El virgo (10)
Ultimo capitulo.
Daniela se puso cómoda en el asiento, notaba como el avión se movía, eso la preocupó.
-¿a-adonde me llevan? preguntaba Daniela.
-no se preocupe, en vuelo tenemos más intimidad, por su olor la noto nerviosa decía el hombre de las gafas negras.
-un poco, después de todo usted me tomará decía Daniela.
-bueno ¿desea tomar algo? ¿Un vino? ¿Un refresco? preguntaba el hombre.
-s-solo agua, por favor decía Daniela.
-el hombre se levantó y abrió la nevera, Daniela se fijó que el hombre palpaba las botellas.
-por favor señorita, no se levante, estoy acostumbrado a estas cosas decía el hombre de las gafas oscuras.
En cuanto sirvió las bebidas, Daniela preguntó.
-d-disculpe ¿usted es ciego?
El hombre se paró un momento, luego, lentamente, se quitó las gafas, mostrando unos ojos carentes de iris.
-si, lo soy, ¿tiene algún inconveniente? decía el hombre seriamente.
-n-no, pero, ¿por qué ha pujado si no sabe si soy bonita? preguntaba Daniela.
El hombre de gafas oscuras se contuvo una risa, tomó un sorbo de su vino y le dijo.
-No se necesita la vista para apreciar una belleza, están los otros sentidos, usted huele maravillosamente bien, pero tengo la sensación de que tiene doce años decía el hombre de las gafas negras.
-¡no soy una niña! decía Daniela indignada.
-discúlpeme, pero huele a inocencia, si no fuera por el tono de voz, pensaría que es usted mucho más joven de lo que aparenta decía el hombre.
-gra-gracias decía sonrojada Daniela.
-no hay de que, por cierto, me llamo Alberto, ¿usted? decía el hombre de las gafas negras.
-D-Daniela decía tímidamente la virgen.
-Manuela me habló de usted y de lo que pasó por meterse en esa subasta, solo puedo decirle que la admiro, e incluso le pagaría sin desvirgarla, pero Manuela me dijo que usted no es esa clase de gente ¿verdad? decía Alberto.
-bueno, no me gusta recibir sin dar nada decía Daniela.
-bueno ¿no le importa que analicemos su sangre?, es por si acaso decía Alberto.
-s-si decía Daniela.
La virgen vio con temor como unos médicos traían una maquina, luego usaron una jeringuilla y le extraían sangre, luego comprobaron con la maquina que Daniela estaba más sana que una manzana.
-¿no le importa tomarse esta píldora?, aún es demasiado joven para concebir un hijo decía Alberto mientras le enseñaba a Daniela una píldora anticonceptiva.
Daniela cogió la píldora y después de agradecer a Alberto el detalle, se la tragó y tomó un sorbo de agua, luego miró a Alberto y le preguntó.
-¿empezamos ya?
-aún no, hay que esperar a que empiece a hacer efecto, cuéntame sobre tu vida decía Alberto.
Daniela se sorprendió ante esta situación, nunca nadie estaba tan atento ante estas cosas con ella.
Daniela habló sobre su vida, sobre sus sueños, sobre su familia, mientras Alberto escuchaba atentamente cada una de sus palabras, el ciego sentía que la voz de la virgen le gustaba, su perdido sentido de la vista provocó que se excitara con cosas que mucha gente pasaría por alto.
Cuando Daniela terminó su conversación, Alberto le dijo gracias y le pidió que le acompañara al dormitorio.
Esa proposición turbó a Daniela, nerviosa, acompañó a Alberto, este notaba como la virgen temblaba.
-tranquila, todo saldrá bien decía Alberto intentando tranquilizarla.
Daniela se sentía intranquila hasta que vio la cama, estaba llena de pétalos de rosa que decoraban dulcemente la cama, en ese momento se apagó la luz, había oscuridad total, Daniela se asustaba, pero Alberto le susurró unas palabras tranquilizadoras, fue entonces cuando los labios del ciego se juntaron con los de la virgen.
Los pechos de Daniela se aplastaban en el pecho de Alberto, los brazos de Alberto abrazaban con fuerza a la joven que disfrutaba de ese beso, los dedos del ciego acariciaban sensualmente la espalda de la virgen, mientras esta, recorría con sus manos la espalda del invidente hasta llegar a su prieto trasero.
Un hilillo de saliva unía a ambos amantes cuando se separaron, Alberto acariciaba el rostro de Daniela, palpando sus facciones, su suave piel, sus labios de seda.
-Dios mió, eres preciosa, siempre quise compartir mi calor con un ángel como tu decía Alberto.
Daniela solo respondió con un tímido gracias, después notó las manos del invidente que recorrían su vestido, examinándolo de forma sensual, hasta que vio el cordón que lo soltaba.
Daniela notaba como el vestido abandonaba su piel, no tenia ropa interior, el vestido inútilmente se intentaba sostenerse en los turgentes pechos cuyos pezones estaban erectos, la prenda seguía cayendo acariciando la piel de la virgen hasta sostenerse levemente en sus caderas, pero siguió cayendo acariciando sus sedosas piernas hasta que se juntó con los pies de la joven en el suelo.
Alberto olía la piel de la joven, tan sensual, tan limpia, tan juvenil, agarró con suavidad a la virgen y lentamente la tumbó en la cama, el estaba vestido, sobre ella, oía el nervioso corazón de Daniela bombeando rápido.
Los labios de Alberto se acercaron a los de ella, juntándose en un calido beso.
Mientras besaba a Daniela, las manos de Alberto acariciaban el cuerpo de la virgen, notaba como los pezones de la joven se le clavaban, como los muslos de la ninfa acariciaban las piernas del hombre y como el vigor de este ante el continuo roce de la concha de Daniela se despertaba.
Los labios de Alberto abandonaron los de la virgen, besó su barbilla, recorrió el cuello con su lengua, chupeteaba su cuello con pasión mientras sus manos acariciaban las caderas de la joven.
La boca de Alberto abandonó su cuello, alcanzó los turgentes pechos de Daniela, los cuales acarició y besó con suavidad, los dientes mordían con suavidad la suave piel de los senos de la virgen, unos dientes que Daniela sentía con una mezcla de placer y miedo.
La lengua del invidente recorría la aureola del pecho izquierdo de la joven mientras que su mano acariciaba el erecto pezón del pecho derecho, notaba como la respiración de ella aumentaba, como sus jadeos eran más extasiados, como la mano de ella se colocaba en su cabeza, acariciando sus cabellos.
La boca de Alberto abandonó los pechos de Daniela y cogió su pierna derecha y la puso en su hombro, sus manos recorrían el muslo de la joven, tras pasar la rodilla llegó hasta el gemelo y notó las sandalias que suavemente desató hasta que el calzado cayó al suelo.
Alberto besó el pie de Daniela, sus labios acariciaban los dedos de los pies mientras sus manos tocaban la planta y el talón.
Los labios del invidente avanzaban por la pierna, recorriéndola con suavidad y sensualidad, hasta que notaba el dulce olor de la flor de Daniela.
Una flor que empezaba a derramar néctar.
La lengua de Alberto saboreaba las ingles de Daniela, la cual, sentía como el placer recorría sus terminaciones nerviosas hasta alcanzar su cerebro, tenia que agarrarse a la cama para mantenerse quieta.
Alberto olía el sudor de la joven, miles de gotas de sudor que vestían inútilmente a la joven, la lengua empezó a acariciar el clítoris mientras que su dedo acariciaba el ano de Daniela.
-ah, ah, A-Alberto, qu-que rico lo haces, o-oh, m-mmmmm-me parece que ah, veo a Dios decía Daniela excitada
esas palabras excitaban a Alberto, que siguió lamiendo el clítoris, sus dedos exploraron la concha, pero notaron el himen de la joven, no quería romperlo, aún.
La joven lanzó un chillido ahogado mientras apretaba la cabeza de Alberto con sus manos y sus muslos contra su concha, recobraba el aliento, en ese momento Alberto se desabrochaba el cinturón.
-n-no, no te quites la ropa, déjame a mi decía Daniela de forma refleja.
Después de estas palabras, Daniela sintió vergüenza, ¿desde cuando era tan atrevida?, ¿acaso el placer la cambiaba?
Las manos de Daniela acariciaban la camisa de Alberto, en cuanto palpaba un botón, lo desabrochaba con sus dientes, despojándolo lentamente de su camisa, mostrando un torso entrenado por las maquinas del gimnasio.
A medida que desabrochaba los botones, sus manos separaban más la camisa y acariciaban el torso, sin vello, totalmente depilado, en los últimos botones, apretó sus pechos desnudos en la erección de Alberto que luchaba por liberarse de sus pantalones.
Daniela sentía miedo de esa cosa que le parecía enorme, pero siguió.
Cuando el ultimo botón se desabrochó, sus manos manipulaban el cinturón y lentamente lo despojó de el, sus manos desabrochaban el botón del pantalón, mientras su boca agarraba la cremallera y la bajaba lentamente liberando el vigor de Alberto.
Para Daniela, esa cosa olía raro, pero era un olor que la estimulaba a seguir, sus manos acariciaban ese órgano tan temible y tan misterioso para ella, sus dedos notaban la rigidez y el calor de ese músculo de cabeza púrpura.
Los labios de la virgen besaron el glande de Alberto, besos cortos y suaves mientras acariciaba curiosa el escroto de su amante.
Un quejido de Alberto la despertó del trance, había tocado demasiado fuerte sus testículos.
-y-yo l-lo siento, perdona decía Daniela temerosa y casi llorando.
Si ella pudiera ver en la oscuridad, vería a Alberto sonriendo, el invidente colocó sus manos en los cabellos de Daniela y se los acariciaba mientras decía.
-tranquila, estas aprendiendo, sigue con lo que haces, me gusta decía Alberto.
Sonrojada, volvió a acariciar la verga de Alberto, sus labios acariciaban con temor y excitación aquel mástil de carne, hipnotizada por su olor, decidió meter el glande en la boca, era grande, muy grande, pero se la metió.
Su lengua relamía el glande que tenia dentro de su boca como un helado, recorriendo la piel púrpura de su amante mientras sus manos masajeaban el tronco del vigor de Alberto.
Alberto acariciaba los cabellos de Daniela, jadeando apasionadamente, Daniela decidió ser más atrevida, metió más carne en su boca, movía su cuello despacio, pero Alberto la detuvo diciéndole.
-cuidado con los dientes, es una parte muy sensible.
Daniela iba a soltar la verga que tenia en la boca, pero Alberto se lo impidió sujetándola con suavidad.
Las manos del invidente marcaban el ritmo de la virgen, la cual movía su lengua con suavidad para proporcionarle más placer.
Poco a poco, notaba como las manos que la agarraban la hacían moverse más deprisa obligándola a meter más verga, a moverse más deprisa, Daniela empezaba a sentir arcadas, ganas de vomitar por que el glande estaba entrando en su traquea.
Le costaba respirar y sus lágrimas salían de sus ojos.
Hasta que las manos del invidente empujaron con fuerza la cabeza de Daniela obligándola a meter todo el vigor de Alberto en su boca, la virgen luchaba por no vomitar, notaba como algo calido recorría su traquea y su esófago, algo calido y viscoso.
Lentamente Alberto retiraba su vigor de la boca de Daniela, que notaba un nuevo sabor, calido, viscoso, su sabor era dulzón y afrutado y el aroma era intenso.
Cuando sacó totalmente el vigor de la boca de Daniela, unas gotas de semillas salían de la comisura de sus labios.
-perdona, es que me sentía tan bien que te he forzado un poco decía Alberto.
Daniela cogió las semillas que quedaron fuera de su boca con un dedo y las saboreó para después decir.
-no te preocupes, esta noche soy tuya.
Alberto, emocionado, besó con fuerza a Daniela, la cual sentía reparo porque aún tenía el sabor de sus semillas, pero lentamente se tumbó y notó como Alberto se colocaba para penetrarla.
Alberto estaba preocupado, el tenia un pene muy grande y Daniela, aunque lubricada, tenia una entrada chiquita, tenia dudas en penétrala.
-adelante cariño, hazme mujer decía Daniela para animarlo.
Esas palabras excitaron a Alberto, su glande intentó entrar, pero la entrada era muy estrecha.
Daniela aguantaba el dolor a duras penas, sus lágrimas salían de sus ojos cerrados.
-¿estas bien? preguntó Alberto.
Daniela aprisionó las piernas de Alberto con sus piernas y sus manos lo abrazaron.
-sigue decía Daniela débilmente.
Alberto empujaba lentamente, Daniela aguantaba mientras centímetro a centímetro Alberto entraba dentro de ella, el cual oía a Daniela susurrar a Dios que le diese fuerzas para aguantar.
Alberto sentía pena, pero siguió, notaba la sangre virginal acariciando su vigor y manchando la sabana.
Daniela lloraba de dolor, pero aguantaba, no suplicó, no pidió que parara.
Ella vino para esto, da igual cuanto sufriera.
Alberto se movía despacio, sentía el dolor de su amante.
Se sentía mal por el dolor que la causaba.
Lentamente notaba como la respiración de Daniela cambiaba, como su útero se acostumbraba, como empezaba ella a jadear.
Alberto sonrió y se movió un poco más rápido, pero cuando notaba que ella le dolía, volvía a ir más lento.
-a-ah, papi, q-que bien lo haces, e-enséñame, enséñame a ser mujer papi, ah, ah, que rico decía Daniela entre jadeos.
Esas palabras provocaron excitación en Alberto que aumentó sus envestidas, pero Daniela le dijo.
-ay ay, papi, no tan fuerte, me lastimas, más lento, papi, por favor.
Alberto le hizo caso, se movía despacio dentro de ella, oía sus senos moverse, era difícil no acelerar, pero quería que la primera vez de Daniela fuese inolvidable.
-m-más rápido papi, más fuerte decía Daniela.
Poco a poco Alberto aceleraba sus envestidas, oía los jadeos de la joven que estaba sorprendida por esas nuevas sensaciones.
-ah ah, papi, siento, ah, algo intenso, ah ah, m-me viene decía Daniela jadeando más fuerte.
Alberto embistió más fuerte, sus jadeos se unían a los de Daniela en un vaivén frenético, en ese momento Daniela gritó de placer, había alcanzado el orgasmo, un largo e intenso orgasmo, si Alberto pudiese ver, vería los ojos en blanco de Daniela en una cara empapada de sudor.
En ese momento Alberto dio el último empujón, Daniela notaba como algo calido y viscoso la llenaba, el invidente se mantuvo dentro de ella un rato y después se desacopló.
Ambos recuperaban el aliento, Daniela estaba sorprendida, al principio sintió un terrible dolor, pero después se sentía bien, no podía explicar la sensación pero era muy agradable.
-¿te ha gustado? preguntó Alberto.
-s-si respondía tímidamente Daniela.
-¿Quieres que nos duchemos juntos? preguntaba Alberto sonriendo.
Hubo un silencio, pero Daniela lo rompió diciendo.
-¿puedo poner mi cabeza en tu pecho?
Alberto no respondió, abrazó a Daniela y puso su cabeza en su torso, Daniela podía oír los latidos de su amante, estaba agotada por aquel momento de pasión y los latidos y las caricias de Alberto le parecían tan relajantes que cerró sus ojos y durmió.
Daniela despertó, pero deseaba dormir un poco más, la cama era tan cómoda, sus manos buscaban a Alberto, pero no lo encontraron.
Se sentía sola, necesitaba estar con el, como si ese acto fuese símbolo de matrimonio, la mano de Daniela exploró su concha, aún había restos de semen.
Daniela recordó aquella noche, el dentro de ella, le parecía raro que su cosa tan grande cupiese en su interior.
La puerta se abrió, Daniela ocultó instintivamente su desnudez.
Era Alberto, llevaba unos calzoncillos y le mostraba una radiante sonrisa mientras traía una bandeja con unos vasos de leche y unas manzanas.
-buenos días princesa ¿has dormido bien? preguntaba Alberto.
-s-si decía Daniela con una tímida sonrisa.
-he preparado esto, si, soy ciego, pero eso no me impide hacer un desayuno para dos decía Alberto.
-gracias, y sobretodo gracias por lo de esta noche decía Daniela tímidamente.
Alberto dejó la bandeja cuidadosamente en las piernas de Daniela, cogió una manzana y empezó a pelarla.
-no gracias a ti, he disfrutado mucho de tu compañía, de hecho, eres la única mujer con la cual me he sentido así decía Alberto
Daniela se sonrojaba, Coria una manzana y la peló, pero también sentía mucha curiosidad.
-¿puedo ver tu cosa? decía Daniela dubitativa.
-¿qué pasa? ¿Tienes ganas de más? preguntaba Alberto.
-n-no, solo quiero verla preguntaba Daniela.
Alberto se quitó los calzoncillos, mostrando un pene sin erección, Daniela se sorprendía al verlo.
-en la oscuridad parecía más grande decía Daniela sorprendida.
Alberto soltó una risotada que sonó por toda la habitación, cuando terminó de sonreír le dijo.
-el pene humano esta hecho de músculos, cuando hay una chica bonita y el hombre tiene ganas de cogerla, hay veinte veces más circulación sanguínea, en ese momento se pone grande y dura para entrar dentro de chicas bonitas como tu decía Alberto.
-¿y ese liquido viscoso? ¿Te deja embarazada? preguntaba Daniela, ella sabia que si, pero quería oírlo de el.
-si, de hecho tú fuiste una de esas semillas, la que más corría, la que ganó la vida decía Alberto besando a Daniela.
-¿p-puedo tocarla? preguntaba Daniela.
-Adelante Dijo Alberto mientras separaba ligeramente sus piernas.
Daniela tenia algo de miedo, pero su temblorosa mano se acercaba al órgano dormido, pero al tocarlo, notó que era blando, suave y sobretodo muy calido, disfrutaba tocándolo hasta que notó algo que le extrañaba, se volvía más grande, más duro, veía como crecía ojos a la vista.
-le gustas bromeaba Alberto.
Ella no escuchaba, quería ver hasta que tamaño llegaba, cuando llegó a su cenit, Daniela preguntó.
-¿te molesta tenerla así? preguntó Daniela.
-uno se acostumbra bromeaba Alberto.
-¿c-como te das placer? preguntaba Daniela.
Alberto apartó las manos y empezó a masturbarse, Daniela miraba hipnotizada esos movimientos, cuando el empezaba a jadear, Daniela le retiró la mano, Alberto no sabia por que le impedía masturbarse, hasta que notó las dulces manos de Daniela imitar el proceso.
Los ojos de Daniela miraban el rostro de su amante que se llenaba de éxtasis, entonces se le ocurrió algo atrevido.
-¿p-puedes tumbarte boca arriba? preguntaba Daniela.
Alberto lo hizo, su pene parecía un mástil sin bandera.
Daniela lo acarició con sus pezones, luego lo frotó con sus pechos, al principio iba despacio, pero poco a poco aceleraba animada por los jadeos de su amante, el cual, no tardó en eyacular.
Daniela recordaba el sabor, decidió limpiarla con la lengua.
-por lo visto te gusta el semen decía Alberto.
Daniela reaccionó alarmada ¿tan degenerada era? ¿Era algo malo?
Tranquila, no pasa nada, además es nutritivo el semen.
El resto del tiempo lo pasaron desayunando y hablando de sus cosas, cuando aterrizó el avión, Daniela se vistió, Alberto le dio una maleta con 58000 euros, Daniela se quedó boquiabierta, nunca vio tanto dinero junto, ni siquiera en sueños.
-no se a cuanto esta el cambio en Perú, pero solo tengo euros, espero que no te importe decía Alberto.
Daniela lo abrazó con fuerza y lo besó con pasión, después de darle gracias cogió la maleta y se fue.
Pero ella se sentía sucia ¿hizo bien en hacerlo?
Epilogo:
Habían pasado siete años desde que vendió su virginidad, su madre había sanado completamente, sus hermanos estaban en los últimos cursos del colegio.
Ella trabajaba de guía turístico, pagaban bien y era agradable, pero debido a la fama que tuvo, no tenia otra opción más que cambiar de casa, la casa era más espaciosa, más acogedora ¡incluso tenían agua caliente!.
No perdió el contacto con sus amigos, en especial Manuela, que al final se casó, nunca olvidó la primera vez que aquella mujer fría y triste sonreía de felicidad.
Pasaron por su vida muchos hombres, pero quien más recordaba era el que le mostró los caminos del placer, a veces soñaba con que la desvirgara de nuevo, un sueño que la hacia masturbarse.
Su teléfono móvil sonó, era su jefe que le pidió un favor.
-hay un hombre interesado en ti, dijo que pagaría a la empresa diez mil euros si le guías por la ciudad.
-¡oye! ¡Yo no pienso hacer de jinetera! ¿¡Vale!? decía disgustada Daniela.
-tranquila, solo quiere tu compañía, nada de prostitucion ni nada, además te daría el 20% si lo haces más lo que te dé de propina decía su jefe.
Daniela no estaba tan convencida, pero fue a por el cliente, iba a aclararle que no era una prostituta hasta que lo vio.
Era Alberto.
-Por su olor sin duda eres tu ¿cómo te ha ido todo este tiempo? Decía Alberto
-t-todo bien señor respondía tímidamente Daniela.
Después de hablarse de sus cosas Daniela le guió por la ciudad, explicándole su historia, sus costumbres.
Pero ella miraba turbada la entrepierna de Alberto.
Le llevó a un hotel, Alberto notaba un olor distinto, pero se dejó guiar, cuando llegaron a la habitación, Alberto preguntó.
-¿esto forma parte de la guía turística?
-no, es que aún ignoro tantas cosas sobre el sexo ¿me podría dar otra clase? decía tímidamente Daniela.
Alberto sonrió y se acercó a ella para besarla.