El viaje que me cambió la vida (Parte 16).
Parte dieciséis de la última historia que he escrito y que espero sea del agrado de mis lectores.
Después de que durante mi viaje matinal en el Metro hubiera llegado a sentir lastima y pena de Himeko y Miyu y de haberme quedado con las ganas de saber si la exuberante joven de la falda abierta usaba ó no ropa interior, por la tarde decidí regresar al hotel en el que me alojaba en un autobús de tipo interurbano pensando en disfrutar de un desplazamiento cómodo y tranquilo. Cuándo subí al vehículo iba prácticamente vacío por lo que pude elegir asiento decantándome por uno situado hacía la mitad del autobús al lado derecho junto a una ventana. Enfrente de mí, en el lado izquierdo, estaba sentada una seductora joven minifaldera de poblado cabello moreno. Aunque era menuda y de baja estatura, lucía sus bonitas piernas que mantenía elevadas después de haberse quitado los zapatos y acomodado sus extremidades inferiores desnudas en un apoyapíes que, previamente, había levantado. La miré varias veces observando que se encontraba de lo más enfrascada en la lectura de un libro antes de que, en la siguiente parada, subiera al autobús un joven alto, guapo y musculoso de cabello rubio, lo que me hizo suponer que podía ser de nacionalidad alemana, que decidió ocupar el asiento situado a mi lado. El chico no tardó en evidenciar que era muy inquieto y no parecía encontrar la posición idónea mientras sus ojos se mantenían fijos en la joven que permanecía sentada al otro lado del vehículo a la que miraba de una manera tan descarada que me dio la impresión de que la deseaba y que la estaba desnudando con la vista.
De repente se incorporó de su asiento, cruzó el pasillo y se acomodó junto a la joven, que le miró de reojo y retomó su lectura aunque levantando con frecuencia sus ojos del libro para mirar hacía adelante y por la ventana. Cuándo el conductor del vehículo tomó una curva a más velocidad de la debida, el inquieto joven que mantenía sus ojos fijos en las piernas de la muchacha aprovechó para poner su mano izquierda en una de ellas a la altura de su rodilla. Al ver que la chavala se mantenía impasible y continuaba leyendo comenzó a acariciarla la parte interna de la pierna con lo que logró que le mirara y le sonriera antes de abrir un poco más sus extremidades para incitarle a continuar mientras se volvía a enfrascar en la lectura. La mano del muchacho fue ascendiendo despacio hasta llegar a su menguada falda que la fue subiendo lentamente para dejarla al descubierto el tanga estampado que llevaba puesto y la pasó varias veces sus dedos por la raja vaginal a través de la prenda íntima antes de repetir por tres veces la misma operación desde sus rodillas. Después la masajeó la parte interna superior de la pierna y como la joven se mantenía impasible, la quitó el libro y la pidió que se levantara ligeramente del asiento para poder quitarla el tanga que, una vez en sus manos, se llevó a la nariz y tras olfatearlo, guardó en un bolso de su pantalón. Acto seguido y mostrándose bastante autoritario, la echó hacía atrás el respaldo del asiento y la obligó a abrir sus piernas de forma desmesurada colocando la derecha sobre las suyas y la izquierda pegada a la ventana. En cuanto la joven se le ofreció despatarrada, la introdujo hasta el fondo un par de dedos en el coño y otros dos en el ojete y la comenzó a masturbar y a hurgar analmente al mismo tiempo y de una forma tan frenética que, en pocos segundos, aquella sensual y sugerente joven “rompió” y de una forma tan brutal que, además de expulsar un montón de “baba” vaginal, se la convulsionó todo el cuerpo antes de que se la saliera un buen chorro de pis.
Semejante orgasmo le animó a continuar masturbándola mientras la joven le ofrecía sus labios para que la besara lo que el chico rechazó para centrarse en su cometido manteniéndola levantada su corta falda mientras cada vez era más perceptible su “fragancia” vaginal y el agradable sonido de su abundante flujo. El varón, en inglés, la insultó varias veces y la dijo que quería verla convertida en una cerda golfa y viciosa pero la muchacha no parecía entender ni una sola palabra de lo que la decía aunque resultaba bastante evidente que su acompañante la ponía sumamente “perra” ya que, enseguida, volvió a estar a “punto de caramelo” y a dar muestras de que llegaba con mucha facilidad y rapidez al clímax que no tardó en alcanzar por segunda vez y de una manera tan espectacular como antes. Sus gemidos consiguieron que varios viajeros dirigieran su mirada hacía su posición mientras el chico, mostrándose indiferente ante semejante cúmulo de ojos, viendo que la chavala estaba respondiendo de maravilla y que se encontraba sumamente cachonda, la hizo abrir aún más sus piernas antes de pasarla repetidamente su mano extendida por la jugosa cueva vaginal mientras volvía a hurgarla en el orificio anal con sus dedos. Sin que la joven se esperara que la fuera a hacer algo así, la abrió los labios vaginales y la metió, sin contemplaciones, el puño derecho en la seta hasta que hizo tope y comenzó a forzarla con un buen surtido de movimientos circulares lo que originó que la muchacha no dejara de gemir, de jadear y de levantar continuamente su culo del asiento mientras una parte de los viajeros volvía a interesarse por lo que la ocurría. La chavala expulsaba su “baba” vaginal con tanta fuerza que llegó a empapar hasta el codo el brazo del chico que la indicó algo al oído que, supongo, la joven no entendió. En cuanto la forzó de una manera más enérgica, el cuerpo de la joven empezó a convulsionarse y a estremecerse hasta dar la impresión de que se encontraba a punto de perder el conocimiento a cuenta del elevado número de orgasmos que había alcanzado en tan poco tiempo pero lo que hizo fue mearse al más puro estilo fuente mojando con su pis, que salía a chorros al exterior cuándo el puño del chico lo permitía, la parte trasera del asiento que tenía delante de ella antes de formar un buen charco en el suelo. El joven, después de contemplar tan sublime espectáculo, la insultó y la extrajo de golpe el puño de la almeja y los dedos del ojete que la puso en la boca para que la joven se los chupara antes de ofrecerla una botella grande de agua para que repusiera líquidos.
Mientras la muchacha bebía, el chico se incorporó ligeramente para poder bajarse lo suficiente el pantalón y el calzoncillo como para que sus atributos sexuales quedaran al descubierto. Después indicó por señas a su joven acompañante que quería que, sin variar su posición, le “cascara” el miembro viril en lo que la muchacha no tardó en complacerle. El flujo de la chavala no dejaba de gotear y de caer en el asiento mientras ordeñaba al varón que volvió a sobarla su abierta cueva vaginal sin dejar de acariciarla y presionarla el clítoris con el dedo gordo para mantenerla excitada. Pero, evidenciando que no sólo la dama se encontraba sumamente “burra”, el chico eyaculó con rapidez echando una gran cantidad de chorros de leche que, al igual que había sucedido con la “baba” vaginal y el pis de la joven, impregnaron la parte trasera del asiento delantero. Aún le estaba saliendo la lefa cuándo la dijo que continuara “dándole a la zambomba” mientras él volvía a mantenerla bien abiertos los labios vaginales por los que seguía goteando flujo.
En cuanto me percaté de que se estaba predisponiendo para volver a meterla el puño por vía vaginal, me levanté de mi asiento, me acerqué a él y me ofrecí a hurgarla analmente con mis dedos mientras él se encargaba de forzarla por vía vaginal lo que el chico, sonriéndome, aceptó. Después de ver como había fuerza para volver a introducirla el puño, la perforé el ojete, que se encontraba empapado en su flujo vaginal, con dos dedos y la comencé a hurgar con la misma intensidad con la que el chico la forzaba el chocho. La muchacha, evidenciando que no era la primera vez que la efectuaban un fisting y que a pesar del gran desgaste que sufría mientras la presión que ejercía el puño en su interior la obligaba a vaciarse, demostró que, aunque no dejara de gemir y de elevar su culo, disponía de un excepcional poder de recuperación.
Mientras la veía disfrutar “como una autentica perra” y al chico se le volvía a poner el rabo inmenso a cuenta de lo excitante que resultaba la masiva lubricación de la preciosidad que tenía a su lado, conseguí que, casi sin darse cuenta, liberara el esfínter. En cuanto sentí que mis dedos estaban entrando en contacto con su caca, se los saqué y me recreé, junto al chico, viéndola defecar. La joven, sintiendo una extraña sensación en la que se mezclaba el dolor y el placer, se mostró incapaz de continuar ordeñando a su pareja y tras soltar de improviso una gran cantidad de “baba” vaginal, volvió a deleitarnos con otra descomunal y larga meada al mismo tiempo que presenciábamos su masiva y maloliente evacuación líquida con la que la joven lo puso todo perdido. En cuanto acabó de salirla mierda, el varón la extrajo sin ninguna delicadeza el puño del coño bien impregnado en sus jugos y tras agradecer mi colaboración, me hizo volver a ocupar mi asiento para, haciéndola lucir su caldosa y chorreante seta, ayudar a la joven a cerrar sus piernas antes de que la volviera a ofrecer la botella de agua cuyo contenido terminó mientras el chico ocultaba sus atributos sexuales en el calzoncillo y el pantalón. Después la hizo levantarse del asiento. La chavala, escocida y con algunas molestias tras haber sido forzada y por dos veces al mismo tiempo por sus agujeros vaginal y anal, se colocó bien su arrugada y menguada falda y salió detrás de él al pasillo intentando no pisar su mierda ni el gran charco de pis que con sus meadas se había formado en el suelo. Fue entonces cuándo me percaté de que la joven se encontraba dotada de un culo estrecho pero muy pronunciado que parecía invitar a que se la “clavaran” por detrás.
C o n t i n u a r á