El Viejo

Una experiencia con Don Ernesto un hombre bastante maduro y Julian un acompañante de paga.

El Viejo

El teléfono sonó puntual. Al contestar dispuse mi ánimo presintiendo que la cita seria confirmada. Se trataba de un "trabajo" especial, aunque en mi caso se podría decir que todos eran así. Un negociante bastante entrado en años quería una cita conmigo. Su avanzada edad le impedía desempeñarse al 100%. Así que solicitaba que aceptara a un tercero de su absoluta confianza mientras él observaba y se preparaba para intervenir cuando sus "animos" fueran suficientes. Algo raro pero en este mundillo en el que me desenvolvía lo extraño e inusual sucedía frecuentemente. Además esta clase de encuentros raros eran los más excitantes para mí y por supuesto resultaban más remunerativos.

La voz al otro lado de la línea sonó muy grave y profunda. Una vez se hubo asegurado que personalmente atendía su llamada, se identifico y un tanto apocado pregunto si estaba disponible según lo acordado. Con la voz más dulce que me fue posible asentí. Anote los datos para llegar al lugar y me despedí con la mayor cordialidad aunque en mi interior comenzaba a despertarse la curiosidad y la lujuria. La grave voz me aseguro que ya se había depositado el monto de mis servicios en mi cuenta bancaria. Le asegure que ya lo había comprobado. Un hasta pronto de mi interlocutor termino la comunicación...

La cita era de los más segura pues el hombre me había sido recomendado por un buen amigo que además arreglo todos los detalles. Después de la ducha me perfume y maquille. Afortunadamente mis rasgos más bien aniñados pero que a los hombres les parecen muy sensuales no requieren mucho acicalamiento. Medite unos momentos cual seria el atuendo mas adecuado para la ocasión. Al fin me decidí por lo que según mi experiencia era lo mejor. Lencería negra de encaje y estilo clásico, medias con liga haciendo juego, un entallado vestido negro con el faldón un poco arriba de la rodilla y zapatillas de tacón mediano. Como la noche amenazaba ser un poco fría me cubrí con una delicada chalina plateada que me protegía del viento sin ocultar mi silueta.

Lista para el encuentro aborde el automóvil y me dirigí al lugar de la cita. Se encontraba en una de las zonas exclusivas de la ciudad. Una elegante mansión enclavada en el centro de un agradable jardín. Como el portón estaba abierto de par en par, verifique el número comparándolo con el apunte que tenia en mi agenda. Traspuse el umbral a poca velocidad. Una vez que descendí del auto un hombre bajito y calvo que se identifico como mayordomo de Don Ernesto, mi anfitrión, me condujo hasta el interior. Amablemente me solicito que esperara en un saloncillo mientras informaba de mi llegada.

A los pocos minutos apareció su patrón. Era un hombre muy viejo, caminaba arqueando un tanto la espalda. Impecablemente vestido. Su rostro estaba surcado de arrugas pero era evidente que en su juventud había sido un hombre bastante atractivo. No me fue posible determinar su edad pero era seguro que me la triplicaba y aun más.

Aunque he tenido un sin fin de aventuras en el "oficio" nunca había tenido que ver con alguien tan mayor y tengo que confesar que morbosamente pensaba en como seria hacerlo con alguien así y al mismo tiempo me preocupaba pensando si el hombre no se derrumbaría presa de un ataque cardiaco o algo parecido.

Me saludo muy serio y cortés, adulando mi aspecto con un elegante piropo. Sin poderlo evitar me sonroje bastante, pues aunque estoy acostumbrada a que los hombres me llenen de atenciones la caballerosidad del anciano me incomodo un poco.

Me invito a seguirlo hasta su estudio donde dijo que estaríamos más cómodos. Era una habitación enorme y muy elegante. Hileras de libros bellamente encuadernados abarrotaban las paredes en torno a un lujosísimo escritorio y sillones de madera preciosa. Adelantándome uno de ellos me invito a sentarme y pregunto si deseaba tomar algo. Aunque no acostumbro beber pedí un poco de jerez. A pesar de que tenía una charola llena de copas y botellas al alcance de su mano, en vez de servir tomo una campanilla y la agito un par de veces. De inmediato acudió el mayordomo y a indicación de su patrón sirvió copas para ambos. Probé un pequeño sorbo y resulto de un sabor exquisito evidenciando la fineza del licor. Mientras sorbía de su copa el hombre me miraba fijamente. En su mirada no había lascivia sino más bien un gran interés.

Me pregunto si el vino era de mi agrado a lo que asentí sonriendo. Al poco rato charlábamos animadamente, pues resulto ser excelente conversador. Me contó algunas anécdotas graciosas de su vida. Más serio me explico que se había quedado solo al fallecer su esposa y casarse su única heredera. Tan absorta y entretenida estaba con su platica que se me olvido el motivo de mi presencia en aquel lugar. Cuando caí en la cuenta de ello, comenzó a intrigarme la duda de cómo pasaríamos de una situación tan normal a nuestro pactado encuentro. Pero los minutos transcurrían y nada anunciaba algún posible cambio en la situación. Casi una hora después de mí llegada y cuando ya me sentía a mis anchas el sirviente regreso a la habitación disculpándose por interrumpir y anuncio que había llegado don Joaquín. Me sentí un poco turbada al pensar que este don Joaquín seria el complemento de nuestra cita y en mi imaginación me figure que se trataba de otro viejecillo. Don Ernesto ordeno que se le hiciera pasar a la salita de espera y se le ofreciera alguna bebida mientras era requerido. El mayordomo salió presuroso a cumplir la instrucción. Entonces don Ernesto se dirigió a mí en tono muy serio.

  • Querida como te habrás dado cuenta soy un hombre demasiado viejo y no tengo la energía necesaria para poder disfrutar mas íntimamente de tu compañía. Al menos no tanto ni en la forma como yo quisiera. Así que muy a mi pesar debo pedirte que accedas a que un buen amigo nos acompañe en esta velada -. Sin esperar mi respuesta continúo.

  • Sé que suena como algo perverso pero de esa forma mi mente y mi cuerpo estarán en condiciones para no defraudarte. No soy de los que utilizan formulas maravillosas para estimularse, no creo en eso. Además no podrás quejarte de no quedar satisfecha por la falta de energía de un anciano como yo -. Mirándome aun más serio que antes concluyo.

  • ¿Te parece? -.

Aunque la explicación y la solicitud estaban de más, pues nuestro intermediario me había explicado perfectamente de lo que se trataba, en mi interior agradecí halagada su explicación. Segura de mí conteste afirmativamente.

Un poco mas relajado me dijo que Julián trabajaba como acompañante para una prestigiada agencia y que continuamente hacia servicios para él. Agrego que si por alguna razón no me sentía a gusto con el tipo, olvidaríamos el asunto y continuaríamos la velada por nuestra cuenta.

No había llegado hasta allí para salir con mojigaterías. Intrigada deseaba conocer cuanto antes al tal Julián. Toda la situación me resultaba en extremo excitante. Con la mejor de mis sonrisas le pedí que siguiéramos adelante rompiendo definitivamente la tensión del momento. Me miro muy complacido mientras hacia sonar la campanilla nuevamente. El criado apareció de inmediato y el anciano le indico que trajera al recién llegado ante nuestra presencia.

Unos instantes después el hombre apareció en la puerta del estudio. Me impresiono bastante. Era muy alto. Rubio y muy guapo. Lucia una figura bastante atlética. Mientras se acercaba para saludar no dejo de mirarme ni un instante. Tuve que levantar al máximo la cabeza para mirarlo a los ojos que eran de un verde cristalino. Su mano envolvió la mía por completo en un vigoroso saludo. Luego se dirigió a don Ernesto y lo saludo efusivamente. Arrellanándose en un sillón frente a mí comenzaron a platicar recordando anteriores encuentros. A pesar de que mencionaban sucesos un tanto mórbidos, ambos usaban un lenguaje refinado y constantemente me miraban como si buscaran aprobación a sus expresiones. Yo escuchaba interesada y la platica hacia despertar mis instintos. Cada vez con mas frecuencia y menos disimulo miraban mi cuerpo. Sobre todo cuando cruzaba mis piernas dejando ver mas allá de lo permitido. Constantemente sorprendí a Julián recorriendo mi silueta como si quisiera traspasar la tela del ceñido vestido. Don Ernesto tampoco perdía detalle. Nuestras miradas se cruzaban a cada rato. Y comprendí que la amabilidad y atenciones de don Ernesto así como la gallardía y simpatía de Julián me estaban seduciendo poco a poco. Tomamos un par de copas mas mientras conversábamos animadamente. Al fin la platica se centro en torno a mi persona. Mientras preguntaban sobre mis gustos sobre la música, comidas y hobbies, me llenaban de halagos y piropos disputándose el honor de hacer el mejor comentario a alguna parte de mi físico. Al fin Julián mas atrevido dijo que casi podía adivinar que mis senos eran una perfecta maravilla, tomando en cuenta lo que se podía apreciar por encima del escote. Don Ernesto dijo que aquello era evidente y que no recordaba haber visto una piel tan delicada en sus muchos años de vida y mucho menos unas piernas tan espectaculares. A pesar de que ambos exageraban para mí fue como una llamada para pasar a cosas mas serias. Me levante del sillón invitando a Julián a que se acercara y muy coqueta le pregunte levantando un poquito la falda:

  • Opinas lo mismo -.

Me sentí un tanto ridícula ante aquel hombron. Mi cara apenas alcanzaba hasta su pecho. El se aparto un poco y tomando mi mano me hizo dar una vuelta completa mirando sin rubor alguno cada detalle de mi persona.

Sonriendo comento:

  • Muñequita eres un bombón y muero de ganas por admirar tu cuerpo sin ese vestido. Sinceramente y te lo dice un experto, he conocido infinidad de mujeres bellas pero tú eres tan especialmente hermosa y despides una sensualidad tan tremenda que estoy completamente rendido ante ti, daría lo que fuera por estrecharte entre mis brazos -.

Me volví para observar la reacción de don Ernesto. Mirándome fijamente levanto las cejas como preguntando mi parecer respecto a todo aquello. Simplemente baje y subí la cabeza en señal de asentimiento. Nos pregunto si deseábamos tomar algo más. Ambos rehusamos.

  • Entonces, dijo, pasemos a un lugar mas apropiado, síganme por favor – Y comenzó a caminar hacia el salón principal para subir por una larga escalera hacia la planta superior de la casa, seguido de cerca por nosotros -.

Entramos a una amplia recamara totalmente alfombrada en color rojo. En el centro había una enorme cama regiamente vestida con finos edredones y almohadones. La luz indirecta iluminaba con claroscuros el lugar haciendo un efecto romántico y misterioso a la vez. En lo alto del techo un gigantesco espejo reflejaba la superficie total de la cama y una buena parte del resto de la habitación. Alrededor descubrí varios espejos mas estratégicamente dispuestos de manera que proporcionaban diferentes vistas de la habitación en especial del área de la cama.

El anciano me indico un biombo donde podría desnudarme y acomodar mi vestido para que no se maltratara y suplicante me solicito que me quedara con la ropa intima y las zapatillas. Detrás del biombo me quite el vestido y lo colgué en un gancho. Cuando aparecí saliendo de atrás del biombo los dos hombres se quedaron mirándome con los ojos muy abiertos y la boca a medio cerrar sorprendiéndome por completo con su actitud. Me consideraba atractiva pero aquellos tíos estaban acostumbrados seguramente a mejores cosas.

El viejo balbuceo algo que no entendí sin dejar de mirarme en forma un tanto estúpida y luego con más aplomo hizo una seña a Julián para que se me acercara. Dejándome sorprendida Julián se desnudo completamente con gran rapidez, dejando ver entre sus piernas un pene que me pareció mucho más grande de lo normal a pesar de que le colgaba bastante flácido. Trague saliva nerviosa al imaginar su tamaño una vez que estuviera dispuesto para la acción.

La mirada del viejo iba de uno a otro captando nuestras reacciones. Se sentó en un amplio sillón a un par de metros de la cama. Yo camine contoneándome hasta el borde de esta y a un lado de Julián, justo donde don Ernesto podía mirarme a placer. Julián se acerco también quedar a unos centímetros. Yo disfrutaba admirando su musculoso cuerpo y por supuesto su enorme pene. A pesar de que me encontraba muy nerviosa estaba completamente excitada. El saberme mirada además atentamente por los ojos del viejo, embotaba aun más mis sentidos despertándome la lujuria. Julián me tomo suavemente por los hombros y fue deslizando sus manos recorriendo mi cuerpo poco a poco. Sus enormes manos se desplazaban por mi silueta como si fuera un juguete entre ellas. Por encima de mis prendas intimas fue acariciando cada parte de mis pechos; sobando y pellizcando por encima del brazier mis pezones que excitados sobresalían y se marcaban en el delgado encaje. Luego dedico un buen rato a estrujar mis nalgas con firmeza. Se abrazaba a mí agachándose un poco para alcanzarme.

Quede de espaldas a don Ernesto mientras Julián abría y separaba las esferas de mis glúteos mostrando mis aberturas al anciano. Con un rápido movimiento me dio vuelta para abrazarme desde atrás y apoderarse de mis senos y acariciar mi pubis sobre la fina seda del calzón. Ahora tenia de frente al viejo quien me miraba con la boca completamente abierta. Las copas del brazier al fin cedieron ante las caricias de aquellas tenazas y mis pezones saltaron completamente erectos. Con ambas manos tomo mi bikini por los costados y tiro hacia arriba haciendo que me levantara en la punta de los pies. La delgada tela del bikini se hundía entre los labios de mi vagina y se embarraba sobre el montecillo de venus mostrando el contorno de mi ya excitado clítoris. Luego el hombron me soltó con suavidad y metió una mano por debajo de la tela y comenzó a sobar y pellizcar mi vagina mientras la palma de su mano frotaba mi clítoris maravillosamente. Comencé a suspirar conforme las caricias iban embriagándome de placer. Don Ernesto sentado enfrente acariciaba su propio sexo que comenzaba a notarse por encima del pantalón. El enorme pene de Julián también comenzó a endurecerse detrás de mí. Lo sentía entre mis nalgas y la medianía de mis muslos de lo grande que se había puesto. Estaba un poco atemorizada imaginando ese monstruo penetrando mi pequeña vagina, pero al mismo tiempo la idea me excitaba tremendamente.

El anciano miraba extasiado mis reacciones a las caricias de Julián que ahora se afanaba por masturbarme con una mano mientras con la otra acariciaba mis senos que ahora estaban completamente fuera del sostén y se perdían entre sus manazas. Abajo sus dedos comenzaron a hurgar entre los labios vaginales haciendo que me retorciera de placer y comencé a mover mis caderas disfrutando inmensamente mientras estrellaba mi trasero contra el duro y enorme pene. Estaba a punto de venirme pero Julián volvió a darme media vuelta para dejarme frente a el me acerque mas empujando con mi estomago el enorme pene. Julián me tomo por la cintura frenándome y sujetándome firmemente por las caderas me hizo girar ciento ochenta grados poniéndome boca abajo sin ninguna dificultad. Levantándome lo suficiente para hacer que mi sexo quedara a la altura de su cara y comenzó a besar y morder mis partes intimas por encima del bikini. Yo me sujetaba de sus piernas temiendo que en cualquier momento me dejara caer. Completamente de cabeza tenia ante mí su pene que moviéndose de un lado a otro se mostraba ante mis ojos en toda su enormidad.

Me apretó mas contra su cuerpo de modo que mis muslos quedaron sobre sus hombros con lo que consiguió que quedara mejor apoyada y sus manos quedaran libres. Me sujeto por las nalgas y abriéndolas tomo control de los movimientos de mi pelvis que para esos momentos yo restregaba desesperadamente sobre su cara. Haciendo a un lado la delgada tela del bikini lamió directamente mis genitales chupando y lengüeteando clítoris, vagina y ano a su antojo. Yo me remolineaba sobre el loca de placer. Pero enérgicamente me mantenía sometida desesperándome más y más. No aguante mucho. Instantes después un tremendo orgasmo me electrizo por completo haciendo que en mis sienes se agolpara la sangre y se nublara mi vista. Sentí que me desmayaba de placer mientras su lengua hurgaba expertamente entre mis piernas y sus labios mamaban con maestría mis clítoris. Mareada por la posición en que me encontraba y por el efecto de la exquisita masturbación las oleadas de placer iban y venían por todo mi cuerpo inundándome por completo. Sin suspender el delicioso tratamiento levanto su pene ayudándose con una mano y lo apunto buscando mi boca. No me resistí a sus intenciones cuando sentí la enorme cabeza en mis labios. Deje que lo introdujera y comencé a chuparlo tratando de tragarlo entero. Me fue imposible. Difícilmente podía meterme un poco menos de la mitad de su enorme virilidad en la garganta. Para evitar ahogarme tuve que sujetarme del delicioso falo con ambas manos controlando sus arremetidas. Su cadera iba y venia empujando dentro de mi garganta el magnifico falo. Pero sujetándolo de esa forma pude mantenerlo a raya. Entonces me dedique a darle una mamada de antología aun a pesar de lo incomodo de la posición. Él hacia lo mismo y ambos disfrutamos al máximo del circense "sesenta y nueve". Yo me vine nuevamente mientras luchaba con su pene que aprovechando mi temporal desfallecimiento metía hasta lo profundo de mi garganta. Un tanto recuperada me prodigue mamando su verga buscando hacerlo eyacular sin conseguirlo.

Entonces tan abruptamente como me levanto volvió a ponerme de pie girándome por completo. La cabeza me daba vueltas y estaba totalmente mareada. Sentí como me ponía de espaldas contra él y como su pene se extendía por mi espalda. Me bajo el bikini hasta sacármelo completamente y pensé que iba a penetrarme; pero en vez de eso me levanto tomándome por atrás de los muslos mientras me abría las piernas por completo. Me sujete echando mis brazos hacia atrás sobre sus caderas. Entre brumas veía la cara del anciano mas cerca cada vez. Así Julián le ofreció mi sexo para que él pudiera saborearlo también. El viejo metió su cara entre mis piernas y comenzó devorarme ansiosamente mientras sus manos se afanaban acariciándome. Sus dedos entraban y salían de mi vagina como si me estuviera follando y más de una vez sentí como hurgaba dentro del agujerito de mi ano con uno de ellos. Era un experto y muy pronto consiguió arrancarme otro tremendo y delicioso orgasmo. Mientras aun disfrutaba sentí como algo se habría paso al interior de mi vagina.

No podía ser Julián pues me mantenía firmemente contra el otro hombre y su pene se frotaba contra mi espalda. Tampoco podía ser don Ernesto pues su cara seguía pegada a mi sexo chupando, mordiendo y lamiendo. Además lo que me penetraba era inmenso, tanto en grosor como en longitud, nada que ver con el miembro mas bien normal del anciano. Y por supuesto no había nadie más con nosotros. Aquello se movía rítmicamente dentro de mí vibrando y subiendo y bajando aceleradamente sin interrumpir su intensidad, como si se tratara del más viril de la especie. Perdí la cuenta de los orgasmos que me provoco aquella cogida tan fenomenal reforzada por la experta masturbada del anciano. Cuando al fin Julián me separo del viejo para ponerme nuevamente de pie sentí como salía de mi vagina aquello y pude ver que se trataba de un enorme consolador con apariencia de un pene verdadero. De el pendía un cable que terminaba en una especie de control con varios botones. Era la primera vez que probaba algo así y que con curiosidad tantas veces había visto en los sex-shops. Nunca imagine que pudieran ser tan efectivos. Un tanto grotesco el anciano besaba el aparato y con la punta de la lengua lamía saboreando. Me miro un poco apenado pregunto si había disfrutado tanto como él. Cuando asentí sus ojos se iluminaron gustosos. Su voz se quebraba y temblaba por la emoción mientras repetía lo maravillosa que era. Julián agrego comentarios lujuriosos a mi desempeño y pregunto al anciano si podía continuar.

Don Ernesto me miro buscando mi opinión. La sonrisa en mi rostro le dijo todo. Sonriendo también muy complacido asintió. Julián ni tardo ni perezoso me deposito en el piso. Las piernas me temblaban pero al fin conseguí mantenerme de pie por mi misma. Julián me atrajo hacia él por la espalda y haciendo que me inclinara un poco comenzó a hurgar con su verga entre mis piernas. Mi pequeña estatura a pesar de los tacones impedía que él consiguiera penetrarme. Se desesperaba tratando de alcanzarme pero no lo lograba. Hizo que me agachara completamente y a fuerza de varios intentos encontró el camino adecuado. Yo me sujete de mis propios tobillos, haciendo gala de mis habilidades físicas, mientras él me detenía por las caderas buscando penetrarme mejor. Luego de un rato de intentarlo y desesperado por la dificultosa posición termino por levantarme completamente haciendo que mis piernas se entrelazaran en sus caderas mientras yo me sostenía con las palmas en el suelo aguantando sus tremendas arremetidas que me arrancaban jadeos cada vez mas fuertes. A pesar de la intensidad de sus impulsos batallaba para mantener su verga completa dentro de mí y también comenzó a jadear y gruñir diciendo que quería cogerme hasta el fondo. Sus palabras estimulaban todavía más mis sentidos. Fuera de control me vine nuevamente ronroneando perdida en un larguísimo orgasmo. Julián me jalo tomándome por debajo de los muslos con sus poderosos brazos haciendo que montara sobre su pene y con habilidad me levanto por las nalgas mientras me ordenaba que me abrazara a su cuello.

Enderezada sobre su tremenda erección sentí como su pene increíblemente se incrustaba todavía mas en mi pequeña vagina destrozándome con oleadas de dolor y de placer al mismo tiempo. Sin creer lo que me estaba haciendo solté uno de mis brazos y con mis dedos comprobé como la enorme verga estaba dentro de mí hasta el tope. Julián comenzó a subir y bajar mi vientre sobre su inmenso falo y tuve que sujetarme nuevamente de su cuello con ambos brazos mientras bombeaba furiosamente dentro de mí. Por los espejos podía ver mi diminuto cuerpo manipulado por Julián como si yo fuera una muñeca de trapo. El viejo estaba de pie a unos pasos de nosotros y se masturbaba con desesperación azuzado por la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Yo jadeaba y gritaba cada vez que la enorme verga chocaba contra las paredes altas de mi vagina. Me lastimaba cada vez que entraba hasta el tope pero deseaba que aquello durase eternamente.

El viejo se acerco hasta nosotros y se apodero de uno de mis pechos con una mano para acariciarlo ansiosamente y cuando mis brincos se lo permitían chupaba ansioso con su boca el hinchado pezón que amenazaba estallar entre sus labios. Seguía masturbándose a todo vapor. Unos instantes después se aparto y su pene escupió chorros de semen ante los pies de Julián y sobre la lujosa alfombra que se mancho con el blanco esperma. Lo que parecía interminable por fin encontró cause y Julián se vino estrepitosamente llenándome con su leche en una larguísima eyaculacion. Su pene palpitaba dentro de mi castigada vagina y estuvo penetrándome todavía por unos instantes más. Cuando al fin me puso sobre la cama me quede tumbada desfallecida pero todavía ansiosa por lograr cuando menos un orgasmo más. Don Ernesto volvió junto a nosotros y acercándose a mi oído pregunto si quería continuar. Le conteste que si segura de que no quería privarse del gusto de penetrarme también y con la esperanza de saciar aun mas mis ansias. Para mi asombro miro a Julián y le ordeno mas que pedirle que me atendiera lo mejor posible haciéndome disfrutar al máximo.

  • Se quedan en su casa. Si necesitan algo el mayordomo esta a su disposición. Yo no estoy en condiciones de hacer nada más. Preciosa en el momento que tu lo ordenes Julián se marcha. Solo tienes que indicárselo. ¿Verdad Julián? Le pregunto.

  • Por supuesto. Estoy a tus ordenes muñequita – Sonrió Julián mirándome.

El anciano dio media vuelta y se retiro caminando pesadamente cerrando la puerta tras de si.

Sobra decir que Julián estaba más que dispuesto a complacer la petición del anciano. Recostado junto a mí su enorme pene ya presentaba otra tremenda erección. No espere ni un segundo me abalancé sobre el para acariciarlo con mis manos en toda su magnitud. Volví a engullir la enorme cabeza con mi boca y le propine una larga mamada. Saboreando a mí gusto cada centímetro de verga. Mientras le prodigaba intensos masajes a sus tremendos testículos hinchados con su rico contenido seminal. Luego de un buen rato mamando mientras el me acariciaba apasionadamente me monte sobre su vientre y pasando el gigantesco miembro entre mis piernas lo aprisione entre ellas dejando que se deslizara entre mis nalgas. Me masturbe sobre el sin que me penetrara. Raspando los labios de mi vagina y mi clítoris sobre el largo tronco. Julián me dejo hacer a mi gusto disfrutando mis locuras tanto como yo. Suspiraba y jadeaba como prueba del placer que le proporcionaban mis intensos movimientos. Me vine sobre su tronco mientras mi vientre seguía remolineándose sobre el. Buscando aun mas placer me levante hasta que conseguí apuntar la punta de su verga en mi vagina y me deje caer metiéndomela de un solo golpe hasta el fondo. Lo cabalgue desesperada sin importarme el daño que me causaba su enormidad. Completamente fuera de control subía y bajaba a toda velocidad mientras al mismo tiempo me movía haciendo giros sobre el pene con mi vagina. Las manos de Julián apretaban mis senos que se perdían entre ellas haciéndolos parecer más pequeños de lo que en verdad eran. Comencé a venirme otra vez pero no deje de moverme sobre el tremendo falo y mis esfuerzos fructificaron arrancándole un quejido a Julián mientras se venia y terminábamos juntos. Me tire completamente desfallecida sobre el mientras su miembro palpitaba vaciándose por completo durante largo rato.

Recuperando fuerzas hicimos el amor una y otra vez en todas las posiciones imaginables. Pocas veces un solo hombre me poseyó tan incansablemente como él sin que su virilidad se afectara ante los excesos. Disfrute numerosos e intensos orgasmos mientras me llenaba de caricias de todo tipo y me embestía deliciosamente con su hermosísima verga. Nunca molestamos al mayordomo.

No sé a que hora me quede dormida. Cuando desperté el sol llenaba la habitación por completo. Yo estaba envuelta y arropada entre las finísimas sabanas. Julián había desaparecido. Mi ropa interior estaba colocada delicadamente sobre el sillón. Me duche largo rato disfrutando del agua caliente y sin ninguna preocupación. Bien vestida y arreglada salí de la habitación. El mayordomo que deambulaba por ahí rápidamente se acerco para pedirme que lo acompañara al salón comedor de la mansión en el que don Ernesto me esperaba. Cuando entre el se levantó rápidamente para recibirme y me convido a sentarme. Disfrutamos un delicioso almuerzo y el anciano volvió a ser el magnifico charlador de la noche anterior. Nada que ver con la otra parte de su depravada personalidad. Volví a deleitarme con su agradable conversación. Me sentí otra vez completamente a gusto con él. Jamás menciono en nuestra platica nada de lo ocurrido durante la excitante noche en la recamara. Cuando al fin decidí retirarme personalmente me acompaño hasta el auto seguido por el fiel sirviente. Al despedirse mientras besaba mi mejilla tiernamente, puso en mi mano un cheque con una buena cantidad en él, suplicándome que lo aceptara como un reconocimiento a mi belleza y a todas mis atenciones.

Mientras el mayordomo me franqueaba la salida yo iba recordando la dulzura del anciano al despedirse, contrastándola con la visión del mismo hombre lamiendo satisfecho el consolador empapado por mi intimidad.

Cada vez que recuerdo este episodio no puedo evitar que mi sangre hierva al rememorar todas y cada una de las sensaciones con que don Ernesto "el viejo" y Julián "el acompañante" inundaron mi cuerpo aquella noche.

FIN

Hola de nuevo un saludo a todos los lectores y una disculpa a todos los amigos por mi tardanza en volver a escribir. Aquí me tiene de nuevo a sus ordenes. anna_karen_cf@latinmail.com