El Viudo XI - FINAL
Una mujer casada sucumbe a los caprichos sexuales de su cuñado viudo a cambio de dinero. Pero finalmente el viudo y su familia política eligen seguir caminos separados. Culmina la zaga que tanto ha gustado en un grupo de fieles lectores.
Para los que no hay leído capítulos anteriores propongo que lo hagan. Pero dada la longitud que toma la zaga, incluyo un brevísimo resumen para los que quieran saltear lecturas anteriores.
Resumen
Cap. I: Ariana y Juan Alberto son un matrimonio de inmigrantes (de distintos países) que viven en USA y mantienen a la familia de la mujer en su país de origen. Al morir la mujer, el viudo asume el compromiso de mantener su familia política: a la suegra Graciela y a su cuñada Mercedes. Pero lo hace con la condición de tener a Mercedes como esclava sexual y de mandar sobre el hogar de toda la familia política.
Cap. II: El viudo visita a su familia política e impone su voluntad sobre ellos. Despojando al parasítico esposo de Mercedes, Gregorio, de todo el poder que siempre había tenido y humillándolo hasta límites insospechados. Mercedes le agarra el gustito a ser la putita de Juan Alberto.
Cap. III: Juan Alberto comienza a dar lecciones de manejo a Mercedes mientras sigue demandándole favores sexuales que ella presta gustosa. Gregorio no puede hacer nada al respecto, pero su impotencia sexual crónica parece remediarse temporariamente al escuchar cómo su mujer es cogida por su amante.
Cap. IV: Los amantes son descubiertos en plena faena sexual por Graciela (la madre de Mercedes y suegra de Juan Alberto), que les hecha una bronca enorme. Pero luego la convencen de que están cumpliendo la voluntad de la difunta Ariana y la suegra se convierte en voyeur de su hija y su yerno.
Cap. V: Durante un viaje Juan Alberto promete una 4x4 Audi a su amante. El Viudo conoce a Imelda, hermana de su concuñado Gregorio y nace un interés mutuo. El cornudo Gregorio intenta suplir su frustración sexual llamando a una prima de su esposa y extorsionando a la empleada de la casa, Raquel, termina más frustrado que nunca y se ve obligado a acabar escuchando como el culo de su esposa es taladrado por el viudo. Juan Alberto termina realizando sexo anal a Mercedes en presencia de Doña Graciela que se entusiasma y participa verbalmente. A cambio de su ayuda, Graciela recibe la promesa de un televisor plasma de regalo que es instalado por un fornido y musculoso joven de origen afro-caribeño llamado Edilson.
Cap. VI: Juan Alberto invita a su Amigo Damián a un fin de semana en Las Vegas, donde comparte incondicionalmente a su amante.
Cap. VII: Juan Alberto, Mercedes y su familia visitan a la hermana de Gregorio, Imelda, que se presta un trio con Mercedes y el viudo. Gregorio por primera vez puede ver a su odiado concuñado
Cap. VIII:
Mercedes y Graciela visitan al viudo en su casa y la suegra participa cada vez mas activamente cuando su hija y su yerno tienen sexo. Y mientras esos tres se dan la gran vida, Gregorio es obligado a permanecer solo en su casa y a realizar los quehaceres del hogar como castigo por intentar abusar nuevamente de su empleada, Raquel.
Cap. IX: El viudo fuerza una visita a la casa de su suegra Graciela con su amante, para que Mercedes vea a su madre siendo poseída por un joven y fornido mulato llamado Edilson, que también hace las veces de empleado de mantenimiento en casa de la vieja.
Cap. X: El viudo lleva a Merdeces, su madre y su esposo a conocer a sus amigos de la adolescencia y los empuja a prostituirse con ellos. Gregorio se vuelve taxiboy homosexual y Graciela descubre su potencial para ganar dinero con favores sexuales. Mercedes, a pesar de la cuantosa suma que recauda como meretriz comienza a dudar de todo aquello.
Queridos lectores: me ha costado mucho terminar esta serie, aún dudo que el final esté a la altura de las expectativas creadas, pero es el final y el cierre necesario para poder dedicarme a plasmar otras historias que vengo esbozando desde hace tiempo.
De regreso en su hogar (sin Juan Alberto, que debió atender sus negocios en USA), la familia tuvo que enfrentarse a la nueva dura realidad que vivían. Las reacciones fueron dispares.
Gregorio, envalentonado por su bolsillo lleno, intentó imponerse, pero fue rápidamente neutralizado por Mercedes que le recordó que en el curso de los últimos años él había perdido toda titularidad y potestad de los bienes que poseían por iniciativa de Juan Alberto, y por primera vez en su vida, Mercedes ofreció seriamente a su abusivo y cornudo esposo la posibilidad de divorciarse si no le gustaban las condiciones.
Graciela, aterrada por esa posibilidad (a pesar de ser una temible puta puertas adentro, hacia afuera la vieja seguía siendo una señorona conservadora) intentó mediar. Una vez todos calmos, pudieron dialogar.
—Bueno, Gregorio, cuando dices que “ahora las cosas deben cambiar”, ¿a qué cambios te refieres? Habla! Pero recuerda quienes mandamos en esta casa— instó Mercedes.
—Emmm…. Me refiero a que ya no tenemos necesidad de depender de Juan Alberto, mi amor, podemos ganarnos la vida nosotros, haciendo “eso”, ¿no le parece, señora Graciela? — respondió, dócil, el cornudo, intentando ganar la alianza de su suegra para deshacerse del viudo.
—Mira una cosa, Gregorio, que podemos ganar nuestro dinero de esta forma, no lo niego, pero “independizarnos” de mi yerno preferido, ya no estoy tan segura— dijo la vieja buscando la mirada de su hija.
—Esto son dos cuestiones distintas— aseguró Mercedes— Una es si necesitamos a Juan Alberto. Y la otra es si YO quiero dejar de depender de él.
Se hizo silencio y Mercedes volvió a la carga.
—¿Ustedes se ven haciendo “eso” por dinero el resto de su vida? —Desafió Merdeces, quien, hasta ahora, era la única que debía hacerlo (con el viudo, claro).
—A mí no me queda tanto de vida, y si la voy a pasar como la semana pasada… — Respondió sin dudarlo la anciana putarraca para sorpresa de todos.
—Yo lo haría por el bienestar de mis hijas— Intentó justificarse lastimosamente Gregorio.
—¡Pero no seas hijodepuuuta! No metas a las niñas en esto. ¡Yo te escuché gritar y gemir pidiendo que te empalaran el ojete, Gregorio! Si te gustó que te cojan por plata, dílo, ¡cobarde de mierda! — Estalló Mercedes indignada por la hipocresía de su esposo.
—Me lo pasé mejor que nunca contigo. Si. ¿Y? — Desafió Gregorio— Además, Blad me invita a mudarme a su ciudad, él me va a mantener y me va a conseguir clientes.
Gregorio sorprendió a las dos mujeres con semejante afirmación. Aquello era algo nunca imaginado.
—Bueno… si nos vamos para allá, yo me adapto— Dijo la vieja pensando en Ricardo y su amigo que la habían disfrutado de toda forma imaginable y la habían compensado generosamente por ello.
—¿Están locos? ¿Mudarnos a ese país que no conocemos a ejercer la prostitución? — Increpó Mercedes.
—SI. Prostitución VIP ¿POR QUE NO? — Respondieron a coro su esposo y su madre que tenían algo en común: ambos estaban aburridos de Juan Alberto. Gregorio por la humillación y Graciela por el constante rechazo de aquel hombre que nunca había querido cogerla a pesar de sus esfuerzos.
La discusión se prolongó por horas y Mercedes poco a poco fue cediendo. Pero finalmente ella dejó en claro que todo se haría según su designio.
—Bueno. Basta. Yo me voy a ocupar de todo. Hablaré con Juan Alberto para mudarnos para allá. Y Ale nos ayudará con los detalles. Es re-dulce y se ofreció para lo que YO necesite— instruyó Mercedes mostrando una familiaridad sorprendente con uno de los amigos de Juan Alberto que mejor la había recompensado y atendido durante la semana de orgias que habían pasado juntos.
El whatsapp que recibió Juan Alberto de Mercedes era corto y contundente. Leerlo le arrancó una sonrisa al perverso viudo.
—Necesito hablar contigo. Es por el contrato que tenemos y por lo sucedido con tus amigos. Tengo una propuesta.
La respuesta del viudo fue igualmente cortante.
—Genial. En dos semanas ando por allá y arreglamos lo que haga falta.
No hubo más “besos” ni “te deseo” ni nada.
La llegada del viudo fue casi una visita de negocios. Mercedes discutió a puertas cerradas la finalización del contrato. Fue un proceso largo y doloroso para ella. Lloró. Gritó. Reprochó a un Juan Alberto inmutable. Intentó incluso, convencerlo de casarse. Ofreció divorciarse de Gregorio y casarse con él para mudarse a USA (que siempre había sido su sueño). Pero finalmente obtuvo el “mínimo aceptable” en aquella negociación desigual.
Juan Alberto y Mercedes rescindían el contrato. Juan Alberto pagaría una suma adecuada para que ellos se instalaran en el nuevo país y haría contactos para facilitarles “trabajo”. Mercedes rápidamente rechazó la posibilidad de conseguir empleos formales y decentes. Prefería ganarse la vida teniendo sexo con quien se le antojara a tener que ser empleada y cumplir horario. Tampoco quiso que Gregorio consiguiera trabajo de arquitecto, aunque daba por descontado que acabaría siendo ayudado por Blad.
Una de las condiciones fue el divorcio vincular de Mercedes. En efecto, el último acto de Juan Alberto fue el de asegurarse que Gregorio no podría extorsionar a Mercedes con la custodia de sus hijas. Para eso un abogado designado por el viudo se encargaría de rubricar un acuerdo de “divorcio amistoso” que daba enormes poderes a Mercedes. La presión sobre Gregorio era tal que no podía resistir eso, bajo riesgo de enfrentar un juicio mucho mas desigual (por falta de dinero). Por otro lado, este acuerdo aseguraba a Gregorio cercanía a sus hijas, porque él recibiría un estipendio para mudarse a la misma ciudad que Mercedes, la vieja y las niñas.
Finalmente, entre sollozos de la madura cuñada, el acuerdo se selló con una cogida final que a ambos sonó a agria despedida. Juan Alberto penetró a su cuñada analmente de manera brutal y se descargó sin esperarla. Luego le comió el conejo por ultima vez y le dio un último orgasmo que Mercedes ahogó con lágrimas de despedida.
En una reunión familiar se anunciaron los términos y condiciones, ante las protestas de Gregorio (rápidamente reprimidas) y el asentimiento de Graciela.
Siguieron semanas de zozobra para el entorno de la familia: amigos, familia extendida, e incluso Raquel, la joven empleada doméstica, se sintieron abandonados por aquella familia que (como tantas) abandonaba el maltrecho país caribeño en busca de nuevos horizontes.
La que peor lo tomó fue Raquel. Juan Alberto se encargó de darle la noticia. La llevó a dar una vuelta en la camioneta de Mercedes, se estacionaron en un lugar solitario y alejado y le contó lo que iba a ocurrir.
Raquel reaccionó estupefacta y con miedo. Pero el viudo no le dio mucho tiempo a dudar.
—Es lo mejor para todos, Raquel. Ellos sigue su vida y yo la mía. Vos sabés bien lo que ocurría en el seno de esta familia, y todo ha sido una locura aberrante, de la cual fui parte. Lo mejor es terminarla de una vez por todas— Dijo Juan Alberto reconociendo culpas, pero mostrándose pragmático, como siempre.
—Es lo mejor para ustedes, pero para mí no. ¿Qué haré yo? — contestó Raquel sin poder contener las lágrimas de bronca y terror.
En efecto, aquel despido para ella significaba volver a quedar a merced de explotadores como Mercedes y Gregorio, que, sin la rienda y el freno de un protector como Juan Alberto, significaba un futuro de explotación y abuso para la muchacha. Al menos eso interpretó el viudo.
—Nada de eso. He hablado con un empresario amigo. Te va a dar trabajo. Un buen trabajo. Bien pago. Te van a respetar. Vas a estar mejor que ahora— Aseguró el viudo.
—Raquel sonrió con alivio y agradecimiento y luego rompió a llorar como una magdalena— ¡No te voy a ver más!!!
Por primera vez lo trataba de tú y por primera vez le mostraba sus sentimientos.
—Vas a tener gente mejor que yo y que Mercedes en tu vida. Te lo aseguro— Prometió Juan Alberto.
—Yo no quiero gente mejor, te quiero a ti en mi vida, ¿no te das cuenta? —Estalló en llanto Raquel
—¿Qué decís? Esto te ha afectado mucho. Sos tán víctima de esta locura como las hijitas de Mercedes. Soy el único responsable. Lo siento…— intentó reaccionar Juan Alberto
—¡Cállate! — Le gritó Raquel enfurecida, sorprendiendo al viudo que quedó mudo. Y acto seguido se lanzó a besarlo.
El viudo intentó esquivarla pero terminó rozándole los labios y, como si éstos si fueran magnetos de polos opuestos, se amorró a ella en un interminable y desigual beso entre el acaudalado empresario cuarentón y la humilde jovencita veinteañera.
—NO. NO. NO. No quiero hacerte esto a vos— Dijo el viudo culposo, pero a la vez excitado sintiendo su verga latir en la entrepierna.
—¿Hacerme que? ¡DILO!— Increpó la combativa joven
—Volverte…. una puta, como a Mercedes— Murmuró el viudo con la cabeza gacha y la cara enrojecida de vergüenza.
—Ella lo hacía por dinero. Yo lo hago por amor— Respondió cortante la chica pobre.
—¿Amor? — preguntó sorprendido Juan Alberto
—Qué cosa más increíble, ¿no? Querer estar con un hombre por amor…— se burló Raquel y redobló la apuesta— Desear a un hombre por considerarlo el mejor del mundo y no por su billetera, debe ser algo impensado para gente como usted.
—¿GENTE COMO YO? ¿Y qué carajo sabés vos qué clase de gente soy yo? —Estalló el viudo, ahora ofendido y dolido.
—Sé que eres un hombre bueno, adorable, fuerte y con principios… que cayó en las redes de estas viejas putas de Mercedes y Graciela. ¡ESO SE YO! Y sé que tú sigues siendo tú, pero debes dejar de ver al mundo como si todas las mujeres fuéramos putas como Mercedes— Respondió de un solo tirón Raquel.
El viudo se calmó y no pudo volver a hablar porque la chica se le colgó del cuello y comenzó a besarlo y a decirle todo lo que sentía.
—Te amo, Juan Alberto. Te amo desde que te ví de visitas con tu difunta esposa. Yo tenía 14 años y te amé desde ese momento. Eres un hombre increíble. ¡Te amo!
—Perooo…— intentó reaccionar entre beso y beso el viudo, aturdido y empalmado
—Pero nada. Te amo. Te deseo desde siempre. No quiero tu dinero ni nada. Quiero estar contigo. No quiero dejar de verte. No quiero perderte— se confesó Raquel.
—Raquel….— nuevamente quiso intervenir sin éxito Juan Alberto.
—Sé que es una locura. Pero con poder verte periódicamente me conformo. Yo puedo trabajar. No necesito que me mantengas. Sólo necesito que me hables. Que me mires de ves en cuando… Sólo eso quiero— admitió Raquel.
Escuchar aquello, viniendo de una joven que vivía semanalmente con lo justo, contando los centavos para comer y sobrevivir, era algo muy fuerte para el viudo, que estaba acostumbrado al deseo de una mantenida en el lujo a cambio de hacer cualquier chanchada.
Y ya no pudieron hablar porque ambos sintieron los besos salados por las mutuas lágrimas y se dedicaron a comérselas uno al otro.
El morreo se tornó en abrazos y besos casi fraternales. Juan Alberto luchaba entre el sentimiento de agobio por lo que escuchaba y la calentura que le provocaba tener así a aquella chica.
La joven tenía 21 años recién cumplidos. Su cuerpo era de infarto: petite, pero con unas tetas redondas y un culito respingón que tornaban cabezas al pasar por la vereda. Su cara era hermosa, con carnosos labios de miel y barrio propio de las mulatas del caribe, su pelo largo, negro y sedoso y su piel, naturalmente hecha a los rigores del sol y del viento del trópico, mostraba un bronceado perfecto y constante. Juan Alberto ya la había visto atractiva antes, pero la experiencia de abuso con Gregorio lo hacía guardar formas. Sin embargo, ahora, avanzado por ella, luchaba con sentimientos encontrados.
Las caricias dieron paso a los besos apasionados nuevamente y Juan Alberto intentó razonar con ella, explicarle que “estaba confundida” (tarea inútil si las hay, cuando una mujer se enamora). Intentó hablar de la diferencia de edad y de cuanta cosa se le ocurrió por la cual a la chica no le convenía involucrarse con un tipo como él. Pero cada argumento derrotado incrementaba la lujuria y el amor (sí, los dos) que aquel hombre sentía por Raquel.
Finalmente, rendido, se entregó a besarla y le prometió no dejarla sola, y visitarla regularmente. Raquel le creyó sin preguntarle detalles ni exigirle frecuencia o plazos. Sino que se limitó a confiar en él. Y eso terminó de convencer al viudo que la chica era sincera.
Eso, y el hecho que ninguno de los dos intentó ir mas allá en aquella tarde, fue un indicio que ambos estaban enamorados.
EPILOGO.
Mercedes, Graciela, Gregorio y familia demoraron 6 meses en mudarse a su nuevo país. Pero desde aquella semana de la decisión y del acuerdo nunca más vieron al viudo, sino que se limitaron a recibir sus remesas y dinero de re-localización. Los amigos del viudo en el nuevo país ayudaron (interesadamente, claro) a Mercedes a instalarse. Mercedes se dedicó por un breve tiempo a ejercer la prostitución de alta gama con todo tipo de atorrantes, hasta que pudo engatusar a un estanciero 20 años mayor que ella, sin hijos ni herederos, que le ofreció matrimonio la misma noche que le probó todos sus agujeros en una reunión de la sociedad rural local, donde Merce asistía como escort.
Graciela Falleció a los pocos años de mudarse. La noche antes de su paro cardíaco había mamado varias vergas en una despedida de soltero. Murió en feliz.
Gregorio inició un breve “romance” con Blad que se cansó rápidamente de él. Prosiguió su vida ejerciendo su profesión de arquitecto y descubriendo su bi-sexualidad.
Juan Alberto visitó regularmente aquel país adoptivo que amaba tanto, pero mas que nada visitó a Raquel. Primero como “amigo con derechos”, luego como novio, y en pocos meses (incluso antes que Mercedes se mudara) le ofreció matrimonio a aquella chica que tenia menos de la mitad de su edad.
La chica aceptó luego de hablarlo con su familia y junto con su hijo de soltera (que como los lectores imaginan era hijo biológico de Gregorio) se mudó a USA, donde reinventó su vida. Juan Alberto adoptó al niño y juntos tuvieron dos hijos más. Así pudo aquel hombre tan escéptico y duro descubrir algo que jamás hubiera imaginado antes: ser “padre-abuelo”.
A Raquel le llevó mucho tiempo lograr que Juan Alberto abandonara sus fantasmas del pasado. Su adicción al sexo, su vergüenza por haber participado de tantas cosas que ahora sonaban a locura. Visitaron juntos la ciudad natal de Juan Alberto y fueron recibidos por Damián y sus amigos, pero ahora el trato era otro completamente distinto: de respeto fraternal total y absoluto. Nunca se volvieron a cruzar con Mercedes y familia.
Todos los que participaron de esta historia reafirmaron así la idea que todo ser humano y todo grupo humano, siempre está a un paso de tomar una decisión que cambia su vida. Y que, si bien no se puede volver atrás, siempre se puede cambiar el rumbo. Sólo es cuestión de animarse.
FIN
Gracias a todos los que siguieron el relato. Este es el mejor final que pude inventar. Y sé que podría haberlos infinitamente mejor. Pero ya era hora de culminar esto y de “move on” (como hubiera dicho Juan Alberto en Spanglish).