El viejo francés vuelve a martillearme bien

Caía el agua por su pecho peludo alisando su follaje y llegando hasta la frondosidad de su pelaje que envolvían sus masculinos y hermosos huevos mientras una daba cuenta de su lustrosa cabeza

Tras regreso de la playa, me invito a quitarme la sal y la arena de la playa en su casa para no untar la mía,  dude un segundo pero su encantadora mirada y sonrisa me cautivo y acepte aunque no quería parecer una  mujer fácil.

Pasamos a su baño y me introdujo en su ducha tras quitarme la ropa delicadamente asi como el desvestirse, su pene flácido pero enorme presentaba rojez por el polvo que acababa de echar pero tenía una pinta magnifica  así como sus enormes pelotas que adornaban aquel bien proporcionado rabo, su trasero duro y proporcionado me tenía loca pues ni mi marido ni muchos más jóvenes  tenían aquella rigidez y buen ver.

Abrió el agua y comenzamos a ducharnos dedicándome el toda la atención en quitarme la sal y la arena con un suave masaje con la esponja y gel que me hizo entrar en temperatura rápidamente pues aquel hombre manejaba una delicadeza y sensualidad que me hacía estremecer interiormente.

Se esmeró en mi sexo al que trato con sumo cuidado pues andaba algo irritado tras haber recibido las embestidas en la playa de su enorme y grueso miembro dedicándole unos minutos con su lengua que me hizo arder de pasión, pues su gruesa lengua trabajaba igual de bien que su pene  llevándome al éxtasis nuevamente en un par de minutos.

Subió hacia mis pechos y se recreó en mis pezones un buen rato hasta que mis piernas recobraron las fuerzas, lamia y mordisqueaba mi aureola y pezón como una maestría que hizo estos se pusieran duros y empinados como pitones, notando él me tenía acorralada y entregada nuevamente.

Agarro su semirrígido y enorme pene con la mano por el tronco y balanceándolo sinuosamente me lo ofreció para que se lo comiera.

Caía el agua por su pecho peludo alisando su follaje y llegando hasta la frondosidad de su pelaje que envolvían sus masculinos y hermosos huevos mientras una daba cuenta de su lustrosa cabeza a la que devoraba y lamia con pasión y espero haciendo el gimiera como un tigre salido mientras mi mano intentaba abrazar el grosor de su rígido tronco jugando con la otra con sus dos enormes y bien proporcionadas pelotas que me hacía mojar solo con acariciarlas.

Aquel hombre con casi sus 65 años era un semental en toda regla de los que muchas mujeres soñamos tener y yo era una afortunada que lo degustaba para mi solita.

Estaba deseando que mi marido viera como me follaba aquel maduro francés y que junto a él me dieran ambos mucho placer pero ahora tocaba disfrutarlo yo solita.

Me pido parara pues por su enorme cabeza ya asoma liquido anunciando estaba a punto explotar, intente seguir pues estaba salida y lanzada pero él me paro y me dijo vamos a la cama que estas más cómoda.

Cerró el grifo y me seco con rapidez así como  una a él, manteniendo la rigidez de aquel enorme nabo francés hasta llevarme a la cama.

Me tumbo boca abajo y sentándose sobre mis posaderas marcando su rabo en ellas agarro un bote de aceite y se puso a darme un masaje en la espalda muy sensual y agradable aunque yo prefería haber seguido comiéndosela lo cierto es que me sentí muy bien con sus caricias y juego erótico de sus manos.

Bajos hasta mis cintura y mi trasero y metiendo la mano hurgo en mi sexo al que acaricio  suavemente notando lo mojado que estaba.

Abrió mis piernas con sus muslos y rodillas y dirigiendo su enorme nabo lo fue metiendo por mi sonrojado sexo que se dilataba con el paso de aquella enorme y jugosa cabeza, dejándose caer sobre mi trasero teniéndome ensartada totalmente.

Gemía contra la almohada mientras él me iba golpeando armoniosamente con su cadera haciendo gozar como una hembra ardiente y deseosa macho.

Follaba divinamente pues no tarde en tener un gozoso orgasmo mientras recibía su aliento y gemidos de macho en mi nuca,  teniéndome a su merced y gozando como hacía tiempo no sentía un hombre así.

Sentía su enorme cabezón como salía y entraba de mis empapadas entrañas dándome un placer indescriptible a la vez que le suplicaba me diera sus jugos.

Los quieres dentro de ti mi tesoro me susurraba al oído, si por favor córrete y riégame toda no puedo más me voy otra vez, corriéndome nuevamente ante mi sorpresa por la rapidez de este nuevo orgasmo, entonces sentí como se transformó en una perforadora a repetición fallándome ahora con ahínco y soberbia marcando a golpes en mi trasero sus fuertes embestidas que hacían la cama botara y sonara como una posesa a la vez que exploto con unos gemidos que me hizo estremecer soltando dentro de mi sexo chorros de su rica leche que engraso y embadurno hasta el fondo.

Quedo fundido y clavado sobre mí con una agitada y fuerte respiración que se fue aplacando en unos minutos, si bien se mantuvo sobre mí sin decir palabra en varios minutos.

Yo estaba anestesiada de placer y semiaturdida por aquel polvazo inolvidable y difícil igualar, girándome de lado cuando se quitó de encima besándolo dulcemente y acariciando su cara en agradecimiento por aquel buen momento.

Me dijo que era lo mejor que le había pasado en mucho tiempo y además sin buscarlo, diciendo que las relaciones  imprevistas son a veces los mejores.

Como pude me incorpore pues estaba aún aturdida de tanto placer y recuperando la ropa me vestí lo bese y me despedí hasta otro día, dejándolo en la cama todo espatarrado y viendo cómo se acariciaba su miembro.

Llegue a pensar en no marcharme pero era incapaz de volver a tener más sexo, notando mi agujero algo irritado por el grosor de aquel miembro, por lo que acerque mi mano y acariciándolo le dije hasta la próxima y que no sea muy tarde.