El viaje que nos unió (Parte XI)

Su mano derecha subía por mi muslo interior, la otra se ubicó en mi vientre.

NOTA DE LA AUTORA =)

Disculpen si a veces demoro un poquito en publicar; intentaré hacerlo más seguido.

Espero ansiosa sus comentarios, me ayudan muchísimo.

Esta es la 11º entrega de "El viaje que nos unió". Detállenlo.

EL VIAJE QUE NOS UNIÓ (Parte XI)

Voz: Esas no… – Alguien me sorprendió, tomando con una mano mi cintura y con la otra los papeles que estaba sosteniendo.

L: Sí, éstas son las que Dianita me pidió. – Di media vuelta.

M: ¿Estás segura? – Manuel pretendía coquetear conmigo.

L: Totalmente.

M: Discúlpame entonces, me equivoqué. – Hice un gesto, intentando que detenga sus caricias sobre mi espalda. No lo hizo. – Lu, después de terminar el informe, saldremos a cenar y, luego, iremos a mi departamento a estudiar para el examen final del sábado. ¿Vienes con nosotros?

L: Gracias, pero prefiero estudiar sola.

M: Dicen que es mejor estudiar en grupo.

L: Y lo más probable es que tengan razón. – Me alejé. – Pero para este examen en particular, prefiero hacerlo sola… ¿Vamos? – Dije, invitándolo a ir al living .

Sonrió y salió de mi habitación. Yo, detrás de él.

Finalizamos el informe y, lejos de lo que, al parecer, habían planeado anteriormente (según Manuel), los chicos decidieron celebrarlo, con alcohol de por medio, claro está. Intentaron convencernos de traer licor al departamento y “montar” aquí la celebración, pero ninguna de las 3 accedió, los conocíamos y sabíamos que luego de eso nuestro alojamiento quedaría completamente desordenado y, en estos momentos, era lo que menos queríamos.

F: Lu, ¿vamos? Será sólo un momento. Te prometo que en una hora regresamos. – Fiorella trataba de convencerme, luego de que Carlos propusiera ir a su departamento para empezar el festejo al recibir nuestra negativa como respuesta.

L: Estoy cansada, Fio. – La verdad es que sí quería ir, pero también deseaba dormir algunas horas extras.

F: ¿Ni una horita? – Puso cara de niña engreída.

L: Bueno, una hora Fiorella, ni un minuto más. – Sabía en lo que me estaba metiendo. El “sólo una hora” es una de las grandes mentiras universales, junto a “no eres tú, soy yo”, “no va a pasar nada que no quieras” y “el lunes empiezo la dieta”.

Adriana regresó de su habitación.

A: Entonces… ¿Nos vamos?

Salimos con dirección al departamento de Carlos, cenaríamos pizza allá. Manuel y él fueron los encargados de comprar las botellas de alcohol: vodka, tequila y algo más.

M: Por todas las mañanas en las empresas y las tardes terminando de redactar los informes, ¡salud! – Manuel inició, luego de una pequeña cena, la extensa sesión de brindis que parecía nunca acabar.

Las botellas de vodka ya se habían terminado y, a juzgar por los rostros de algunos de mis compañeros (incluyendo a Fiorella y Diana), creí que lo más conveniente sería dejar ahí la celebración.

L: Fio, ya vámonos. – Dije luego de acercarme a Fiorella, quién pretendía conectar el ipod de Carlos a unos parlantes.

F: No Lu, todavía no. Esto recién empieza. – Presionó play en el aparatito para que empiece a reproducirse la canción que había elegido.

Yo había bebido poco vodka por lo que, puedo asegurar que estaba mucho más conciente que cualquiera en esa casa, pero de nada me servía.

La hora del tequila llegó.

M: Sé que te gusta mucho esto. ¡Salud! – Manuel se situó a mi lado con una gran sonrisa en el rostro y me ofreció uno de los shots de tequila que tenía.

L: Gracias. – Lo recibí. – ¡Salud!

Dentro del alboroto que se había formado en el lugar vi, un poco alejados del resto, a Adriana y a Javier.

L: Me traes otro, por favor. – Alargué el shot , ahora vacío.

M: Claro, Lu.

Observé, sin disimulo, cada uno de los movimientos de Adriana y Javier. Al parecer ahora discutían por algo.

M: Aquí tienes, preciosa. – Manuel regresó más rápido de lo que esperaba.

L: Gracias. – Lo bebí sin respirar (como siempre). – Discúlpame un momento. – Le dije a Manuel.

Sin dudarlo, y sin importar lo que pueda ocurrir después, me acerqué a Adriana.

L: ¿Y ustedes por qué no toman, chicos? – Pregunté "sutilmente". Javier me miró con notable fastidio y con un dejo de altanería en los ojos.

J: Ahora te le traigo algo, gracias. – Dijo, con claras intenciones de hacer que los deje solos otra vez, algo que no iba a suceder.

L: Bueno, pero que sea AHORA… – Sonreí sarcásticamente.

Javier se alejó con una evidente molestia contenida.

L: Adriana, ¿pasa algo?

A: Javier sigue con sus estupideces. Aún no entiende que no va a pasar nada entre él y yo.

L: Yo se lo puedo explicar… – Le sonreí.

A: Eres tan linda. – Un paso la acercó más a mí. – Me encantas… – Me tomó de la mano. – ¿Bailas conmigo?

L: Pero Adri, nadie lo está haciendo.

A: Podemos ser las primeras.

Caminamos hasta la improvisada pista de baile y empezamos unos suaves movimientos, al compás de la música.

Estábamos frente a frente, cada meneo unía más nuestros cuerpos. Adriana cogió mi cintura con las dos manos e hizo que volteara rápidamente.

Nuestros movimientos seguían, cada vez más sensuales, más insinuantes. Sentía su respiración en mi cuello y empezaba a volverme loca. Sus manos acariciaban mi vientre y nuestras caderas se movían como si fueran una sola.

Abrí los ojos, giré ligeramente el rostro deseando encontrarme con sus hermosos ojos pardos, pero en el pequeño trayecto algo más llamó mi atención: nuestros compañeros ya se habían ubicado a nuestro alrededor, con shots de tequila en la mano, algunos, y con vasos de cerveza, los otros (que no sé cuándo ni de dónde apareció).

Me sorprendió notar que sus miradas no sólo detallaban nuestro baile, sino que, también, observaban a alguien junto a nosotras. En este caso ese”alguien” era plural, eran 2 personas, 2 mujeres: Fiorella y Diana. Ellas también estaban bailando, intentando imitar, por momentos, nuestros movimientos.

L: Tenemos compañía. – Susurré muy cerca del oído de Adriana. Ella siguió la dirección de mi mirada y sonrió.

A: A ver si nos ayudan a distraer un poco la atención de estos idiotas.

Continuábamos bailando, las 4, con las atentas y descaradas miradas de nuestros compañeros sobre nosotras. Los chicos se nos acercaban cada minuto a ofrecernos bebidas: cervezas para ellas, tequila para mí.

La temperatura del ambiente se había elevado, pero sólo dentro del departamento en el que nos encontrábamos.

Pasaron varios minutos y aún no podía probar, los labios de Adriana, los extrañaba muchísimo y sus meneos junto a mi cuerpo, mis senos en su espalda y su trasero rozando mi intimidad sólo hacían que la desee cada ves más.

Fiorella y Diana continuaron su danza, liberadas por el alcohol: Adriana y yo, dejándonos llevar por la pasión.

Las miradas de nuestros amigos dejaron de parecernos divertidas para sentirlas totalmente desagradables, así que, junto a Fiorella y Dianita los jalamos a la "pista de baile" para que se distraigan un rato.

Cada hora que pasaba, Fiorella y Diana ponían en evidencia su mayor grado de ebriedad por lo que la hora de irse había llegado.

Los chicos nos llevaron a nuestros departamentos, por seguridad, decían; aunque hubiera sido más seguro que se queden durmiendo en casa de Carlos por el estado en el que se encontraban, pero su terquedad pudo más.

Dianita fue la primera en llegar a su alojamiento. Cinco minutos después Adriana, Fiorella y yo arribamos al nuestro.

Fiorella se quedó dormida desde que rozó su cama. Yo aún me aseaba en el cuarto de baño de mi habitación. Me puse la pijama y me animé a visitar unos minutos a Adriana.

L: ¿Te puedo ayudar? – Musité desde la entrada de su dormitorio, viendo que empezaba a quitarse el brassier . Me sonrió.

Se acercó a mí, rodeó mi cuello con sus brazos y retrocedimos juntas hasta salir de su habitación.

A: Ayúdame, por favor… – Dijo, sensualmente, en mi oído.

Rocé su mejilla con la mía, me aproximé a su boca, besando la comisura de sus labios. Recorrí de arriba a abajo su espalda con mis uñas. Cerró los ojos y liberó un ligero suspiro. Desabroché su sujetador y se lo retiré lentamente.

L: Te deseo... – La besé.

A: Yo también, no te imaginas cuánto. – Mi mano empezó a subir por su abdomen. – Lu… – Me detuvo, tomando delicadamente mis dedos. – Si seguimos un poco más, ninguna de las dos podrá detenerlo después… Lo sabes… – Me regaló un corto beso.

L: No me digas eso, no teniéndote así… – Mordí levemente mi labio inferior. La besé una vez más. Suspiré, luego. – Pero tienes razón. – Dije resignada.

A: Te quiero. – Me abrazó.

L: Love you more.

Me dirigí a mi dormitorio a intentar conciliar el sueño. Luego de varios minutos (muchos), lo logré.

Fiorella, Adriana y yo nos despertamos con una resaca infernal. Sofía había salido desde temprano a casa de Andrés a estudiar para el examen de mañana con su grupo de trabajo, según pude leer en una notita de papel que dejó sobre su cama.

Nosotras, por otro lado, teníamos el resto del día para reponernos completamente y empezar a prepararnos para la última evaluación del viaje.

Por la tarde, luego de almorzar, Fiorella recibió un mensaje al celular de Carlos, quién le decía que nos esperaban en su departamento (ya ordenado) para estudiar con ellos. Las chicas estuvieron de acuerdo, yo dudé en aceptar.

F: ¡¿Te quedas, Lu?! – Gritó Fiorella desde la puerta principal del departamento.

L: ¡Sí! Estudiaré aquí. – Respondí desde mi habitación.

A: ¿Segura? – Adriana apareció en la entrada de mi dormitorio.

L: Sí Adri, prefiero estudiar sola.

A: OK. Nos vemos. – Pude notar un poco de tristeza en su mirada.

Sin decir más, Fiorella y Adriana abandonaron del departamento.

Me quedé ordenando los miles de papeles que debía leer para rendir el examen de mañana.

Luego de un par de horas de haber empezado a estudiar recibí la llamada de Sofía, avisando que esa noche dormiría en casa de Andrés y que regresaría temprano, antes de la prueba, para tomar un baño.

Un par de horas más tarde mi cuerpo no ya pedía descanso (al menos uno corto), por lo que decidí dormir un momento para luego continuar con la maratón académica que había iniciado.

Empecé a retirar, poco a poco, las separatas de mi cama, pero me detuve de golpe al oír pasos en el living . Estaba muy asustada, ¿quién podría estar afuera? Sofía vendría mañana y Fiorella y Adriana estaban en el departamento de Carlos.

Quedé paralizada junto a mi cama. Afiné el oído: los pasos se acercaban a mi habitación.

Respiré lentamente, intentando tranquilizar mis nervios cuando una perfecta silueta femenina se dibujó en la entrada de mi dormitorio.

L: ¡Por Dios, Adriana! – Resoplé. – ¡Casi muero del susto!

A: ¿Tan fea soy?

L: Jajaja. Para nada, mi amor. Eres guapísima.

A: Jajaja. – Se situó a mi lado. – ¿Te asusté mucho?

L: Muchísimo. – Tomé su mano. – Compruébalo tú misma. – La llevé al lado izquierdo de mi pecho.

A: Wow, ¡tu corazón! No soy médico pero creo que te va a dar una taquicardia.

L: Todo esto es culpa tuya. – Sonreí. – Tú lo has ocasionado.

A: Lo sé, debí haberte avisado que iba a regresar a esta hora. Y si no dije nada cuando llegué fue porque, al ver las luces apagadas, pensé que ya estabas durmiendo.

L: No lo digo por eso. – Me miró confundida. – El susto ha sido grande, sí. Pero mi pulso se acelera, siempre, cada vez que te tengo cerca, y aún más cuando me acaricias como sólo tú sabes hacerlo, aunque sea sin darte cuenta. – Dirigí mi mirada hacia su mano que ahora tocaba uno de mis senos.

Adriana también bajó la mirada y sonrió.

Deslizó su mano por mi vientre, me sujetó por la cintura para unirme a su cuerpo y fundirnos en un beso súper pasional.

A Adriana le bastó dar un paso para hacer que me recueste en la cama y, de esa manera, posarse sobre mi cuerpo.

Noté que algo incomodaba mi espalda.

A: Estamos aplastando tus separatas, Lu. – Sonrió divertida. – ¿Ya terminaste de estudiar? – Las sacó de entre mi espalda y la cama sin abandonar su posición.

L: Todavía no. Pensaba descansar un momento para luego terminar de hacerlo. – Mi lengua jugaba con su labio inferior. – Me falta un capítulo. – La besé brevemente. – Y a todo esto, ¿Fiorella no estaba contigo en el departamento de Carlos?

A: Sí, pero prefirió dormir allá. Yo quise regresar a descansar.

L: Hiciste muy bien. – Sonrió. – Quédate conmigo lo que queda de la madrugada. – Besé tiernamente sus labios.

A: No tienes que pedírmelo.

Terminamos de retirar las hojas de mi cama y nos acomodamos sobre ella. Así nos quedamos, juntas, abrazadas, con mis manos acariciando su espalda y las suyas mis piernas, mirándonos a los ojos hasta que éstos por fin se cerraron, saboreando sus labios hasta que éstos no tuvieron más energía para seguir haciéndolo.

Dormí con Adriana unas pocas horas, unas de las más memorables de toda mi vida.

Me despertó con caricias unas horas antes de rendir la prueba, sabía que me faltaba un capítulo para terminar de estudiar, el último, el más tedioso, el más denso, el que más detestaba.

Memorizar cifras, fechas, nombres, sin ningún sentido, sin lógica, sin concordancia alguna no era lo mío, pero Adriana es muy buena para eso y me ayudó a asimilarlo en menor tiempo. A su lado todo parecía más fácil.

Faltaban 90 minutos para el examen, Sofía ya estaba en el departamento y Fiorella había llamado para decir que en 10 minutos llegaría.

Quince minutos antes, y con un desayuno a medias en el estómago, Fiorella, Adriana, Sofía y yo ya estábamos junto a mis compañeros en el auditorio de la cuidad esperando a los profesores.

La prueba duró lo necesario, estaba bastante sencilla (creo).

Los profesores nos llevaron, luego, a un club de recreación como parte del cierre del viaje que había empezado un mes atrás. Ahí almorzamos y comenzaron las planificaciones para la “gran noche”, la última en esta cuidad.

El regreso a nuestra ciudad sería a elección propia: algunos viajaban hoy por la noche y el resto, el domingo por la tarde. Dentro del primer grupo se encontraban Fiorella y Sofía. Mi mejor amiga le había prometido a su hermanita pasar el domingo entero con ella, luego de un mes de estar fuera de casa, por lo que había planeado empezar la “fiesta” lo más temprano posible.

Nos despedimos de los profesores (quiénes regresaban por la noche) y cada uno regresó a su alojamiento a alistarse para la celebración de hoy.

Yo quería dormir, estaba muy cansada, pero para Fiorella esa palabra no existía, no ahora que tenía el tiempo en contra. Tomó un baño, al igual que Sofía, alistaron sus equipajes y salieron al encuentro de algunos de nuestros compañeros que ya las estaban esperando en la discoteca.

Cuando desperté fui a la habitación de Adriana, aún dormía. Regresé a mi dormitorio a arreglar un poco mis cosas y dejarlas “medio listas” para mi regreso. Saqué ropa del closet, intentando buscar un vestido para hoy.

A: Ese te quedará espectacular… – Adriana ingresó a mi habitación y se sentó sobre mi cama.

L: ¿Tú crees? – Dejé el vestido en la gaveta y me acerqué a ella.

A: Estoy segura. – Se recostó en el respaldar de la cama.

Me senté delante de ella, pegada a su cuerpo, dándole la espalda y reposé mi cabeza en su hombro.

L: ¿Te había dicho alguna vez que hueles delicioso?

A: No… – Sus manos iniciaron un delicado recorrido por mis piernas.

L: Hueles delicioso… – Inhalé el aroma de su cabello. Lamí, lentamente, su cuello. – Eres deliciosa.

Con la mano que tenía libre giró delicadamente mi rostro y empezó a besar el lóbulo de mi oreja, mi cuello, mi mejilla.

Su mano derecha subía por mi muslo interior, la otra se ubicó en mi vientre. Lo acarició y se escabulló dentro de mi blusa, recorriendo mi abdomen con sus uñas, llegando al nacimiento de mis senos. Ahí se detuvo, mientras que la otra mano rozaba mi intimidad por encima del short .

Así me tuvo por unos minutos. La situación era demasiado excitante, en ese momento yo ya estaba totalmente entregada.

A: Te compensaré por lo que sucedió la otra noche… Lo prometo…

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