El Virus VR (54)

Caminando con infectados, ataque a la casa fuertecillo, gasolinera.

Se recomienda la lectura de los episodios anteriores para una mejor comprensión de la historia.

Caminante, no hay camino, se hace camino al andar,

Y al volver la vista atrás, veras la senda que no volverás a pisar.

(Juan ramón Jiménez)

Capitulo 54  Caminando entre infectados.

Pese a las inclemencias del tiempo, mi estado físico no era demasiado malo, estaba resfriado a consecuencia de tanto caminar por la nieve, pero la herida de la muñeca había cicatrizado sin problemas gracias a que me la desinfectaron y trataron antes de transformarme, no ocurría lo mismo con las heridas de los demás integrantes del grupo, estos tenían cortes y mordiscos más o menos recientes, a veces cicatrizaban pero otras empeoraban por el mal clima, supongo que entre la falta de higiene y el olor de miembros más o menos infectados de pus e infección, se podría decir que nuestro grupo apestaba por donde pasase.

Ahora visto en retrospectiva recuerdo estos detalles, lo cual me lleva a otro gazapo de cine para las pelis de zombis, ¿los protagonistas vivos pierden el olfato? Siempre los sorprenden los zombis en lugares oscuros o a la vuelta de corredores y pasillos, ¡bah… chorradas! os puedo garantizar que se nos podía localizar solo por la peste que dejábamos y eso que no éramos cadáveres ambulantes como en el cine.

Al caer al suelo yo estaba vestido con ropa adecuada para el frio, mis compañeros de manada no estaban ni la mitad de bien equipados lo cual me trajo algunos problemas, los más fuertes no tuvieron problemas en golpearme para conseguir mi chaquetón de camuflaje y otras prendas de ropa, ni que decir tiene que dado mi estado de los primeros días fui una presa fácil para ellos, por lo poco que recuerdo de aquellos días, creo que me cubrí durante semanas con una bata y un chándal que hallé en una de las casas.

Pero volvamos a la historia, naturalmente la manada buscaba lugares resguardados para dormir, tales como casas abandonadas ya saqueadas más o menos destartaladas, lo mismo que cuevas o cualquier lugar más o menos seco y resguardado de viento y nieve, por el día generalmente caminábamos mucho, siempre estábamos moviéndonos mientras hubiera luz del día, buscábamos presas continuamente sin importar su tamaño, el hambre nos motivaba, seguíamos rastros, olores o movimientos en la maleza, pero nuestro numero era una desventaja ya que al ser unos cuarenta no conseguíamos bastante comida para todos, las peleas eran frecuentes por la pocas presas que conseguíamos, desde conejos a ardillas pasando por ratones e insectos, de vez en cuando pillábamos algo mas grande como un ciervo o perros silvestres, estos últimos nos costaron algunas bajas que no tardaron en ser consumidos aun calientes.

Mi cabeza se despejaba lentamente, empecé asociando lugares con recuerdos, luego fueron situaciones tal como los despliegues para cazar, nuestro líder de manada nos solía desplegar en semicírculo a fin de encerrar a las presas grandes, colocaba los viejos y lentos en el centro, desplegando a los más jóvenes y rápidos por los flancos para rodear a las víctimas, aquello me ayudo dado que me movía rápido no tardé en destacar sobre los demás, lo cual me valió mas peleas y enfrentamientos con los demás machos pues estos querían ser los preferidos del líder y veían en mi a un competidor.

En el terreno sexual la cosa estaba algo mejor, recordad que había conseguido una hembra en el capítulo anterior, su ex pareja es decir el cartero, intento recuperarla un par de veces con ataques traicioneros, ambas veces conseguí zafarme de sus ataques y zurrarle de lo lindo, las peleas en la manada eran frecuentes y muy sucias, al no recordar sus miembros casi nada de lo que pudieran saber en su vida anterior, estas peleas eran un conjunto de puñetazos y patadas salpicadas de mordiscos y arañazos, el día que instintivamente golpee a otro tío con el canto de la mano en el cuello, los espectadores gritaron de asombro mientras el otro caía desvanecido.

Cosas como esa hacían que mi popularidad aumentase, bien fuera por destreza, temor o envidia, el caso es que se me respetaba y tenía menos peleas, poca gente me disputaba las presas que conseguía y solo las compartía con el líder y con mi hembra, el resto podían roer los huesos sobrantes si es que los había, no tarde en recuperar mi chaquetón y demás cosas que me habían quitado los primeros días.

Entre unas cosas y otras el tiempo pasaba, yo me encontraba algo mejor cuando encontramos a aquellos pocos supervivientes; una casa blanca de dos alturas, contraventanas de madera y balcón pintadas de verde y un tejado de tejas rojizas aun visibles bajo un palmo de nieve, frente a su puerta se veía dicha nieve aplastada formando un pasillo en dirección a un pozo de piedra, todo indicaba que la casa estaba ocupada.

En las películas de zombis, se ve a todos los integrantes del grupo atacante avanzar ciegamente contra un objetivo, eso hace que los supervivientes se los vayan cargando sin muchos problemas; debo reconocer que eso mismo hice al principio cuando me los cargaba desde la muralla del torreón; pero desde entonces la manada había aprendido un poco y los ocupantes de la vivienda no nos esperaban.

Unos pocos nos habíamos acercado a la vivienda situándonos muy cerca de la puerta y las ventanas, entonces se oyó en el interior un grito de alarma seguido segundos después por el sonido de un disparo de rifle, uno de nuestros hombres cayó al suelo con un tiro en el pecho, pero el resto de la manada seguía llegando hasta las paredes, nos pegamos a estas buscando como entrar, golpeábamos puertas y ventanas astillándolas hasta romperlas a la fuerza, la puerta se combaba por la presión de nuestros cuerpos contra la madera, un disparo atravesó las tablas rozándome la oreja antes de enterrarse en la cara del tipo que tenía detrás, este cayo sin un gemido y su cuerpo fue apartado por los que venían detrás no tardando estos en ocupar su hueco presionando contra la puerta, las ventanas esteban siendo rotas por el resto del grupo y por una de ellas justo a mi izquierda, apareció el cañón de una escopeta de dos cañones, el potente disparo de esta arma nos sorprendió a todos, decapitó a una de las mujeres y amputó la mano de un tío, pero varias manos aferraron el cañón del arma tirando de el hacia fuera, su dueño era un sesentón de pelo canoso que no quiso soltar el arma ¡aquello fue su perdición! durante un instante perdió el equilibrio cayendo hacia adelante, varias manos agarraron su ropa y brazos tirando hacia el exterior, su cuerpo medio paso por la ventana rota entre los fragmentos de cristales, el tío gritaba horrorizado al darse cuenta de que su vida acababa, muchas más manos le aferraron por el cuello, la cabeza y la espalda, manos que tiraban arañaban y se hundían en su carne desgarrándola, la sangre salpicaba y enloquecía a los infectados, estos se abalanzaron mordiendo a su víctima, recuerdo fugazmente mechones pelo gris mezclados con jirones de franela verde y negra ensangrentada, sangre salpicando y bocas masticando, se aprecian destrozos en la carne y veo blanquear el hueso de aquella cabeza, escucho huesos rompiéndose y veo como le arrancan los brazos sin dejar de morder su espalda, la orgia de sangre sigue pero sigo empujando la puerta.

Dentro de la casa se escuchan gritos de pánico, voces de niño y de mujeres seguidas de la voz de un hombre diciendo:

-      ¡Deja sus piernas mama, está muerto!

-      ¡Hijos de mala madre, han matado a mi pacooo! –Contesta una voz de mujer mayor.

-      Dejad la puerta ¡vamos arriba, subid todos! ¡¡ya!!

La puerta aguanta aun un par de envites, pero somos demasiados y por fin esta cede, el marco se astilla y finalmente se rompe abriéndose violentamente hacia dentro, tan rápido que varios caemos al suelo, escucho otro disparo de rifle y oigo gritar a un hombre tras de mí, todos entramos como podemos en la vivienda pisoteándonos en busca de carne fresca, la casa esta caldeada y huele a menestra, sobre la mesa están los platos pues los hemos pillado comiendo, consigo apartarme de la riada de infectados que entran, voy rodando hacia la izquierda hasta que me golpeo con las piernas del viejo que aun cuelga de la ventana rota, le muerdo un tobillo y me reconforta su carne y sangre cálida, mastico un bocado y me levanto contemplando al anciano, su espalda ya no existe, se le ven las costillas blancas destacando contra la carne, muevo la cabeza y mis ojos se detienen en un retrato que está en un mueble, seis personas me sonríen desde la foto, una pareja de ancianos flanqueando a una pareja de menos de cuarenta años, ante ellos una chica morena de unos quince años y un chaval de seis o siete, ellos deben ser los ocupantes de la casa.

Arriba se oyen gritos y golpes, un disparo seguido por el ruido de una ventana al romperse, seguido de más voces:

-      Carlitos, Raquel, - Es la voz del hombre- sois los mas rápidos así que saltad y corred lejos, dirección norte debéis salvaros hijos míos.

-      No papa no podemos dejaros. –Responden ellos protestando débilmente.

-      Debéis hacer caso –Dice la voz de la abuela- tenéis que salvaros.

-      Hijos debéis correr mucho y no mirar atrás. –Otra voz de mujer más joven- si os quedáis nos mataran a todos, Raquel debes cuidar de tu hermano, ¡prométemelo!

-      ¡Si mama, te lo prometo! – Responde la joven.

-      ¡Vamos joder! No pudo aguantar más la puerta, -Dice el hombre- saltad ya, no hay mucha altura y por dios ¡Corred!

Me dirijo hacia afuera, rodeo la casa tropezando con algunos de los lentos de la manada, estos me siguen pero apenas me doy cuenta pues voy mirando al suelo y a las ventanas alternativamente, encuentro a la joven en la parte de atrás, aun sostiene en los brazos a su hermano que ha saltado detrás de ella, se gira mirando en mi dirección, grita al verme y suelta al niño que se pone velozmente en pie, ambos corren por la nieve alejándose de la casa pero la chica ha dudado un instante, lo suficiente para que la pueda alcanzar y darla un empujón que la hace rodar por el suelo, caigo sobre ella y me recibe gritando dándome patadas en la cabeza y hombros mientras el niño se aleja llorando hasta meterse en el bosque, los golpes no me frenan demasiado trepo sobre el delgado cuerpo de la joven, veo su cara aterrorizada, siento bajo mis manos su carne bajo su chándal y un chaquetón, se lo abro de un tirón y bajando la cara muerdo su carne en la zona de la clavícula, mis dientes se hunden en la piel pero algo me contiene y no mastico, solo muerdo babeando la herida mientras su joven sangre llena mi boca, ella grita y patalea pero de un puñetazo la dejo inconsciente, siento el olor y calor del pis de la niña en mis pantalones.

En la casa los acontecimientos han seguido otro curso, el hombre al sentirse superado por la manada se apoya con todo su peso en la puerta, amartilla el rifle y le pega un tiro en la cabeza a su anciana madre, sus sesos salpican la pared tras ella, el sonido hace que los empujones arrecien moviéndole violentamente pero aguanta, las maderas de la puerta crujen al astillarse comenzando a romperse, mueve el cerrojo frenético metiendo otra bala en la recamara, apunta a su esposa que se agazapa en un rincón y mete el dedo en el gatillo, en ese momento la puerta se rompe y varias manos le cogen arañándole la cara y brazos, el disparo suena pero falla su blanco pero la mujer suelta un grito largo fruto de su desesperación, la manada entra en la habitación encabezada por el líder, gritos golpes y sangre salpicando sellan el destino de la familia, el crio corre por el bosque horrorizado sin atreverse a mirar atrás.

Arrastré el cuerpo de la joven de vuelta a la casa, encontrándome con el panorama sangriento que me empezaba a ser conocido, el viejo y nuestros muertos estaban siendo devorados en el salón, así como la abuela y el hombre en una de las habitaciones con la puerta reventada, en otra habitación encontré al líder con una mujer a la que habían mordido en un brazo y las piernas, aún estaba viva así que imaginé la escena de desesperación vivida por esta, entre mordeduras y golpes hasta que el líder se interpuso salvando su vida, aquella actitud no era nueva pues cuando atacábamos siempre procurábamos dejar a alguien infectado pero vivo, a fin de reforzar la manada cubriendo bajas, baje a por la joven subiendo de nuevo y tirando su cuerpo al lado del de su madre, al día siguiente tendríamos dos infectadas más.

Toda la casa fue registrada, tras comer abundantemente los ánimos mejoraron bastante y la manada durmió a gusto y seca, al día siguiente no salimos pues algunos heridos debían reponerse un poco, nuestras nuevas compañeras de manada se resetearon a primera hora de la tarde, no las habíamos molestado hasta entonces pero cuando por fin bajaron la escalera ya transformadas las cosas se desmadraron, todos acudimos a olfatearlas y de ahí pasamos directamente al sobo y violación de ambas, en nuestro estado solo contaban los instintos básicos las edades no importaban, cuando acabamos las dejamos comer lo que quedaba de sus parientes para que recuperasen fuerzas.

Al amanecer siguiente seguimos caminando, durante algún tiempo todo siguió igual, pero un día nos encontramos con otra manada y nuestros líderes lucharon entre sí, el nuestro murió lo mismo que varios miembros de ambos grupos, la manadas se disgregaron en varios grupos más o menos nutridos, en el mío estaban la rubia y el cartero además de la niña y varios más de ambos sexos, en total éramos una veintena lo cual nos beneficiaba pues al ser menos la caza que conseguíamos nos daba más de sí; cuando empezó el deshielo yo pensaba más fluidamente, las cosas mejoraban un poco cuando nos encontramos el primer renacido, era un tío joven y nos vio antes que nosotros a él por lo que nos evitó, pero su rastro era claro y comenzamos a perseguirle por el bosque, le encontramos finalmente al pie de un acantilado y le rodeamos, nos tiraba piedras y gritaba como un condenado pero finalmente le cogimos y mordimos, al día siguiente se reseteo de nuevo y paso a formar parte del grupo aunque no duró mucho pues nuestras mordeduras habían sido cuantiosas y murió días después.

Algún tiempo después y tras mucho andar vi un lugar conocido, a esto le siguieron varios edificios que me sonaban y finalmente me quede parado ante un cartel en la carretera, ese cartel decía “Villalta 1 Km” y tenía una flecha a la derecha, pensé y pensé durante un rato hasta decidirme y ponerme a andar hacia el pueblo, la manada me siguió y al poco entramos en el pueblo, habíamos encontrado cadáveres en las cercanías, estaban medio comidos y con distintas ropas, por lo que supuse después al recordarlo que serían los infectados que cayeron en las trampas y minas, recorrimos el pueblo sin que nadie nos molestase lo cual me ayudó a recordar más cosas.

Tanto pensar me dio dolor de cabeza, además sentía mi cuerpo arder de fiebre, aquello no era bueno pues el cartero me seguía teniendo ganas por su rubia perdida, tanto esta como la niña y alguna otra me hacían frecuentes arrumacos y compartían las noches conmigo, no necesariamente de una en una pues el sexo en grupo da más calor en las largas noches, como ya habíamos comprobado muchas veces anteriormente.

Pero ahora estaba enfermo de veras, pase dos días solo en una casa mientras los demás cazaban y conspiraban contra mí, por fin me repuse un poco y salimos de Villalta por la carretera no tardando en llegar a la gasolinera, aquella imagen del edificio me trastornó y los recuerdos acudieron a mi mente, entré solo y cerré la puerta a mis acompañantes impidiéndoles la entrada y sentándome en el suelo a pensar, ellos gruñían y gritaban pero no tardaron en dispersarse, me dormí en el suelo sobre una caja destripada despertando al día siguiente cuando ellos volvieron y golpearon las puertas, aquello no podía continuar así pues me sentía mejor de la fiebre, veía aquella gente infectados antes que yo pero menos listos y con reacciones más lentas, supe que podía vencer a cualquiera sin problemas pero aquello no me apetecía, yo solo deseaba estar solo.

Solo había una manera de conseguirlo, ser derrotado en una pelea y dejar que el nuevo líder se fuera con la manada, en ese momento podría perderme sin problemas y quedarme solo, así que no me lo pensé más, salí y nos pusimos a caminar dirigiéndonos en dirección contraria al pueblo, andamos un día sin parar ni buscar comida lo cual me valió protestas, gruñidos e incluso un golpe a traición en la cabeza con una rama, me gire al recibir el golpe y no me sorprendió reconocer al cartero como mi atacante, estaba secundado por otro tío y un par de hembras de las que siempre había pasado, me dieron una paliza a la que apenas presenté resistencia, finalmente me dejaron contusionado y bastante malparado al rodar por una cuesta por la que había caído al rio, sin duda aquello salvo mi vida al alejarme de ellos pues podían haberme matado y devorado.

Por fin solo, camine tras salir del rio por lugares que se me iban haciendo familiares, volví a la gasolinera y me tumbé agotado, la fiebre volvió con furia torturándome el cuerpo que temblaba como hoja al viento, en algún momento tome de la tienda algo de comer creo que era una caja de cereales de esos de niños, también una manta raída y volví al rincón tapándome y volviendo a sufrir mil dolores; no se los días que pase así, a veces me levantaba orinaba dolorosamente pues parecía que sacaba acido por el pito, yo no podía ni imaginar que estaba expulsando el virus por la orina y era por eso que escocia tanto, bebía agua de charcos o goteras y volvía al rincón, por fin el mal pasó y un día me desperté más sereno y con el cuerpo relajado amen de hambriento.

Saquee la tienda comiendo bolsas de panchitos caducados y bebiendo de algunas botellas que habían quedado en el almacén, no recordaba bien aquello de leer así que supongo que la cogorza consiguiente debió de ser por aquello, tambaleándome como un cosaco ebrio salí de la gasolinera y caminé por la carretera, varias horas después me detuve al borde de un campo y miré la construcción que tenía a medio kilómetro, aquella silueta, aquellas almenas, era mi torreón había vuelto a casa finalmente, mi cabeza era un caos y los recuerdos se agolpaban en mi mente, por fin un nombre resonó en mi cabeza “Ceci” caí de rodillas y comencé a llorar.

Continuara…


Bien amigos, las aventuras de Toni ya están casi acabadas, siento el retraso.

Espero que el ataque a la casa no sea muy fuertecillo para lasalmas sensibles, la cosa cambia cuando uno es el defensor pero creo que a todos nos vendrá bien leerlo, así veréis las pelis de zombis de manera distinta, por cierto lo del olor me parece un gazapo cinematográfico en lo que pocos habíamos caído lo mismo que lo de la barba.

Este episodio no tiene sexo ya lo sé, pero a veces es mejor daros solo indicios y que vuestras calenturientas mentes se imaginen el resto, lo siento por la jovencita, sed buenos con ella y su mama al imaginaros su violación.

Por lo demás y ante todo, hacedme el favor de ser muy felices, hasta la próxima.