El viaje que me cambió la vida (Parte 6).

Sexta parte de la última historia que he acabado de escribir y que espero sea del agrado de mis lectores.

Lo que más me gustaba es que, tras echarlas cuatro ó cinco polvos y sus consiguientes meadas, las agradara “exprimirme” y para ello, al igual que hacía con Jennifer, me ponía a cuatro patas sobre la cama. Una de ellas me mantenía abierto lo más posible el ojete con sus manos mientras la otra me metía dentro su puño con el que me efectuaba unos enérgicos y exhaustivos hurgamientos anales circulares que me obligaban a apretar y me acariciaba los huevos mientras la primera me “cascaba” lentamente la verga. El proceso duraba varios minutos y además de llegar a saber lo que sentían ellas cuándo las introducía mi puño por el orificio anal y pensar que me iban a romper el culo, me llegaba a excitar tanto como el que la otra golfa me la estuviera meneando manteniéndome el capullo bien abierto y pasándome su dedo gordo por la abertura de la chorra haciendo una ligera presión que me resultaba tan gratificante que, cuándo me encontraba a punto de eyacular, llegaba a sentir un intenso gusto tanto por delante como por detrás y no estaba muy seguro de si primero iba a expulsar el “lastre” ó a cagarme. Siempre salía y en cantidad, la leche que la chavala dejaba que se fuera depositando en la sábana para, más tarde, recogerla con su lengua mientras la otra seguía forzándome con energía y rabia el ojete hasta que lograba que me sintiera de lo más predispuesto para defecar llegando a conseguir que, a base de apretar, liberara mi esfínter, impregnara su puño en mi mierda y que no fuera capaz de retener mi evacuación al extraérmelo. El poder verme cagar, a pesar de que sabían que en cuanto acabara iban a tener que limpiarla, las resultaba de lo más agradable y satisfactorio.

Por la mañana y a pesar de dormir muy poco, me despertaba de lo más complacido y satisfecho encontrándome a aquel par de fulanas acostadas a mi lado y deseando turnarse en efectuarme una lenta felación con intención de que depositara en su boca mi primera meada del día y las diera “biberón” antes de levantarnos de la cama. Aquellas cerdas me vaciaban de tal manera los huevos que llegué a pensar que por más actividad sexual que me encontrara a lo largo del día iba a ser complicado que el cipote se me llegara a poner duro y tieso pero estaba equivocado ya que, a cuenta de los espectáculos que tuve ocasión de presenciar, se me ponía de lo más “palote” y me motivaba de tal forma que por la noche me encontraba tan calentorro que, además de llegar a ansiar el joderlas, conseguía rendir por encima de mis posibilidades mientras Airi e Ichika iban dando debida cuenta de mi virilidad.

Fue Ichika la que la primera noche, durante un periodo de descanso, me fue poniendo al tanto de muchos aspectos de la frecuente actividad sexual que se desarrollaba en el país confirmándome que, tal y como me habían indicado, la gente solía aprovechar sus desplazamientos en el transporte público para poder “dar alegría” a su cuerpo y que, al ser algo habitual, los demás viajeros, aunque se daban perfecta cuenta de lo que sucedía y les gustaba seguir con su mirada el desarrollo de los acontecimientos, lo veían como algo normal mientras las mujeres que, de una forma ú otra, se veían involucradas, lejos de pensar que las estaban forzando, llegaban a sentirse hasta halagadas por haber sido elegidas por el varón ó los varones de turno para sobarlas, joderlas y vejarlas en público puesto que, si las habían seleccionado, era porque estaban muy buenas. Pero, según me dijo, en el transporte existía una actividad sexual similar a la que me podía encontrar a ciertas horas del día en los parques, en las márgenes del río, en las calles ó en otros lugares públicos.

Airi, por su parte, me comentó que existían algunos colegios nudistas y que ella había acudido a uno de ellos. En ellos, tanto los alumnos como los profesores están obligados a permanecer en bolas y a lucir todos sus encantos desde que entran en el recinto hasta que salen de él. A los chicos se les anima constantemente a que se hagan pajas con frecuencia ya que es más saludable “cascársela” y echar el “lastre” que mantenerse empalmados y excitados y aprenden a comer la almeja a sus educadoras mientras a las chicas se las enseña a utilizar sus dedos para darse placer y a efectuar felaciones a los profesores diciéndolas que tienen que ver en la minga masculina un muy apetitoso chupete que deben de introducirse bien profundo en la boca hasta notar que la punta las golpea el gaznate. Ichika, para completar las explicaciones de su prima, me indicó que en casi todos los centros escolares se intenta conseguir que, desde corta edad, las crías tengan muy desarrollado su instinto maternal y que asuman que una de las funciones más importantes de su vida es la de retozar, fecundar y dar la máxima satisfacción al sexo masculino, al que en ciertos colegios las hacen llegar a sentirse sometidas, aunque para ello tengan que permitir que las humillen al aire libre ó en lugares públicos. Aquello originaba que ciertas personas sin escrúpulos acudieran con bastante asiduidad a la salida de los colegios, sobre todo nudistas, para aprovecharse del “calentón” de los alumnos de manera que a los varones nos les resulta complicado encontrar a auténticos bombones quinceañeros dispuestos a hacerles una felación ó a permitir que las metan el nabo mientras las damas intentaban localizar a “yogurines” que las den satisfacción comiéndolas el chocho y recibiendo en la boca su flujo y su pis antes de proceder a “cascarles” el pene, a chupárselo ó a permitir que las penetren.

Me sorprendí bastante cuándo me hablaron de que los hombres usaban con mucha frecuencia unos pequeños estimuladores a pilas y enemas, tanto vaginales como anales, para lograr que las féminas lubriquen y echen “baba” vaginal y orina con celeridad y en cantidad y para provocarlas unos exhaustivos y rápidos vaciados; de que las hembras se suelen mear al más puro estilo fuente mientras se las tiran lo que viene a ser señal inequívoca de su elevado grado de satisfacción y de que los hombres, cada vez que se la “clavan” por vía vaginal, suelen tener mucho cuidado para intentar evitar eyacular dentro del coño de las mujeres lo que si que hacen cuándo mantienen contactos con fulanas ó existe una relación más ó menos estable puesto que hasta hacía pocos años el descargar dentro de la cueva vaginal de una fémina era considerado casi como un sacrilegio por lo que lo más habitual es que, cuándo se encuentran próximos a eyacular, las saquen la picha de la seta para que, la mayoría, se la chupe mientras “explotan” en su boca; otras, se colocan a cuatro patas, cuándo no están ya en esa posición, con intención de que se la metan sin muchas contemplaciones por el culo para no tardar en descargar y con evidentes ganas por la cara de satisfacción que todos ellos ponen mientras van soltando el “lastre” y a otras, las gusta que las echen la lefa en la cara y acabar con algunos chorros depositados en su ropa.

C o n t i n u a r á