El viejo indio orgasmea el conejo de mi mujer
Menuda sesión de cine porno me pegue viendo como aquel viejo indio daba cuenta de mi esposa con una serie de orgasmos que la dejo sin conocimiento
Esta vez me toca contar a mi nuestra vivencia y perdonarme si no soy tan bueno como mi mujer relatando e incluso si soy más ordinario en algunas expresiones pero en esta ocasión soy yo el más apropiado para contar lo que sucio, pues fui espectador de lujo de aquella obra de arte sexual que sufrió mi mujer, y que como digo, visione en primera fila.
Ya saben que lo vivido con aquel viejo hindú o indio como yo le digo, en su casa fue algo que nos marcó y nos entusiasmó mucho, pues aquel gurú como le dice mi mujer, nos hizo gozar de forma diferente a como estábamos acostumbrados y como queríamos repetir nos pusimos en contacto con él para volver a visitarle.
Acepto encanto, vamos yo hubiera hecho igual ja ja ja.. y ya en su casa nos dispuso para darnos otra lección, aunque me dijo que esta tarde se dedicaría en exclusiva a mi mujer, que yo estaría delante e incluso en algún momento podría ayudarle, pero sería ella la que recibiría todas las atenciones, dejándome a mí para otra ocasión.
Me gustó la idea pues ya saben que disfruto viendo a mi mujer gozando. Rápidamente nos puso con sus típicos atuendos hindús sin nada de ropa debajo y el solo con una especie de venda que cubría minúsculamente su rabo.
Saco todo un arsenal de aceites y ungüentos de todo tipo de colores y olores, comenzando seguidamente a desvestir a mi mujer poniéndose los dos de pies frente uno al otro y tras ofrecerle aceites, le dijo que comenzara a ponerle a el mientras el la untaba a ella.
Mi mujer la picarona no tardo ni un segundo en quitarle aquel taparrabos y comenzó a echarle por el rabo del indio, seguido de su culo y pecho, mientras el comenzó por el cuello bajando sabiamente a los pecho y pezones sus brazos y manos y glúteos dejando sin tocar su afeitado conejo que yo creo que le palpitaba ya de lo caliente que se estaba poniendo.
Se untaron los dos hasta los pies y a mí me ofreció un bote para que yo me untara mientras los veía a los dos, y claro comencé por mi rabo que lo tenía duro como una roca viendo semejante sobeteo.
Tumbo a mi mujer toda embadurnada sobre una cama y tomando uno de sus pies lo apoyo contra sus huevos y rabo para que lo rozaran y masajeara, diciéndole a Tere que lo moviera lentamente, el tomo el otro y comenzó un juego de besos y caricias en el que a mi mujer la ponía cachonda.
Seguía hacia el muslo y luego bajaba otra vez chupando y mordiendo el pie a la vez que lo masajeaba, a mí lo cierto es que me parecía más que lo sobaba pero ella gemía ya con aquello, le dijo que se relajara que echara la cabeza hacia atrás y los brazos muertos, y que lo dejara a el hacer el resto.
Mi mujer la picarona seguía sobando con su pie el rabo todo untado en aceite del viejo indio, que ya ofrecía un empalme de lujo, aunque los huevos lo cierto es que le colgaban bastante, la estampa que el tío tenía era atractiva o eso me parecía a mí, y más con el brillo del aceite.
Fue subiendo hacia arriba y ahora se sentó justo frente a ella alargando su pie que hacia la misma función que el de Tere pero en su chochito afeitado, introduciendo algún dedo de ese pie que sabiamente estimulaba la almeja de mi esposa. Mientras sus manos no paraban sobre el interior de su muslo, relajando cada vez más a mi mujer, y por supuesto excitándola ya como una loba en celo. Continúo un rato así pasando posteriormente con movimientos lentos y certeros a sentarse sobre el pecho de Tere, posando esos huevos sobre un pezón que ya apuntaba al techo insinuando celo, mientras pellizcaba el otro que asomaba entre sus piernas.
La postura era digna de ver pues aguanta su peso sin dejar caer todo su cuerpo con sus fibrosas piernas, moviendo con leves balanceos los huevos ahora sobre el pezón que rozaba ligeramente, mientras su mano ya bajaba lentamente hacia el coñito que se abría pidiendo que lo taladraran pronto.
Masajeo el ombligo y su entorno durante un rato y cuando llego al conejo lo acaricio con un tacto que a mí me encendía verlo, yo no paraba de menearme mi duro rabo que con el aceite me parecía con el brillo que lo tenía más grande, me frotaba la cabeza y me tocaba mis huevos deseando montar a mi mujer o que ese viejo la montara ya y le diera un buen polvo.
Pero él seguía con sus parsimoniosos gestos y mi mujer ya gemía y palpitaba, levantando de vez en cuando la cadera pidiendo sexo. No tardo mucho Tere en correrse con los sabios dedos de aquel abuelo indio en su conejo y más viendo frente a ella aquel sexo colgando con su mástil tieso y que no le dejaba tocar, pues intento cogérselos pero él le dijo que no podía tocar nada, que sus brazos los relajara y ella no moviera nada.
Ahora frotaba sus pechos con su rabo y bolas con más fuerza pero con delicadeza, mientras dejaba caer su cara al sexo de mi mujer que con una mano abría mientras la otra comenzó a acariciar su ano y muslo.
No llegaba a comerle el conejo pero si su lengua rozaba lentamente los labio del mismo, mientras un dedo entraba hacia dentro y como girándolo o era lo que me parecía a mí, frotaba la parte de arriba del mismo, diciéndole veras como te relaja que te toque aquí en esto rugosito que tienes y que las mujeres pocas conocéis que es una fuente de placer.
Todo lo decía con una dulzura que el muy pícaro embobada a cualquiera , y más a Tere que levantaba las caderas y gemía casi llorando de placer ahora con aquel toqueteo, corriéndose seguidamente con una intensidad que a mí me encendía y me ponía a reventar.
Yo intentaba no correrme y no paraba de pajear mi duro rabo pero aquello me estaba poniendo loco,; estuvo así no menos de diez o quince minutos sacándole a mi mujer otro orgasmo más y estos parecían cada vez más intensos, pues su cuerpo se ponía rígido y casi levitaba en la camilla con el indio sobre ella, que no paraba de restregar su duro rabo por todo sus pechos y barriga, llegando a veces casi hasta la boca de Tere, pero sin dejar que ella chupara ni comiera.
Me llamo y me dijo que me levantara y me acercara a ellos, él también se levantó y nos pusimos de pies a cada lado de Tere a la altura de los pechos.
Me dijo haz lo mismo que yo y comenzó a frotar la cabeza de su rabo sobre los pezones pero solo con leves roces, después lo dejo caer sobre él y con la palma de la mano untada en mucho aceite lo presionaba y lo masajeaba con movimientos circulares sobre el duro pezón.
Tere gritaba ahora pero con poca fuerza ante tanto placer ya que la otra mano del viejo no cesaba de hurgar en su conejo, corriéndose otra vez mi esposa, a lo que yo no pude resistir y comencé a soltar mi leche sobre mi mano y el pezón de mi mujer. Él se reía al ver mi poco control y me dijo no pasa nada, libera tu tensión que es bueno, tomo con su mano un poco de mi semen y untando el otro pezón lo extendió sobre toda la aureola de aquel pecho, junto a su rabo que seguía duro como una roca.
Me sorprendía que con su edad tuviese ese aguante y esa dureza pero lo cierto es que ese abuelo controlaba bien su cuerpo y el de los demás, pues ya hacía más de media hora que estábamos de faena.
Cuando se me aflojo todo me dio otro de otro bote para que me untara mi rabo, y lo cierto es que era muy agradable aquel ungüento, haciéndome rápidamente poner morcillón este otra vez.
Ahora se había puesto en medio de los muslos de Tere abriendo las piernas bien, y con una mano dentro de su sexo y la otra jugando con el ano y sus alrededores, tenía a esta, loca de gemidos y convulsiones de placer, corriéndose y gimiendo con lágrimas en sus ojos por tanto goce. La tuvo así casi veinte minutos de continuos orgasmos y allí fue cuando Tere quedo rendida, casi sin conocimiento.
Pues su cara quedo de lado babeando sin fuerzas para cerrar la boca que solo soltaba pequeños quejidos, con los ojos casi en blanco y perdidos.
Él me dijo no te preocupes que se recupera pronto y más cuando le llegue otro, este va a ser más intenso.
Pasando seguidamente a masajear más su ano a la vez que introdujo más profundamente sus dedos en su abierto cochete, haciendo que mi mujer soltara otro gemido con una intensidad que levanto la cabeza y la espabilo rápidamente, a la vez que sus piernas temblaban del orgasmo tan fuerte que estaba sufriendo ahora mismo, quedando rápidamente otra vez en el mismo estado.
Tomo un pequeño bote con unas fuertes esencias y al acercarlo a la nariz de Tere esta despertó otra vez, pero sus ojos estaba como perdidos, pues había olvidado ya las corridas que ella había tenido, estando yo apunto de mi segunda paja, pues aquello me tenía loco.
No tarde en volver a correrme y casi mancho a los dos con el chufletazo que solté, cuando vi como el con su rabo ahora ya entraba en las oscuridades del agujero de Tere, haciendo que esta volviera a despertar para gemir y pedirle que la penetrara más fuerte.
Pero él estaba dispuesto a hacerla gozar como nunca y con movimientos circulares y parsimoniosos con su duro falo, entraba y salía con sabiduría por uno y otro de los dos aberturas que frente a el tenia. Tere ya no ponía levantar la cabeza ni su cuerpo cuando le llego otro intenso y fuerte orgasmo, pues sus manos colgaban de la camilla como péndulos sin fuerza.
A la vez sus manos alcanzaban ahora sus pezones que los pellizcaba ligeramente, bajaba alguna vez sobre su barriga y luego subía otra vez a ellos, todo sin dejar de penetrarla, cambiando como digo de agujero a su antojo.
Perdonen por la expresión pero aquel viejo indio se estaba follando a mi mujer como nadie lo había hecho, y yo miraba como un cornudo aquella lección de polvo espectacular que me estaba dando.
Mire el reloj que estaba sobre una pared y vi que llevábamos ya casi dos horas con aquel juego, mire mi rabo y este estaba rojo y casi pelado de tanto movimiento y mi mujer era ya un pelele en manos de aquel gurú, que le estaba dando una follada de escándalo.
Creo que sufrió otra serie de pequeños orgasmos pero ya casi no podía manifestarlos, cuando vi que el aceleraba ahora su ritmo y dejándolo dentro ahora del chochito de Tere comenzó a golpear con más fuerza, gimiendo y soltando toda su leche dentro de mi mujer.
Que ahora intentaba abrir los ojos como pidiendo clemencia o diciendo al fin este me deje libre..
Soltó seguramente una buena ración pues cuando saco aquel rabo, del conejo de Tere, por este brotaban dos hilos de espesa leche hacia la cama, que indicaban que la cantidad depositada había sido inmensa.
Se acercó a ella y besando casi toda su cuerpo mientras frotaba su morcillona polla sobre el, dio por terminado aquella sesión.
No sin antes ver como yo volvía a correrme otra vez, diciéndome que la próxima vez, seria yo el atendido y que me tenía preparado una sesión similar.
Tere tardo más de media hora en volver a ser ella, y tras una reconfortarle ducha y una infusión reconstituyente, nos fuimos a casa a descansar. Pues durante el trayecto quedo dormida en el coche sin apenas fuerzas para contarme lo que había sentido.
Aunque no me hacía falta pues había sido un espectador de lujo y la había visto gozar como nunca.