El viejo lobo
Un hombre vuelve al pueblo de su adolescencia para descubrir lo que su razón niega... "El hombre de cabello cano y espesa barba se desenvolvía con destreza en su quehacer, podía ver cada músculo de su espalda que al tensionarse con cada hachazo, parecían querer desgarrar la ceñida camisa que..."
Hacía muchos veranos que no volvía al pueblo, la vida y las libertades de la ciudad me habían absorbido por completo desde el día en que con solo diecisiete años me libré de las cadenas y corrí a hacer mi vida fuera. Decir que aquel viejo caserío seguía igual después de casi veinte años, sería una exageración, porque en realidad lo encontré empequeñecido, muchas casas vacías con las añosas paredes de piedra casi en ruinas y las calles que ya son desniveladas en un pueblo de montaña, eran ahora intransitables. Incluso la iglesia que supo ser orgullo del lugar, estaba abandonada con sus puertas y ventanas ojivales desvencijadas.
Fui a la antigua cantina, que aún seguía en pié, puede que hasta la fe decaiga en estos lares pero nunca la devoción por el orujo. Entré, unos cuantos ojos ancianos se posaron en mí para luego volver a su aletargado ensimismamiento, solo se oía el sorber y dejar posar casi por su propio peso los vasos que resonaban sobre las mesas. Me acerqué al mostrador y pedí un Whisky pero me sirvieron algo que lejanamente se asemejaba.
¿Qué pasó por aquí? -pregunté al tendero-
Nada... -respondió- Por aquí solo pasó gente, para irse...
Como tú ingrato pueblerino -se oyó una voz desde una mesa, con letras arrastradas por el alcohol- No creas que no te reconozco ingrato, aunque pensé que te habías ido montaña arriba, pero ya veo que no, pues has vuelto hecho todo un niño pijo.
Miré a quien hablaba, no reconocí sus facciones desdibujadas por la borrachera. Sus cansados ojos azules me miraban a través del vidrio del vaso del que bebía. Los cabellos enredados, la barba descuidada y las ropas desalineadas en nada ayudaban para que lograra reconocerlo.
No haga caso a Tonio señor, está tocao -dijo el tendero con una sonrisa casi doliente-
¡Pero Tonio hombre, que no te he reconocido! -dije y fui a darle un abrazo a mi viejo amigo de la infancia. Recordé de pronto los paseos por el bosque, el arroyo y las charlas que a escondidas manteníamos, y sobretodo la tarde en que Tonio me hizo sentir su naciente hombría muy dentro de la mía-.
Tonio se puso en pié como pudo y repelió mi intento por abrazarlo.
- ¡Fuera de aquí desagradecido! -vociferó volviendo a desplomarse sobre la silla.
Pagué nuestras cuentas y me ufané de mis fuerzas, obtenidas a puro gimnasio, poniendo nuevamente en pié a esta mole en que se había convertido el dulce Tonio. No opuso resistencia y se dejó guiar. Había oscurecido ya, la luna en cuarto creciente iluminaba más que los escasos postes de alumbrado público. Supuse que viviría aún en la casa de la infancia, a medio camino Tonio quiso orinar y de nada valieron mis intentos por persuadirle, tomado a mis hombros con su brazo izquierdo mientras lo sujetaba yo como podía, separó un tanto las piernas para lograr estabilidad, sacó su polla morcillona y se puso a mear a mares.
A que aún te acuerdas de esta... ¿verdad? -me decía a la vez que me miraba con aquellos ojos de antes, y el meo se le disparaba en todas direcciones. Reímos juntos de buena gana y olvidando que meaba me plantó un beso que hubiese sido hermoso de no habernos mojado a ambos. Nuevamente reímos y llegamos a la casa. Nadie había para recibirnos. Nos dimos un baño y nos quedamos hablando en la sala mientras la noche avanzaba. Tonio se quedó solo al negarse a marchar cuando lo hicieron su madre y sus hermanos. Se quedó a esperarme, me dijo, temía que hubiese ido montaña arriba y que el Viejo Lobo me retuviera cautivo, y viéndose demasiado cobarde para intentar un rescate, se dio a la bebida.
Pero Tonio, esos son cuentos de niños... El Viejo Lobo nunca existió.
¡Joder! ¡Que sí existe! ¡Que lo he visto con estos ojos!
Nos dormimos abrazados sobre la alfombra del salón. El sol de la mañana me despertó con una jaqueca como si la borrachera fuera mía. Desde la cocina llegaba un intenso aroma a café. Apoyado en la puerta, podía ver a Tonio por detrás preparando el desayuno. Ahora se lo veía arreglado, con los cabellos prolijos y la camisa dentro del pantalón que le ajustaba quizá demasiado, noté que su espalda se había ensanchado mucho tras los años y sus brazos eran ahora fuertes. Me acerqué a él desde atrás rodeándolo con mis brazos sobre su adorable barriga incipiente, besé su cuello y sentí su colonia barata sobre la piel recién rasurada. Dejó cuanto hacía y giró hacia mí, un profundo beso me hizo sentir adolescente otra vez entre sus brazos. Entre besos y caricias me guió hasta su cama, me acostó en ella con una dulzura extrema. Fui desvistiéndolo y lo tuve ante mí en todo su esplendor, sus ojos de niño, el pecho cubierto de vellos y aquel falo hermoso que en tantos otros busqué inútilmente en la ciudad, pero siempre estuvo aquí. Besó mi boca, mi cuello, mi pecho y todo mi ser casi con devoción. Transportado a la cima del mundo me sentí. Me hizo rodar sobre la cama y hundió su lengua entre mis nalgas mientras alzaba mi culo para que pudiese explorarlo mejor. Esa lengua penetraba en mi interior llenándome de húmedo dulzor hasta casi hacerme explotar de deseo. Yo movía mis caderas gimiendo y casi suplicando que me penetrase, y él seguía llevándome a los extremos del placer. Tomó con sus manos grandes mis caderas y las alzó hacia si. Podía sentir sus besos en mi cuello a la vez que el glande sorteaba la escasa resistencia abriendo paso a la polla que me invadía en carne y alma. Su cuerpo enorme sobre mi delgadez cuidada me hacía sentir gratamente frágil y deseoso de ser suyo como nunca lo fui de nadie. El falo me penetraba muy profundo y el movimiento de caderas se aceleraba. De pronto me giró colocando luego mis piernas en sus hombros, deslizó mi espalda sobre sus rodillas para luego atraerme hasta su pecho, y quedé abrazado a él con su enorme polla en mis entrañas. Sus brazos me rodeaban a la vez que me elevaban y bajaban sobre aquel poste maravilloso de mi hombre. El roce de mi pene contra su pecho me estimularon al punto de ya no aguantar, y me corrí entre nuestros cuerpos sudorosos, mientras el eco de mi eyaculación se expresaba en contracciones en torno a la tranca de Tonio, presionándola hasta que el semen fluyó de ella inundándome. Caímos exhaustos sobre la cama. Sin que Tonio se retirara de mí, nos besamos hasta que la erección de su polla fue menguando y quitándose por si sola, con ella salió también parte de su esencia recordándome que la visita al cielo había Terminado.
Los días fueron pasando y la obseción de Toño por el viejo lobo se volcaba en mí en forma de una incontenible curiosidad. Cuando le hablé de mi intención ir de excursión montaña arriba, su cara pareció transformarse, nada quedaba de dulzura en ella, lanzó sobre mí improperios que siquiera sabía que existieran, poniendo la tajante condición de que en caso de marchar, no habría de volver.
Con más calma luego, dijo que no era condición, sino advertencia, quien encuentra al viejo lobo se pierde y ya no vuelve. Muchos -dijo- habían marchado montaña arriba para jamás retornar. Los lobos de la manada del viejo se oyen por las noches de luna confirmando su señorío y advierte que no se ha de penetrar en sus dominios. Hubiera reído, pero las lágrimas que asomaban a sus tiernos ojos azules no me lo permitieron y prometí con trampa, desistir de aquella anhelada incursión.
Unos días después, con el alba apenas despuntando, tomé algunas provisiones y me lancé a lo alto de montaña. No sabía a ciencia cierta hacia dónde habría de dirigirme, pero marché.
El espeso bosque de coníferas dificultaba el ascenso sin perder el oriente. Avancé sin pausas y ya pasado el mediodía noté en un claro del bosque, un pequeño prado y en él una cabaña. Me acerqué con cautela, intentando no perder el amparo de cuanto me sirviera por escondite. Cuando me hube aproximado lo suficiente, vi a un hombre de generoso tamaño cortando leña con su hacha frente a la casa. Me acerqué aún más, sin perder el amparo de la vegetación y aprovechando que me daba la espalda. El hombre de cabello cano y espesa barba se desenvolvía con destreza en su quehacer, podía ver cada músculo de su espalda que al tensionarse con cada hachazo, parecían querer desgarrar la ceñida camisa que con las mangas alzadas dejaba a la vista unos poderosos antebrazos. Los tiradores levantaban sus pantalones marcándole un culo firme y de deliciosa apariencia. Me dije que si este fuera "el Viejo Lobo", os aseguro no me causa temor alguno, antes me provoca un morbo que pone más que tiesa mi polla.
A poco de quedar ensimismado ante aquella visión, saqué mi verga y tras escupir en ella comencé una puñeta incontenible. Ver ese hombre con sus músculos en pleno esfuerzo del trabajo me ponía a tope deseando que las manos tomaran mis caderas en vez del hacha y me partiese como hacía con aquellos leños. Casi hubiera podido jurar que hasta mí llegaba su aroma a hombre, a macho dominante, penetrando por mis fosas nasales llegando a lo profundo de mi ser provocando contracciones de mi esfínter anal haciéndome desear que aquel desconocido las calmara a fuerza de bestiales embestidas. La abundante corrida me sugería que aullara pero un atisbo de cordura me lo impidió. Habiendo esparcido mi lefa por el prado oí la voz que muy en alto decía:
- Hace rato que te huelo, ven para aquí -habló el hombre mientras dejaba su hacha a un lado y se giraba hacia mí con serio semblante-
Me puse en pié y no negaré que ahora sí un gran temor recorría mis venas. Caminé hasta él y extendió su mano y respondí tímidamente a su firme saludo. Miró
luego su mano, en la que quedaron restos de mi semen.
Será mejor que guarde eso -dijo con una leve sonrisa mirando mi entrepierna. Con el susto que traía no había siquiera puesto mi polla dentro del pantalón. Enrojecí mientras lo hacía-.
¡Que no pasa nada hombre! -riendo acalló mi notoria vergüenza- Pasa y nos tomaremos un té.
Miré a la ventana de la casa frente a la que había estado el hombre cortando leña y sonreí al notar que sus cristales reflejaban el lugar exacto en que antes me escondiera, "hace rato que te huelo" -recordé- y lo seguí al interior de la cabaña. La estancia con sus paredes cubiertas de estantes con libros y la luz entrando por la ventana sobre los muebles de rústica madera, conferían al ambiente un cálido tenor. El hombre fue hacia la pequeña cocina y casi podría asegurar que lamió su mano enlefada, pero a esa altura la realidad se me escapaba. Encendió un pequeño fuego y puso agua a calentar, luego se dirigió al sector que hacía las veces de dormitorio, solo separado de la estancia por un librero que permitía vistas parciales del mismo. Con disimulo lo vi verter agua en una jofaina y tras quitar sus ropas lavó su cuerpo cubierto de vellos entrecanos. Vestido con una blanca camisa de formas simples y un amplio pantalón, volvió a la cocina y preparó el té que lo inundó todo de un aroma extraño.
- Son hierbas de la montaña -dijo extendiendo una taza hacia mí, noté sus pies descalzos y me parecieron hermosos, hubiese querido lanzarme a ellos y lamerlos, pero quizá el decoro, no me lo permitió-.
En medida que el tiempo pasaba, me convencía de que este hombre no era quien creí hallar en principio. Hablamos largamente y con camaradería. En un momento dado, y sabiendo que con quien me encontraba no sería "el Viejo Lobo" me atreví a comentarle los temores de Tonio. Rió con ganas y dijo:
- Suelen llamarme así en el pueblo, me adjudican más años de los que sería capaz de vivir y una variedad de cualidades mágicas y delictivas, pero lo cierto es que no obligo a nadie a venir a la montaña, ¿qué clase de ermitaño atrae gentes hacia si? Tampoco puedo evitar que si alguien quiere habitar en la inmensidad de la montaña, y no volver a ese pueblo odioso, lo haga si es su deseo. Se sucedieron tazas y tazas de té que parecían embriagarme, y entre risas notaba como las suaves telas de su pantalón dibujaban la voluptuosidad de su entrepierna desprovista de ropa interior, y antes de sucumbir a la tentación, decidí marcharme, pero él, como adivinando mi intención, se paró ante mí quedando justo ante mis ojos su polla acariciada por las telas del pantalón. Me arrojé a sus pies y comencé a besarlos y lamerlos con fervor. El pantalón se deslizó sobre sus piernas y elevé mi mirada para ver la más grandiosa verga que nunca antes había visto. La rodeé con mi boca sedienta de polla y me llené de ella haciendo que mi saliva la bañase en toda su extensión succionando cada gota de líquido preseminal que de ella brotaba como de un manantial. El hombre me tomó por los brazos haciendo que me incorporase, casi a tirones quitó mis ropas y apoyando mi pecho sobre una mesa se puso tras de mí y me introdujo su falo con la sola lubricación que mi boca le diera. Me folló con embestidas fuertes y constantes mientras mordisqueaba mis hombros y mi cuello, yo me tomaba a los lados de la mesa para evitar salir despedido por la acción de la desmesurada penetración que este semental en celo me estaba dando. Me corrí profusamente sobre el piso de piedra y él lo hizo dentro de mí, tan dentro que parecía llegar al centro de mi ser. Junté mis ropas mientras sentía como el semen comenzaba a escurrírseme sobre mis piernas, pero poco me importó. Aún desnudo me acompañó a la salida e indicó el camino más directo al pueblo, que en nada se parecía al rodeo que antes había dado para llegar hasta la cabaña me fui vistiendo mientras emprendía el regreso.
Comenzaba a atardecer y aún no llegaba al pueblo. El cansancio se apoderaba de mí irremediablemente. Sentado sobre la hierba con la espalda contra el tronco de un árbol me dispuse a descansar un momento, un fuerte olor a orines parecía llegar desde todas direcciones, sonreí pues me recordaba vagamente al aroma del té que había bebido antes en absurdas cantidades, de hecho, no pude resistir las ganas de orinar, mas cansado como estaba, simplemente me quedé sentado y separando las piernas saqué la polla y aprovechando el declive natural del terreno solté mis meos. Me veía a mi mismo mear, con restos secos de mi lefa adornando mi verga que se ponía morcillona mientras liberaba el dorado líquido. Pronto, vencido por el sueño, caí rendido. Imágenes confusas llegaban a mi mente, oía aullidos lejanos y pasos que parecían rodearme. El olor se tornaba más intenso, sentía lenguas lavando mi cuerpo que no oponía resistencia. No era capaz de despertar. El sueño me sumía en sensaciones alejadas de la realidad, pero que a la vez eran tangibles como hechos verdaderos. Mis ropas se desprendían de mí como guiadas por vida propia y pronto una de aquellas lenguas fue lamiendo mi ano cada vez más profundo haciéndome retorcer del placer, ya no esperaba despertar, solo quería que esta onírica experiencia continuase.
El sol de la mañana me despertó tendido sobre la hierba. Tomé mis ropas dispersas por el lugar y me apresuré en volver al pueblo para ver a Tonio.
En la casa encontré a Tonio hecho un mar de lágrimas y unas ruina hedionda a alcohol. Intenté calmarlo, decirle que aquel buen hombre no es más que un ermitaño que desborda cultura, le hablé de nuestra charla y los libros de su biblioteca, callé la puñeta , la follada y el sueño enrarecido.
- Te he perdido -decía Tonio con la cara hundida entre las manos- Crees haber encontrado al abuelo de Heidi y no es más que un viejo lobo con piel de cordero... Te he perdido.
Intenté calmarlo, pero todo parecía inútil, y en algo tenía razón, mi interés por Tonio no mermaba, pero mi curiosidad por el hombre de la montaña iba en franco aumento, y a pesar de haber jurado no volver montaña arriba, esa misma tarde lo estaba haciendo.
En el camino me volvió a vencer el sueño. Cuando desperté, la luna ya se alzaba alto sobre el horizonte. Sentí aquel olor a orines que ya conocía. En torno a mí fornidos hombres de abundante pelo en pecho descansaban desnudos sobre le hierba y se incorporaban con lentitud. Sobre una gran roca sobresalía la figura del Viejo Lobo, que aulló largo y profundo. Luego los demás se le unieron en manada y yo... aullé con ellos.
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Saludos, Javier.
Espero os haya gustado y os invito a visitar mi blog (no es comercial, solo para el disfrute entre amigos)
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