El Viudo VIII: Mirá Mami, sin las manos.
Un viudo aprovecha las necesidades económicas de su familia política para humillar a su concuñado y para usar sexualmente a su cuñada en presencia de su suegra, que intenta participar por todos los medios.
Nota del Autor: Sigo agradecido por los comentarios y calificaciones para esta historia. En la medida que siga gustando tanto seguiré publicando.
Recomiendo leer los capítulos en orden. Pero como la historia es muy larga, incluyo un brevísimo resúmen para los que se unen tarde y no quieren leer toda al zaga.
Resumen.
Cap. I: Ariana y Juan Alberto son un matrimonio de inmigrantes (de distintos países) que viven en USA y mantienen a la familia de la mujer en su país de origen. Al morir la mujer, el viudo asume el compromiso de mantener su familia política: a la suegra Graciela y a su cuñada Mercedes. Pero lo hace con la condición de tener a Mercedes como esclava sexual y de mandar sobre el hogar de toda la familia política.
Cap. II: El viudo visita a su familia política e impone su voluntad sobre ellos. Despojando al parasítico esposo de Mercedes, Gregorio, de todo el poder que siempre había tenido y humillándolo hasta límites insospechados. Mercedes le agarra el gustito a ser la putita de Juan Alberto.
Cap. III: Juan Alberto comienza a dar lecciones de manejo a Mercedes mientras sigue demandándole favores sexuales que ella presta gustosa. Gregorio no puede hacer nada al respecto, pero su impotencia sexual crónica parece remediarse temporariamente al escuchar cómo su mujer es cogida por su amante.
Cap. IV: Los amantes son descubiertos en plena faena sexual por Graciela (la madre de Mercedes y suegra de Juan Alberto), que les hecha una bronca enorme. Pero luego la convencen de que están cumpliendo la voluntad de la difunta Ariana y la suegra se convierte en voyeur de su hija y su yerno.
Cap. V: Durante un viaje Juan Alberto promete una 4x4 Audi a su amante. El Viudo conoce a Imelda, hermana de su concuñado Gregorio y nace un interés mutuo. El cornudo Gregorio intenta suplir su frustración sexual llamando a una prima de su esposa y extorsionando a la empleada de la casa, Raquel, termina más frustrado que nunca y se ve obligado a acabar escuchando como el culo de su esposa es taladrado por el viudo. Juan Alberto termina realizando sexo anal a Mercedes en presencia de Doña Graciela que se entusiasma y participa verbalmente. A cambio de su ayuda, Graciela recibe la promesa de un televisor plasma de regalo que es instalado por un fornido y musculoso joven de origen afro-caribeño llamado Edilson.
Cap. VI: Juan Alberto invita a su Amigo Damián a un fin de semana en Las Vegas, donde comparte incondicionalmente a su amante.
Cap. VII: Juan Alberto, Mercedes y su familia visitan a la hermana de Gregorio, Imelda, que se presta un trio con Mercedes y el viudo. Gregorio por primera vez puede ver a su odiado concuñado en acción con su esposa (y su hermana). La suegra no puede viajar y se queda para que Edilson le haga mantenimiento.
Durante todo el viaje de regreso a casa de Mercedes, Gregorio estuvo cabizbajo e irritable. Una cosa había sido imaginarse o escuchar a su esposa con Juan Alberto y muy otra había sido verlos juntos (y encima con su hermana Imelda). Tras cartón, era evidente que no tendría acceso a la camioneta nueva como había planeado.
Sin embargo, no todas eran desventajas. Por un lado, Gregorio seguía sin necesitar trabajar. Por el otro, había conseguido lograr respetables erecciones e incluso se había excitado lo suficiente para eyacular. Lo único desagradable era que le ocurría cuando Juan Alberto se cogía a su esposa. En fin. Eso se “solucionaría de alguna manera”.
De regreso en la casa Juan Alberto anunció que al día siguiente regresaría a su hogar. Lo cual despertó la alegría de Gregorio y la desazón de Mercedes y de Graciela, que estaba esperándolos en casa de su hija.
—¿Cómo que ya te regresas? ¿Y no vas a venir a mi casa, a ver todas las cosas que ha hecho Edilson? — Preguntó Graciela con una mezcla extraña de lujuria y desilusión.
—¿Tan poquito te vas a quedar? ¿Qué será de mi solita? —inquirió Mercedes como si Gregorio no existiera.
—Bueno, bueno. Tranquilas, que tengo además una noticia buena. —Prometió Juan Alberto, hizo una pausa, y develó el misterio— Como la semana que viene comienzan las vacaciones de las niñas, se vienen las cuatro a mi casa por dos meses.
—¡SIIIIII! —Festejaron a coro Mercedes, Graciela, e incluso las sobrinas.
—Qué bueno por ustedes…—felicitó sin entusiasmo Gregorio que se sabía relegado a pasar dos meses solo en su arruinado país mientras sus hijas y su esposa se darían la gran vida en los USA.
En efecto, el viudo partió al día siguiente y en una semana partió su familia política. Gregorio pensó que esa sería su oportunidad para tener sexo con la adolescente empleada doméstica, Raquel, que por iniciativa de Mercedes iría una vez por semana a limpiar la casa y a cocinar para dejarle comida congelada al inútil esposo. En el segundo día de ausencia de su esposa, apareció la empleada. Gregorio la abordó sin darle tregua.
—Raquelita, necesito pedirte algo— Inició contacto el abusivo cornudo.
—Diga, señor Gregorio— respondió Raquel.
—¿Raquelita, recuerdas la última vez que se fue Mercedes de viaje, como tú me ayudaste? —preguntó con malicia Gregorio, en alusión a los días que Mercedes había viajado por el funeral de su hermana, en que la muchacha de 16 años había tenido que acceder a realizar todo tipo de practicas sexuales con ese desagradable viejo de mas de 50 años a cambio de algo de comida.
—Sí, Don Gregorio, lo recuerdo perfectamente. Hay cosas que no se olvidan— dijo desafiante la adolescente abusada.
—¿Tanto te gustó? —Preguntó Gregorio soltando babas
—Al contrario, señor Gregorio, con todo respeto, me resultó desagradable—Sentenció la casi-niña.
—¿Qué decís? ¿Desagradable? Bien que venias a pedirlo a diario—Se vanaglorió el cornudo.
—Se lo pedía porque mi hijo lloraba de hambre, mis padres estaban al borde de la desnutrición y a mí me dolía la panza por falta de comida. Y usted me daba comida a cambio de “eso”. Usted lo sabe bien— Reprochó la joven
—Bueno, bueno. Ahora se me antoja que me ayudes otra vez, sé que no necesitas comida, pero necesitas el trabajo, así que vamos, querida, a lo tuyo, o de lo contrario le diré Mercedes que en su ausencia no hiciste tu trabajo para que te despida. Será mi palabra contra la tuya… y ¿A quién piensas que le creerán? — Dijo Gregorio frotándose la entrepierna.
—Averigüémoslo ahora, señor Gregorio. —Se plantó Raquelita y tomó su teléfono celular y envió un mensaje de WhatsApp a Juan Alberto, con una palabra previamente acordada.
En menos de un minuto sonó el teléfono de Gregorio. Era Mercedes, recién llegada a casa de Juan Alberto después de casi un día de viaje, que lo increpó duramente.
—¿Qué le estás haciendo a Raquel?
—¿Queeee? — preguntó Gregorio haciéndose el desentendido.
—No te hagas el tonto, Gregorio, pásame a Raquel INMEDIATAMENTE—Ordenó Mercedes.
Gregorio, enmudecido y con manos temblorosas le pasó el teléfono a su empleada adolescente.
—Diga, señora. —Se presentó la chica.
—¿Mi esposo te anduvo acosando? —Preguntó Mercedes en seco.
—Y… Sí. Me pidió que lo “ayudara como antes” y como dije que no, dice que me acusará con usted para que me despidan, señora. Yo hago lo que sea: limpio baños tapados, cocino, friego la suciedad del horno… pero eso no, señora, se lo pido por favor. —Rogó Raquel exagerando para convencer a su patrona.
—Bien. Devuélvele el teléfono a mi esposo, por favor—La cortó en seco Mercedes.
—Mercedes… no es tan así…—Intentó defenderse Gregorio.
—Cállate la boca y pon el manos libres YA MISMO—Mercedes resonó enfurecida.
—Ya está— respondió sumiso Gregorio.
—Raquel, querida, te has ganado vacaciones pagas hasta mi regreso, deja todo como está y ve a tu casa. Te llamo cuando regreso. Por le dinero no te preocupes, te pagaremos como si hubieras trabajado— Indicó mercedes, siguiendo un plan cuidadosamente acordado con Juan Alberto.
—¡GRACIAS, GRACIAS, nos vemos a su regreso, ¡señora! —gritó Raquel, y antes que todos pudieran reaccionar juntó sus cositas y desapareció.
—Pero como es posi…—Intentó protestar en vano Gregorio.
—eso mismo me pregunto yo. ¿Como es posible que sigas intentando abusar de esa niña, degenerado? —Gritó indignada la esposa infiel. —Ahora, vas a tener que limpiar y ordenar tú. ¡Por pervertido!
Gregorio hizo silencio y colgó. Acababa de descender un peldaño más de la escalera de la dignidad. Ahora le tocaría cocinarse y limpiar su propia mugre, algo que él no había hecho en toda su vida.
Mientras tanto, en casa de Juan Alberto, todo marchaba sobre ruedas. La primer noche que pasaron en casa del viudo, las niñas estaban demasiado alerta y Mercedes demasiado cansada por el viaje, por lo tanto Juan Alberto, con buen tino, decidió darle “noche libre a su amante”. Y (curiosamente) la única que pareció desilusionada por eso fue la suegra, Doña Graciela, que parecía demasiado ansiosa por que su hija y su yerno se fueran juntos a la cama.
Al día siguiente, Mercedes tuvo la desagradable tarea de poner a su esposo en su lugar telefónicamente, por intentar acosar a “la protegida de mi cuñado” como ahora llamaban respetuosamente (por obligación) las mujeres de la casa a Raquel.
Pero aquella segunda noche, las miradas y las insinuaciones de Juan Alberto indicaron a Mercedes que iban a tener acción. Y el entusiasmo de la cuñada comenzó a rivalizar el de su propia madre. Para cuando todos terminaron de cenar, Mercedes se apuró a llevar a sus hijas a dormir.
—Bueno, niñas, vamos a dormir, vamos, que mañana tienen que ir a un campamento de verano que su tío les ha reservado—Invitó la madurona
—¡Pero maaaami! Su tú, el tío y la abuela se quedan despiertos, ¿por qué no podemos nosotros? —Protestaron a coro las inocentes criaturas.
—Nada de contradecir a su mamá. Mañana tiene un largo día por delante y nosotros, los grandes vamos a mirar una película que los niños no pueden ver—Ordenó la Abuela.
—¿Es de esas que se besan mucho? —Preguntó la menor sin imaginar de lo que realmente se trataba.
—Jajaja. No, princesa, es de terror, con monstruos y mucha sangre y cosas de miedo— Mintió el tío para alivio de la madre.
—¡Entonces nos vamos a dormir, no queremos tener pesadillas! —Dijo la hermanita mayor y las dos corrieron a la planta alta a refugiarse en su habitación.
—Bueno. Las pongo a dormir y bajo. Ustedes espérenme acá. —Dijo Mercedes guiñando el ojo a su Madre y a su Cuñado con cara de pícara.
Doña Graciela no podía aguantar la ansiedad, sentía picores íntimos y estaba más inquieta que nunca por la expectativa de volver a ver a su yerno en acción.
—Me dijo Merceditas que ustedes suelen poner una película “de cochinadas” para entrar en calor—Descargó la vieja con lascivia.
—La verdad, a mi me encanta hacerlo y Mercedes le ha tomado el gustito, parece—respondió orgulloso Juan Alberto.
—Y bueno, pues, ponga una si quiere, para estar listo cuando baje Mercedes—Sugirió la impaciente suegra.
Juan Alberto se conectó a una web porno usando su Smart TV y comenzó a mirar el listado disponible.
—¿Y que ponemos hoy, Doña Graciela? ¿Una de señoras muy maduras teniendo sexo con hombres jóvenes? —Sugirió lascivamente el viudo a su propia suegra
—mmm… Lo que a usted le apetezca esta noche—Retrucó dócil la vieja, a quien le corría una corriente por la espalda al imaginarse al viudo mirando pelis porno con mujeres parecidas a ella como antesala a ser poseída por el viudo de su propia hija menor.
—Entonces, vamos a buscar una donde aparezca una mujer parecida a Merce… Me encanta mirar pelis porno con actrices que me recuerdan a ella—concluyó maliciosamente el viudo que a esta altura adoraba jugar con las ganas de su suegra.
—Si. Me parece bien— dijo parcamente Graciela intentando ocultar su desilusión.
Juan Alberto eligió a una de sus actrices porno favoritas que le recordaban a Mercedes, puso la película y se sentó en el sofá junto a su suegra. En pocos minutos más una impresionante morocha estaba arrodillada sobre la cama con su enorme y firme culo en poma, siendo taladrada por un actor bien dotado.
La vieja sintió otro escalofrío al estar mirando eso junto a su yerno.
—¡Válgame Dios! Si que se parecen a usted y mi hija en acción— Confesó Graciela sintiendo el intenso calor que la quemaba por dentro.
—Su hija es mejor que esa putita de la película—Ofreció como “piropo“ el viudo.
—Y tú pareces estar mejor dotado, hijo— Dijo la suegra a su yerno al tiempo que sus huesudas manos comenzaron a acariciar la pierna del hombre.
—¿Le parece? — Incitó el viudo con malicia. Y abrió las piernas, ofreciendo su bulto.
—Y mas firme que esa, del actor también—Agregó la vieja que ya rozaba la cara interna de los muslos del viudo con sus uñas y usaba su dedo índice para “rascar” por sobre la bragueta el bulto de su yerno.
Juan Alberto le puso una mano por encima de los hombros y le tocó el pelo, pero con la otra le empujó la muñeca, evitando que la vieja hurgueteara demasiado en su zona fálica
—Tranquila, Graciela, miremos la película, ¿sí?
—Si, hijo, sí. Disculpa, es que me dejo llevar—Dijo agitada la vieja, retirando la mano hacia la pierna.
Graciela estaba desesperada. Las caricias del viudo en el pelo la enloquecían. ¿Era una invitación a que se agachara y le mamara la verga? Por otro lado, al quitarle la mano de su bulto le indicaba que guardara cierta distancia.
La vieja intentó volver a rascar los huevos y el falo de su yerno por encima del pantalón, y apenas logró en cada intento sacarle dos o tres rasguños, antes que Juan Alberto cariñosamente le moviera la mano nuevamente a su pierna. La vieja pudo notar que cada vez que llegaba a acariciar la zona genital de su yerno, ésta corcoveaba como un corcel chúcaro.
Aquella situación se prolongó por varios minutos. La verga de Juan Alberto estaba a reventar, Graciela sentía su cuerpo entumecido de cosquilleos pre-orgásmicos, y sin embargo la cosa no pasaba a mayores por la firmeza con que el viudo se había plantado.
Después de esos interminables momentos, escucharon a Mercedes bajar la escalera susurrando.
—SHHHH Se durmiero…— Interrumpió Mercedes el susurro al ver la escena.
En la pantalla de 62 pulgadas estaba aquella actriz que tanto le gustaba a su amante mamando una enorme verga junto con otra amiga y en el sillón Juan Alberto tenía cariñosamente abrazada a Graciela mientras esta lo acariciaba “ahí abajo”.
—Vení, vení, Merce, Que te hemos guardado el mejor lugar indicó Juan Alberto.
Mercedes se repuso, intentando ocultar sus miedos e inseguridades antes la posibilidad cierta que esa noche su anciana madre fuera empalada frente a sus propios ojos. Pero al rodear el sofá vio que Juan Alberto pujaba por mantener la mano de su madre alejada de su miembro y eso le dio cierta esperanza
—Si soy lo suficientemente puta, acaso “salve” a mi mami esta noche—Pensó para sí Mercedes, que solo quería salvarse ella de ver a su casi septuagenaria madre gozando con su amante.
El “mejor lugar” que juan Alberto había mencionado a Mercedes era en verdad arrodillada entre sus piernas. Sin chistar ella se puso en esa posición y se quitó la camiseta. Dos enormes melones emergieron frente a los espectadores.
—¿Verdad que mi hija tiene una bubies hermosas? —Dijo la vieja que ya se había puesto a la par de la hija y mientras con una mano le acariciaba el pelo con la otra le levantaba una de las enormes tetas.
—Son espectaculares, sin dudas. Sáquele el corpiño, así las disfrutamos bien—Ordenó el viudo.
Y mientras la vieja se pudo a desatar el corpiño de su propia hija, Mercedes ya estaba frotando a dos manos a verga de su amante.
—Mmm… Me gusta cuando mi mami me ayuda porque me deja las manos libres para darte placer—Dijo Mercedes simulando más excitación de la que le provocaba la escena, consiente que comportarse de esa forma era lo que se esperaba de ella.
Juan Alberto echó la cabeza contra el respaldo del sofá y se dejó hacer.
En pocos segundos el hombre tenía los pantalones por los tobillos y Mercedes pajeaba el vergón a dos manos mientras su madre la alentaba e instruía hablándole casi al oído.
—¿Verdad que es mas grande y duro que el de la peli, hija? ¿Qué esperas? Mámaselo.
Y sin esperar más, Mercedes se lanzó a lamer la cabezota.
Cuando Juan Alberto (aun con los ojos cerrados) intentó poner las manos sobre la cabeza de la experta mamadora, sus dedos se entrelazaron con los de Graciela que, con sus propias manos, copiaba el boyante movimiento mamatorio de la cabeza de su hija.
El contacto estremeció al hombre y a la vieja. Pero Graciela comprendió rápidamente que debía dejar que el macho marcara el ritmo y retiró sus manos para abrazar a su hija de costado.
Mercedes no paraba de mamar y miraba a Juan Alberto y a su madre de reojo alternativamente. Juan Alberto propuso darle una vuelta de tuerca a la cosa.
—Mostrale a tu mami como hacés “el caramelito” —Ordenó.
Y de inmediato Mercedes comenzó a mamar la verga medio de costado, haciendo que la cabeza se estrellara contra la cara interna de sus carrillos provocando la aparición de una protuberancia que simulaba a la de un chupetín o un caramelo grande alojado en un costado de la boca.
La vieja, que tenía sus labios muy cerca de la mejilla de su hija instintivamente besó ruidosamente el bulto que protruía en la cara de Mercedes. El viudo exageró el placer que eso le provocaba para señalar a las dos putonas que quería más de eso.
—¡Ahhhh, Siiii!
Mercedes comenzó a arreciar la mamada y cada dos o tres mete-saca bucales rápidos, se incrustaba el falo ofreciendo por unos segundos un buen multo a su madre. La vieja comprendió el juego y pasó de besar la verga a través de la mejilla a lamela y finalmente a mordisquear.
Si bien Las sensaciones táctiles en la verga no era muy grandes (salvo cuando Graciela raspaba con sus dientes el abultado carrillo de la hija), el morbo visual de la escena y los lubricados carrillos y lengua de Mercedes comenzaron a provocar los cosquilleos típicos del pre-orgasmo.
—¡Siiii asíiii! —indicó Juan Alberto—“!háganme venir así!”
En la conjugación verbal Juan Alberto ya indicaba que las dos mujeres lo hacían venir.
Mercedes comprendió la fantasía que debía satisfacer en su “mecenas”.
—Vamos, Mami, vamos a hacerlo terminar así me trago toda su leche—Indicó mercedes en un impasse en que se sacó la verga de la boca para darle un piquito en los labios a su mamá.
El beso de Mercedes le supo a Graciela a macho alzado y eso la puso como una perra, le lamió los labios a su propia hija y se dispuso a continuar.
—Vamos, pues, que sepa de lo que somos capaces, hijita—Azuzó la vieja.
La singular y nunca vista mamada a dúo continuó de la misma manera: la verga en la boca de Mercedes empujando sus cachetes y la vieja lamiendo, mordiendo y besando el falo a través de las mejillas de su propia hija.
—¡Me vengo, me vengo! Anunció el viudo retirando la verga de la boca de su amante y sosteniendo las cabezas de ambas mujeres una contra la otra para que no se separaran.
El movimiento tomó por sorpresa a Mercedes, al igual que el espeso chorro seminal producto de una semana de estricta abstención, que voló por los aires cual serpentina de carnaval y fue a estrellarse en la cara de la suegra.
Recompuesta de la sorpresa, mercedes tomó firmemente la verga de su amante y la apuntó a su cavernosa boca abierta de par en par para recibir dos o tres intensas descargas más.
Graciela observaba todo atónita con un gran hilo de leche que pendía desde sus pelos, hasta su cachete y la obligaba a mantener un ojo semi-cerrado.
—Ahhhh… eso si que fue espectacular. inmejorable—Elogió Juan Alberto.
Envalentonadas y orgullosas las dos mujeres comenzaron a reír mientras mercedes limpiaba la leche de la cara de su “mamita” con su boca para después besar efusivamente a su amante en la boca, para que degustara su propio semen, como acostumbraban siempre.
Juan Alberto bromeó que ahora debían darle tiempo para recuperarse y poder satisfacer a Mercedes, dando por tierra cualquier sueño de Graciela por ser cogida por su fogoso y degenerado yerno.
—Pues si la cosa va a ser entre ustedes, yo necesito descargarme— Dijo la vieja sin pudor alguno, sentándose en un sillón frente al sofá, abriendo las piernas y retirando su largo vestido para comenzar a fregarse la pepita del clítoris.
Mercedes comprendió que su madre estaba tan desesperada como ella y sintió un conflicto interno de celos y amor cuando pensó en compartir su potente amante con su mamá.
—Merce, tráele los vibradores de Ariana—Ordenó el viudo sorprendiendo a ambas mujeres.
Mercedes se levantó robóticamente y desapareció para regresar con dos vibradores: un gran falo y otro tipo “mariposita” y se los dio a su madre.
—Este es para que te lo metas mami. Y cuando estés siendo penetrada, la mariposita en el clítoris te hará venir mas rápido—Explicó mercedes como si fuera una maestra e ilustró como prender y apagar los aparatos.
La vieja de inmediato comenzó a penetrarse con el vibrador fálico y Mercedes se sentó junto a Juan Alberto que miraba el espectáculo excitado. La madurona comenzó a pajearlo.
—¿Te gusta ver como se estimula mi mamá? —Jugó Mercedes— Es porque la dejamos muy pero muy caliente, mi vida
—Ufff que maravilla—Decía el viudo que comenzó a sentir la verga endurecerse nuevamente.
Para cuando la vieja tenia el vibrador incrustado a fondo y en su máximo seteo vibratorio, mercedes ya estaba a cuatro patas siendo penetrada bestialmente por su amante mientras se tocaba el clítoris.
Los tres gritaban como posesos.
—SIIIII Me vengo, hija, me vengoooo— Aullaba Graciela que ahora se comenzó a apoyar la mariposa vibradora en el cítoris.
—¡Yo también, mami, yo tambieeeeeennnn Ahhhhh!
Las dos mujeres comenzaron a convulsionarse brutalmente al ritmo de sus oleadas orgásmicas y acabaron tiradas, sin fuerzas. Graciela en su sillón, y Mercedes en el piso, con la mano estirada hacia la de su madre con la cual entrelazaba dedos.
Juan Alberto, satisfecho por el resultado logrado, se acostó boca arriba en el sofá con su verga en ristre y la dejó volver al estado de letargo.
Mercedes se sentía extrañamente feliz y poderosa, Graciela estaba totalmente exhausta por su enorme explosión climácica, pero con una sensación que “algo le faltaba”, y no pudo dejar de recordar a su servicial Edilson. Y Juan Alberto se sintió envalentonado y decidido a llevar todo un paso más allá.
Comenzaba así una nueva etapa en la vida de esta peculiar familia.
Continuará.