El whatsapp lo carga el diablo 2
Gloria y Rafael vuelven a calentarse, aunque él está en la oficina. El morbo va creciendo
Pasaron dos días hasta que Gloria decidió escribirle un mensaje a Rafael. Acaba de llegar a casa, bastante pronto por cierto, y tenía toda la tarde para ella.
“Buenos días, guapetón, ¿qué tal estas?” se fue a la cocina abrió la nevera y se sacó una cerveza fresquísima. Puso el televisor en marcha y se tumbó en el mismo lado donde el otro día se había masturbado hablando con él. Estaba caliente, juguetona y se sentía poderosa. Pensaba en Rafael, con su mirada ruda, tocándose, “Por qué seguro que se masturbó él también, ¿verdad? ” pensó con un hilillo de duda, “seguro” se confirmó ella misma. Hacía dos días que se sentía muy bien, más sexy, que un chaval de 14 años menos le siguiera el juego le había dejado su autoestima por los cielos. Incluso había ido a trabajar mostrando un poco más su escote, con una falda a medio muslo y unas medias negras con siluetas de flores, y la habían mirado más, estaba segura.
Cambió de canal una y otra vez, sin encontrar nada interesante, cuando oyó que le entraba un mensaje.
“Hola Gloria” con un emoticono de alegría “pues aún delante del ordenador, hastiado de tablas, números y albaranes, pero ya he podido entregar el grueso de hoy, estoy avanzando lo de mañana. Tú, ¿Qué tal?”
“Bien, pero oye, no te molesto, ya hablamos” respondió Gloria, y tomó un sorbo de la cerveza, le hubiera gustado tomársela con él.
“No molestas nunca” contestó, “puedo ir haciendo el trabajo mecánico, y así puedo hablar contigo. Espera que me pongo el whatsapp en el ordenador, así no estoy pendiente del móvil, y no se percatará nadie de la oficina”
“Ah, bueno, ya te digo, no quiero distraerte, dímelo, eh. ¿Tenéis mucho trabajo? A ver si tendré que venir a ayudarte”
“Hay mucho trabajo, sí, pero vale la pena, hay buen rollo por la oficina, aunque era mejor contigo, jeje” le dejó Rafael.
“Si vivieras aún por aquí te hacía un hueco, lo sabes. Yo también estaba a gusto con tu trabajo, y contigo.” Y le envió un guiño.
“Pues ya que me ofreces tu ayuda, podrías enviarme un masaje” le dijo pensando en la conversación del otro día.
Gloria miró al techo, juguetona, torció sensualmente los labios y escribió.
“Voy a coger aceite que así ayuda en el masaje. Empiezo por la nuca, ¿vale?”
Rafael miró a su alrededor, todo el mundo estaba en su sitio, por suerte no tenía a nadie detrás, aunque en la mesa de enfrente tenía a Marta, la becaria nueva, una chica joven con un flequillo muy corto que resaltaba unas cejas finas y unos ojazos grandes y profundos.
“¿Sabes dar masajes?” la picó.
“Uyyyy, chaval, sé dar muy buenos masajes. ¿Notas la yema de mis dedos en la nuca?, ¿a que calienta el aceite?”
“Sí, mmm qué bien” le siguió el juego Rafael.
“Como estás en el trabajo, no voy a hacerte quitar la camisa, si te parece, paso la mano cuidadosamente por el cuello, ¿vale?” Gloria ansiaba ponerlo cachondo, ella ya lo estaba, solo de hablar con él notaba como se le humedecía la vulva y se le erizaban los pezones. Pasó un dedo por encima de su braguita.
“Me parece bien, si te parece, me desabrocho uno o dos botones y así puedas acceder mejor” Rafael estaba disfrutando de las 4 frases que se habían dicho, y había notado unas ligeras cosquillas por la entrepierna.
“Gracias, me facilitará. Pues me encanta dar masajes, i me encanta tocar tu piel, es muy suave” y se imaginó acariciando la nuca, por detrás de las orejas, bajando por la espalda, notando los omoplatos, y esa piel suave.
“Me encanta, qué placer, a esto le llamo yo proyección total, lo estoy sintiendo” contestó Rafael levantando la cara, como si una chispa eléctrica le recorriera la espalda.
“Paso mis manos por tu nuca, acariciando con la yema de los dedos y abriendo los dedos para agarrar bien, y acercándolo a la parte trasera de las orejas”
“mmmm” solo pudo contestar él.
“Y si te parece voy bajando por los trapecios hacia los hombros, lo que no me da juego la camisa, si te parece te desabrocho un poco más la camisa” sugirió Gloria. Mientras se levantó del sofá y se dirigió a su habitación, mirando el móvil con una mano por si contestaba Rafael, y la otra acariciando su vulva por encima las braguitas. Llevaba un camisón suave, con dos tirantes finos que llegaban a medio pecho, y un triángulo en cada pecho dibujaba su silueta. Tenía las braguitas mojadas, y notaba su clítoris duro y ansioso de contacto.
“Abre la camisa, con cuidado que no me vean en la oficina, jeje” jugó él, y miró hacia delante, Marta le miró rápidamente y siguió trabajando. “Si Marta supiera como está creciendo mi rabo” pensó Rafael. “Te vas a encontrar la pelambrera en mi pecho, eh” le dijo.
“Lo veo, te estoy desabrochando el primer botón, bonitos pectorales, voy a por el segundo botón” y se imaginó un torso fuerte, con un bonito pelaje en los pectorales y como el pelo se iba centrando justo debajo y bajaba hasta el ombligo. “¿te importa si abro la camisa entera?”
Rafael se estaba alterando muchísimo en la oficina, movió su pelvis de lado a lado, buscando que su erección se colocara de una manera más cómoda, ya que antes estaba enfocando para un lado y chocaba con su pierna y las llaves que llevaba en el bolsillo. No podía, así que disimulando lo intentó con una mano, y tampoco consiguió una posición cómoda. Volvió a mirar enfrente y Marta volvió a levantar la vista, hizo una tímida sonrisa y siguió trabajando, momento en el que Rafael metió la mano dentro del pantalón y se recolocó el rabo. Solo de tocarlo se estremeció y notó el líquido pre seminal que mojaba su bóxer.
“Sí, puedes abrirme la camisa, si te va mejor así” le dijo él. Mientras Gloria había abierto el cajón de la mesita de noche y sacó su consolador lila. No era el más grande, pero sí que tenía varias velocidades y quería usarlo lentamente. Sabía que la conversación iría a más. Estaba muy cachonda. Volvió al salón y se tumbó en el sofá.
“Me parece que con el pedazo de cuerpo tendré que ponerte más aceite” y se le iluminó su mente perversa “¡Ouch!” exclamó esperando la respuesta de Rafael.
“¿Qué ha pasado, todo bien?” se preguntó y le preguntó a Gloria. Notaba como su rabo palpitaba. Levantaba la vista y miraba a su alrededor en la oficina, todo parecía normal, pero en su mente tenía a Gloria delante de él desabrochándole los botones de la camisa y mordiéndose los labios lo miraba, mientras pasaba sus manos por el pecho, con esas uñas pintadas de algún color oscuro.
“Es que al coger el aceite se me ha derramado un poco en mi camisón” mintió Gloria, todo era parte del juego, y le pareció una buena manera para ponerlo cachondo, si no lo estaba ya.
“oh, vaya” contestó Rafael, “pues mejor que te lo quites y déjalo para lavar” más que picar el anzuelo, consciente, se lanzó a por él. A la vez le puso muy cachondo imaginarse como caía el aceite por su camisón, marcándole los pezones por encima la ropa como si se tratara de alguna fiesta de camisetas mojadas. Le costaba mantener la compostura en la oficina, tenía unas ganas enormes de agarrarse el rabo y masturbarse, ¡cómo le ponía Gloria!
“Sí, lo haré, lo que no llevo nada más puesto, bueno, unas braguitas” provocó Gloria, esto funcionaba, pensaba ella. Había puesto el vibrador a la mínima velocidad y le masajeaba todo el orificio de entrada, el cosquilleo le subía y se le estaban enrojeciendo las mejillas.
“No pasa nada, si quieres ya me quito la camisa, y si quieres para igualar la condición me quito los pantalones, ¿Qué te parece?” siguió el juego Rafael
“Pues bien, así puedo hacer un masaje más completo, ¿no crees?” y prosiguió “ya que te tengo de cara, puedo masajearte los hombros por delante, haciendo círculos, agrandándolo y pasando desde los brazos, hasta el pecho, dejando que los dedos se enreden en tus pelitos, ¿bien?” le preguntó.
Rafael no sabía cómo ponerse, le había subido la temperatura y estaba seguro de que se había sonrojado. Se había olvidado por completo de su trabajo y solo estaba imaginando como caía el aceite por el pecho de Gloria y las gotas que caían de sus pezones erectos, mientras ella le masajeaba el pecho. Su mente ya había dibujado el cuerpo de Gloria, delgado, con dos pechos redondos que sin ser grandes sobresaldrían un poco de sus manos, con unos pezones oscuros arrugados y duros por la excitación delante de él. Seguro que llevaba unas braguitas de encaje negras, con puntilla, y transparencias que dejaban poco a la imaginación.
“Muy bien” contestó él “yo me dejo hacer, ¿quieres que te ayude? Puedo masajear también, o algo” dijo buscando entrar al trapo mientras apretaba la palma de su mano al paquete. Tenía el rabo a punto de explotar.
“No, Rafael, que estás trabajando, ¿no? Mejor te voy haciendo” le dijo y siguió “me gusta masajearte el pecho y enredar los dedos en los pelos, y me gusta cómo reaccionan tus pezones”
“Están duros, ¿verdad?, lo estoy notando cada vez que tus dedos pasan por encima. Me encantan tus uñas, de siempre” confesó Rafael.
“¿Ah sí?, las llevo un poco cortitas, pintadas de carmín fuerte, ¿lo notas cuando las paso por tus pezones? ¿no araño, verdad?”
“No, para nada, me encanta, y teniéndote delante me tengo que contener” dejó caer Rafael.
“¿Para qué te contienes?” Preguntó ella.
“Pues… si me tocan así el cuerpo y te tengo desnuda delante, pues… tocaría también tus pechos.” Le soltó Rafael.
“¿Sí?, pues los encontrarías como los tuyos, duros. Estarás notando como mis manos están bajando, pasando por tu barriga, por tu ombligo y acariciando su parte baja” Gloria estaba sintiendo como su nivel de excitación estaba aumentando, y eso que tenía el vibrador a mínima potencia, pero ya llevaba un rato, y empezaba jadear y sentir escalofríos suaves por su cuerpo.
“Sí lo estoy notando, me gusta mucho que me acaricien, digo, masajeen esa parte” contestó Rafael que ya sentía un calor recorrer su cuerpo, y no paraba de pasar su mano por encima del pantalón, masajeándose el paquete. Se balanceaba de incomodo de la silla, y Marta lo estaba viendo, aunque no sabía qué hacía.
“Siempre puedo pasar a acariciar, si lo prefieres a un masaje, guapo” dijo Gloria, mientras sentía como el cuerpo incrementaba los latidos de su corazón e incrementaban los escalofríos, tenía el orgasmo cerca. Agarró el vibrador y se lo metió más para dentro, dudo en subir la potencia, pero decidió mantener ese ritmo, que le erizaba la piel. Estaba ansiosa de decirle a Rafael que le cogía el rabo, y acariciaba su capullo con la yema del pulgar, estaba ansiosa de masturbarse salvajemente, pero aguantó el tipo.
“Sí, puedes masajearme, yo, he aprovechado y empiezo a acariciar tus pechos, desde abajo, haciendo cazuelita con la mano, quiero notar también tus pezones duros” dijo Rafael, lanzado y muy alterado, con su mano apretando el bulto de su rabo.
Marta seguía mirándole y empezaba a tener una ligera idea de lo que le pasaba a Rafael, miró a su alrededor, a los demás compañeros de la oficina, y cada uno seguía a lo suyo absortos delante de la pantalla. Nadie se daba cuenta. Veía a Rafael rojo, bufando alteradamente, aunque procurando guardar la compostura, mientras creía ver una mano cómo se escondía entre sus piernas “¿se está masturbando en la oficina?, ¿está mirando porno?” se preguntó ella. No quería decirle nada, para no cortarle el rollo, pero la verdad que se estaba poniendo cachonda de ver a Rafael caliente. Siempre le había parecido un chico interesante, no es que fuera muy guapo pero su cara angulosa y su mirada le daban un atractivo y porque no, un sex-appeal muy interesante. Hacía rato que no levantaba los ojos de la pantalla, y lo oía escribir como a trompicones, suponía que haría alguna tarea mecánica mientras miraba porno.
“Me encanta que me cojan los pechos, ¿lo sabías? Mmmm qué delicia.” Y no pudo escribir más cuando sintió una explosión que emanaba de su clítoris y recorría todo su cuerpo, erizando su piel, y dándole un espasmo el momento que gemía con todas sus fuerzas y agarraba el vibrador, lo metía y lo sacaba descontroladamente, dándole a su cuerpo grandes dosis de placer. Imaginaba a Rafael, follándosela, encima de ella, con la polla durísima y él agarrándole los pechos mientras ella saltaba de placer.
Rafael, concentrado en la pantalla, y apretando su rabo se imaginaba agarrando los pechos de Gloria sin saber que ella se los estaba pellizcando, alargando un enorme orgasmo. Se la imaginaba delante de él, mirándole fijamente a los ojos y jugando con la tira del bóxer, a punto de entrar dentro.
“Y a mí tocarlos, y notar su reacción en ti. Y a la vez sentir tus caricias” respondió Rafael, mientras, hacía muecas y fruncía el ceño cada vez que apretaba fuerte su rabo. La verdad que no podía más, lo tenía durísimo y estaba excitadísimo desde hacía rato, sabía que si se sacaba el rabo, en 4 o 5 sacudidas se correría, incluso pensaba si sería capaz de correrse tocándose solo por fuera, y lo sabía, podría. Soltó un gemido camuflado, temiendo que se hubiera escuchado. Alzó la vista, y vio a Marta que lo escudriñaba con la mirada, se quedó cortado, parado, dándose cuenta que llevaba rato tocándose el rabo por encima de los pantalones. Miró a su alrededor y vio a todo el mundo concentrado en su trabajo, y volvió a mirar a Marta, y carraspeó disimulando, todavía más rojo, estaba seguro.