El viaje que me cambió la vida (Parte 23).

Fiel a mi cita semanal publico la parte veintitres y última de una de las historias que he escrito más recientemente y que espero haya sido del agrado de mis lectores.

Pocos días más tarde conocí a Zoraida, una fascinante joven de cabello moreno a media melena, alta y delgada, que, aunque había nacido en España, era hija de madre asiática y padre árabe por lo que conservaba en su rostro la mayor parte de los atractivos orientales. Una tarde me paró en la calle y me pidió educadamente un cigarro. A cualquier otra mujer se lo hubiera negado por muy atractiva que fuera diciéndola que era un vicio caro pero, en cuanto me fijé en sus facciones, se lo di, la ofrecí fuego y me dispuse a terminar de fumar el mío en su compañía por lo que nos sentamos en un banco. Zoraida me explicó que tenía dieciocho años, que había terminado su etapa colegial y que unas semanas más tarde iba a iniciar la universitaria y que estaba un poco harta de tener que estar pidiendo dinero constantemente a sus padres por lo que se encontraba dispuesta a todo con tal de evitarlo. Cautivado por sus facciones, por sus bonitas y esbeltas piernas y por lo que se ocultaba debajo de su camiseta de tirantes y de su pantalón corto, la comenté que me sentía sumamente atraído por las féminas orientales y que me ofrecía a efectuarla una carga en el móvil y a comprarla un conjunto de ropa interior, con tanga, a su gusto y dos paquetes de tabaco a cambio de que me hiciera, en mi centro de trabajo, un par de felaciones y de que se abriera de piernas para que la pudiera comer la almeja hasta que me deleitara meándose en mi boca. Zoraida aceptó y desde ese día me visita con fines sexuales a días alternos, tres veces por semana.

Es con la que, actualmente, más me llego a motivar ya que me excita en cuanto la veo entrar en mi despacho vistiendo sus menguadas faldas ó sus ceñidos pantalones cortos por lo que, enseguida, la ofrezco mi minga dura, gorda, larga y tiesa con intención de que me la chupe hasta que me saca la leche que, poco a poco, se va acostumbrando a ingerir para, luego, permitir que la desnude y que siga coleccionando sus prendas íntimas una vez usadas en uno de los cajones de la mesa en el que conservo sus tangas y sujetadores y tumbarse abierta de piernas sobre mi mesa para que, después de estimularla el clítoris, la meta dos dedos con los que puedo sentir su magnífica lubricación y la coma el chocho hasta que, sin dejar de levantar continuamente el culo, alcanza su segundo orgasmo y se mea masivamente en mi boca. Después la hago colocarse boca abajo para poder lamerla el ano con lo que suelo conseguir que libere dos ó tres ventosidades antes de meterla dos dedos, que previamente impregno en su “baba” vaginal, con los que la hurgo enérgicamente mientras ella aprieta hasta que logro que libere el esfínter y que evacue delante de mi poniéndola una papelera entre las piernas en la que se van depositando sus excrementos.

Después de limpiarla el ojete con mi lengua se la “clavo” vaginalmente una veces permaneciendo acostada boca arriba en la mesa mientras yo me mantengo de pie y otras colocada a cuatro patas en el suelo. Como al follarme a Zoraida me excito mucho, no suelo tardar demasiado en eyacular y aunque desde que la he empezado a suministrar anticonceptivos suelo descargar libremente en su interior, hasta hace poco la sacaba el nabo cuándo me encontraba a punto de eyacular para que mi “lastre” saliera al exterior y con tanta fuerza que, de la misma manera que me sucedía con Airi e Ichika, además de caerla en el estómago y en el pubis, se depositaba en sus tetas, en su cabello, en su cara, en su cuello e incluso, la sobrepasaba. Después de mi descarga me gusta limpiarme la punta en su “felpudo” pélvico ó en sus piernas y se la vuelvo a meter para mearme dentro de ella y darla otros buenos envites vaginales con los que su “delantera” no para un momento quieta antes de sacársela bien impregnada en su flujo para “clavársela” entera por el culo, que la desvirgué en su momento, hasta que consigo “explotar” en su interior.

Como aún no se ha hecho ni se encuentra demasiado integrada con el sexo anal, no la agrada que permanezca mucho tiempo con mi pene introducido en su ojete y prefiere que me recree mamándola las tetas y poniéndola los pezones en órbita antes de hacerme una cubana, colocándola mi picha en el canalillo, manteniendo sus tetas apretadas a mi miembro viril y obligándola a lamerle la punta con su lengua cada vez que aparece por la parte superior de su “delantera” hasta que logra sacarme la leche ó que la deje hacerme una paja lenta para poder verme el capullo bien abierto, pasar su dedo gordo por la abertura presionándomela y no perderse el menor detalle de mi eyaculación observando hasta donde soy capaz de llegar con mis abundantes chorros de leche que, más de un día, se han llegado a depositar en las paredes situadas a varios metros de nuestra posición puesto que Zoraida me la suele menear mientras permanece sentada en la mesa que se encuentra situada, poco más ó menos, en el centro de mi despacho.

Después de tomarnos un pequeño descanso para poder fumarnos en bolas un cigarro y reponer líquidos bebiendo agua, me encanta realizarla una exhaustiva exploración, visual y táctil, de su cueva vaginal y de su orificio anal antes de volver a excitarla con mis dedos y de proceder a comerla el coño para poder recibir en mi boca, además de su concentrada “baba” vaginal, otra de sus apoteósicas meadas mientras Zoraida se va poniendo muy cachonda y no deja de pedirme que se la vuelva a meter por la seta y que la joda para culminar echándola mi cuarto polvo y meándome en su interior aunque desde hace un par de semanas se ha propuesto, al igual que hago con la suya, recibir mi orina en la boca mientras me chupa la pilila.

Además de suministrarla anticonceptivos y de estar muy pendiente de que los ingiere a diario, todas las semanas la suelo dar algo de dinero para que pueda comprarse tabaco y tener saldo en su móvil puesto que me interesa que se mantenga en contacto conmigo y localizarla en cualquier momento sobre todo cuándo me puedo “escaquear” para pasar la noche con ella en la más ó menos confortable habitación de un motel de carretera. Los demás días la agrada que la llame cuándo está a punto de acostarse para “hacerse unos dedos” en el cuarto de baño mientras habla conmigo y escucho de fondo el agradable sonido de su flujo vaginal hasta que, tras retener la salida de su orina todo lo que la es posible, puedo oírla mear.

El primer sábado de cada mes quedamos para comer juntos. Al acabar venimos a mi centro de trabajo donde nos encerramos en mi despacho y nos “damos un buen lote” antes de desplazarnos a un hipermercado donde escoge unos conjuntos de ropa interior y unos cuantos tangas sueltos para suplir a los que me gusta dejar en el cajón de mi mesa después de haberlos usado durante dos ó cuatro días seguidos para que adquieran y conserven su agradable “fragancia” vaginal y alguna señal bastante inequívoca de que no se limpia adecuadamente al terminar de orinar y de defecar. Después solemos tomarnos una consumición y desplazarnos a algún lugar en el que la pueda “meter mano” mientras me la mueve ó me efectúa una felación antes cabalgarme sintiendo una especial predilección por los cuartos de baño de los aparcamientos subterráneos, los cajeros automáticos y las, cada día más escasas, cabinas telefónicas emplazadas en lugares poco transitados y mal iluminados.

Al estar convencido de que es una chica muy discreta y seria, una tarde me decidí a hablarla de mis inquietudes sexuales mientras tomábamos nuestro habitual cubata tras haber adquirido la ropa interior que iba a usar durante las semanas siguientes. Zoraida me escuchó con atención y al terminar, me dijo que lo que tenía que hacer era intentar encontrar trabajo en aquel país para poder volver y quedarme puesto que, con la inestimable colaboración de Airi, Ichika, Olga y de alguna que otra dama, no tardaría en convertirme en un autentico semental dentro de un paraíso sexual en perfecta disposición de tirarme y de dar mi leche a varias hembras a lo largo del día ya que, según dijo, cuantas más veces meta la pirula y cuanto más “lastre” eche más satisfacción obtendré.

El lunes siguiente pedí a la dirección de la empresa para la que trabajo que, en cuanto existiera una vacante en la delegación de aquel país y aprovechando que me defiendo bastante bien con el idioma y que deseo disfrutar de una actividad sexual tan frecuente y liberal como la que tuve ocasión de ver durante mi viaje, hicieran todo lo humanamente posible para que me la dieran. Zoraida, que es la única que conoce mis planes, me indicó hora y media más tarde, mientras me la cepillaba, que había decidido dejar los estudios universitarios y acompañarme para asentar allí su masa glútea ya que aquí cada vez cuenta con menos posibilidades de encontrar un trabajo con el que poder ir devolviéndome todo el dinero que, de una manera ú de otra, la he ido dando; vivir conmigo sin importarla el tener que compartirme con otras mujeres; seguir excitándose, motivándose y sintiéndose sumamente cerda y golfa cada vez que la toco, la masturbo ó se la “clavo” y ser una más a la hora de darme gusto y satisfacción para sacarme la leche.

Es probable que en pocos meses pueda ver hecho realidad mi proyecto. Zoraida está preparada para emprender esta nueva etapa de su vida y, como ella dice, al ser mayor de edad nadie se lo va a impedir. Hemos pensado, incluso, en llegar a un acuerdo verbal con Ingrid, de la que empiezo a estar cansado pero a la que no quiero perjudicar puesto que es la madre de mis hijos, para dejarla la vivienda en la que vivimos y seguir manteniéndola, al igual que a nuestra descendencia, a cambio de que me conceda el divorcio para poder convertirme en la pareja de una cerda, golfa, viciosa y fascinante muchacha llamada Zoraida.

F I N