El viaje de Sara

Sara era sumisa. Desde que tenía uso de razón solo deseaba un hombre que hiciera con ella lo que le diera la gana.

Este relato es completamente ficticio. No pretende ser una guía de nada ni demostrar nada, y seguramente, no tenga continuación.

El chico era un completo imbécil. Se le notaba en la forma de comportarse y dar la chapa.

Ella en cambio era un regalo. Joven, con clase, guapa y callada.

Llevaba puesto el vestido amarillo que la había mandado y sus pezones se marcaban claramente al no llevar sujetador, ni seguramente bragas.

Como había terminado semejante joya con ese desperdicio humano era algo que no entendía.

Como habían terminado los dos delante de mi era algo sencillo de entender.

Contesté a un anuncio de contactos de una pareja que buscaba a un amo para una fantasía.

Cuando abrí el mensaje esperaba encontrarme con el típico matrimonio de mediana edad aburridos de todo, deseosos de experimentar cosas nuevas.

Nunca esperé encontrarme con un par de polluelos recien salidos del cascarón.

Pero me encapriche de la chica en cuanto la vi.

Fue sencillo convencerlos de que me mandaran una foto suya desnuda para asegurarme que iban en serio y a partir de ahí, dominarla por completo.

-Y eso es todo.

-Así que resumiendo, quieres prestar a tu esclava un hombre para que este haga lo que quiera con ella.

La chica se enrojecio ligeramente. Como buena sumisa, no era una idea que la desagradará.

-Sí... Esa es la idea, pero no es mi esclava.

-Por supuesto, solo es tu novia y solo estáis cumpliendo una fantasía.

-Sí, eso es. Una fantasía de los dos.

El chico arragó a su novia por la cintura, con confianza. Ella estaba ligeramente avergonzada.

-Me parece de puta madre. ¿Hay algún tipo de limite?

-No, puede follarla como guste.

-Por supuesto que la pienso follar por todos los agujeros de su cuerpo. - Aseguré bruscamente consiguiendo un nuevo sonrojo de ella. - Me refería a otras cosas, eso ya lo daba por supuesto.

-Claro, claro. ¿Qué cosas?

-Cosas de amos, ya sabes. ¿Puedo azotarla, pegarla, orinarla...?

-Yo no lo he hecho nunca, no me atrevo, pero si ella no tiene problema...

-Eres su amo, chico, lo que ella diga o deje de decir no le importa a nadie.

-Sí, puedes hacerlo – dijo él al cabo de unos momentos.

-Bien

Saqué el móvil y pusé la cámara a funcionar.

-Solo para estar seguros, di eso delante de la cámara.

-Yo, Javier Guitierrez de la plaza, prestó a mi novia...

-Esclava – apunté yo. - Queda más técnico.

-A mi esclava... para que haga con ella lo que le de la gana.

No citó mi nombre, seguramente porque estaba tan empalmado que se le olvidó hacerlo. Pero no importaba, ya tenía lo que andaba buscando.

-Muy bien chaval, ya puedes irte a pajearte, que lo estás deseando.

Javi me miró sorprendido por mi rudeza y luego echó un vistazo una última vez a su novia antes de salir disparado a hacer sus cosas.

-¿Te has dado cuenta que ni si quiera ha dicho una fecha en la que acaba todo esto?

Ella asintió con la cabeza.

-Bien, salgamos de aquí.

No había mucho más que decir por ahora.

Quería probarla antes de meterla en el coche. Una pequeña muestra de lo que la esperaba.

La encamine hacía el callejón que había al lado del bar donde había quedado con la pareja.

No sabía cuantas pollas se había comido antes de llegar a mi y tampoco me importaba.

Yo iba a follarme su boca.

Así que tras hacerla entender que la quería de rodillas y con la boca abierta, me saqué la polla, agarré su cabeza y se la metí hasta el fondo.

Y comencé a follarme su boca.

Tal y como suponía al notar sus reacciones, nadie le había hecho nada parecido.

Para aguantar mis salvajes embestidas, Sara colocó sus manos en el suelo poniendose a cuatro patas.

Cuando noté que estaba por correrme, paré y comencé a rebozarle la punta de mi polla por su carita.

Y me corrí llenándola toda la cara de semen.

-¿Te ha gustado?

Sara creyó que me refería ella, pero una voz masculina no tardó en sacarla de su error.

-Mucho.

-Diez euros y te la come. - Le dije yo.

-Somos cuatro en la cocina, y yo me la pienso follar.

El negro era básicamente un armario empotrado, así ninguna gana de discutir con él y menos por una perra que me importaba una mierda.

Simplemente agarró del pelo a Sara, la obligó a levantarse y la pusó cara a la pared.

Levantó su vestido y colocó sus enormes manos en sus caderas.

Y comenzó a empotrarla.

Sara gemía con cada embestida.

Ni si quiera preguntó si podía correrse dentro o fuera.

Lleno el coño de la hembra de semen y punto.

Mientras tanto habían salido los tres hombres que quedaba en la cocina.

Como vi las dudas reflejadas en sus rostros, deslicé las hombreras del vestido de Sara dejándola totalmente desnuda en plena calle.

Incluso la quité sus caros zapatos.

Ella se tumbó encima de él, con las piernas abiertas y los pies apoyados en el asfalto, dejando altas sus rodillas.

Seguramente era la posición más desvergonzada en la que había estado en toda su vida.

El primer chico no se lo pensó mucho más antes de colarse entre sus piernas y comenzar a darla duro.

Terminó completamente agotada tras despachar a los tres hombres, pero no se movió de su posición.

Al negro le entraron ganas de mear y decidió hacerlo encima de ella.

Lo hizo encima de su coño, de su vientre, de su cara, de su boca...

Porque sí, la ordené que abrierá la puta boca y que no se la ocurrierá hacer ascos.

Y ella tragó.

Se portó muy bien para ser su primera vez.

Los otros me miraron a mi pidiendo permiso.

Comenzaron a orinarla al igual que hizo su compañero.

-¿Sabes si el chico con el que ha venido sigue por aquí?

-Está dentro – me dijo el negro con una sonrisa donde mostraba todos sus dientes.

Sara me miró suplicante cuando vio que se marchaba.

Seguramente no quería que su novio la viese en estado.

Seguramente no quería que nadie que conociera la viera en ese estado.

No me importaba.

El negro no tardó en llegar acompañado del novio de la chica.

Y se miraron una vez más.

Sara apenas pudo soportar la mirada de su novio reorriendo todo su cuerpo.

Yo me acerqué a ella, metí dos dedos dentro de su coño sacando un gemido de ella y los saqué pringados de semen, solo para llevárselos a la boca.

Y ella me los chupó.

-¿Puedo... Puedo follármela?

-Este blanquito es tonto. Anda, tira pa dentro que te voy a presentar a tu nueva novia, la vaselina.

-Verás perra – comencé a decirla cuando nos quedamos solos – tenía previsto llevarte a mi casa, pero no pienso meterte apestando así en mi coche. Así que voy a llamar a un transporte adecuado para ti.

Uno de los chicos me trajó mi marca personal al rojo vivo y se lo planté cerca del coño.

Sara apretó los dientes para no gritar.


No podía creer lo que me acaban de hacer.

Todo parecía un sueño, y al mismo tiempo, todo era muy real.

Me palpe la marca recién hecha para asegurarme de que todo había sucedido.

-Todas sus perras la llevan. - Me dijo el chico. - Significa que ahora eres suya.

Que era suya... Las palabras resonaron en mi mente. Desde que empecé a masturbarme y pensar en chicos deseaba que los hombres hicieran conmigo lo que les diera la gana.

Pero siempre tuve vergüenza de decírselo al par de novios que había tenido y mucho miedo de buscar a alguien que lo hiciera.

Por eso acepté la extraña petición de Javi.

No sabía porque él deseaba entregarme a otro hombre, pero era el medio para conseguir al fin mi sueño.

Cuando al fin nos decidimos a publicar el anuncio solo recibimos una respuesta.

Sí, sólo una respuesta.

Al parecer, éramos un par de jóvenes recien salidos del cascarón y nadie nos iba a tomar en serio.

Él en cambio pedía foto mía desnuda para empezar.

Y accedí.

Me excitaba muchísimo pensar en mandar fotos mías a un desconocido de internet, solo a una dirección de contacto.

Y foto a foto, me iba haciendo cada vez más suya.

Le mande fotos mías del interior de mi coño, masturmándome, metiéndome cosas, poniendome pinzas.

Llegué incluso a mandarle vídeos míos orinando y dejar la cámara conectada en mi habitación todo el día.

Y sí, vídeos míos follando con mi novio.

Lo más duro que me pidio fue cuando solicitó vídeos míos follando con mi perro.

Le contesté que eso no, por favor.

Él simplemente contestó que o lo hacía, o no volvería a saber nada de él.

Fue cuando me di cuenta de lo enganchada que estaba a esta relación.

Intenté no hacerlo.

No hacerle caso.

Le supliqué que haría cualquier otra cosa por él.

Y no obtuve respuesta.

Así que una semana después de recibir la petición le mandé un único mensaje: Lo haré.

Aprovechando que me encontraba sola en casa, subí al gran dogo negro que tenemos de mascota a mi habitación.

Encencí la cámara, me desnude, me coloqué a cuatro patas en la alfombra y respiré hondo.

El macho de la habitación no tardó mucho en penetrarme.

Fueron las embestidas más salvajes y profundas que nunca había experimentado antes.

Me domino completamente.

Tras inundar mi vagina con su leche, nos quedamos abotonados, como dos amantes, con mi cuerpo aguantando su peso.

Fue la experiencia más intensa de toda mi vida hasta ese momento.

Cuando mi amo me confirmó que lo había visto me sentí la chica más feliz del mundo entero.

Es difícil explicar la felicidad que te embarga cuando cumples los deseos de tu amo.

Luego llegaron más peticiones.

A mi amo le gustaba verme con el chucho.

Le gustaba verme sometida por él, verme chupar su enorme polla, verme tragar todo su semen, verle destrozando mi culo.

Me había convertido en la hembra de mi propia mascota.

Finalmente mi amo me aseguró que había llegado el momento de conocernos en persona.

Mi novio recibió su mensaje del lugar y la hora y yo la forma de vertirme para él.

Cuando le vi por primera vez, mi corazón saltó de alegría.

Era un hombre mayor, sí, no muy guapo, pero eso me daba igual.

Era mi amo y eso era lo único que me importaba.

Y ahora estaba allí, desnuda en la calle, empapada de meados, esperando, tras ser follada por una bestia y tres hombres.

Me sentía realmente dichosa.

No tardó en llegar un transporte para perros.

Al abrir la puerta trasera de la furgoneta pude notar el fuerte olor que venía de dentro.

Y después de que mi amo me colocará un collar, entré en ella.

Me llevó hasta la perrera municipal, donde una habitación cerrada me esperaba.

Me encadenaron al suelo, de tal forma que quedaba a cuatro patas.

Y comenzaron a pasar.

No sé cuantos perros me follaron.

Cuando supliaba a mi amo que parasé, que ya no podía más, este me azotaba en el culo, en la planta de los pies, en el coño.

Incluso les permitió a los perros que pusieran sus garras encima de mi.

Utilizaron indistintamente mi vagina, mi culo y mi boca.

Me tragué meadas y mierda, tanto humana como animal.

Acabé absolutamente destrozada.

Cuando todo acabó me dejaron descansar en el cuarto donde estaba.

Mi primera noche en una cuadra.

Me encontraba tan dolorida y tan cansada que me costó conciliar el sueño.

Me despertó mi amo a la mañana siguiente, agarrándome de los pelos y metiéndome la polla en la boca para mearse en ella.

Y yo me lo tragué todo pues ese era mi deber como su esclava.