El vuelo sensual
Pega el sol de media tarde. De refilón entra por la ventana un haz de luz. Mónica con su pollera corta y su pena larga se recorta contra las sombras que dibujan los caprichos del sol.
El vuelo sensual
Pega el sol de media tarde. De refilón entra por la ventana un haz de luz.
Mónica con su pollera corta y su pena larga se recorta contra las sombras que dibujan los caprichos del sol primaveral. Los caprichos de la luz se entremezclan con los caprichos de su imaginación. Su imaginación que vuela. Vuela hasta lugares en donde su historia no la alcanza. Mónica sueña. Sueña y vuela. Planea como una hoja en el viento y se siente adolescente por primera vez después de mucho.
Los ruidos de la siesta se pierden en las nubes de su vuelo. Lejos quedó el ratear del auto en la esquina de su casa. Tan lejos que no lo escucha. Los perros que ladran y los gritos de la calle, se transforman en pájaros y cantos de ranas en una laguna de su tierra natal.
Sueña Mónica. Sueña y vuela. Igual que vuelan sus manos lentas y tranquilas dibujando las caricias del amante lejano. Sueña y vuela lejos. Lejos del desaire, del dolor del engaño y de un matrimonio que se muere atacado de rutina y cobardía. Lejos quedó la mentira del esposo que una vez se viera con su más amiga. Lejos también, la presión de una decisión que nunca se toma y se pierde en el tedio de los días de mamá, esposa y mujer trabajadora.
Las fantasías de Mónica vuelan y buscan los besos de la boca deseada. Sus manos se transforman en todo. El abrazo del amante, las caricias y la locura de una relación marginal que por momentos se torna única. Caricias de labios y besos de manos. Ojos que se abren y se encierran en un precipicio de pasión. Pasión olvidada. Dormida desde tiempos de zaguán y despabilada por los gemidos que se escapan de su boca. Su cuerpo se retuerce de placer. Fantasía y realidad son una. Sus piernas se abren, sus pechos se hinchan, los pezones endurecidos evocan los dientes del amante y suspira. Su piel siente la piel, el aroma y, en la lucha cuerpo a cuerpo, un rígido deseo que crece
Todo eso lo es todo y nada existe mas allá. En ese minuto infinito y eterno, mágico y sensual, se derrite la capa de rutina y deja paso a la desvergüenza mas íntima y total. Él, el amante, ha recorrido los caminos que nadie recorrió. Ella, infiel y hambrienta de cariño entregó lo que hace rato quería dar. Mónica siente en su mente y en su piel.
La voz que la arrulla rebota en sus oídos aunque no esté. La envuelve y desenreda. Una a una caen las ropas y quedan amontonadas junto a las tristezas, una a una las caricias se transforman en más.
Esta empapada. No es el calor y lo sabe. Su respiración se agita y sus ojos cerrados se llenan de lágrimas. ¿Pasión, desesperación, deseo? Poco importa. Poco importa que hoy él no esté porque sus manos lo reemplazan. Poco importa si decide irse porque sabe que no es libre y tampoco será suyo. En cada poro de su piel y en todo su interior le ha dejado lo mejor. La locura de saber que la búsqueda del placer es posible.
A pesar de la vergüenza. A pesar de los años. A pesar de todos. Mónica sueña y vuela hasta lo más alto. Tan alto como cuando él la busca, la goza, le abre todos los caminos hacia el éxtasis total. Está a punto de explotar. Esta sola y no le importa. Se dobla, se abre, se retuerce y se desarma. Explota. Piernas abiertas, cabeza hacia atrás, dientes apretados para que no se escape el gemido y se convierta en gritos.
Las nubes se disipan poco a poco. Los sonidos se transforman y vuelven a su forma habitual. Rutina, motor que ruge en la esquina, perros de barrio. Vuelve a ser la que ha sido desde hace mucho, dejando escondida la que quiere ser, pero ahora sabe que lo es. ¿Se ha masturbado? Puede que sí. ¿Él ha estado ahí y le hizo el amor?. Puede que también. Tantas veces lo ha hecho que no importa si está. A veces sólo alcanza con el sonido de su voz por el teléfono y sus manos se mueven como si fuera él. A veces hasta con el chat por Internet. Es ella. Está en su interior. Están dentro de sí las ganas de ser.
Se recompone, se arregla la pollera, se acomoda la ropa interior y abre la puerta. Sus manos repasan su pelo pero antes, pasan dos segundos por su cara. Huelen a hembra. Huelen a locura y libertad. Sigue el día y vuelve a su rutina. Sabe como será. Hará de mamá, hará de esposa. Jugara al tenis y aunque no quiera, irremediablemente, perderá por cansancio. No importa, sabe quien es y ha recuperado la memoria. Tampoco importa que el amante ya no esté. Ha aprendido la lección. Con él o con otro, seguirá buscando la pasión y el deseo.
Aunque su marido no se lo dé, aunque nunca se decida a decidir
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