaron 5 minutos más y Jaime aún no había salido. Observé al grupo con los que siempre estaba sentado y no note que se hubieran percatado de su ausencia, con lo cual, decidí ir al baño para ver lo que ocurria. Una vez dentro me lo encontré sentado en la taza del wáter con la cabeza hacia abajo:

Ey xico ¿te ocurre algo? –dije

En ese momento levantó la cabeza mostrando así un rostro muy pálido el cual me asustó.

Mmm…Si. No me encuentro muy bien. Estoy algo mareado- dijo Jaime.

¿Pero te encuentras muy muy mal?. ¿Quieres que avise a alguien?- dije

No gracias, si se me pasará en un momento- contestó él.

Aún así no me fiaba mucho de su respuesta. Soy socorrista, y como es mi obligación debo prestar ayuda a todo aquel que lo necesite o yo crea que lo necesita.

De todas formas, déjame que te mire el pulso a ver. Tranqui, no te preocupes. Soy socorrista- dije

Muy bien. Gracias- dijo Jaime.

Como me imaginaba, el pulso no estaba nada bien. Las pupilas de los ojos estaban dilatadas. Yo no se porqué era pero a este chico le estaba dando un shock. En ese momento noté que Jaime se empezaba a balancear de un lado a otro, perdiendo el equilibrio. Rápidamente llamé a un compañero mío para que me ayudara y a una chica para que llamara a un profesor y a una ambulancia. Cogí como pude a Jaime lo saqué del baño y lo tumbé en el suelo de la cafetería. Ordené a la encargada del bar que tirara a todos los que allí habían y le pedí al cocinero unas servilletas húmedas para colocárselas en la frente y el la nuca. Acto seguido observé que empezaba a convulsionar y rápidamente supe que se trataba de un ataque de epilepsia, por suerte, en mi mochila, llevaba un tubo de mayo, que es una especie te tubito de plástico de forma curvada con un orificio el cual sirve para que no te tragues la lengua y puedas respirar por ese tubo al mismo tiempo. El tubo lo llevaba porque yo también soy epiléptico. A continuación de notar que convulsionaba lo giré hacia un lado para facilitarle mejor la respiración. Le puse unas chaquetas que me proporcionaron e intente controlar la cabeza para que no se pegara ningún golpe con el suelo. También aparte todo lo que había a su alrededor para que no se lastimara con los movimientos. En ningún momento le sujete, porque eso no hay que hacerlo nunca, hay que dejar que su cuerpo se mueva libremente para pero controlando que no se lastime demasiado. Una vez realizado todo esto, esperé a que se le pasara, que es lo que hay que hacer. Duró unos 5 minutos en total. La ambulancia llegó 45 minutos después, como de costumbre. Se lo llevaron y yo seguí con mi marcha de todos los días. (por cierto me perdí gran parte de la clase que había después del recreo). Quiero decir también que me he enrollado mucho en los pasos de cómo actuar en un caso de epilepsia para que las personas que no sepan como hacerlo y si se encuentran algún día con uno de éstos, sepan más o menos como actuar.

Bueno, sigamos con el relato.

Al cabo de tres días, Jaime reanudó otra vez las clases. La verdad es que me encariñé bastante con el chavalín. Nada más verlo entrar por primera vez en la cafetería después de lo ocurrido, me dirigí rápidamente para preguntarle como estaba, pero él fue más rápido que yo y aún no me había levantado, ya estaba el en mi mesa de pie. Entonces me levanté, le tendí la mano y le pregunté como estaba. El me dijo que muy bien y que me daba la gracias enormemente por lo que hice. Entonces nos sentamos los dos en una mesa y le invite a tomar algo. Le pregunte:

Bueno, ya veo que estás mejor. ¿Es la primera vez que te pasa?-dije

No, la verdad es que soy epiléptico desde siempre-contestó.

Ya me imaginaba, pero tranqui, no te preocupes que yo también lo soy-dije

Jejeje. Pues menuda tenemos ¿verdad?- dijo

Si, pero hay que acostumbrarse tio-dije

Por cierto-volví a decir- Siendo epiléptico ¿Cómo es qué tomas café? Porque descafeinado aquí no hay porque lo he preguntado- dije

Ya bueno…es que mira: lo tomo porque todos los de mi grupo lo toman y si no lo hago me dicen que no soy un hombre- contesto

Entonces empecé a explicarle que eso no debía ser así porque el no tenía la culpa de ser epiléptico….etc…etc. También me confesó que esos 5 minutos que iba al baño era para tomarse una pastilla que cuando se sentía que iba a tener un ataque se la tomaba para asi, poder evitarlo. Pero él no la tomaba porque siempre se sintiera mal, sino porque tomaba café y así evitaba que le pudieran dar.

Seguimos hablando sobre sus cosas y en ese momento le llamaron por teléfono. Era su madre. Al cabo de un rato de hablar con ella me la pasó. La madre de Jaime estaba muy agradecida por todo lo que había hecho por su hijo y que si el sábado podía ir a su casa a comer. Yo acepté.

El sábado fue un día bastante normal. Me levanté, me arreglé, me puse guapo y me dirigí hacia la casa de Jaime. Me recibieron los dos, madre e hijo, muy efusivamente. La comida transcurrió muy agradable. Después de comer, ayudé a quitar la mesa. Jaime me dijo que si quería ir a su habitación a hablar un rato. Como no tenía prisa, acepté.

Una vez en su habitación empezó a hablarme de muchos temas, hasta que empezó a hablarme de temas sexuales. Yo, la verdad, me considero una persona bastante responsable y nada pervertida, pero entre que el chavalín ya me hacía tilín y los temas que estaba savando, pues como es lógico, tuve una erección. Me dijo que nunca había tenido novia, pero que una vez tuvo algunos jueguecillos con un amigos suyo. Entonces es cuando yo preste mucha atención. Me pregunté si había oído bien. Me dijo que creía que era gay porque le atraían los chicos. Me dijo que no se lo comentara a nadie. Yo le di mi promesa. Entonces nos despedimos y me fui a mi casa. Aunque la despedida no fue como siempre, me dio un beso en la mejilla en vez de darme la mano.

Me hice muy amigo de Jaime, hasta tal punto, que empezó a venir con mi grupo cuando estábamos en la cafetería. Me hice tan amigo de él hasta el punto que un día la madre me llamó para ver si me podía quedar con su hijo el viernes por la noche porque ella tenía que salir de viaje de trabajo. Con tanta gente que cocerán y me lo piden a mi. No se, por algo será. El caso e que fui.

Nada más llegar, su madre hacía media hora que se había marchado. Jaime me recibió con un beso en la mejilla, yo también le di uno, para que no se sintiera ofendido. Además yo también estaba deseando hacerlo. La velada fue muy graciosa: vimos la tele, comimos chiches, nos fumamos un par de cigarrillos…etc…etc.

Empezamos una conversación bastante agradable que terminó, como no, en sexo. Otra vez empecé a ponerme caliente, y mucho. Entonces Jaime se acercó a mi y me puso su mano en mi paquete, así sin más. Notó que estaba duro y se limitó a mirarme y a dedicarme una sonrisa. Acto seguido se sentó encima de mi y empezó a besarme la oreja, yo estaba muy caliente…. Luego se pasó a mordisquearme la mejilla, barbilla, labios….y acto seguido nos fundimos en un apasionado beso de tornillo. Bufffff!!! Como me estaba poniendo el chaval!! Además, era el quien llevaba la iniciativa. Se quitó la camiseta, me la quito a mi…así hasta quedarme en bóxers delante de él. El también se quedó igual. Buahh!! Tenía pinta de crio si, pero tenía un paquetón impresionante!!!. No pude controlarme y nada más ver ese pedazo de miembro, me avalancé sobre el, le baje los bóxers y empecé a chupárselo. Jaime gemía como un poseido, no sabía que le diera tanto placer una mamada. Luego nos fundimos en otro apasionado beso mientras nuestras manos recorrían todos y cada uno de nuestro cuerpo. Mientras nos besábamos empecé a masajearle el culo, así, hasta llegar a su ano. Empecé a introducir un dedo, y cual fue mi sorpresa que estaba casi dilatado. La excitación de antes había hecho quq su ano se dilatara con mayor facilidad. Cuando introduje el dedo empezó a gemir y a estrmecerse, mientras me besaba con furia. Entonces supe que que quería que se la metiese.

Me puse manos a la obra, y sin dejar de besarle, le volteé y empecé a penetrarle.

Mmmm!!! Ahhhh!!! – gemía Jaime

A mi eso también m excitaba cantidad. Empecé con el típico movimiento de mete-saca, el gemía más fuerte, y yo iba más rápido:

  • Mmmmm!!! Siii!!! Ohh!! Si!!! Venaga!!!!!- gritaba Jaime

Yo no se si me ponía más el movimiento de mete-saca o los gemidos de mi amigo. El caso es que no tarde mucho en correrme y llenarle todo su ano de mi abundante leche.

Acto seguido, le giré y empecé a mamársela:

Ohh!!! Si!! Más rapido que me corro!!!! Buffff!!! Q tio!!!!! Ahh!! Ah!!! Que me corro!!!! Siiiiiiiiiiii!!! MEEE COORROOOO!!!!!- gritó Jaimé.

Y si, amigos, se corrió. Y no veaís que pedazo corrida. Casi me lo tragué todo y digo casi porque había tanta leche que no pude acabármela.

Jaime me ayudó a limpiar los restos de leche de mi boca mientras nos dábamos un beso.

Nos tumbamos los dos juntos en el sofá, mientras nos encendíamos un cigarrillo, Jaime me miró a los ojos, me dedicó una sonrisa y me dijo: TE QUIERO

FIN