El virus que me cambió

Un loco científico crea un nuevo virus

Era de noche y sólo unos lejanos truenos se oían cuando de repente una malévola risa espanto a los pájaros que dormían en los árboles cerca del antiguo laboratorio.

El Doctor Lovenstein, un hombre de unos 50 años muy desgarbado estaba allí poniendo a prueba su experimento. Ian Lovenstein era un antiguo cirujano plástico al que se le había prohibido ejercer tras agrandar las tetas de sus clientas sin ellas pedirlo en varias ocasiones, además se decía que estaba loco y que acosaba a las enfermeras en prácticas.

El Doctor reía en el laboratorio mientras se frotaba las manos y hablaba con su inexistente ayudante Boris.

Dr: por fin lo hemos logrado Boris. El virus está listo. Fue una gran idea la de mezclar hormonas y feromonas de distintos animales como conejos y toros. Ahora sólo falta probarlo en nuestra estimada sujeto de pruebas.

El doctor, aguja en mano se acerca a May Flowers una tímida enfermera en practicas que había cometido la insensatez de dejarse llevar por el doctor y que como consecuencia ahora se encontraba amarrada a una camilla.

May: que es eso que lleva doctor Lovenstein? No se me acerque con eso, no me haga nada...

Dr: calma niña tonta calma pronto te sentirás mejor.

El Doctor aplica el contenido de la aguja a su forzoza paciente de pruebas.

Dr: pronto sentira los efectos Boris, si es que lo hemos hecho bien.

May: ufff, ufff que es esto que siento... es... es... ufff.

A pesar de las cuerdas la chica se mueve frotando sus piernas una contra la otra de forma peculiar. Doctor entonces la desata. En vez de intentar aprovechar para escapar, May lleva su mano bajo sus pantalones intentando hacer algo con la calentura que sentía de pronto.

Dr: el experimento ha sido un éxito querido Boris, el virus hace que la paciente se ponga en celo como un animal sin poder contenerse!

May: que virus? Que me ha hecho? Ufff... Tengo tanto calor -dice la chica mientras empieza a quitarse la ropa, primero la de arriba mostrando unos pequeños senos sin necesidad de sostén cuyos pezones se empiezan a empitonar.

Dr: mmm no te vendría mal una ampliación mamaria pero eso ya se verá. Ahora si quieres controlar tu calentura sólo tienes una opción.

Por instinto animal la joven ya sabía cual era esa opción, sentada en la camilla desabrocha la cremallera de los pantalones del inquietante doctor y metiendo la mano bajo su ropa interior saca su miembro que aunque no es muy grande la chica mira con deseo debido al virus y no tarda en introducirlo en su boca donde su lengua lo recorre hasta que alcanza su máximo esplendor.

Dr: así pequeña así. Es la hora. Necesitas mi verga en tu húmeda vagina si quieres saciar tus primarios instintos.

May haciendo de tripas corazón y aceptando su destino, se quita lo que le queda de ropa y se coloca a cuatro patas dejando su ya muy mojado coñito a la altura del miembro del doctor que ni corto ni perezoso la embiste clavandoselosa hasta el fondo de una sola estocada.

May: ooooh siiii es lo que necesitaba. Siga asiiii. Siii doctor penetreme, folleme, asiii. Oooh. Necesito una gran transfusión de su leche en mi interior para quedarme del todo saciada.

El doctor se corre en el interior de la chica y se desploma sin fuerzas desacostumbrado a hacerlo a tan alto ritmo. La chica aprovecha para vestirse y salir corriendo de allí, pero el doctor todavía cogiendo aire sonríe pues todo iba según su plan.

May no había quedado aún estaba caliente cuando llegó a su piso y pasó la noche sin poder dormir y masturbandose. Al día siguiente salió temprano del piso con la intención de llegar pronto a las prácticas y buscar alguien que alivie sus calores de forma bestial, no sin antes despedirse de sus compañeras de piso que se quedaron desayunando. Pronto sus compañeras dejarían de llevar sus manos al desayuno para llevarlo a otros sitios aquejadas de una extraña calentura...

No muy lejos de allí, el doctor Lovenstein mira por su ventana sabiendo que a esas alturas el virus habría empezado a propagarse. Pronto todas esas jovencitas que se negaban a hacerlo con el serían simples animales en celo que no sabrán decir que no a nadie... buajajaja.