El Viaje Descontrolado (2)

Tania sigue con su viaje.

El Viaje (II)

Por la noche, ya más tranquila, ceno con el señor y su mujer. Ella es una jovial y oronda panadera que me trata como su fuera su hija. La panadera dispara las palabras como una metralleta mientras su marido no abre la boca.

Yo me concentro en ella. No quiero ni mirarle a la cara, seguro que, si lo hago, veré mi abierto coño separándole los ojos, en ves de su nariz y boca…. No creo que pueda volverle a mirar a la cara.

Dedico los dos siguientes días a visitar la ciudad. Soy una turista más. Aparezco por casa sólo para dormir. Cuando estoy en casa intento evitar al casero, pero él parece avanzarse siempre a mis movimientos y tropiezo con él continuamente. En una de estas me devuelve la ropa sucia del otro día. Todo está en su sitio. No sé porqué, pero pensaba que el tanga ya no lo volvería a ver más. Después de todo, es buena persona, sólo fue un accidente. Estoy siendo muy dura con él.

Después del tercer día de turismo intensivo, vuelvo a casa a media tarde, completamente rendida.

Miro por la planta baja. Está completamente desierta.

Estoy sola.

Me meto en el baño y me siento en la taza.

Aflojo mi vejiga.

El caliente líquido empieza a caer.

De repente, se va la luz.

La vejiga se me contrae, atrapando los restos de orina en su interior.

No hace falta que os diga qué me viene a la mente. El baño del tren. Casi puedo sentir unas peludas piernas bajo las mías, esa polla abriéndome en canal y entrando y saliendo de la madriguera de mi conejo sin descanso. Mi boca se abre esperando que, en cualquier momento, unos dedos desprendiendo olor a coño se mete entre mis labios y yo empiece a lamerlos enteros….

Sin darme cuenta, me encuentro como un puto horno.

Desalojo el baño a toda prisa y me encierro en mi habitación.

La luz artificial continúa perdida en algún cable, pero en la habitación reina una penumbra creada con los agonizantes rayos de Sol.

Mis pantalones caen al suelo casi solos.

Mi cuerpo cae sobre la cama.

Como otras muchas veces, mis manos toman la iniciativa, cada una por su lado: la izquierda en las tetas y la derecha sobre las bragas.

La izquierda encuentra a los dos amiguitos enfadados y endurecidos.

La derecha cae en un mar de humedad salada.

La izquierda se cuela bajo la camiseta y se reúne con sus amiguitos. Resigo la curva inferior de los pechos.

La derecha ladea las bragas y empieza a ir arriba abajo a lo largo de la raja con lentitud.

Cierro los ojos y me transporto a un baño a oscuras.

La punta de un dedo roza los labios. Cosquillas en mi coño. La punta de otro se calva en mi clítoris. El de los labios los cruza y empieza a moverse de lado a lado, abriendo el paso a alguno de sus otros amigos.

Presiono con ambos dedos.

Es reconfortante sentir el calor rodeando mi dedo, abrazándolo y llenándolo de rocío vaginal. Lo meto un poco más y lo doblo en forma de gancho. Siento una rugosidad áspera y resbaladiza.

Me estremezco de pies a cabeza y junto mis piernas con fuerza.

Mi muñeca queda atrapada entre las dos tenazas. Me encanta notar mi mano en esa cárcel de carne.

La mano izquierda abandona las tetas y se cuela bajo las nalgas. Siento todo mi peso sobre ella. Con avidez se une a la derecha pero sin meterse, únicamente recogiendo humedad que va traspasando un poco más abajo.

Círculos empiezan a dilatar.

Humedad que ya resbala.

El dedo se pierde dentro de anillo de mi culo.

Mis dos dedos se notan. Tan cerca y tan lejos. Son como dos amantes que se oyen a través de la pared de una cárcelo: saben que están ahí y lloran por no poderse tocar nunca.

El calor es insoportable.

En mi coño empieza a crecer una punzada.

Me follo con dos dedos en dos agujeros rápida y desesperadamente ante la proximidad del orgasmo.

Un ruido demasiado próximo me sorprendre.

Una puerta demasiado abierta me deja petrificada.

Un casero demasiado atrevido mirándome con la boca abierta.

-"Perdón, perdón ,pensaba que no había nadie" – me dice mirando al suelo, pero sin moverse.

Yo continúo con ambos dedos clavados en mis orificios, demasiado sorprendida para moverme.

Finalmente desalojo mis bajos al ver al casero entrar , después de cerrar la puerta a su espalda.

Pulcramente, deja las toallas sobre la mesita de noche y luego se sienta en una silla de enfrente de la cama. Justo enfrente mío. Alineado con mi coño y mi culo. Mis piernas siguen levemente separadas.

Sin levantar la mirada del suelo empieza a hablar, por primera vez desde el día que llegué: -"Tania, primero perdona por haber entrado sin llamar. Te prometo que no tenía ni idea que estabas. Tengo el oído tocado por la edad y no te he oído entrar…. Pero , verás, no es lo único que tengo jodido. "- se frota las manos y mueve sus pies nerviosamente pero sin levantar la mirada –"Te veo tan joven, impetuosa, guapa y no puedo evitar pensar en la implacable que es el paso del tiempo…" por un momento me parece ver caer gotas brillantes de sus ojos, pero él continúa: -"mi mujer y yo no somos lo que éramos, pero todo hombre tiene unas necesidades, que tú me las has despertado, Tania. Tú puedes ayudarme a volver a sentirme joven. Tú me ayudas y yo te ayudo. Tú con tu juventud y yo con mi dinero".

Estoy flipando con la jeta del vejete este. O lo he entendido mal o me está tratando de puta.

Yo sigo en silencio mientras mi coño sigue gritando, quejoso por la súbita interrupción en la cúspide de la paja.

-"Si me dejas mirarte mientras te…. Sigues haciendo lo que hacías" entonces por primera vez levanta la cara y me mira fijamente antes de añadir: "a cambio yo te daré dos días gratis de estancia"-

Yo le miro, pero no le veo. Mi cabeza cuenta rápido. Mi pecho sube y baja disparado. Mientras, el calor sigue latiendo en mi interior a causa de la "paja interruptus". Hay momentos en la vida de una, que, sin saber cómo, la situación te lleva a sitios inverosímiles. Y si a la falta de dinero le unes una paja interrumpida justo antes de correrte

Mi cuello se relaja y vuelve a caer mi cabeza sobre el colchón.

Miro fijamente al techo.

Mis dedos vuelven a moverse.

Me cuesta coger el tranquillo. Me cuesta concentrarme. Intento evadirme, lamiendo mis labios con la lengua, cerrando los ojos intentando convertirme en la punta de mis dedos.

Instintivamente levanto la cabeza y miro al silencioso casero. Veo su brazo derecho ejercitando.

Levanto un poco más la cabeza.

Parpadeo, incrédula ante los que veo.

Entre sus dedos se erige algo imposible. Algo de tal tamaño que seguro que tiene gravedad propia. Hasta parece más ancha que sus brazos. Es imposible que sea real, parece un dibujo animado de esos japoneses. Seguro que ahora se sacará la piel y saldrá, debajo, un demonio que me violará con sus tentáculos extraterrestres.

Semejante visión me vuelve loca.

Me imagino lo que debe ser, sentir algo semejante dentro de una. El chocho se me hace gaseosa sólo de pensarlo.

Me imagino intentando chuparla, abriendo mis boca hasta hacerme daño, muriendo con la garganta taponada….. ya vuelvo a estar como antes.

Decidida y transformada, me incorporo sentándome sobre el filo de la cama, con las piernas separadas y mirando al pollón del casero.

Esto se ha convertido en un combate donde los que reciben los golpes son nuestros genitales.

La primera en caer por KO soy yo. Mi espalda se arquea, mis piernas se separan hasta que los músculos de las ingles dicen basta, mis dedos se clavan hasta los nudillos mientras mi coño se inunda de placer.

Recupero el control de mi cuerpo justo para poder contemplar al monstruo escupiendo sobre un pañuelo que su amo le ha puesto bajo él, mientras gruñe como un caballo.

Así fueron pasando los días. Cada tarde volvía a la casa mientras la mujer se deslomaba en la panadería.

Así llegó el día de marchar. Una semana durmiendo en la casa y sin pagar un solo euro. Fueron días de pajas remuneradas. Os he de decir que un día no tuve bastante y no pude evitar acercarme al monstruo para tocarlo. Ese monstruo que cada día escupía en mi honor.

Al cogerla, mis dedos no se encontraban con el pulgar. Y con mi boca…. Casi me tiene que llevar al dentista con la mandíbula desencajada….

En el viaje de ida al nuevo destino, pude comprobar que el episodio del baño del tren, había dejado mella en mi mente:

Iba en autocar. A mi lado se sentaba un chavalín que no tendría más de 15 años. Entramos en un túnel largo. Muy largo. De nuevo la oscuridad abrazando mi cuerpo. De nuevo mi mente se dispara. De nuevo mi coño se despierta. Casi tuve que atarme al asiento para no lanzarme sobre la bragueta del inocente querubín. Disimuladamente tuve que tocarme por encima y apretar mis muslos con todas mis fuerzas para aplacar el deseo.

Está claro que la oscuridad me convierte en una ninfómana desbocada.

Llego al nuevo destino. Es un piso compartido. Cuatro estudiantes se convierten en dos en verano y alquilan las camas sobrantes al mejor postor.

Lo extraño es que tuve que enviarles una foto.

Subo yo misma las maletas y llamo a la puerta.

Me abre un tío.

Hasta aquí todo normal, si no fuera porque va en pelotas.

-"Si?" me pregunta.

-"Soy Tania. Tengo una habitación reservada"- le digo esforzándome por mirarle a la cara y tratando de parecer tranquila.

-"Ahh, sí. Adelante. Te estábamos esperando. Yo soy Francesco". – y abre la puerta del todo dejándome pasar.

Cruzo el alféizar esperando encontrarme una manada de tíos en pelotas dispuestos a violarme y matarme ahí mismo. En su lugar me encuentro una chica viendo la televisión tranquilamente. Se gira hacia mí. Al verme se levanta y me saluda efusivamente. Es la otra inquilina. Es alemana y también está de turismo , y viaja sola.

Hace una semana que está aquí, por lo que se parece desenvolverse con soltura y confianza con el tío en pelotas.

Y por la noche lo compruebo: la oigo jadear como una posesa mientras los muelles de un colchón se quejan rítmicamente.

El concierto dura más o menos tres cuartos de hora, durante los cuales soy incapaz de pegar ojo.

Finalmente todo acaba con unos gritos exagerados.

Todos a dormir.

A la mañana siguiente compruebo que esto, más que un piso compartido, parece una comuna: Al entrar en el baño y, justo después de sentarme en la taza, la puerta se abre y, sin decirme nada, el mismo tío de ayer se mete en la ducha.

Yo sigo sentada, pero sin poder soltar ni gota a causa del espanto.

El inodoro y la ducha están pegados, únicamente separados por una mampara de vidrio. A escasos centímetros de mi cara , tras una película de gotas de agua, el mismo generoso aparato que me recibió ayer. Ya me pareció enorme ayer, pero hoy, a tan poca distancia, me parece descomunal. Nada que hacer contra la polla del casero de la semana pasada pero es un buen cipote….

Cuando me dispongo a levantarme y meterme en la ducha dispuesta a todo, la puerta se vuelve a abrir. De nuevo me quedo enganchada contra el plástico de la tapa observando a la alemana entrar, despojarse del batín que lleva y ocupar el lugar donde quería ir yo.

Pero definitivamente , me quedo tan dura y blanca como la porcelana del inodoro al ver como la chica , tranquilamente, se arrodilla, abre la boca y venga!!!!! A chupar. Y no veas como le mete caña la germana.

Pero las sorpresas no acaban aquí: la puerta se vuelve a abrir. Esto parece la estación del metro. Detrás de ella aparece el, que supongo es, el otro inquilino.

Me mira a mi.

Los mira a ellos.

Se baja los pantalones.

Después los calzoncillos….. y, por primera vez en mi vida, me como una polla mientras meo.

Ambas inquilinas nos dedicamos a los miembros autóctonos con dedicación y devoción. Yo me lo lamo por fuera lentamente mientras la de la ducha se lo intenta tragar entero.

No llega ni a meterse la mitad.

Con paciencia yo voy trabajando el cipote: lo relamo por los lados, subiendo de arriba abajo, desde la punta hasta los huevos mientras lo mantengo firme con una mano. Lentamente la mano inicia un leve traqueteo que el desconocido agradece abrazándome la cabeza. Yo le levanto la tranca mientras voy subiendo con la lengua fuera de mi boca. Por primera vez me fijo en sus ojos: son de un precioso verde esmeralda, pero a quién le importa sus ojos ahora?- me pregunto mientras , de nuevo con su capullo entre mis labios me preparo para engullir.

La punta caliente se cuela entre mis labios.

Lo saboreo mansamente mientras miro a la alemana.

El miembro del otro es considerablemente más grande, pero sigue sin abarcar más de la mitad.

Le voy a enseñar a esta como se chupa y se traga una buena polla.

Me incorporo un poco , reduciendo al máximo posible, el ángulo que forman la barbilla y el cuello.

Me recojo un mechón de pelo tras la oreja para que la teutona no se pierda nada.

Abro la boca… Y voy acercando mi nariz a su vientre.

Poco a poco, pero no tardo en dejar a la alemana en ridículo, cuando mi nariz se incrusta entre el rizado vello púbico de él.

El poseedor de la polla que tengo en mi garganta, (perdón por no llamarlo por su nombre, pero aún no lo conozco) empieza a llamar a Francesco a gritos mientras palpa el bulto que su cipote provoca.

Le miro con su polla perdida en mi cabeza.

Miro a la alemana. Tanto ella como Francesco han parado y me miran a mí y a la polla que acaba de desaparecer.

Abracadabra.

Sonrío para mis adentros, porque para fuera no puedo.

La alemana se levanta y se da la vuelta. Mirando a Francesco con sus dos ojos sexuales, se inclina y, separándose las nalgas, le invita al italiano a visitar sus interiores.

Francesco agarra el misil y, sin perder tiempo, acepta la invitación.

La alemana vuelve a los gritos de ayer. Ahora no me extrañan, menudo misil y menudas embestidas le mete el italiano. Sus tetas van y vienen locas de lujuria. Sus nalgas vibran irradiando felicidad. Sus ojos se cierran intentando atrapar el placer que nace de su coño.

Mientras, el desconocido palpa por fuera sobre el bulto que su polla forma en mi garganta. La sorpresa se graba en sus ojos, tanto como su verga en mi cuello.

Yo me palpo mis bajos. Saco un dedo completamente empapado. Normal dada la situación y que aún no me ha dado tiempo a secarme.

Me separo de él, dejando su lubricada y goteante polla en contacto con el aire.

Me levanto.

Me giro.

Bajo la tapa del wáter y apoyo una mano sobre ella, mientras la otra se mete entre mis piernas.

Con un dedo extendido, y plenamente visible a los ojos del "sin nombre" me recorro el sexo de arriba abajo.

Ladeo mi cara y le miro, con expresión de "A qué estás esperando…" .

Al ver como se me acerca, vuelvo mis ojos a la otra pareja.

El italiano emprotra a la teutona contra la pared a punta de pistola. Las tetas de ella se deforman contra el alicatado. Su cara pide un descanso pero su coño pide más. Y el italiano se lo da. Vaya si se lo da.

Tengo que follarme a ese tío.

Mis ojos se cierran al notar la invasión carnal de mi conejo. Siento cada uno de los pliegues de su polla abriéndose paso, obligando a mis músculos a ceder, a separarse. Siempre disfruto de la sensación inicial: esa mezcla de dolor y calor concentrado que me vuelve loca. Suspiro con notas cada vez más altas a medida que los centímetros metidos van aumentando. Llega un momento que crees que no entrará nada más, pero un par de embestidas y va entrando.

Y más.

Y más.

Y tú te vuelves loca tanto como tu coño, y empiezas a pedir más.

Y más adentro.

Y más fuerte.

Y, el otro, aunque no sepa tu idioma, te entiende perfectamente y te obedece.

Entonces te das cuenta que el sexo es el único idioma universal, un idioma sin fronteras, sin barreras, sin límites….

Y también te das cuenta , mientras tu pelo va y viene con el mismo ritmo que tus tetas bailan, ñlo guarra y desinhibida que puedes llegar a ser cuando nadie te conoce, cuando no tienes que rendir cuentas, cuando sabes que nadie chismorreará a tus espaldas, cuando no tienes una imagen que mantener. Te das cuenta que eres totalmente libre.

Y brincas, y mueves tu culo de delante atrás, y te tocas las tetas, y te rascas en clítoris, y le agarras la polla que entra y sale, y se la aprietas. Y te aferras a sus huevos y luego te metes esos sucios dedos en tu boca y los lames, como si te los quisieras tragar.

Y si, a escasos centímetros de tu cara, una alemana que has conocido el día anterior, se arrodilla, abre su boca y ves como una blanca ducha de lefa cae sobre ella, sobre su boca, sobre sus tetas

Entonces el repicar de tu coño se magnifica.

Así arrodillada el wáter se convierte en un altar, al que rezas a base de suspiros, de gritos y de improperios al cabrón que te está trepanando el chocho.

Crees que vas a llegar a tocar a Dios con sólo extender tus dedos.

Crees que Él responderá a tus rezos con uno de los orgasmos más intensos de tu vida

Casi puedes verlo.

Endureces todo tu cuerpo y te concentras en tu coño.

Aprietas la taza con todas tus fuerzas.

Levantas la cara.

Dios está ante ti, en el altar de la taza de wáter.

Le sonríes. Él te devuelve la sonrisa. Te abre sus brazos. Te lanzas sobre él con tu coño a punto de reventar.

Unos gruñidos a tu espalda.

Unos fuertes apretones en tu cintura.

Un coño que empieza a llenarse de leche caliente.

Tu gritas "No, no, no" con todas tus fuerzas y con tu alma llorando.

Dios se aleja de ti al mismo ritmo que la polla va saliendo de tu coño.

Dios se lleva el orgasmo con él.

Tu coño llora semen. Son lágrimas espesas y densas. Son lágrimas de rabia.

Así te quedas: quieta, arrodillada y maldiciendo al maldito y rápido italiano que te ha dejado a las puertas del paraíso.

La alemana , ajena a mi pesar, se queda bajo la ducha limpiando su cuerpo, su cara, sus tetas.

Espero mi turno mientras la veo satisfecha, sonriente. Le rompería ese fino y lechoso cutis de un puñetazo.

Ya sola, aplaco mi frustración con el chorro de la ducha…. De momento, sirve, pero necesito más.

Vuelvo a mi habitación y , desnuda, disfruto de una reconfortante siesta española.

De nuevo, me despierta el ruido del colchón vecino. Joder, parecen putos conejos. De nuevo suspiros y ruegos en alemán.

Unos golpes en mi puerta.

Mi colchón no tarda en imitar al vecino ni yo en imitar a la alemana.

Mis jadeos se tornan gritos al notar, de nuevo, una polla en mi hambriento coño.

Una fina capa de sudor lubrica nuestra cópula.

Nuestros cuerpos resbalan.

Me encanta notar el peso de su cuerpo sobre el mío.

Me encanta abrazar su culo con mis piernas.

Me encanta notar las ingles a punto de explotar de lo separadas que están.

Me encanta morderle el cuello, que él se retuerza y chupe mi sobaco, mis tetas, mi cara.

Me encanta meterle un dedo en el culo y que él lo meta en mi boca, y lo mueva.

Me encanta que luego meta ese dedo en mi culo y presione con todas sus fuerzas, y lo mueva, y describa círculos con él.

Pero odio que se corran, otra vez, sin esperar a que yo lo haga.

Odio que se levanten y me dejen sola después de follar.

Odio a este jodido italiano. Odio no poderle insultar porque aún no sé ni su nombre,

Odio no correrme con una polla dentro de mi coño.