El viaje - Tercera Parte
-Cállate. Ahora me toca hablar a mí. dijo y tras tomar una pausa Es hora de ponerte un ultimátum. Nuestra relación es como una calle sin salida. Si quieres seguir conmigo tendrán que haber cambios. -¿Cambios? -Primero: me repugna tu adicción a la masturbación.
3. Dani
Es curioso pero, aunque hoy apenas he trabajado cuatro horas me encuentro cansado tras el gimnasio. Me miro al espejo y observo mi cuerpo, fibrado y fuerte. Era mi único orgullo. Debido a la crisis económica mi trabajo iba de mal en peor. Cualquier día me vería en la calle. Es cierto que Ángela tenía un buen trabajo, pero no podía negar un resquemor por no ser yo quien llevara el dinero a la casa.
De algún modo, esto encajaba con mi carácter sumiso. Había probado un poco de esto pero viendo poca receptividad en mi chica, habíamos ido dejándolo más y más de lado, y ahora era sólo era un mero juego para los preliminares. Con lo que no podía tragar era con la mentalidad “liberal” de la que tantas veces había hablado ella. Era una de las condiciones que yo le había puesto al comenzar la relación, que se olvidara de todo aquello. Nada de intercambio de parejas, nada de tríos. Podía sonar un poco egoísta pero soy un poco celoso y no podría soportar que otro hombre o mujer la tocara.
Estaba en pijama tumbado en el sofá viendo una película cuando se abrió la puerta y entró Ángela. Parecía estar malhumorada.
- Dani…otra vez en el sofá. Ya podías haber hecho la cena.
- Estoy cansado, cariño ¿Cómo te ha ido el día?
- Estresante, pero muy productivo. Tengo nuevas ideas. – dijo ella enigmáticamente – Anda levántate y prepara una ensalada para dos. – Embobado por la tele ni le contesté - ¿Quieres hacer el favor de levantarte ya?
- Ya voy – dije tras apagar el aparato
Me puse a hacer la cena. No me importaba hacerlo, a veces ayudaba en casa y me gustaba tenerla contenta. Aquella noche cenamos tranquilamente en el comedor y nos acostamos pronto. No noté nada raro en ella hasta que ya en la cama, me dirigió la palabra.
- Dani, ¿tienes ganas de…? – dijo ella juguetona acariciándome la espalda
Como he dicho anteriormente estaba cansado, pero no era sólo eso lo que me quitaba las ganas de tener sexo con Ángela. He de reconocer que debido a mis horas libres, me masturbaba varias veces al día y muchas noches llegaba a la cama sin ningunas ganas.
- Lo dejamos para otro día.
Ella se giró y miró al techo. Noté que no dormía.
- ¿Crees que no lo sé? Te has estado masturbando, ¿verdad? Dani, esto no funciona…
Una punzada en el corazón me hizo despertar de mi amodorramiento.
- Vamos, cariño. Sabes que yo te quiero. – dije poniéndome nervioso
- Tienes un problema, Dani. Y cada vez me tienes menos respeto. No sé qué pensar.
- Pero, cariño…
Ángela se dio la vuelta y la conversación quedó ahí.
No pude evitar tener pesadillas esa noche. Durante los dos días siguientes intenté hacer méritos, cociné, limpié lo que pude, me masturbé lo mínimo y me hice el niño bueno. Incluso planché algunas de sus camisas tras la lavadora. Estaba bastante preocupado, realmente la amaba y parecía que había metido bien la pata, apenas me hablaba.
Al tercer día del desastre, Ángela me llamó desde el comedor y me invitó a que me sentara. No me había fijado antes pero estaba impresionante. Llevaba una blusa blanca abierta que dejaba a la vista sus apetecibles pechos en un canalillo interminable. Vestía falda negra de tubo, por encima de las rodillas y unos taconazos negros de infarto. Era su uniforme de trabajo, pero no podía evitar excitarme. El pelo lo llevaba suelto, en ondas, y sus ojos verdes me miraban desafiantes.
- Tengo que hablar contigo.
- Verás, yo… - comencé a balbucear.
- Cállate. Ahora me toca hablar a mí. – dijo y tras tomar una pausa – Es hora de ponerte un ultimátum. Nuestra relación es como una calle sin salida. Si quieres seguir conmigo tendrán que haber cambios.
- ¿Cambios?
- Primero: me repugna tu adicción a la masturbación. Dejarás de tocarte a diario y seré yo la que decida cuándo y cómo tendrás tus orgasmos. Yo te ayudaré a superarlo.
- Segundo: vas a comenzar a ayudar realmente en casa. Como yo tengo un trabajo de verdad, serás tú quien te ocupes de la mayoría de las tareas de casa.
Me quedé frío. Me había humillado con sus dos reglas... “Un trabajo de verdad”...
- Pero… - dije yo intentando protestar
- Lo tomas o lo dejas. Si no aceptas estas sencillas reglas tendrás que buscarte apartamento. Es normal que si yo pago la hipoteca de la casa yo ponga las reglas.
Aquello que decía parecía tener lógica, pero me resistía a adoptar aquel papel secundario.
- Consúltalo hoy con la almohada. Mañana a primera hora quiero una respuesta – dijo Ella levantándose secamente de la mesa y yendo a su cuarto a cambiarse.
Y Vaya que lo consulté con la almohada. Me parecía un comportamiento raro por su parte, más dominante de lo normal. Noté una cosa rara pues al mismo tiempo que me incomodaba, me excitaba. Aquella noche tuve varias erecciones que no pude calmar ¿qué se propondría Ángela con aquellas reglas? Antes de caer en un sueño pesado ya había tomado una decisión.