El viaje que nos unió (Parte VIII)

Se colocó sobre mi cuerpo y, mirándome a los ojos, deslizó su mano por mi abdomen...

NOTA DE LA AUTORA =)

Gracias por sus comentarios y valoraciones. Me alegra muchísimo saber que no han olvidado la historia, que la aún la siguen y, lo más importante, que les gusta lo que están leyendo.

Espero que esta entrega reciba tan buenos comentarios como las anteriores.

Lo prometido es deuda. No los hice esperar mucho, ¿o sí? =)

Les dejo la 8º parte de "El viaje que nos unió". Desnúdenlo.

EL VIAJE QUE NOS UNIÓ (Parte VIII)

A: No quiero compartirte y… Tenías razón… Estaba celosa…

L: ¿En serio? – Nos sentamos en el borde de la cama.

A: ¡Claro que sí! Crhistian era demasiado obvio, Luciana. Varias veces caminé mirando al piso para no resbalarme con la baba que derramaba mientras te veía. ¿No lo notaste?

L: No, me pasé todo el tiempo al tanto de otra personita, una muy celosa.

A: ¡Mentirosa!

L: Estoy diciendo la verdad, Adri. Christian fue súper atento conmigo, pero yo sólo podía pensar en ti y, obviamente, intentar notar si Julián quería pasarse de listo contigo. Y no

– Me miró con un especial brillo en los ojos.

– No estaba c

elosa, si eso es lo que estás pensando

¡Estaba celosísisma! – Rió. Me recosté en la cabecera de su cama, alegando molestia. – Desde que lo vi me cayó en la punta del hígado, detestaba su forma de hacerse el lindo contigo. – Se sentó junto a mí y apoyé mi cabeza en su hombro.

A: Christian era peor. Él es aún más idiota que Julián.

L: Jajaja, tal vez. – Besé su cuello. – Pero, seamos realistas Adriana, agua que no has de beber… – Bromeé, intentando regresar al tema, a “nosotras” (si había o podría haber un “nosotras”), tratando provocar algún tipo de reacción en ella.

A: Es que sí quiero beberla, Lu… La bebería hasta el cansancio, si alguna vez llego a cansarme de hacerlo… Pero, lo dudo… – Besó mi frente tiernamente. – Lo dudo muchísimo.

Se acercó a mi cuello y empezó un delicioso recorrido por él, intercalando suaves caricias de su lengua con cortos besos. Mis manos empezaron a tener autonomía al sentir que su cuerpo pedía atención (MI atención).

Toqué suavemente su espalda, subiendo y bajando por ella mientras su boca seguía paseando por mi cuello y sus manos acariciaban mi cabeza. Mi cabello jugaba a enredarse entre sus dedos.

Subió su rostro, me ofreció sus labios y los recibí sin “peros”, por supuesto. Nuestras lenguas se habían extrañado, eso se notaba. Era delicioso. Se separó de mí un momento para que su lengua empiece a jugar con mis labios.

Nos sentamos frente a frente, besándonos apasionadamente. Una de mis manos acariciaba su brazo, bajando hasta su pierna, deleitándose con la suavidad de su piel.

Tomé entre mi boca su labio inferior, provocándole suspiros.

Me separé un momento, abrió los ojos y me sonrió de manera atrevida. Se puso de rodillas, juntó su rostro al mío y empezó a avanzar hacia a mí, mirándome a los ojos, haciendo que retroceda hasta terminar recostada sobre su cama.

A: No me detengas, por favor…

L: No podría hacerlo…

Se ubicó sobre mi cuerpo. Empezó a besar mi cuello, bajando lentamente, rozando con sus labios uno de mis senos, aún por encima de la ropa, que ya empezaba a estorbar. Miró mi abdomen, lo acarició, bajó su mano izquierda hasta mi pierna, paseando por ella desde la pantorrilla hasta el muslo, ida y vuelta.

Introdujo su mano por debajo de mi vestido, alzándolo poco a poco. Lo subió hasta mi vientre. Ahí se detuvo.

Besó mi ombligo y por encima de él, lo delineó con su lengua. Continuó desvistiéndome, subiéndome el vestido hasta sacármelo por completo.

A: ¡Wow!

La realidad es muchísimo mejor que el recuerdo de tu cuerpo que paseaba por mi mente…

Me contempló por un momento, mordiéndose levemente el labio inferior. Fijó su mirada debajo de mi cuello y, sin esperar un minuto más, me despojó del brassier que antes cubría esa zona de mi cuerpo. Sus hermosos ojos pardos detallaron mis senos.

A: ¡Qué lunar más caprichoso!

¡Me encanta!

Sonreí con su comentario mientras ella acercaba su lengua a uno de mis pezones. Se lo metió a la boca y empezó a jugar con él durante un muy placentero momento. Se alejó, luego, para que sus manos inicien un delicioso masaje sobre mis senos. Acercó su boca y paseó con su lengua por esa parte de mi anatomía.

Bajó, una vez más. Mi piel se erizó al sentir sus labios rozar debajo de mi ombligo. Delineó con la lengua el inicio de mi tanga y se dedicó a besar la parte interior de mi muslo. La vi sonreír al notar mi desesperación por sentirla aún más cerca, disfrutaba tenerme así y saber que era ella la que había provocado ese estado en mí.

Uno de sus dedos acarició la parte central de mi tanguita para, luego, dar paso a su lengua. Sin poder evitarlo un sonoro gemido escapó de mi boca.

Subió hasta mis labios y nos besamos desesperadamente. Se sentó a horcajadas sobre mí. Mis manos la recorrían completamente y empecé a desvestirla. Me incorporé para estar a su altura, le quité la blusa y, de inmediato, el brassier .

L: Eres tan sexy… – Apenas podía hablar.

A: Tus caricias me hacen sexy…

Sostuve entre mis labios uno de sus pezones. Lo lamí y succioné, provocando un involuntario y ligero arqueamiento en su cuerpo. Sostuve su espalda entre mis manos, atrayéndola hacia a mí nuevamente. La abracé y metí a mi boca el pezón que aún no había probado mientras ella acariciaba mi rostro, hasta que me llevó a sus labios.

Adriana me sorprendió al detener el sugestivo beso en el que nos habíamos fundido para tirarme contra la cama y comenzar un suave meneo. Sus caderas se movían magistralmente sobre mi cuerpo. Tomé su trasero entre mis manos y lo palpé con pasión. Me aventuré a tocar su intimidad por encima de su short . Su contoneo se aceleró al sentir que mi mano acariciaba esa parte de su cuerpo.

Desabroché su short y, con un poco de su ayuda, se lo quité rápidamente. Me acerqué a su cuerpo y giré junto a ella, quedando, ahora, encima.

La besé mientras mi mano descendió por su abdomen llegando hasta el inicio de su ropa interior. Salté la parte que estoy segura ella deseaba que toque para pasar a su pierna, recorriéndola con mis uñas, hasta llegar a la última parte de su muslo interior. Ahí dejé mi mano, inmóvil por un momento. Mi lengua se deleitó con el recorrido desde su cuello hasta su vientre besando, ahora, lo que mis uñas rozaban segundos atrás. Bajé su tanga blanca y sentí que sus manos hicieron lo mismo con la mía.

La acosté en la cama una vez más, fijando mi mirada en sus hermosos ojos pardos inundados de placer. Ubiqué mi cuerpo sobre el suyo. Fui yo la que empezó, esta vez, los sensuales meneos, sentándome sobre su muslo derecho, haciendo que una parte de mi rodilla rozara su intimidad. Mis caderas parecían haber adquirido vida propia, empezaron un lento vaivén que poco a poco fue apresurándose.

Lo que siguió fue una locura: mis manos apoyadas en sus piernas, las suyas acariciando mis senos, mis movimientos acelerados al compás de su cuerpo, nuestros gemidos inundando la habitación, su humedad en la parte superior de mi rodilla y la mía empapando su muslo. Un extraordinario orgasmo se apoderó de nuestros cuerpos al mismo tiempo y con la misma intensidad.

Me dejé caer sobre su pecho. Era increíble, nuestros cuerpos ensamblaban perfectamente. Mi lengua recorrió su cuello y busqué sus labios con desesperación. La besé lenta y apasionadamente, mi lengua no se cansaba de incitar a la suya.

Bajé mi mano por su cuerpo y me excitó, aún más, sentir su humedad entre sus dedos. Toqué sus mojados labios, sus uñas clavadas en mi espalda sin previo aviso al sentir que uno de mis dedos la penetraba me hicieron suspirar sin control. La miré y me deleité con su tentadora sonrisa.

Saqué mi dedo por un momento, sólo para meter otro lo acompañe. Los moví dentro de ella, con una indescifrable mezcla de delicadeza e impaciencia. Mis besos tatuaban su cuello y sus gemidos se extinguían en mi oído.

Las contracciones que mis dedos sintieron me anunciaron que un segundo orgasmo se apoderaría de su cuerpo. Y así sucedió.

La dejé respirar un momento mientras besaba su pecho y su rostro. Cuando por fin volvió a la realidad me miró tiernamente, pasando sus manos por mis cabellos, entregándonos en un dulce beso, uno aún mejor que los anteriores.

Estuvimos así durante varios minutos (¿cuántos? No lo sé), consintiéndonos y acariciándonos delicadamente, sin prisa. En ese momento éramos sólo ella y yo, viviendo en un mundo hecho especialmente para las dos. Una escena irrepetible. Fue como una postal de un bello y único lugar que, sin duda, iba a guardar por siempre, muy dentro de mí.

El sonido de mi celular nos sacó del paraíso. La verdad es que en ese momento me importaba poco (o nada) el mundo exterior, el otro mundo, el que no era de nosotras, y no tenía la menor intención de levantarme a revisar el dichoso aparatito, tan útil a veces y tan molesto, en muchas otras ocasiones.

A: Mira quién es, Lu.

– Me apoyé en su pecho.

Acuérdate que vivimos con dos personas más que aún no han llegado a dormir. – Fio y Sofi, ¡es cierto!

Le di un breve beso en los labios y tomé el celular que antes había dejado en su mesita de noche.

Mensaje de Manuel:

Lu, Fiorella y Sofía ya están durmiendo.

A penas despierten las llevo a su departamento, OK?

Espero que la hayas pasado muy bien esta noche Yo no pude, me hizo falta la compañía de una hermosa mujer.

¡Qué descanses!

Espero verte mañana.

Un gran beso.

El rostro de Adriana cambió completamente luego de leer el mensaje. Se soltó de mis brazos e intentó salir de la cama.

L: ¿A dónde vas? – La tomé por la cintura.

A: A la cocina por un vaso de agua o lo que sea.

L: ¿Te molestó el mensaje? – ¡Las idioteces que preguntas, Luciana!

A: No… – Creo que, en circunstancias así, Adriana mentía peor que yo. – Sólo quiero preguntarte algo…

L: Lo que quieras…

A: ¿Te has acostado con Manuel?

L: ¡Claro que no, Adriana! ¿De qué estás habando?

A: Manuel es un buen chico.

L: ¿Y por eso debería acostarme con él?

A: Habla de ti todo el tiempo, me aturde siempre con sus preguntas referidas a ti… Se nota que te quiere mucho…

L: Dime las cosas directamente, Adriana… – Esto no podría ser bueno.

A: Deberías aceptar ser su novia… – Bajó la cabeza.

L: No puedes estar hablando en serio, no después de lo que acaba de pasar entre nosotras…

A: Lo que pasó fue maravilloso, te juro que jamás me había sentido así, como me hiciste sentir... La forma en la que me miras es única, nunca, nadie, me había visto de esa manera y me encanta… Tus caricias, tus besos, tus suspiros… Todo fue perfecto... Estar contigo ha sido una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida, pero…

L: Pero qué, Adriana… Pero ¿qué?... – Tomé su rostro y lo alcé, haciendo que me mire directamente a los ojos.

Me sorprendió ver lágrimas contenidas dentro de ellos.

A: ¿No te da miedo esto? ¿No te asusta lo que podría venir después? – Las lágrimas abandonaron sus ojos. Esto ya era más de lo que podía soportar.

L: Muero de miedo, te juro que sí. – Besé su mejilla.

A: No estoy preparada para enfrentar esta situación… Sabes a lo que me refiero…

L: Lo sé… Y creo que yo tampoco lo estoy, Adri, pero no puedo negar más lo que siento por ti, ya no… Te quiero Adriana, te quiero mucho…

A: Yo también… Te quiero Luciana… Muchísimo... – Sus palabras terminaron entre mis labios, mi lengua las saboreó y mi corazón aceleró su ritmo al escucharlas.

La atraje hacia mí, haciendo que nos acostemos en la cama, continuando con el beso más delicioso que habría podido recibir en toda la vida.

El molesto ruido de mi celular me obligó a despertar.

Al abrir los ojos me encontré con una hermosa imagen: Adriana estaba recostada sobre mi pecho, aún dormida. Me quedé embobaba mirándola, se veía tan tierna, tan vulnerable. No quería que ese momento terminara, deseaba tenerla así para siempre, a mi lado, estaba dispuesta a protegerla de todo y de todos. El incómodo e incansable sonido me forzó a despertarla.

L: Mi amor, despierta… – No puedo creer que lo haya dicho.

A: Mmm… – Se estiró ligeramente mientras yo acariciaba su rostro. – Tuve un hermoso sueño…

L: ¿Si?

A: Sí, y tú estabas en él… – Esa sonrisa me encantaba.

L: ¿Y que pasó en ese sueño? – Me acerqué a su rostro.

A: En vez de contártelo, ¿qué te parece si mejor te lo explico gráficamente?

Se colocó sobre mi cuerpo y, mirándome a los ojos, deslizó su mano por mi abdomen. El infernal ruido de mi celular apareció, nuevamente, para ponerle fin a su recorrido.

L: ¡Odio ese aparatito!

A: Jajaja. – Se acostó a un lado de la cama. – Dale, atiende la llamada.

Vi la pantalla de mi celular.

L: Es Fiorella. – Contesté la llamada. Adriana se acercó al auricular. – Fio, ¡estás viva!

F: Más o menos, Lu. ¿Puedes abrir la puerta del departamento, por favor? Ni Sofi ni yo sacamos nuestra llave. Estoy con ella en la entrada. Manuel nos dejó hace unos segundos.

L: ¡¿Estás en la puerta?! – Adriana y yo saltamos de la cama y cogimos nuestras prendas.

F: No me grites Luciana, me duele la cabeza. Y sí, aquí estoy. Abre, por favor.

L: Lo siento. Sí, estoy saliendo, espera un segundo… Y, ¿estás bien? – Trataba de prolongar un poco el tiempo mientras Adriana y yo terminábamos de vestirnos.

F: ¿Te parece si lo hablamos en persona? – Empecé a notar molestia en su voz.

L: Jajaja. Sí Fio, disculpa, ya estoy saliendo. – Finalicé la llamada.

A: No encuentro mi brassier . ¿Por dónde lo tiraste? – Me miró divertida.

L: No lo sé. Pero, no te preocupes… – La abracé por la cintura. – No lo necesitas. – Me acerqué a sus labios para probarlos una vez más.

Una inexplicable fuerza hizo que me separara de ella.

L: Ya regreso.

Corrí hacia la entrada del departamento y al abrir la puerta me encontré con un par de rostros un tanto incómodos.

L: Lo siento, chicas.

F: Ya, no te preocupes. – Entraron al departamento.

S: Buenas noches. – Sofía caminó aceleradamente hacia nuestra habitación.

L: ¿Buenas noches? Jajaja.

F: Pobre, está que no puede con su vida. – Fiorella entró a la cocina por un vaso de agua. – ¿Qué te pasa, Lu? – Dijo al salir.

L: Nada, ¿por qué?

F: Porque tienes una sonrisa que te ocupa tooodo el rostro. Pareces tonta. ¿Ayer pasó algo?

L: Jajaja. Nada, nada.

F: ¿Qué me estás ocultando, Luciana? – Me miró a los ojos.

A: ¡No seas mala, Fiorella! Lu ya es tontita de nacimiento. – Adriana salió de su habitación.

F: Jajaja. Tienes razón. ­– Ingresó a su dormitorio.

L: ¿Ahora soy tontita? – Musité, fingiendo enfado.

A: Un poquito, sí. Pero una muy linda, súper inteligente y guapísima. – Me besó fugazmente. – Descansa un poco, mi amor. Sé que no has dormido muy bien. – Acarició mi rostro.

L: ¿Cómo me llamaste?

A: De la misma manera que lo hiciste tú cuando intentabas despertarme… Pensaste que no lo había escuchado, MI AMOR… – Su voz en susurro y la lentitud y sensualidad con la que lo pronunció me llenaron de emoción.  ­

F: Chicas… – Nos separamos bruscamente al oírla. – Sólo por curiosidad… ¿Qué hacen con la misma ropa de ayer? – Fiorella se paró en la entrada de su habitación.

L: …

A: ¿Qué?

F: ¿Recién llegan de la discoteca? ¡Es imposible!

L: ¡Claro que es imposible, Fiorella! No digas tonterías.

A: Ay, Fiorellita, ¿cómo se te ocurre?

– Intercambiámos nerviosas miradas.

F: ¿Entonces?

L: Es que… Cuando llegamos de la discoteca decidimos ver una película porque aún no teníamos sueño y se nos olvidó cambiarnos.

A: Sí, una película…

Creo que el cansancio de Fiorella ayudó a que no siguiera haciéndonos más preguntas y que, de alguna u orta manera, creyera lo que le decíamos porque sólo nos miró, alzó los hombros, ingresó a su habitación y se dispuso a dormir.

Era una pena. Fiorella es mi mejor amiga y me sentía mal por mentirle de esa forma. Y es que no sabía como reaccionaría si le contaba lo que estaba pasando entre Adriana y yo.

L: Descansa, amor. – Murmuré, muy cerca de su oído.

A: Si me sigues hablando así no voy a poder dejarte ir. – Rodeó, mi cuello con sus brazos.

L: Si me sigues acariciando y mirando de esa forma no voy a poder dejarte jamás.

Nos besamos delicadamente, respirando lenta y pausadamente. Teniéndola a mi lado en lo que menos pensaba era en dormir.

...