El Viaje Descontrolado (1)

Tania se va de vacaciones sola. Imaginad como le habrá ido, si el mayor monumento que ha visto media 25 de largo por 6 de ancho y tenía un olor a polla que tiraba de espaldas.

El viaje

Nunca había viajado sola.

A la vista de los monumentos que una descubre yendo sola, no será la última vez. Con deciros que el que más me impactó medía 25cm de largo, 5 de ancho y tenía un sabor a polla que tiraba de espaldas ya os lo digo todo de cómo se desarrolló el periplo europeo de este verano. Vamos, que ningún otro monumento me había llegado nunca antes "tan adentro" por una vía que no fuera la visual.

El traqueteo del tren me prepara.

El acompasado rumor de las ruedas chirriando me relaja todos los músculos del cuerpo.

Los árboles infinitos corriendo delante de mis ojos me rematan.

Lo último que recuerdo es el mapa con una larga franja verde fosforito cruzando el papel.

Lo primero que vuelvo a ver es un tío mirándome… y a no a los ojos precisamente.

Está sentado en el asiento de enfrente.

Yo estiro mis brazos ahuyentando el sopor que me domina.

Sus ojos se van abriendo a medida que mis manos se acercan al techo del vagón.

-"Bonita vista, no?" le digo con el tono más irónico que puedo.

Él gira su vista hacia el exterior: -" la verdad, no me había dado ni cuenta".

Al menos el cabrón es sincero.

De nuevo se olvida de los arbolitos y sus ojos bajan a medida que mis brazos arrastran mis tetas. Nada de miradas fugaces , furtivas y de reojo.

Me fijo un poco más detenidamente en él: Yo le echaría unos 40 y pico, diría que es un tipo de esos de pueblo que va a la ciudad en busca de carne fresca y va vestido con su mejor traje, su mejor corbata y sus mejores zapatos. Todo impecable por separado , pero un desastre al juntarse en su cuerpo. Es un tipo vulgar, ni guapo ni feo, ni alto ni bajo, ni delgado ni gordo….. en fin, un tío que no despierta ningún interés.

Todo lo contrario que debe pensar él de mí, por lo que veo reflejado en su mirada.

Que vaya sin sujetador seguro que no le ayuda a apartar la vista.

Es un viaje en el que voy a estar bastante tiempo fuera… más del tiempo que me puedo pagar, así que he decidido ahorrar todo lo posible en lujos, y ropa para lavar es un lujo. No soy una cerda, no me malinterpretéis, pero si puedo ahorrarme algo que lavar, me lo ahorro. Y el sujetador es algo de eso. Así que voy vestida con unos pantaloncitos cortos de deporte megaapretados, una camiseta de tirantes y un tanga.

Vamos, que el tipo éste lleva más tela en su corbata, que yo en todo mi cuerpo.

La noche cae sobre nosotros, encontrándonos enfrascados en una alegre y jovial charla durante la cuál me entero de que es un granjero al que se le ha muerto la mujer hace más de cinco años, que sus hijos ya se han ido de casa espantados por la vida de campo y que, para poder retener su granja, está obligado a ir a la ciudad a pedir un crédito al banco.

La conversación me relaja y nos acercan un poco. Yo estiro una de mis piernas sobre el asiento de su lado.

Su historia me conmueve. Es un currante al que la vida ha tratado mal. Siento simpatía y un aprecio inmediato por él.

Eso explica su guisa: se nota que no es una persona de trajes.

Y también entiendo sus miradas a mis tetas: debe llevar 5 años sin catar hembra y rodeado todo el día de cabras y vacas. Al pensar eso no puedo evitar imaginármelo agarrado a un animal y dándole…..

Evito el pensamiento mirando hacia el techo.

De reojo le veo enfocando su mirada hacia mi pierna. La resigue de arriba abajo unas cuantas veces.

Vuelvo a mirarle y entonces él disimula metiendo mano en su bolsa, que descansa sobre el asiento donde descansa mi pie.

De ella saca un objeto metálico de forma inconfundible: una petaca.

-"El invierno en el campo es inaguantable sin un buen whisky" – me dice justo antes de pegarle un buen trago. "Y para bajarme los pantalones ante los cabrones del banco tendré que ir bien borracho, que sino, soy capaz de liarme a ostias en plena oficina. Además para que me den por culo, prefiero ir como un cuba".

Yo me río a carcajada limpia al imaginármelo con los pantalones bajados y al del banco dándole …"" joder Tania como estás.- pienso para mis adentros…. Me paso el día pensando en guarradas.

Mis pensamientos vuelven a interrumpirse al ver la petaca a escasos centímetros de mi cara.

-"ten, nena, si quieres…."

Acepto gustosa y le pego un buen lingotazo al metálico recipiente….Que no tarda ni diez minutos en estar vacío.

El alcohol surte su efecto y la conversación tiene más parte de risas, gritos y salidas de tono que de palabras naturales.

-"Ayy nena. Estás bien bonita…eh!!! Perdona que sea tan directo, pero llevo más de seis años sin catar hembra y , en mi visita a la ciudad, pienso ir a un sitio de esos a que me hagan algo. Estoy harto de hacerlo solo….." - sus palabras se van perdiendo en el aire a medida que baja su cabeza, supongo que al darse cuenta de que ha hablado más de lo que quisiera.

-"¿Piensas ir de putas?" le pregunto sin rubor.

-"Nena, si gritas un poco más, que me parece que la vieja esa de ahí no te ha oído"- me contesta.

-"uuppps perdona. Pero tío si tú eres un tío majo y simpático. No hace falta que vayas de putas. " le digo ahora con un tono de voz más rebajado.

-"Si nena, sí." me dice aplaudiendo- " Que yo no tengo tiempo que perder. Pienso estar un solo día en la ciudad. Por la mañana a que me follen los del banco y por la noche a devolverle la follada a una señorita de las que fuman…". De nuevo vuelve a quedarse pensativo mirando el techo antes de volver a añadir: -"además, no me digas que soy simpático y majo y que podría ligar con cualquiera…. Tú lo harías conmigo?"- grita entre risotadas..

Touché.

Yo me río más alto que él.

Los dos nos encontramos pidiéndonos silencio mutuamente con un dedo extendido sellando nuestros labios.

Nos miramos.

Me imagino al pobre granjero sobre un puta cualquiera. Me imagino pagando por follar parte de lo que le han dado por la mañana en el banco. Me lo imagino rascándose las ladillas y pasándoselas a sus cabras.

Pobres cabras, no les puedo hacer eso.

El alcohol y mi buen ser se apoderan de mi dedo que, lentamente, empieza a entrar y salir entre mis labios.

Mientras lo hago, le miro fijamente a los ojos.

Su dedo, tan poseído por el alcohol como el mío, sale disparado de sus labios para caer sobre mi pie derecho, el que tengo a su lado.

Mientras el mío entra y sale, el suyo sube, y sube: me acaricia la rodilla y me mira a la cara con los ojos como platos. Aún no se cree que le esté dejando hacer eso. Cautelosamente prosigue su camino de subida.

Yo inicio el camino de bajada. Mi mano se cuela entre la camiseta de tirantes y mis tetas, que empiezo a masajear lentamente.

El bulto de mi camiseta se mueve expertamente mientras él me acaricia la rodilla, casi sin tocarme. Puedo ver en sus ojos el miedo a que , si sigue subiendo, le caiga un guantazo.

Abandono mis tetas y sigo bajando.

Él mira mi mano en su lento descenso.

Al llegar a los pantalones, las caricias de mi rodilla se paran en seco.

Al entrar dentro de ellos, la caricia se vuelve abrazo.

Palpo mi sexo furtivamente y me lo encuentro llorando y acalorado.

Bajo más y mi mano aparece, sobre mi muslo, por debajo de una de las piernas de los pantalones.

Muevo mis dedos, en una danza de atracción harmoniosa.

Él cae en la tentación y no tardo en sentir sus yemas rozando las mías.

Una vez le tengo bien cogido, le invito a visitar los interiores.

Noto en su cara como siente toda mi humedad. Como cree haber metido sus dedos en un mundo paralelo gobernado por una gran y chorreante sauna de vello rizado. Como cree haber tocado el cielo con sus dedos. Veo en su cara como se olvida del banco, de sus tierras y de sus ovejas.

Él me sonríe.

Agradecida le muestro el camino a seguir. Agarrando su dedo índice, rodeo el centro del placer que ya empieza a sacar su redonda y dura cabecita. Bajo un poco más y lo metodentro de mí.

A duras penas logro reprimir un jadeo y la imperiosa necesidad de que ese dedo me entre en toda su extensión y, sobretodo, en todo su ancho.

Tiene una mano llena de duricias. Sus dedos son anchos y bastos, contrastando con mi bella y grácil entrepierna. Es una mano curtida con mucho tiempo de tierra, trabajo y sudor.

Quiero toda su mano dentro de mí, pero me contengo y devuelvo al extremo superior de mis labios vaginales, donde lo dejo rodeando y toreándome el clítoris.

Yo vuelvo un poco más arriba, magreando mis pechos de nuevo. Me encanta hacer eso mientras me masturban.

Un par de túneles después, él continúa con su dedo clavado en mi botoncito.

Sin dejar de sobar mis tetas, le pido con voz alta y clara: -"por Dios, méteme ya un dedo. No lo soporto más".

Tan atento como hasta entonces, asiente como un perrito y se introduce en mi coño.

Mi espalda se arquea y miro al techo del vagón mientras le doy las gracias a él , a la madre que le parió y a un dios que, si nos está viendo, seguro que se está pajeando y no tardará dejar caer su lluvia sobre nosotros.

El jadeo retumba entre las finas paredes del vagón.

-"Me han follado pollas más delgadas que este dedo"- le lanzo en un agudo grito para añadir " cabrón".

El insulto parece espolearle y inicia un mete-saca digital que mi coño no soportará demasiado rato sin reventar.

Poseído por su faceta más granjera, me ordeña el coño hasta conseguir que gotee un continuo y denso flujo acompañado por mis jadeos más intensos e incontrolables.

De improviso el tren se va cubriendo de una fina lluvia que no tarda en empapar los vidrios y humedecer un ambiente ya de por sí bastante mojado.

Me tomo la aparición de la lluvia como un cambio de acto y me levanto, dejando mi coño lleno de aire, mi cuerpo lleno de ansia, y sus dedos tiritando de frío.

Reduzco la ínfima distancia que nos separa con mis dedos extendidos.

La cremallera no es obstáculo para mis experimentados dedos en profanación de braguetas. El calor los inunda al instante que atraviesan el límite de la cordura que marcan sus pantalones. Una vez en el interior, no tardan en contactar con el objetivo.

Lo palpan.

Una muesca de contrariada decepción. Es un pene discreto, a la altura del propietario: vulgar a más no poder, ni alto ni bajo, ni gordo ni delgado, ,ni feo ni guapo. Me atrevería a decir que tiene los dedos más anchos que la polla.

No tardo en comprobarlo al meterla en mi boca. La polla de, a lo sumo, 12cms. y 3 de diámetro, baila en mi boca como un badajo en una campana, pero yo me entrego a ella como si me fuera la vida en ello: la agarro con la mano derecha y la pajeo mientras mis labios se aferran al tronco como una sanguijuela. Enseguida me doy cuenta que no puedo ser tan efusiva ya que, con mi mano, casi cubro la mitad del tronco. Cambio la mano entera por dos dedos. Únicamente la mantengo recta y dirigida.

Succiono, lamo, relamo y vuelvo a succionar.

Giro mi cabeza de lado a lado alrededor del eje que fija mi boca, un eje pequeño, pero carnoso, jugoso y meloso.

La sustento por un lado mientras bajo por el otro con mi lengua atrapada entre mi cara y su rugosa pared vertical. Al llegar abajo voy hacia el otro lado pasando antes por sus huevos.

Al volver arriba celebro la nueva coronación aspirando su capullo hasta casi desprenderlo del tronco, metiendo mi lengua entre cada uno de sus pliegues, lamiendo con la punta el frenillo hasta que se convierte en piel y, entonces, vuelta a comenzar.

En la enésima vuelta al capullo, me freno sobre él y me lo miro a corta distancia. Elevo la mirada y la cruzo con la de él.

Le sonrío.

Cierro la boca sin dejar de mirarle, recojo la máxima saliva que puedo y me paso un mechón de pelo tras la oreja.

La vuelvo a abrir con la lengua rebosando líquido bucal.

Inclino un poco la cabeza y empieza a caer desde la punta de la lengua hasta la punta de su miembro.

Con la mano , y sin dejar de mirarle fijamente a los ojos, le unto la corona de la verga.

Bajo con la boca abierta. Muy abierta.

Una gran O se traga el cipote sin problemas hasta la altura de la garganta. Siento mi nariz hincada en su pubis, con los rizados bellos cosquilleando en la punta y sus huevos retozando bajo mi barbilla.

La polla se endurece en mi boca, llegando a lo que parece, su máximo esplendor.

Un "Oooohh ooohhh" resuena sobre mi cabeza.

Me aparto justo a tiempo de ver el primer borbotón blanco… y a partir de ahí un océano de blanca leche en forma de cascada continua y, al parecer, interminable. Seguro que el granjero tenía ahí dentro una acumulación de meses. Menuda corrida. Parece un toro.

Durante un breve lapso de tiempo me arrepiento de haberme apartado. Seguro que nunca podré volver a probar un blanco seminal tan natural, creado con la ingestión de productos 100x100 naturales. Cuando mi pensamiento acaba, me doy cuenta de lo lista que he sido porque la polla continúa escupiendo sus blancas entrañas.

Si eso me pilla, ahora estaríamos leyendo en todos los periódicos la gran tragedia de una joven española que viaja sola y que no supo ver lo que se le venía encima.

Maravillada por semejante explosión, agarro el miembro mientras aún escupe los últimos goterones. Desde luego la he subestimado por su tamaño.

Con cuidado la aprieto y recojo su piel hacia la punta, obligándola a escupir los restos acumulados sobre mi mano.

La polla se arruga. Me parece graciosa. Así acurrucada, con miles arrugas mirándome a la cara.

No puedo reprimir una sonrisa.

La polla se me escapa entre las manos mientras el granjero escapa por el pasillo subiéndose, como puede, los pantalones.

Yo le observo en su patosa escapatoria.

Espero que no se haya tomado mal mi carcajada. Nada más lejos de mi intención.

Vuelvo a mirar por la ventana. Los árboles siguen pasando. Y pasando, una y otra vez , hipnotizándome lenta pero eficazmente.

Sin dame cuenta caigo en un profundo sueño….

Deambulo desnuda por un bosque de abetos, brincando sobre un manto de hojas marrones, completamente desnuda, con mis pechos yendo arriba y abajo libres, con los pezones endurecidos al contacto al aire, el frío condensándose en mi caliente entrepierna. Detrás de mí suena un rumor lejano. Me giro y observo atentamente. De detrás de un muro de árboles surge un torrente blanco que los supera en altura y fuerza. Se dirige hacia donde estoy yo llevándose por delante todo lo que encuentra a su paso. Yo empiezo a correr asustada. Me giro, el torrente me gana terreno. Acelero. Mis tetas se vuelven locas, mis piernas gritan de dolor. Al volver a girarme el río blanco está pocos metros de mí. Tan cerca que me llega su olor. Veo su textura. Capto la vida moviéndose dentro de él. Es semen. Me quedo quieta. Abro los brazos. Cierro los ojos y abro la boca… estoy dispuesta a recibir tan gloriosa muerte……..

Mis ojos se abren de repente.

Rayos de luz agraden mis pupilas haciéndolas contraer violentamente.

Me cubro los ojos.

Me seco el sudor acumulado en mi frente y la salivilla en mi barbilla.

Jadeo profundamente debido a la pesadilla.

Era un río de semen desbordado que me perseguía? Es posible que haya soñado eso?

Uuuffff, estoy muy mal.

Me levanto para ir al baño.

Al hacerlo, el pie me patina.

Miro y veo una gran mancha en el suelo.

Ahora lo recuerdo…… por eso el sueño…… Me río a carcajada limpia.

Por el pasillo viene el joven que anoche dormía mientras yo me "lavaba" los dientes. Su cara de asombro empieza al mirarme. Se detiene. Al instante vuelve a caminar, casi correr, después de mirarme los pies.

Está claro que ha visto la gran mancha blanca del suelo, pero porqué me miraba como si tuviese monos en la cara?

Me palpo la cara en busca de los monos.

Nada

Al caer , mis manos rozan mis tetas.

Algo húmedo los recibe.

Miro y veo una mancha oscura sobre mi camiseta.

La toco.

Levanto los dedos.

Los separo,

Unos hilos densos los unen.

Los acerco a mi cara.

Aspiro profundamente.

Queda claro que no me aparté todo lo rápido que creía.

Me giro rápidamente en dirección al baño.

Mi mano y mi vejiga necesitan un alivio.

Llego y abro la puerta.

Acciono el interruptor,

Nada. No funciona.

Da igual, la urgencia apremia y me siento capaz de mear a oscuras. Creo que sé donde está todo.

Bajo mis pantalones y después el tanga.

Me volteo y me agacho.

Unas manos aferran mis caderas y tiran hacia abajo.

El grito que pego es de campeonato.

Bajo mis muslos siento otros igual de desnudos pero mucho más peludos.

Entre mis nalgas se clava algo caliente y duro.

Me olvido de mear cuando eso caliente y duro me obstruye el canal de salida con una súbita penetración.

Golpeo sus muslos con mis puños cerrados y los labios prietos de furia.

La súbita y completa introducción del aparato me obliga a callar y dejar de golpear. Por un momento he pensado que era el granjero, pero la magnitud del elemento introducido me deja claro que no es él. El fuerte calor de mi vagina, muy a mi pesar, me obliga a callar y cerrar los ojos de puro gusto.

Sus manos aferran mis tetas con fuerza y tiran de ellas arriba y abajo obligándome a brincar sobre la polla como una jinete desbocada.

Una de sus manos baja hasta mi entrepierna, agarrándome el clítoris, haciéndome cantar ópera a base de sonidos primitivos y guturales.

Decidida a terminar con esto, contraigo mis músculos vaginales. Mi cuello uterino aprisiona el embutido violador con fuerza, esperando que salga disparado hacia fuera.

Primer error: la polla presiona con más fuerza y violencia mientras una voz me susurra al oído: -"Te lo estás pasando bien , eh, guarra. Aprieta, aprieta que me pones aún más viendo lo zorra que eres."

Aflojo lentamente al ver que no surte efecto y que, además, al apretar la siento más aún… y me gusta.

Las manos del oscuro follador me agarran las nalgas por debajo y me suben y bajan haciendo entrar la polla en toda su longitud, nada corta, por cierto.

Entre subidas y bajadas mis manos se cuelan entre nuestras piernas y agarran sus huevos. Aprieto con fuerza mientras me cago en su puta madre.

La oscuridad me contesta con voz grave y decidida: -" Sí, sí zorra me encanta que me aprietes los cojones".

Así sigo siendo follada por la más absoluta oscuridad, y, muy a mi pesar, me folla bien. Muy bien, con envites largos y profundos, una cadencia lenta ….

Aún con sus cojones agarrados, él pasa unas manos por mis tetas soltando mis nalgas. La caida y la consecuente penetración es brutal.

Mientras una recorre mis tetas, la otra mano se introduce entre mis muslos.

Los junto con fuerza, pero él tiene más.

Mientras el dedo ejerce de batuta de mi cante, otros dos dedos se posan sobre el punto donde su sexo se pierde en el mí. Siento como me separa.

La inquieta extremidad vuelve a subir cambiando de labios, ahora los de la boca, y se meten entre ellos como dos culebras asustadas. Yo no puedo hacer otra cosa que lamer y chupar todo lo que me brindan, notando el aroma a conejo que desprenden. Mi lengua inicia un baile con los dedos mientras los aspiro con todas mis fuerzas.

Sus huevos rebotan en mis glúteos, sus dedos me pintan la boca con los fluidos de mi coño, su polla me abre la vagina en canal pero nada de estos aspectos físicos pueden igualar a la excitación que me provoca no saber quien es, ni poder verle, ni que me haya dado una oportunidad para nada…. Es pura excitación psicológica lo que hace que no me importe nada estar siendo violada en el baño de un tren.

Una de mis manos baja y agarra su polla. La resigo y agarro cuando mi culo sube. Noto como se endurece como el hierro cuando yo bajo. Me encanta hacer eso.

De repente, mi camiseta me tapa la cara. No importa porque tampoco veía nada antes, pero lo que no me gusta es sentir ese vacío en mi coño que han provocado las manos del oscuro pasajero al levantarme.

Las mismas manos me aferran por las caderas y me voltean, dejándome de cara a él.

Intento verle, pero es imposible.

Casi sin querer vuelvo a bajar, buscando a tientas la "apoyadura" que me brinda.

De un manotazo me aparta las manos y es él quien se la agarra y la dirige a mi coño mientras me separa los labios con la otra.

Grito

Y grito

Cada centímetro de polla dentro me obliga a subir 10dB.

Cuando mi culo nota sus huevos, mi grito es capaz de despedazar todos los vidrios de 1Km a la redonda.

Él incrusta su cara entre mis tetas.

Noto los pezones como piedras y del tamaño de una manzana girando sobre su lengua.

Yo aprieto su cabeza con fuerza hacia mí, intentando ahogarle con un pezón.

Hasta yo me río de mis tácticas anti-violación.

Noto mis muslos empapados.

Noto sus huevos rebotando contra mi culo como si fueran pelotas de tenis.

Abandono su cabeza y me agarro a su espalda. Le clavo las uñas todo lo fuerte que puedo.

-"Así, así zorra. Estás disfrutando tanto como yo , ehh??. Me encanta que las zorritas que me follo me dejen sus marcas".

Mientras mis uñas describen rectas infinitas en su espalda, admito la gran razón que tiene: estoy disfrutando como una perra de la follada, gozo de su tranca empalándome sin compasióooon ".

Las marcas de mis uñas describen una trayectoria descendente clara. No tardo en aferrar sus nalgas y tirar de ellas hacia el interior de mis piernas, pidiéndoles más fuerza, más presión , más de todo.

Un dedo sale, furtivo, en busca del premio gordo.

Fácilmente lo encuentra y se incrusta en él.

El ano responde con abrazos fuertes.

La polla responde con empaladas aún más salvajes.

Él grita a viva voz lo puta que soy.

Yo no puedo más que lanzar pequeños grititos entrecortados.

La oscuridad se vuelve blanca. Mi coño abarca el universo. Mi cuerpo sale volando por encima del tren, hasta llegar al paraíso y caer de nuevo al baño , obligándome a estirar todos mis dedos, a contraer todos mis músculos y morder el cuello del oscuro pasajero.

El dedo de su culo también se extiende.

El anillo anal se contrae espasmódicamente alrededor de él.

Empieza a llover en mi coño, sobre sus huevos, sobre mi mano.

Ambos nos quedamos quietos. Yo aún noto su polla dentro de mi, temblando , palpitando.

A tientas, busco a los lados en busca de papel.

El desperdicio me llena la mano que aún mantiene un dedo en su culo.

Localizo el papel a mi izquierda.

Abandono su culo.

Me levanto.

La polla y mi coño se despiden con un sonoro BLOOPPP.

Tapo rápidamente mi almeja con el tapón de papel.

La blanca lluvia continua pero, ahora, sobre el paraguas de papel higiénico.

Tiro la pelota de papel al suelo y recojo más. Mi coño aún requiere más limpieza. Me lo friego con brío, metiendo un poco la punta de un dedo para asegurarme de limpiarlo bien.

Con dos fregoteos y una pequeña penetración digital más, creo que ya está la cosa bien limpia.

Mientras tiro la segunda pelota, la puerta se abre.

El resquicio de luz me muestra la bola manchada entre mis dedos, que lanzo con cara de asco.

Al girarme sólo alcanzo a vislumbrar una silueta a contraluz.

De nuevo oscuridad.

No se si salir corriendo a pegarle una paliza y llamar a la policía o a comérmelo a besos.

Me subo la ropa interior y los pantaloncitos. Enseguida noto la humedad acumulándose en mi ropa interior.

Friego mis manos con el mismo brío que antes mi coño, dando especial atención al dedo que se ha metido en sus posaderas.

Al volver a mi asiento, no paro de mirar a los lados en busca del oscuro pasajero. Ninguna pista. Me muevo inquieta, buscándole e intentando no notar la humedad de mis bajos.

Llega mi estación de destino.

A las puertas espera el revisor.

Yo me preocupo más por que no aparezca una gran mancha en mis pantalones, me siento la entrepierna como si fuera un pantano.

Espero mientras los pasajeros de delante enseñan sus billetes al revisor.

Yo avanzo con el billete entre mis dedos y la mirada perdida.

Llega mi turno.

El revisor ni lo mira y me deja salir.

Desde abajo me lo miro extrañada.

Él me saluda.

Una voz familiarmente oscura me dice -"Me da igual si tienes o no el billete. Yo ya me he cobrado el viaje"- .

Se cierren las puertas y el tren se lo lleva de mi vida para siempre.

Salgo de la estación con la cara del revisor grabada en mi mente y su polla en mi coño.

Pillo un taxi, que me lleva a una casa particular donde he reservado habitación.

Llamo a la puerta y me abre un hombre de unos 50 años que me mira de arriba abajo mientras me sonríe.

-"Tú debes ser Tania, no?"- me pregunta

Yo asiento y, rápidamente, me meto por la puerta.

Él me coge la maleta y me conduce, escaleras arriba, hasta mi habitación. Le agradezco su galantería al dejarme pasar primera.

Menuda galantería, de reojo compruebo como su mirada se clava en mi culo que asciende a escasos centímetros de su cara.

Al llegar arriba, me enseña donde está el baño y mi habitación.

Enseguida me deja sola.

Me estiro en la cama completamente exhausta.

Justo cuando noto esa pesadez en las pestañas que precede al sueño, me incorporo. Necesito ducharme antes de dormir.

Me veo reflejada en un espejo que hay en la pared.

Mi cara se vuelve de color rojo intenso. Noto como la vergüenza me sube desde los pies hasta la coronilla enrojeciendo lo que pilla su paso: en el espejo, veo claramente una mancha oscura, de dimensiones considerables, justo donde mis piernas se convierten en ingles.

Me levanto y me giro.

La mancha prosigue por la parte interior de mis nalgas.

Mis ojos se cierran. Mis labios crean una mueca de disgusto: está claro lo que miraba el amable señor de la casa.

Con las orejas aún enrojecidas yo y mi mancha púbica nos metemos en el lavabo.

Dejo que el agua caiga libre por mi cuerpo. Froto y limpio mis partes íntimas con especial dedicación. De nuevo vuelvo a limpiar el dedo del premio gordo.

Al cabo de más de media hora, salgo del baño, cubierta sólo con una toalla y mi ropa sucia en una mano.

Cruzo el corto pasillo lo más rápido que puedo mientras me sujeto la toalla a la altura de mis pechos.

En mi premura, choco contra algo. De mi mano salen disparados los manchados pantalones, la camiseta de tirantes y el tanga. Sobre mi cara cae algo blando y de suave aroma.

Me lo quito lo más rápidamente que puedo y veo que son unas toallas.

Ante mí, el casero. También ha caído. Me mira fijamente.

Sigo su mirada.

Ahora mi cara se pone blanca. Siento la sangra abandonar mi cuerpo.

Al caer, la toalla se ha abierto por el sitio menos indicado para mí, pero el más glorioso para él. Toda mi pelambrera privada queda a la vista que, con su sonrisa vertical, parece estar haciendo las presentaciones con el sorprendido casero.

Me tapo y me levanto lo más rápido que puedo.

Pero el casero lo es mucho más y, sin mirarme, recoge mi ropa sucia diciendo que me la devolverá limpia como los chorros del oro.

Ni siquiera tengo tiempo de protestar. El casero parece poseído por un correcaminos.

Me meto en la habitación y me dejo caer contra la puerta.

Me echo a reír como una posesa. Menuda cara ha puesto el tío. Casi he podido ver mi raja reflejada en sus pupilas de tan abiertos que tenía los ojos.