El whastapp lo carga el diablo 3
Rafael después de ponerse muy cachondo con Gloria hablando por whastapp tiene una muy grata sorpresa dentro de la oficina
Volvió a mirar la pantalla, sintiendo con fuerza los latidos de su corazón. Por un lado quería seguir hablando con Gloria, vamos, lo ansiaba, pero temía haber dado el espectáculo en la oficina, aunque a decir verdad, parecía que sólo Marta se había dado cuenta. Tenía que ir con más cuidado.
Aún y así, seguía teniendo el rabo durísimo, eso no se bajaba. Mientras miraba la pantalla, veía como saltaban mensajes de entrada en la pestaña del whatsapp, y no se atrevía a abrirlos. Puso delante un Excel y se propuso concentrarse hasta acabar la jornada, no quedaba más de media hora. “ Ya podría haberle dicho de hablar en un rato ” pensaba, “ y, Marta, ¿se habrá dado cuenta? ”
Gloria por su parte estaba tumbada con las piernas abiertas, sintiendo el fresco en su palpitante vulva mojada, aún sentía las vibraciones de su cuerpo tras ese orgasmo tan intenso. Y escribió:
“Pues sí, me encanta que me los toquen, se me ponen muy duros los pezones, ¿no crees?” y espero su respuesta mientras acariciaba sus pezones pensando que era Rafael. Había parado el consolador y yacía a escasos centímetros de su vulva, en el sofá. Pocas veces se había masturbado usando la mínima potencia y le había parecido espectacular.
“¿Así que te gusta que te acaricien por la parte baja de la barriga? Jeje aiiix, es que da unas cosquillitas muy interesantes, sobre todo cuando se pasa algún dedo travieso por dentro de la goma del bóxer” escribía Gloria que se sentía genial, tenía un sonrisa imposible de ocultar.
Rafael seguía sin contestarle, incluso no había leído los comentarios. “Está trabajando, pobre, como lo debo haber dejado de caliente” pensó y se rio. “la verdad que es una zona muy sensible” le volvió a escribir. Viendo que no respondía, se levantó y se fue a la ducha con el vibrador pegajoso, quizás lo volvería a usar.
Marta iba levantando la vista para ver si Rafael seguía con lo que hacía, pero parecía concentrado delante del ordenador. Ya no tenía la cara tan roja, ni se movía balanceándose. Miró el reloj y faltaban 3 minutos para cerrar la oficina, toda la gente estaba cerrando los documentos y preparando para irse, como si fuera la salida de una carrera, a la que sonara la campana no quedaría nadie en la oficina. Pero Rafael no parecía prepararse, miraba a sus compañeros y volvía a mirar la pantalla. Marta estaba intrigada, estaba seguro que se estaba masturbando, había escuchado el gemido, le había visto moverse y ver como se alteraba su cara por el placer, aunque tenía 21 años y poca experiencia en el tema, tenía claro que Rafael estaba tocándose excitado.
Llegó la hora y toda la oficina se levantó y se dirigió a la salida, menos Rafael, que comentó que se quedaría unos minutos más para avanzar el papeleo. Así que Marta se dirigió a la salida con los demás compañeros, y bajaron en el ascensor, mientras pensaba “este se queda un rato para seguir viendo el video, ¿Por qué no le hago una visita ” y sintió como se mojaba y le subían las pulsaciones. Era una locura, lo sabía, pero sentía la necesidad de hacerlo, de subir y ver qué pasaba.
Rafael, miró la oficina vacía, se levantó para dar un vuelta i comprobar que estaba vacía, y se sentó de nuevo ante la pantalla y leyó los mensajes de Gloria:
“Pues sí, me encanta que me los toquen, se me ponen muy duros los pezones, ¿no crees?”
“¿Así que te gusta que te acaricien por la parte baja de la barriga? Jeje aiiix, es que da unas cosquillitas muy interesantes, sobre todo cuando se pasa algún dedo travieso por dentro de la goma del bóxer”
“la verdad que es una zona muy sensible”
Y empezó a contestarle:
“me he quedado solo en la oficina, ya es la hora, pero me quedo un rato. ¿Qué te parece, Gloria? Soy un currante” y volvió a enviarle otro mensaje, respondiendo al comentario del dedo travieso “los dedos traviesos siempre son muy interesantes, y más jugando en la goma del bóxer, que disimuladamente pueden escaparse un poco más abajo. A mi también me gusta jugar con la tira de las braguitas, ¿sabes?” y esperó a que respondiera. Hacía un rato que su rabo se había relajado, pero después de volver a entrar al tema con Gloria se empezó a poner duro de nuevo, volvió a mirar alrededor en la oficina y tras cerciorarse que no había nadie se bajó los pantalones y el bóxer por debajo de las rodillas, y empezó a acariciarse mientras esperaba la respuesta de Gloria.
Marta entró a hurtadillas por la oficina, sin hacer ruido y mirando a todos lados esperando sorprender a Rafael, y se dirigió a su mesa sin hacer ruido. Se había descalzado y andaba con cuidado cuando lo vio sentado en su silla pero más agachado, parecía que estuviera más tumbado en la silla, apenas le veía sobresalir la cabeza, los ojos se los tapaba su propia pantalla. Se agachó y miró por debajo la mesa y lo que vio la puso muy caliente, Rafael tenia los pantalones bajados, podía ver el cinturón tocando el suelo, y los pantalones y un tejido gris, supuso que los calzoncillos reposando en el suelo, todavía con los zapatos puestos.
Rafael esperaba un mensaje de Gloria, pero aún no había leído los anteriores, y escribió:
“si quieres una de mis manos puede bajar a jugar con la goma de tus braguitas, la otra me gusta tenerla en tus pechos, jejeje, qué cosas, ¿eh?” y empezó a masturbarse imaginando a Gloria delante de él, mirándole a los ojos y dejándole acariciar el inicio de su monte de venus. Tenía el rabo totalmente duro y el capullo rojo palpitante, sabía que aunque ella no le contestara él acabaría con la paja que tantas ganas tenía. Y empezó a mover su mano con más energía y a respirar más entrecortadamente. Dejó escapar un gemido, y Marta que ya estaba sintiendo que su vulva le pedía guerra decidió entrar en acción, se acercó a su mesa, y cuando puedo verle la cara a Rafael le pregunto:
-¿Puedo ayudarte? – Rafael pegó un brinco y se incorporó buscando esconder su erección, no pudo articular palabra y se quedó mirando a Marta, blanco.
Ella se acercó a su mesa y miró su rabo, inconscientemente se mordió el labio inferior, mientras volvía a mirarle a los ojos. Estaba a un metro de él, con los zapatos en la mano, y los pies descalzos en el suelo, la otra mano acariciaba su barriguita sin tener claro si tocarse los pechos o bajar la mano y meterla debajo de su faldilla.
Se quedaron unos instantes parados sin saber qué hacer, Rafael la miraba con los ojos abiertos, parado, pillado in fraganti. Hasta que Marta decidió acercarse a él hasta llegar a la esquina se su mesa más cercana a él, miró su rabo y dejó los zapatos encima de su mesa y se acercó más hasta encontrarse a escasos centímetros. Puso una mano encima de su hombro y le miró a los ojos con una sonrisilla pícara.
Rafael seguía con su rabo tieso, y apartó la mano con la que pretendía esconder su erección, miró de arriba abajo a Marta, viéndola extremadamente morbosa, alzó la mano con la palma arriba como dando a entender que se acercara a él y buscando cogerle la mano.
La electricidad corrió entre ellos cuando se tocaron la mano. La acercó hacia él, y le dejó la mano para ponerla en su cadera y atraerla más, mirándola a los ojos cuando sintió que la mano de ella tocaba su rabo. Respiró profundamente y Marta empezó a pasar sus dedos por el rabo imponente de Rafael. Él paso su mano por su culo y empezó a magrearlo.
Marta se inclinó hacia él y busco sus labios. Se fundieron en un beso jugando con sus lenguas mientras ella agarraba su rabo y empezaba a masturbarlo.
El beso fue largo, muy largo, lleno de saliva y ansias de más. Ella sentía como le apretaba el culo con fuerza y notó como la otra mano de él cruzaba para ponerse en la parte interior de sus piernas. Abrió instintivamente las piernas para darle paso. Sintió como la mano le agarraba la parte interior del muslo y subía lentamente hacía sus húmedas braguitas, y emitió un gemido en la boca él, con su lengua dentro, cuando sintió que un dedo le acariciaba los labios a través de la tela de las braguitas.
El rabo de Rafael palpitaba en sus manos y notaba como su glande crecía a cada movimiento de ella, parecía estar cerca de tener un orgasmo a juzgar, también, por su respiración cada vez más alterada. Quería ese rabo dentro.
Se apartó de él, de sus labios, de su lengua, y le miró a los ojos mientras subía su faldilla para bajarse las braguitas.
Él giro su silla para tenerla encarada directamente a ella y la miró con deseo cuando la vio que bajaba sus braguitas. Eran sencillas, sin costura, de color verde suave y con una gran mancha oscura en la parte donde descansaba su vulva. Vio su vulva coronada con una pequeña mota de pelo y los labios exteriores hinchados, le miro a los ojos como pidiéndole que lo montara.
No era necesario hablar, Rafael reclinado en su silla tenía su rabo venoso y duro preparado para penetrarla, y ella, deseosa de sentirlo dentro, abrió sus piernas y se montó encima de él, le miró a los ojos mientras cogía su rabo y lo encaminaba a su vulva. En un instante ambos notaron como el rabo entraba en la vagina de ella y como las paredes de ella eran acariciadas por ese capullo hinchado. Se montó totalmente encima de él y lo abrazó fuerte cuando sintió que había entrado hasta el fondo. Ambos gimieron.
Él la tenía agarrada por las caderas y la atraía hacia si, buscando sentirla plenamente. Y ella empezó a moverse lentamente, notando el recorrido de su rabo en su vagina y como el clítoris golpeaba en el cuerpo de él. De un momento a otro aumentó la velocidad y con una mano apoyada en su hombro empezó a abrirse la blusa con la otra mano, torpemente pero decidida. Finalmente arrancó los dos últimos botones dejando ante Rafael unos pechos pequeños acomodados en un sujetador verde, a conjunto con las braguitas, también sin costuras, y que dejaban muy marcados sus pezones duros.
Rafael subió una mano para agarrarle un pecho y consiguió liberarlo del sujetador, y empezó a apretarle el pecho jugando, con el dedo pulgar, el durísimo pezón.
El ritmo de Marta se iba acelerando, y a juzgar por su respiración y sus jadeos estaba disfrutando muchísimo. Ella le apretó los hombros, impulsándose en su movimiento y le preguntó:
-¿Tienes ganas de correrte ya, verdad? Te quiero dentro – le dijo pensando que la regla le había marchado dos días antes y no había problema. Su cabeza iba a mil por hora, y sentía vibraciones que emanaban de su vulva a todo el cuerpo, recorriéndole la espalda, hasta la nuca.
-No tardaré nada si sigues así – dijo, por primera vez en mucho rato, Rafael, entre gemidos.
-Así seguiré – consiguió decir ella, montándole con más energía aún. Bajó las manos y las plantó en el pecho de él y le marcó su pecho, con fuerza, con las uñas.
El ritmo era frenético y ambos gemían salvajemente cuando ella sintió como el capullo de él se hinchaba, más aún, dentro de ella, y lo oyó gemir todavía más fuerte, cuando él empezó a convulsionar, su cuerpo se movió descompasadamente debajo de ella, y Marta se puso aún más cachonda sabiendo que él empezaba a correrse dentro de ella. Aumentó el ritmo, i dejo que su clítoris explotara de placer.
Rafael incorporó su cuerpo mientras seguía convulsionando y abrazó fuertemente a Marta que chillaba de placer. Ella le abrazó sintiendo la cara de Rafael en sus pechos, jadeando, y bajó el ritmo, hasta ser prácticamente imperceptible. Respiró profundamente y movió su pelvis de golpe, sintiendo como él brincaba en su silla.
Y así estuvieron un buen rato, hasta que ella sintió como el rabo de Rafael perdía fuerza, y se levantó dejando el rabo caer a un lado lleno de leche y su propio flujo pegajoso. Por sus piernas también caía la mezcla de jugos. Se quedaron mirando con una sonrisa llena de placer y de haber pasado un rato increíble. Se inclinó y le volvió a besar, con ternura, ahora, y le dijo:
-Creo que debería tirar para casa, me esperan mis padres para cenar. Podríamos repetirlo, ¿no?
-Si, ¿verdad?- contestó Rafael mirando el cuerpo de Marta y pensando en el pedazo de polvo que acababan de pegar.
Marta se subió las braguitas, se recolocó la camisa, y tras ponerse los zapatos se despidió con un beso al aire.