El viaje que me cambió la vida (Parte 10).
Décima parte de la última historia que he escrito y que espero sea del agrado de mis lectores.
Mientras seguíamos dando vueltas por esas céntricas calles y observando la intensa actividad sexual que en ellas se producía, Airi e Ichika me indicaron que el uso y abuso de tales enemas se había llegado a convertir en algo tan cotidiano que las mujeres habían tenido que claudicar e irse acostumbrando a encontrarse en los cuartos de baño públicos con varones esperándolas en calzoncillo con la intención de sobarlas y de ofrecerlas su “chupete” y la posibilidad de ingerir un “biberón” mientras hacían sus necesidades para, más tarde, sin permitir que se limpiaran y colocadas a cuatro patas y abiertas de piernas en la zona los lavabos, dejar que las efectuaran unos completos y exhaustivos vaciados vaginales e intestinales. Unos minutos después y aunque ya me había percatado de ello, me hicieron ver que, en aquel país, era escaso el número de féminas que habitualmente vestía con pantalón cuyo uso parecía limitado a las turistas aunque, en los últimos años, algunas jóvenes asiáticas habían incluido en su vestuario unos ceñidos y cortos shorts que las dejaban al descubierto la parte inferior de los muslos. Las pregunté que si el tanga estaba causando tanto furor entre las hembras como en Europa y me respondieron que, al igual que sucedía con el pantalón corto, comenzaba a tener cierta aceptación entre las jóvenes pero que la braga continuaba siendo la prenda íntima femenina por excelencia.
Después de pasarnos más de dos horas y medía paseando por las calles comerciales y turísticas de la ciudad tuvimos ocasión de ver en acción a seis asiáticos que, en una especie de almacén, se trajinaron a tres bellas jóvenes, al parecer de nacionalidad británica, que formaban parte de un grupo de estudiantes universitarias que se encontraban realizando su viaje de fin de curso. Las muchachas habían permanecido durante un tiempo más que prudencial dedicadas a “cascar” el cipote a los hombres de las cajas y acabaron con un “calentón” impresionante que unos varones asiáticos, todos ellos de edad intermedia y dotados de una minga de pequeño tamaño, decidieron aprovechar eligiendo, lógicamente, a las tres más llamativas que, además, daban la impresión de ser muy fáciles y un tanto “ligeritas de cascos”. Su conducta nos llamó la atención desde que vimos a los hombres dirigirse detrás de las chavalas hacía un almacén que se encontraba emplazado en una especie de pasadizo comercial poco concurrido. Les seguimos y entramos en el local un poco después que ellos mientras Ickiha nos comentaba que las muchachas iban tan sumamente salidas que evidenciaban haberse convertido en unas dóciles perritas en celo. El grupo se ocultó en mitad de un pasillo, entre unas estanterías llenas de cajas grandes, en una zona que se encontraba bastante bien iluminada por lo que nos quedamos al final del pasillo, apoyados en la pared, observando como las “metían mano”, las desnudaban y las sobaban antes de hacer que se colocaran a cuatro patas para que chuparan el nabo a tres de ellos mientras los otros tres las daban por el culo. Creo que algunos de los gemidos de las jóvenes se tuvieron que llegar a oír en el pasadizo comercial a cuenta de lo calentorras que estaban. Cinco de los varones no tardaron en depositar su leche dentro del culo ó de la boca de las chavalas pero el sexto parecía tener algunos problemas para eyacular y decidió que la joven que le había estado chupando el pene, que se llamaba Susan, le efectuara una cabalgada vaginal para lo que se tumbó boca arriba en el suelo mientras los demás iban sacando su picha, que no tardaba en quedarse flácida, de la boca y el ojete de las otras dos chicas a las que, mientras esperaban, se dedicaron a sobar y a mamar sus grandes y tersas tetas al mismo tiempo que las iban presionando la vejiga urinaria desde el exterior intentando provocarlas la meada. Sus micciones, al más puro estilo fuente, se produjeron poco después de que el sexto hombre “explotara” dentro de la almeja de Susan. Creo que no pretendía eyacular en su interior pero la muchacha estaba tan centrada en la cabalgada y en el orgasmo que estaba alcanzando que no se percató de las señales que el varón la hizo para advertirla de su eminente descarga lo que ocasionó que la echara íntegra la leche mientras la pellizcaba los glúteos y la llamaba cerda, golfa, puta y zorra. En cuanto terminó de eyacular la empujó para poder librarse de ella, se incorporó y se unió a los demás que, embelesados, no se perdían el menor detalle de las largas meadas de las otras dos chicas. Después sobaron a las tres durante unos minutos el húmedo chocho y sus arreglados “bosques” pélvicos, ocultaron sus atributos sexuales en el calzoncillo y el pantalón, cogieron del suelo los tangas de las jóvenes y mirándolas con cierta indiferencia, salieron del local mientras iban palpando las prendas íntimas con sus manos y las olían intentando encontrar depositada en ellas la siempre excitante “fragancia” que despide el coño femenino. Mientras las chicas comenzaban a vestirse, nos apresuramos a salir del almacén para esperarles en la calle donde volvieron a olfatear los tangas que, tras pasar uno de los varones sus dedos por la parte de la prenda que había estado más en contacto con la cueva vaginal de cada una de las chavalas, terminaron en una papelera y se fueron en busca de otras mujeres de las que obtener provecho sexual. Unos minutos más tarde salieron las tres muchachas, según Ichika bastante más calmadas pero con ganas de disfrutar de más vicio, que se dispusieron a localizar a sus compañeras de viaje.
Cuándo estábamos a punto de salir de aquella zona me encontraba tan sumamente “burro” que no me hubiera importado tener que mostrar en público mis atributos sexuales para poder cepillarme allí mismo a mis atractivas acompañantes pero tuve que conformarme con volver a tocarlas los glúteos y la raja del culo a través de sus vestidos y a juguetear con su braga ya que, aunque se dieron perfecta cuenta de que estaba muy salido, me dijeron que guardara aquellos anhelos y mis fuerzas para nuestra sesión nocturna puesto que me iban a hacer falta ya que no se iban a dar por satisfechas hasta que me vaciaran los huevos de leche.
De allí nos fuimos andando hasta un parque cercano. Durante el trayecto mi mente se mantuvo centrada en lo satisfactorio que les habría resultado a los seis asiáticos el trajinarse a aquellas tres bellas jóvenes. Cuándo llegamos a nuestro nuevo destino Airi e Ichika me advirtieron de que, a esas horas y con una temperatura un poco fresca, no íbamos a encontrarnos con tanta actividad sexual como cuándo comenzaba a anochecer, que era cuándo estaba más concurrido. Según me indicaron durante las tres primeras horas de la noche las parejas solían acudir a los parques públicos con el propósito de darse la debida satisfacción sexual y en algunos, había días en los que era bastante complicado encontrar un lugar en el que poder retozar con cierta intimidad.
Poco después de iniciar nuestro paseo por el parque nos detuvimos para poder observar con detenimiento a una fémina de mediana edad que la estaba realizando una más que exhaustiva comida de seta a otra bastante más joven que, dándola la espalda, permanecía abierta de piernas, ligeramente doblada y manteniendo sus manos apoyadas en un árbol posición que permitía a la de más edad introducirla de vez en cuando un dedo en el ojete y efectuarla unos hurgamientos anales. La joven no tardó en llegar al clímax y tras un portentoso orgasmo, se meó en la boca de la otra que recibió con agrado su micción. A continuación, la hembra de más edad se desnudó de cintura para abajo y sin importarla nuestra presencia, de la que se percató, procedió a frotar su almeja con la de la joven mientras a pocos metros de ellas, un chico chupaba la pilila a un varón de mediana edad que, manteniendo sus ojos fijos en las dos mujeres, no tardó en descargar en la boca del joven que ingirió toda la leche a medida que la iba recibiendo. Airi e Ichika me dijeron que, evidentemente, se trataba de dos de las muchas parejas que, aunque aparentaban ser heteros, eran bisexuales y que, además de desahogarse sexualmente en sus domicilios, les gustaba hacerlo al aire libre y a la vista de la gente que quisiera mirarlos. Para completar su comentario me indicaron que lo que estábamos observando era una prueba más de que el sexo homosexual cada vez tenía más adeptos en aquel país.
Mientras me continuaban hablando mi mirada se mantuvo centrada en el varón más joven que, en cuanto acabó de ingerir la lefa que el otro hombre le había echado en la boca, se incorporó, se acercó a las dos féminas, se puso detrás de la de más edad y mientras esta seguía restregando su chocho con el de la otra hembra, la colocó la punta de su pirula en el ojete, la cogió de la cintura y haciendo fuerza, la enjeretó toda la “salchicha” por el culo. Mientras la daba unos buenos envites anales, la mujer se meó empapando con su pis el exterior del coño, la parte inferior de los glúteos y las piernas de la joven que seguía apoyada en el árbol y permitiendo que el varón de más edad la sobara y la apretara las tetas. Nos separamos de ellos un poco después de que el hombre más joven descargara dentro del culo de la fémina de más edad mientras el hombre que debía de ser su pareja succionaba y de que forma, la “delantera” a la más joven.
C o n t i n u a r á