El viaje que nos unió (Parte VII)

¿Era el alcohol? ¿El ambiente? ¿Sus palabras? ¿Su manera de pronunciarlas tan cerca a mi oído? ¿Su cuerpo junto al mío? ¿Los movimientos que cada vez me acercaban más a ella? ¿O era todo esto junto lo que hacía que mi deseo por ella se eleve sin control?

NOTA DE LA AUTORA =)

Disculpen la tardanza, espero que no hayan olvidado la historia (A & L).

Esta parte es algo extensa, pero me gustaría saber si les parece bien que siga con este tipo de publicaciones o prefieren que las corte antes. Espero sus comentarios.

Les presentaré la siguiente entrega antes de lo que piensan. Se los prometo. La curiosidad no siempre es mala, no "mata al gato" en todos los casos, pero sé que sí los desespera un poquito, jajaja.

Esta es la 7º parte de "El viaje que nos unió". Recuérdenlo (por mucho tiempo).

EL VIAJE QUE NOS UNIÓ (Parte VII)

A: (…) ¿Quieres saber dónde estuve? OK, ven conmigo. –  Me tomó de la mano y salimos de los servicios.

Pasamos al lado de centenares de personas. Hubiera seguido en el limbo al que ingresé minutos atrás pero el tener que mirar de manera desafiante a los hombres que se acercaban a nosotras con tragos en la mano, ofreciéndonos estupideces, no me lo permitió. No sé como Adriana manejaba tan bien la situación, ella sólo esquivaba las propuestas con comentarios amables, mientras yo la acercaba más a mí y entrelazaba sus dedos con los míos, denotando una irreal pertenencia.

Me llevó a un lugar en sentido totalmente opuesto al que se encontraban nuestros compañeros. Este ambiente parecía privado, aún más exclusivo que el del otro lado de la discoteca. Habían algunas personas en la barra, otras en las pocas mesas que ese lugar poseía.

A: Julián, ella es Luciana, una amiga. –  Le dijo a un chico que tenía un vaso de whisky en la mano.

J: Hola Luciana. –  Dijo, sonriéndome de forma seductora (según él).

A: Luciana, él es Julián, mi primo. Vive aquí hace 3 años. – ¿”Mi primo”? Entonces, era cierto.

L: Hola. –  Musité sin ánimos. Adriana le sonrió, como disculpándose por algo, se acercó a mí, me tomó por la cintura y empezó a avanzar, con clara intensión de hacerme retroceder junto a ella.

A: ¿Querías saber dónde estuve toda la noche? Bueno, ahora ya lo sabes. –  Su rostro reflejaba molestia.

L: Si te incomodaron mis preguntas, discúlpame. No era esa mi intención, en serio. – Seguía mirándome sin decir nada. –  Bueno, te veo después, voy al otro lado con los chicos.

A: No, Lu, quédate. –  No dejó que me mueva. –  No te vayas, aún no has conocido a los amigos de mi primo.

L: ¿Qué? – No sé que me sorprendía más: su brusco cambio de actitud o que no haya entendido, con mi forma de saludar a su “primo”, que no tenía intención alguna de relacionarme con los que estaban en ese lugar.

A: Ven. –  Cogió mi muñeca y me llevó a una de las mesas.

Habían 5 personas en ahí: su “primo”, 3 amigos suyos y una chica. Me enteré, un par de minutos más tarde, y luego de las presentaciones de rigor, que sus nombres eran Christian, Samuel, Mario, Julián y Pamela.

Aunque me cueste admitirlo, Julián y sus amigos eran muy atentos y no era un “sacrificio” estar con ellos. Adriana adora a las personas que la hacen reír y Julián sabía muy bien como conseguirlo.

El “primito” (como le decía Adriana) era coqueto a más no poder. No le bastaba con tener a Adriana súper divertida, también quería ser el centro de mi atención pero yo no estaba dispuesta a ceder. Muchas veces sorprendí a Julián mirándome de forma descarada, pretendiendo ocultar su verdadera intención con una molesta sonrisa. La forma en la que observaba a Julián esforzándose por retener a Adriana a su lado era aún más fastidiosa que su sonrisa.

El tequila se acabó y esta vez Christian era el encargado de hacer aparecer otra botella, igual a la anterior, pero con licor en su interior (un verdadero acto de magia, como lo denominaban ellos). Todo estaba muy divertido pero yo ya moría de ganas por bailar. Aproveché el momento para levantarme de mi asiento y estirar un poco las piernas. Pamela lo notó y se acercó a ayudarme.

L: No te preocupes, estoy bien. Gracias.

P: No creo. Mejor siéntate. ­– Me tomaba de los brazos.

L: No, en serio, estoy bien.

P: ¡Qué terca mujer! – Me dedicó una sonrisa. – ¿Siempre eres así?

L: No siempre, sólo cuando alguien me contradice. – Soltó una sonora carcajada.

A: Lu, ¿estás bien? – ¿De dónde salió Adriana? ¿Cómo logró escaparse de las garras de su “primito”?

L: Sí, Adri. Justo estaba discutiendo eso con Pamela. Anda, dile que no soy tan terca como piensa. – Creo que a Adriana no lo gustó la idea, el gesto en su rostro me lo decía.

P: No hace falta, Luciana, yo te creo. – Tenía una sonrisa cautivadora.

C: ¿Pasa algo? – Christian llegó con la botella de tequila en la mano.

L: Nada. Eres un excelente mago. – Miré la botella. – Esta es más grande que la anterior.

C: Es un gran don el que tengo. – Todos reímos.

Los que estábamos en ese lugar nos centramos en degustar el tequila que Christian se había encargado de aparecer.

Christian había expresado, abiertamente, su atracción por mí, y me lo demostraba en cada uno de sus actos. Se dedicaba, siempre, a tratarme de la mejor manera y atenderme.

Adriana se había alejado un poco de Julián y sentirla más cerca de mí, y con una actitud tan distinta, hacía que olvide los días tan pesados que había pasado “gracias a ella”.

Uno de los amigos de Julián se retiró y quedamos los 6 conversando en la mesa. Tenía a Christian a mi izquierda, hablándome de él, de su vida profesional, de sus asuntos. Yo sólo asentía ligeramente con la cabeza y respondía con monosílabos a sus esporádicas preguntas. No podía prestarle atención completamente, estaba embobaba observando a Adriana, era imposible evitarlo. Fue como la primera vez que la conocí, pero mucho mejor.

La vigilaba sutilmente, viéndola hablar, memorizando cada una de sus dulces expresiones, deleitándome con su sonrisa, perdiéndome en sus ojos una vez más.

C: Luciana… – Sentí una mano tomarme por el hombro. – ¿Quieres bailar? – Christian me miraba confundido.

L: ¿Ah? Sí, vamos. –Respondí sin pensar.

Christian me llevó a un pequeño ambiente en el que habían un par de parejas bailando (si a lo que estaban haciendo se le podía calificar de esa manera). La música del entorno era muy movida pero, al parecer, a estas personas no les importaba, ellos sólo se acariciaban y besaban como si no hubiera nadie alrededor.

Mi compañero de baile inició un movimiento lento, pegándose cada vez más a mí. Sonreí, di un paso atrás y me dediqué a bailar como hace mucho no lo hacía. En algunas ocasiones, mis movimientos estaban dedicados a él pero el resto del tiempo me olvidaba de los demás y sólo me ocupaba de sentir la música recorrer mi cuerpo.

Una suave nalgada me regresó a la tierra. Vi a Christian, tenía una sonrisa cómplice en el rostro dedicada a alguien detrás de mí. Intenté seguir su mirada. Giré, dándole la espalda y me encontré con los ojos pardos más hermosos del planeta.

A: ¿Interrumpo? – La molestia que sentí desapareció. Sólo atiné a acercarme a ella, abrazarla y, de esa forma, continuar bailando.

L: ¿Qué haces, pequeña? – Dije muy cerca a su oído.

A: Quiero asegurarme que este idiota no tenga la oportunidad de contemplar el sensual juego de lencería que tienes puesto. – Sus palabras eran pausadas.

L: ¿Cómo sabes qué es lo que tengo debajo del vestido?

A: Te vi en el departamento.

L: ¿Me estabas espiando?

A: ¡Claro que no! – La miré directamente a los ojos. – Bueno, un poquito. – Su tierno gesto me conmovió.

Seguíamos "bailando". Creo que estábamos en las mismas condiciones que las parejas que vi al llegar a este ambiente.

L: ¡ Stlaker ! – Me acerqué a su oído otra vez.

A: Jajaja. Un poquito, sí. Lo siento, no pude evitarlo. Estás guapísima... Aún más... – ¿Era el alcohol? ¿El ambiente? ¿Sus palabras? ¿Su manera de pronunciarlas tan cerca a mi oído? ¿Su cuerpo junto al mío? ¿Los movimientos que cada vez me acercaban más a ella? ¿O era todo esto junto lo que hacía que mi deseo por ella se eleve sin control?

Alejé mi boca de su oído, arrastrándola por su mejilla quedando frente a sus labios. En un rápido movimiento, Adriana me regaló la sensación de sus senos en mi espalda, una de sus manos empezó a subir peligrosamente por mi pierna derecha.

A: Aún no entiendo por qué mis actos no me pertenecen cuando estoy contigo... Tienes un inexplicable poder sobre mí...

Estaba perdida en sus caricias pero algo me obligaba a subir la mirada. Mis ojos encontraron a Christian y a Julián espectando en primera fila la escena que Adriana y yo estábamos protagonizando sin ser concientes de ello. De los dos, la mirada de Julián era la que llamaba más mi atención: el morbo que reflejaba era indescriptible. Giré, rompiendo el sensual lazo que empezaba a unirme a Adriana.

L: Adri, ¿te das cuenta de la situación en la que estamos? – Miró detrás de mí y notó la presencia de su “primito” y su amigo.

A: ¿Qué les pasa a estos tipos? ¡¿Por qué nos miran así?!

L: ¿Por qué crees? – Le sonreí y me acerqué a besar su mejilla.

A: Todavía no te has librado de mí, ¿me oiste? – Se puso delante de mí y se dirigió a los chicos. – ¿Qué hacen?

J: Casi nada. – Su forma de vernos decía lo contrario.

C: Luciana, ¿me acompañas por unos shots de tequila? – Adriana volteó a mirarme. – ¿Por favor?

A: ¿Este idiota nunca se va a dar por vencido? – Preguntó, en un susurro, con un innegable gesto de molestia en el rostro.

L: ¿Vamos? – Adriana sólo asintió con la cabeza.

Avanzamos hacia los chicos aún tomadas de la mano. Julián no perdió tiempo y alejó a Adriana de mi lado.

Llegamos a la mesa en la que estábamos hace un momento y Christian se apuró a servir 2 shots de tequila.

C: Salud preciosa. – Dirigió hacia mí uno de los tragos.

L: Salud. – Respondí, acercando el “caballito” a mi boca.

C: ¿Vamos por unos cigarros?

L: OK.

Christian me tomó de la mano y nos dirigimos hacia la salida del ambiente privado en el que nos encontrábamos. Sentí una mano apretar mi muñeca, justo por encima de la mano de Christian.

A: ¿A dónde vas, Lu?

L: Voy con Christian a comprar unos cigarros. Ya regresamos.

A: ¿Segura?

L: Si, Adri. – Soltó  mi muñeca mientras le ofrecía a Christian la sonrisa más falsa que había visto en mi vida.

Su actitud había cambiado completamente. Desde que entramos a ese ambiente encontré a una Adriana distinta, más pendiente de mí y menos esquiva. Era la primera vez que sentía que se preocupaba de esa manera por mí. Era algo muy extraño, súper lindo, pero extraño.

No sé por qué seguía caminando al lado de Christian si era a Adriana a quién quería a mi lado en ese momento y en todos los que podrían venir.

Christian y yo llegamos a la zona de fumadores de la discoteca. Me preguntó qué clase de cigarro prefería, los compró y nos ubicamos en unos sitios libres del lugar.

C: ¿La estás pasando bien? – Preguntó mientras me ofrecía fuego.

L: Gracias. – Prendí el cigarro que tenía entre los labios. – Sí, muy bien.

C: Me alegra. ¿Sabes, Luciana? Eres una chica súper linda e interesante. Me encantaría seguir conociéndote. – Se acercaba lentamente. – No imaginas las ganas que tengo de empezar a conocerte mejor. – Sus labios estaban cada vez más cerca.

L: Creo que ya sé a qué te refieres con “empezar a conocerme mejor”. – Giré mi rostro e inhalé un poco del humo de mi cigarro. Cuando lo devolví, Christian tomó mi rostro y me acercó nuevamente al suyo.

C: No, no lo sabes. En serio quiero conocerte más, Luciana. Pero muero por besarte, he querido hacerlo desde que Adriana nos presentó. – Acariciaba mi rostro.

L: Crhistian, no… – Me alejé.

Eso era todo lo que necesitaba, recordando lo de esta noche y después de lo que había pasado también con Manuel, para terminar de darme cuenta que no podía estar con nadie más, que no quería hacerlo, que cualquier otra persona no provocaba en mí lo que Adriana originaba con tan sólo mirarme.

Mi celular empezó a vibrar.

L: Disculpa un momento. ¿Manuel? (sí, lo que me faltaba)

M: Lu, ¿dónde estás? Te estoy buscando hace horas.

L: Sorry por desaparecer. Encontré a Adriana en los servicios hace un rato y quiso presentarme a su primo y a sus amigos.

M: Ah, ¿y estás bien?

L: Sí, todo bien, no te preocupes.

M: Bueno... Te cuento: los chicos ya se van. Andrés nos invitó a su departamento para el after party . ¿Dónde están? Las espero aquí para irnos juntos.

L: No lo creo. Supongo que Adri y yo nos quedaremos un rato más y luego iremos a nuestro departamento.

M: ¿Segura?

L: Sí Manuel. Igual, gracias por avisarnos. Y, ¿Fio y Sofi están contigo?

M: Sí, están aquí. – Pude oír la voz de Fiorella pero no logré entender lo que decía. – Irán con nosotros al departamento de Andrés y lo más probable es que duerman allá.

L: No las dejes salir de ahí, por fa. El alcohol ya debe haber cumplido con su función dentro de ellas.

M: Así es, jajaja. No te preocupes, yo me encargo de ellas.

L: Gracias.

M: OK. Nos vemos. Un beso.

L: Bye.

Finalicé la llamada y noté que Christian me miraba de forma extraña.

L: ¿Regresamos a la otra mesa con tus amigos?

C: OK.

Retornamos al lugar sin hablar. Mi corazón empezé a latir a mil por hora cuando volví a ver a Adriana. Ahora era diferente, no al 100% pero algo había cambiado, eso era innegable.

A: ¿Dónde estabas? – Empezó a acariciar mi mano. Me gustaba su repentina preocupación.

L: Comprando cigarros.

A: Con Christian… – Lo dijo entre dientes.

L: Sí... ¿Estás celosa? – Ahora era yo quién le acariciaba la mano.

A: Jajaja. Luciana, ¡por favor! – Una nerviosa sonrisa apareció en su rostro.

L: Estás celosa… – Esta vez me atreví a afirmarlo. – Eso me encanta…

A: Sigue soñando. – Besó mi mejilla.

Terminamos, junto a los amigos de Julián, la botella de tequila que quedaba. Christian seguía pendiente de mí pero mi atención ya le pertenecía a Adriana (desde hace mucho).

C: Luciana, ¿te parece si vamos a mi casa? – ¿Oí bien? Al parecer sí, porque Adriana dejó su “amena” conversación con Julián y volteó en un segundo hacia mi dirección. – ¿Por qué me miras así? Podemos “montar” un after party allá. – ¿Qué pusieron en las bebidas que ahora a todos se les da por hacer after party ?

P: Sí chicas, ¿vamos? – Pamela se acercó. – En la barra ya se acabó el tequila… – Creo que disfrutan del tequila tanto como yo. – Pero Christian tiene una plantación de agave en su casa, así que no hay pierde, jajaja. – La oferta era tentadora.

L: ¿Qué dices, Adri? – La noté incómoda desde que Christian empezó la proposición.

A: Creo que no Lu, estoy cansada. – No hizo falta una palabra más.

L: Disculpen chicos, nosotras ya nos vamos.

Intentaron hacer que cambiáramos de opinión mientras salíamos del lugar pero nos mantuvimos firmes y no dimos marcha atrás.

J: Bueno, no hay forma de convencerlas. – Dijo Julián, resignado. – Adelántense a la casa de Christian chicos, las dejaré en su departamento y luego voy para allá. – Llamó a un taxi.

Nos despedimos de los chicos, intercambiamos números de celular y promesas de salir a bailar el próximo fin de semana ya que sabían que nos quedaríamos sólo unos días más en la ciudad.

A: ¡Qué manera de mirarte la de Christian! – Musitó, abrazándome por la cintura, luego de que los amigos de Julián empezaran su recorrido hacia el estacionamiento a recoger el auto de Pamela. – ¿Pasó algo cuando fueron a comprar cigarros? – Se paró frente a mí.

L: ¿Me estás pidiendo explicaciones? – Delineé el lado izquierdo de su rostro.

A: ¡No! – Sonrió, desviando su mirada, intentando encontrar algo para justificarse.

J: Adriana, el taxi nos está esperando. – Julián llegó para “salvarla” de la situación. – Ustedes nos “muy” amigas, ¿verdad? – Dijo, al vernos intercambiando caricias.

A: MUY amigas. ¿Por qué?

J: Porque se nota.

A: Es que, Luciana es única…  Alguien súper especial… No puedo describirla con palabras... – Besó mi mejilla. – Aparte de todo, es guapísima…

J: Totalmente de acuerdo. Se ven muy bien juntas, ¿se lo habían dicho antes? – El “primito” por fin decía algo inteligente. – ¿Habían pensado en la posibilidad de hacer un trío? – ¡Peeerdón!

A: ¡Claro que sí!

L: ¿Disculpa? – Alcé una ceja.

A: ¿Ya no recuerdas cuántas veces hemos hablado de ese tema? –  Pensé que la única que empezaba a enloquecer con esta situación era yo pero, claramente, me equivoqué.

J: ¿Ya lo habían conversado antes? – El morbo brotaba por sus poros.

A: Sí, primito. Pero aún no encontramos al afortunado.

J: Lo tienes frente a tus ojos.

A: Jajaja. – ¿Qué es tan gracioso, Adriana?

J: Dale primita. Mi departamento está libre hoy

A: ¿En serio? – Adriana tenía algo extraño en la mirada.

L: Adriana, estás loca si crees que…

J: Totalmente. ¿Vamos? – Parecía no escucharme (o no quería hacerlo). Se acercó a nosotras y trató de acariciarme la mejilla.

L: Ni lo pienses. – Aparté su mano.

A: Ya la oíste. Ay Julián, ¿en serio crees que podría compartirla con alguien más? – La miré sorprendida. – Jamás. Menos con alguien como tú, “pri-mi-to”. ¡Bye!

Entramos al taxi en un abrir y cerrar de ojos y apuramos al conductor a empezar su recorrido.

Sr.: ¿El joven no viene con ustedes?

A: Muere por hacerlo, pero no. ¡Vamos, por favor!

Estaba totalmente desconcertada. Aún no daba crédito a lo que había oído hace un momento. Mi mano estaba unida a la de Adriana mas nuestras miradas no se cruzaban ni por casualidad. Quería hablar con ella, preguntarle miles de cosas pero las palabras no salían de mis labios.

Decidí hacer algo tonto. Moví un dedo, acariciando suavemente uno de los suyos y obtuve lo que estaba buscando: un poco de su atención. Volteó su rostro, miró nuestras manos y me regaló una dulce sonrisa.

L: ¿No me compartirías con nadie? – Mis cuerdas vocales temblaban más de lo necesario.

A: No puedo... No podría... – Volvió su mirada a las calles de la ciudad.

No iba a quedarme con la duda, no esta vez. Sin soltar su mano me acerqué a ella, ubicándome a su lado, sin dejar espacio entre nosotras, colocando nuestras manos sobre mi pierna.

L: Explícame eso…

A: ¿Tengo que explicártelo? – Giró nuevamente su cabeza. Sólo un suspiro separaba nuestros labios.

L: Tal vez no, pero quiero oír lo que tengas para decirme…

Sr.: Disculpen señoritas, ¿este es el lugar, cierto? – Adriana miró a través de la ventana.

A: Sí, señor, es este. Gracias. – Me lamenté en silencio. – Bajemos, ya tendrás otra oportunidad para obligarme a confesar. – Susurró.

Pagamos el servicio y entramos al departamento sin siquiera miar a la otra. “Buenas noches” oí de sus labios antes de desaparecer detrás de la puerta de su habitación.

Caminé de frente, respirando  pausadamente, intentando encontrar las palabras “adecuadas” para entablar algún tipo de conversación con Adriana, algo que haga que se defina, por fin, esta situación. ¡Maldita indecisión!

Esto ya no podía ser parte de su juego, ya no estaba dispuesta a aceptarlo. Hoy Adriana fue otra persona, una muy distinta al resto de días, en especial a aquél martes en el que probé sus labios a mi antojo y ella hizo lo que quiso con los míos. Hoy fue diferente. Esta vez no intentó besarme (aunque yo moría de ganas de que lo hiciera), se dedicó, más bien, a cuidarme, a acariciarme cada vez que se le presentaba la oportunidad y yo se lo permitía (que era, básicamente, cada vez que se le presentaba la oportunidad), a regalarme su hermosa sonrisa y a ofrecerme sus apacibles ojos pardos.

Esto ya no era parte de su juego.

Salí de mi habitación con prisa, con temor a perder la repentina firmeza que había conseguido. Llegué a la entrada de su dormitorio, inhalé y exhalé lentamente, tomé la perilla y la giré.

Vi a Adriana caminar de un lado para el otro, ordenando y desordenando lo que encontraba a su paso. Se percató de mi presencia y se sobresaltó un poco.

A: ¿Vienes a obligarme a confesar?

L: Vengo por la innecesaria explicación que quiero oír.

A: Luciana... – Sólo me miraba.

L: Yo tampoco quiero que me compartas con nadie más. – Detuvo su andar. – No deberías…

Me acerqué y, sin pedir permiso, probé sus labios ( ¡Dios, cómo los extrañaba! ). La besé lentamente y con paciencia. Mis manos empezaron a recorrer su espalda y las suyas se situaron en mi nuca, acariciándola, intentando acercarme aún más a ella.

Nos separamos un momento y, así como estábamos, mirándonos fijamente a los ojos, caminamos hacia su cama. Besé su nariz mientras ella acariciaba mi rostro.

A: No quiero compartirte y… Tenías razón… Estaba celosa…

...