El viaje que nos unió
Ver mi cuerpo reflejado en sus ojos fue algo indescriptible...
PRESENTACIÓN
Escribo desde que nació en mí la “loca” necesidad de plasmar en letras mis vivencias, desilusiones, emociones, pensamientos y sentimientos. Escribo desde siempre. Escribo acerca de las cosas más sencillas de la vida, de las situaciones más extrañas, de los sentimientos más profundos. Escribo sobre todo y nada a la vez.
Pero es la primera vez que me animo a publicar mis escritos y en TR encontré un buen lugar para que algunos de ellos salgan a la luz, específicamente los relacionados con mi sexualidad, con mi bisexualidad.
Espero que puedan dejar sus comentarios, los tomaré en cuenta para las próximas publicaciones de este relato (si les gustaría seguir leyéndolo). Gracias.
EL VIAJE QUE NOS UNIÓ (Parte I)
Tocaron la puerta de una forma poco habitual.
A: ¡Lu, abre!
L: Un momento, por favor.
Corrí al closet a buscar algo de ropa.
A: ¡Luciana, abre ahora!
Como pude me puse ropa interior, para luego cubrirme con la toalla otra vez. Me acerqué a la entrada de la habitación para abrir la puerta.
L: ¿Qué pasa?
Adriana me miraba divertida.
A: Lo de siempre, te demoras mucho, Luciana. Los chicos me quieren matar, les dije que en 15 minutos estaríamos listas y ya pasaron 45. Vinieron por nosotras hace un buen rato. Lu, sabes que no les gusta esperar.
L: Y ellos saben que es imposible que estemos listas en 15 minutos.
Bueno, lo más probable es que Adriana si lo estuviera, pero yo no. Disfruto mucho de mi intimidad, de mi tiempo a solas, aún más cuando viajo y, como ahora, comparto un departamento de 2 habitaciones con 3 personas más. Tomar una ducha prolongada era algo que no podía darme el lujo de disfrutar en circunstancias como esta. Además, el que luego de la ducha pueda acostarme en la cama, sólo con toalla, y acariciar mi piel con crema hidratante en las manos, lentamente, sin apuros, es algo que me fascina. Pero, “algo” que no puedo hacer ahora, no como me gustaría. Conozco a Sofía (mi roommate ) hace unos meses, por lo que no creo que le resulte cómodo verme protagonizando una escena de esas. Por eso, que aproveche el tener la habitación sólo para mí y poder hacer lo que me gusta me parece válido (y muy inteligente).
Mi carrera universitaria es poco convencional (dentro de ella, materias, trabajos, evaluaciones y demás). Sólo por dar un ejemplo, la teoría es algo que no se puede aplicar tal cual, necesariamente, en la práctica. Se deben tener en cuenta aspectos que la mayoría de veces pueden ser considerados irreales, innecesarios e intangibles, pero, al mismo tiempo, sumamente lógicos para los que nos encontramos inmersos en este campo.
El penúltimo semestre de carrera es, incluso, más inusual que mi futura profesión. Durante este periodo de tiempo vería 29 rostros constantemente (sin incluir a los profesores), 29 personas con las que compartiría materias, viajes, etc. Aquí la división entre la parte teórica y la práctica es muy notoria: la teoría se lleva de forma intensiva y acelerada en las aulas universitarias, mientras que para la práctica se programan varios viajes a distintos puntos del país, lo que no evita que en ellos también se dispongan algunas fechas para rendir exámenes, presentar informes, etc. Este viaje era el último de esta parte del año.
L: Si tanto les desespera, vayan de una vez a la discoteca, yo no tengo problema en ir sola dentro de un rato.
A: ¡Estás loca! No dejaría que te vayas sola. Pero, a ver, ¿no me digas que ni siquiera te has terminado de vestir? – Se acercó, tomó la toalla y la tiró al suelo.
Ver mi cuerpo reflejado en sus ojos fue algo indescriptible. Me miró con detenimiento. Recorrió mi cuerpo, en su totalidad, lenta y descaradamente. Su mirada reflejaba algo extraño, algo que no lograba descifrar, nadie me había contemplado de esa forma, jamás. Si las miradas marcaran, estoy segura que llevaría, toda la vida, las huellas que sus ojos me estaban dejando.
L: Hey, ¡despierta! ¿No te habían mandado a apurarme?
A: ¿A apurarte?
L: Sí, ¿qué te pasa? Cierra la puerta, por lo menos. Lo único que falta es que vengan los chicos y me vean así.
Me dedicó una sonrisa y caminó rápidamente hacia la puerta.
A: ¡Chicos, creo que Luciana tiene para rato! – Gritó, intentando que los chicos la escucharan. – ¡Vayan ustedes, nosotras los encontramos después!
Voz: ¡Claro que no! Ya esperamos demasiado, si no la apuras tú, vamos nosotros y lo hacemos. ¡Salgan de una vez! – No logré distinguir a quién le pertenecía esa voz, pero su desesperación era notoria.
A: Maldición – Musitó. – ¡Ya, dennos 10 minutos más, por favor! Ah, la primera ronda de tragos va por cuenta de Luciana como agradecimiento por la espera.
Escucho aplausos y gritos de algarabía.
L: ¡Oye!
A: Ay ya, no te pongas sensible. Mejor apúrate, ya oíste, sólo tienes 10 minutos para salir.
Cerró la puerta, se sentó en mi cama y cruzó las piernas. Posó, nuevamente, sus ojos en mi cuerpo. Una sonrisa pícara empezaba a dibujarse en su rostro.
L: Adri, ¡ya! ¿Me vas a mirar así todo el rato?
A: ¿Te molesta?
L: Me distrae.
A: Y te pone muy nerviosa. – Pronunció aún más su sonrisa.
L: Y eso te divierte, ¿no? – Fingí molestia.
A: Mucho, no lo puedo negar. – Soltó una pequeña carcajada. – Te ves súper tierna así, una actitud de niña en el cuerpo de una mujer, de una muy atractiva, por cierto. – Sus ojos continuaban el constante recorrido por mi cuerpo. – Además, si te pones nerviosa por eso, no imagino cómo te pondrías si me atreviera a hacer algo más.
Aparté la mirada de una de las gavetas del closet en la que buscaba prendas para terminar de vestirme y la dirigí hacia ella.
L: No digas tonterías, Adriana.
A: No son tonterías. ¿No me crees capaz de hacerlo?
Recogí la toalla y se la arrojé, pero antes que chocara contra su cuerpo la tomó en el aire, se paró de la cama y caminó peligrosamente hacia donde me encontraba.
Voz: Lucianita, en 5 minutos sales, ¿no? – Escuchamos a través de la puerta.
L: La ironía no es lo tuyo, Manuel. Y sí, ya termino.
M: ¡Qué bueno! Los chicos están ya están eligiendo el trago que nos invitarás. Si nos ofreces otra ronda, te esperamos 15 minutos más.
L: ¡Que ya salgo!
M: Jajaja, ya bueno, te esperamos.
L: ¡Todo esto es gracias a ti! – Dije, dirigiéndome a Adriana. – Pagarás la mitad de lo que tus amiguitos oportunistas consuman porque también es culpa tuya que aún no termine de cambiarme.
A: Ya, ya, no hagas berrinches niñita. – Retomó su camino hacia el closet. Cada paso la acercaba más a mí. Si su intensión era ponerme aún más nerviosa, lo estaba logrando. Tuve su rostro frente al mío por unos segundos, para luego verlo descender poco a poco por mi cuerpo. Sentí su respiración en mi cuello, en la unión de mis senos, en la parta alta de mi abdomen, en mi ombligo, debajo de él. Ahí se detuvo. – Esto me gusta.
L: A mí también. – Susurré, con los ojos cerrados.
A: Lo sé, por algo lo compraste.
L: ¿Lo compré? – Abrí los ojos rápidamente y bajé la mirada hasta su posición.
A: La sutil combinación de colores me encanta. – Tenía entre sus manos un vestido que sacó de la gaveta del closet que aún permanecía abierta.
L: Ah, sí. – Intenté que la leve aceleración de mi respiración pase desapercibida. – Pensaba ponérmelo hoy.
A: Yo diría que lo hagas. Además, con ese conjunto de lencería que tienes, ¡uf! – Fijó su mirada en él.
L: ¿Quién va se va a enterar que mi ropa interior combina con el vestido que tengo puesto?
A: Yo lo sabría, con eso es más que suficiente. – Se incorporó hasta quedar de pie otra vez.
L: Jajaja. Ya Adri, dámelo de una vez que si no termino de alistarme en 2 minutos me quedaré sin puerta por culpa de los histéricos de afuera.
Me puse el vestido en 30 segundos. Me maquillé súper rápido, no me gusta el maquillaje muy cargado, por lo que hacerlo en poco tiempo era algo a lo que estaba acostumbrada.
L: Ven, voy a delinear tus ojos.
– La vi jugando con mi celular.
A: Gracias, pero ya lo hice. ¿No se nota?
L: Sí, y se ve muy bien, pero este delineador te va mejor.
A: ¿Y eso por qué, “estilista de las estrellas”?
L: ¡Ya cállate ridícula! Ven y siéntate aquí. – Señalé con la mirada el otro extremo de mi cama. Dejó mi celular a un lado y obedeció a mi pedido. Tomé su rostro y terminé de maquillarla. – Y sólo para que no te quedes con la duda, este delineador te va mucho mejor porque resalta el hermoso color de tus ojos.
Sin soltar su rostro me acerqué a ella y la besé lentamente en la mejilla. Me alejé sin mirarla y terminé de ordenar mis cosas.
L: Listo, ¡vámonos! – Le sonreí. Abrí la puerta y la miré. Seguía sentada en mi cama. – ¿Qué esperas?
A: Es que me falta algo. – Se paró y corrió a la puerta. Sentí sus manos rodear mi cintura, me acercó a su cuerpo y me dio un intenso y breve beso, sólo juntando nuestros labios. – Ahora sí, estoy lista. – Me mostró sus labios, que ahora tenían el gloss que cubrían los míos minutos atrás. Me soltó y salió de mi habitación. – ¡Chicos, nos vamos!
La bulla que se apoderó del lugar, una vez más, no dejó que me perdiera en mis pensamientos. Sólo atiné a cerrar la puerta e ir donde se encontraban mis amigos.
C: ¡Wow, señoritas! – Dijo Carlos, percatándose de nuestra presencia. – ¿Me permiten ser su guardaespaldas esta noche? Cono están, van a necesitar uno y yo con gusto me encargo de que nadie se acerque a ustedes.
A: Gracias Carlitos, pero nosotras podemos cuidarnos solas, ¿verdad Lu? – Se acercó, dándome la espalda, tomó mis manos e hizo que mis brazos rodearan su cintura, pegándome a su cuerpo.
L: ¡Claro! Además somos un poquito peligrosas. – Adriana rió. Me costaba aparentar que todo seguía normal, que no estaba empezando a perder el control de mis actos, que el abultado final de su espalda rozando mi intimidad era sólo una actitud de amigas, como parte de la conversación, sin alguna otra intención.
J: Eso ya lo sabemos, créeme. ¡Juntas son dinamita! – Julio se caracterizaba por siempre tener algún comentario desatinado para compartir, en cualquier situación en la que se encuentre. Pero debo admitir que era la primera vez que oía de labios de mi amigo algo que hiciera eco en mi cabeza de manera positiva: “ juntas somos dinamita, dinamita que si sigue encendiéndose como hasta ahora, explotará en cualquier momento sin importar el lugar ”.
M: Bueno señoritas “dinamita”, ¿nos vamos?
L: Obvio. Por fin reaccionan, pensé que estaban desesperados por salir, me apuraron de mala manera y ahora quieren quedarse a conversar, ¡¿quién los entiende?! – La verdad es que no quería salir de la situación en la que estaba, pero ya empezaba a perder la cordura.
M: Tienes razón Lu, pero no te molestes. – Intentaba disculpase Manuel. – Esto es culpa de Carlos, era él el que quería salir temprano y cuando por fin conseguimos que terminen de alistarse, prefiere quedarse conversando. Bueno, ya está decidido, ¡nos vamos AHORA!
Los chicos salieron del departamento. Adriana soltó mis manos y se alejó sin mirar atrás. Me quedé unos segundos arreglando lo que mis amigos habían desordenado para luego salir, al igual que ellos.
Iríamos a la discoteca en 2 taxis.
C: Creo que es mejor que cada chica vaya en un taxi. – “ Grandiosa ” idea de mi amigo . Sólo sonreí y asentí con la cabeza. Vi a Adriana hacer lo mismo.
El trayecto hacia la discoteca me resultó incómodo, aburrido y demasiado largo. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Una hora? ¿Dos? ¿Tal vez tres? No lo tengo claro. Al parecer, a la antigua desesperación de mis amigos no se le ocurrió mejor idea que alojarse dentro de mí. Ya empezaba a sofocarme dentro del auto.
Aunque Julio y Manuel no paraban de hablar tonterías (algo que era habitual en ellos) y reír todo el rato, yo no podía, siquiera, dibujar una sonrisa “de cortesía” en mi rostro.
Era imposible dejar de lado lo que había pasado hace un momento en el departamento. Las palabras de Adriana se repetían en mi mente una y otra vez, su mirada, la cercanía de su cuerpo, la suavidad de sus labios, ¡SUS LABIOS!
El coqueteo “casual” entre nosotras había empezado hace algún tiempo atrás, mas pasar, repentinamente, a algo un poco más directo me parecía extraño, aunque había sido un pico breve, pero intenso. ¿Estará pensando en lo que pasó? ¿Seguirá todo como antes o tendría que intentar…
M: Lu, Lu, ¡Lu!
L: …
M: Lu, ¿estás bien?
L: ¿Qué?
M: Mujer, ¿te pasa algo?
L: No, ¿por qué?
M: Todo el camino hacia la discoteca tenías la mirada perdida. Sigues molesta porque te apuramos para salir, ¿verdad?
L: No, Manuel, para nada. – Le sonreí, intentando transmitirle tranquilidad. – ¿Ya llegamos?
M: Hace 3 horas.
L: Jajaja, ¡qué exagerado!
M: Pero es cierto, es más, no sé cuánto se le adiciona a la tarifa del servicio de taxi por retenerlo tanto tiempo en un mismo lugar.
L: ¿De qué estás hablando?
M: No sé, dímelo tú: ¿te quieres quedar dentro del taxi toda la noche o prefieres salir a divertirte un rato?
Sus palabras me hicieron reaccionar. Miré hacia todas las direcciones. Dentro del auto sólo me acompañaba un señor de unos 50 años, sentado en el lugar del conductor, que me miraba de mala manera, Manuel me hablaba apoyado en la ventana de la puerta que se encontraba a mi lado.
L: ¡Qué vergüenza! Disculpe señor, buenas noches. – Dije, dirigiéndome al conductor, intentando salir rápidamente del vehículo.
M: Gracias, buenas noches. – Cerró la puerta por la que salí segundos atrás. – Ay Lu, ¡tan guapa y tan distraída!
L: Disculpa Manuel. – Le di un beso de agradecimiento en la mejilla. – ¿Y los demás?
M: No sé, Andrés me llamó para saber si ya habíamos llegado. Julio fue a buscarlos mientras yo aceptaba el reto de hacerte reaccionar. Lu, en serio, ¿estás bien?
L: Sí, sólo estoy algo cansada. Te recuerdo que para que puedas dormir tranquilo toda la tarde, Dianita y yo tuvimos que hacer las visitas a las empresas que nos faltaban para terminar el trabajo. – Mentí respecto a mi estado.
M: Jajaja, lo siento Lucianita. Te debo una.
L: ¿Sólo una?
M: Bueno, está bien, te debo miles y millones, moriré debiéndote favores. – Reímos. Se acercó a abrazarme mientras que seguía pidiéndome que lo disculpara. Yo seguía “molesta”, ¡qué descaro el mío!
A: ¡Qué tiernos! Mientras que nosotros los buscamos en medio de esta multitud, ustedes aquí, súper cómodos, dándose abrazitos. – La voz de Adriana denotaba molestia.
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