El viaje de Mel

De como unas vacaciones en Portugal se transforman en un sueño de placer y amor. Dedicado a mi musa Beluki, querida autora de relatos.

Era la primera vez que Mel estaba en Portugal, atrás había quedado el ajetreado año de trabajo y, por fin, podía relajarse con unas vacaciones que había estado planificando durante tantos meses.

El destino seleccionado fue Cascais, otrora ciudad frecuentada por la nobleza y el jetset internacional; aunque Cascais ha perdido algo a manos de Montecarlo o Marbella, sigue siendo un lugar más que agradable para vacacionar, disfrutando de las hermosas playas de que dispone, por un lado, y del vecino Casino de Estoril, por otro.

-"Sí, estas vacaciones serán distintas. Realmente no haré más que disfrutar de la playa, y del sol. No me voy a volver loca por conocer veinte lugares en cuatro días. Como mucho viajaré hasta Estoril para ir al casino". Así pensaba Mel mientras ocultaba un bostezo y el micro de la empresa de turismo ya la transportaba desde Lisboa hacia Cascais

-"Esta es la ruta EN6, más conocida como la Carretera Marginal", interrumpió el guía turístico el silencio del micro y los pensamientos divagantes de Mel

-"A través de esta ruta llegaremos a Cascais serpenteando las playas todo el tiempo. Nos detendremos en Carcavelos en donde nos esperan con un almuerzo típico. Luego del almuerzo, van a tener alrededor de cuarenta minutos para que puedan recorrer un poco el pueblo…"

-"¿Almuerzo?", se preguntaba Mel. "Yo quiero dormir un poco…el viaje fue…lar…go y …"

Mel se iba quedando dormida, sus ojos se cerraban lentamente y su cabeza acompañaba inclinándose a un costado sobre la ventana, acunando su sueño con el leve rugir del motor del micro

-"¡Ay!", musitó Mel cuando un movimiento del micro hizo que su cabeza golpeara suave contra el vidrio y la trajo a la conciencia otra vez. Sus largas y negras pestañas agitaron levemente el aire a su alrededor y sus ojos color miel se pasearon por todo el micro deteniéndose en una muchacha que la miraba divertida y se sonreía como diciéndole: "¿te golpeaste fuerte?"

Para cuando Mel fijó realmente los ojos en esta mujer, su vecina casual en la otra hilera de asientos había vuelto a poner atención a los comentarios del guía. Mel la miraba como hipnotizada, no podía ver mucho pero lo que veía bastaba para despertarle pasión. Su vecina era una rubia no muy alta, probablemente de unos treinta años. A Mel la atrapaba el cabello de su hechicera: largo, suelto y revuelto con cuidado. Inconcientemente, Mel acarició su cabello y lo estiró un poco hacia sus labios medianos y delineados, atrapando algunas mechas, como obnubilada por una visión y pretendiendo apoderarse de esa desconocida aunque sea solo humo ante sus ojos.

Observó como se marcaba redonda una de las tetas de su vecina bajo una musculosa amarilla y subió su mirada hasta el hombro desnudo

-"¡Qué hermosa es!", se dijo para sí Mel mientras se mordía suavemente el labio inferior.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el frenar del micro y la verborragia del guía que exclamaba:

-"Vamos a entrar a esa tasca para almorzar un buen plato de centollos. Eso es, bajen, bajen…"

Mel no sabía por cuanto tiempo se había dormido, pero fue lo suficiente como para haberse perdido bastante del trayecto. Al momento de comenzar a estirar las piernas para luego incorporarse de su asiento, su vecina hechicera estaba de pie, volteando un bolso sobre su hombro mientras acomodaba su asiento.

-"Oye, no te quedes dormida ahora", le dijo a Mel mientras la miraba sonriendo.

-"Eh..n…o, no…jaja…ya me levanto"

La hechicera ya iba andando el pasillo del micro y Mel no le sacaba la vista de encima.

-"¡Qué hermosa es!", se repitió para sí mientras no perdía movimiento del trasero de la rubia conquistadora.

-"Ella es un ángel", decía por lo bajo mientras comenzaba su camino al almuerzo y seguía estudiándola con la mirada miel, sobre todo estudiaba ese trasero redondo y bien marcado debajo de unos Levi’s ajustados.

Mel fue una de las últimas en entrar a la tasca y se sentó casi sobre uno de los extremos de la mesa larga que había sido puesta para la ocasión. Rápidamente, fijó sus ojos vivos e incrédulos en su desconocida encantadora, estaban separadas por unos cuatro comensales y así, de frente, podía ver la plenitud de sus tetas que ofrecían un generoso escote al estirar en demasía la musculosa. Mel comenzó a recorrer el perfil de su nariz respingada hasta detenerse en los carnosos labios

-"Me encantaría comer esa boca, saborear esa lengua…", pensaba.

En ese instante, la hechicera gira su cabeza y sus ojos se clavan con los de Mel. Ambas se miraron fijo durante varios segundos hasta que Mel reaccionó e hizo un gesto a su compañera de viaje que oscilaba entre un saludo corriente y una afirmación que rezaba:

-"Sí, te quiero comer"

Su hechicera sonrío y le guiñó disimuladamente un ojo. Mel notó que los pezones de su acompañante habían comenzado a crecer y se delineaban bajo el corpiño, a lo cual Mel detuvo su mirada como si pudiera sacar su lengua y pudiera comenzar a lamer y mordisquear suavemente esos pezones

-"Mmm, qué ricos deben sentirse…sí…", se obsesionaba Mel en su interior.

Ya no importaba el salpicón de centollos ni el arroz salteado, desaparecía el vocerío, las risas, el tintinear de vasos, el crujir de panes, la cantina se esfumaba en un solo punto: la boca de la rubia hechicera. Esa boca cuyos labios apuntaban a Mel y se mordían suave, esa boca que se entreabría para dejar escapar la lengua en su nacimiento y mojar brevemente los labios, esa boca que mostraba apenas unos dientes blancos que se apretaban y acompañaban el entrecerrar de ojos de Mel concentrados en ella.

Su apasionada y desconocida acompañante también la estudiaba, Mel notaba como los ojos mar se apoderaban de su cara, bronceada suavemente por el sol del Mediterráneo, y le recorrían sus labios delgados y rosados. Los ojos de la hechicera no se detenían allí, Mel sentía como los botones caían rendidos al suelo y su camisa se abría para mostrar las tetas apenas cubiertas por el corpiño.

Mel sintió electricidad en su cuerpo y no pudo evitar sostenerse el escote de su camisa por miedo a que realmente fueran a desprenderse los botones.

La rubia sonrío mientras volvía a mirarle las tetas, y Mel, moviendo los labios pero sin dejar escapar sonido alguno, le dijo: -"Son tuyas".

La vorágine de la batalla apasionada desatada entre las dos muchachas hizo que prácticamente no comieran bocado, hecho del que ambas se percataron cuando la gente del contingente comenzó a levantarse de los asientos y enfilar hacia el micro. Mel se sentía nerviosa, su desconocida amante ya se había levantado y enfilaba hacia la salida:

-"¿Por qué no me espera?", se turbó Mel mientras comenzaba a caminar. Un mozo de la cantina no pudo más que quedar admirado de ella al pasarle a su lado, sus ojos se regocijaban con las tetas de Mel que apenas iban cubiertas por la camisa. Un par de botones habían saltado de su lugar sin que Mel se diera cuenta.

Ya habían subido al micro todos cuando Mel emergió de las escalinatas del micro hacia el pasillo, pudo ver las caras de sueño y regocijo de sus compañeros de viaje luego del almuerzo que casi no existió para ella pero, lo más importante, su encantadora amante todavía estaba de pie al lado de su asiento acomodando su bolso de mano. Mel siguió a paso firme, no sabía si decirle algo aunque, si por ella fuera, la tomaría del cabello hacia atrás y le comería la boca de una. Sin embargo, al pasar al lado de la rubia, Mel siguió caminando como si nada.

-"Vení para acá", susurró la rubia amante mientras tironeaba de la muñeca de Mel.

Las hermosas caras quedaron muy cerca una de otra, las narices casi se rozaban, Mel temblaba de pasión y en un arrebato pasó su lengua por los labios de la blonda amante. La rubia sonrió sobre los labios de Mel y le dijo:

-"Preparate, en el hotel te voy a devorar"

Las muñecas de Mel se liberaron del encierro deseado y su amante desconocida le dio la espalda mientras se sentaba en su lugar. Mel caminó hacia atrás y notó que su cueva chorreaba jugos de placer, sus tetas estaban a punto de explotar deseando ser liberadas y comidas por la hechicera.

El micro prosiguió su marcha y el silencio reinaba dentro, casi todos dormían luego del suculento almuerzo. Mel miraba por la ventanilla y no podía dejar de pensar en la rubia, la miraba desde su asiento y la notaba dormida. Mel, por fin, se rindió al cansancio y cerró sus ojos mientras el murmullo del mar acunaba su sueño.

Mel se movía ligeramente en su asiento, adormilada, abrió sus ojos cuando sintió que su compañera amante, su blonda hechicera la envolvía en sus brazos y su lengua dibujaba la curvatura de los labios cálidos de Mel. Las lenguas se cruzaban con furia mientras Mel atrapaba la cara de la hechicera entre sus manos y le sostenía, en parte, el mentón trayendo la lujuriosa boca de la blonda para fundirla en pasión con la suya. Mientra Mel se concentraba en comer la boca de su amante, la blonda rápidamente comenzó a meterle sus manos por debajo de la camisa y atrapó sus increibles tetas libres de corpiño. Los pezones de Mel, ya completamente duros, vibraron al sentirse manoseados, aplastados, tironeados, pellizcados. Mel, dormida, arqueaba su cuerpo sobre el asiento del micro; la hechicera le había abierto por completo la camisa y sus manos apretaban sus tetas, las juntaba y separaba, las unía para que su lengua ahora se dedicara de lleno a chupar, a lamer, a saborear cada centímetro de esas rotundas lolas.

Mel gemía y arqueaba aún más su espalda, sus manos empujaban la cabeza de la hechicera para que se perdiera toda entre sus formidables tetas. Mel se retorció de placer cuando su amante desconocida le comenzó a besar el cuello y las palmas de sus manos jugaban con los pezones, haciendo que las aureolas de las tetas de Mel se arrugaran y endurecieran como nunca antes lo habían hecho.

Mel estaba completamente entregada, sus ojos cerrados estudiaban el placer que provenía de cada rincón de sus tetas. Sus manos acariciaban a la hechicera mientras ésta ya le había bajado hasta los tobillos sus pantalones y ropa interior. La boca de su amante comía los pezones pero sus manos ya se encontraban trabajando entre las piernas de Mel, recibiendo los ríos de miel que fluían de la cueva escondida.

-"Aaahh…as..í…sí sí…despacito, mi amor…así…", gemía Mel arremolinando el cabello de la hechicera mientras ésta ya había descendido hasta el ombligo de Mel y lo rodeaba con la lengua

La hechicera recorría con detalle el contorno de la vulva de Mel, separando los labios calientes y empapados, juntándolos y volviéndolos a separar para acariciar con furia el clítoris, frotándolo sin piedad mientras el dedo índice de su otra mano se enterraba en el interior de la cueva de Mel y lo sacaba presionando las paredes internas de un lado y del otro, haciendo que la miel caliente saltara y chorreara entre las piernas abiertas de Mel.

-"Mmmm…putita divina…cuánta mielcita tenés escondida en tu cuevita…", decía la hechicera mientras no paraba de meter y sacar los dedos del interior de la vagina de Mel haciendo que ella levante sus piernas más aún para darle todo el lugar que necesita.

-"Sííí, es todo tuyo…para vos, mi amor…síí…así…así…no pares…por favor…soy tuya…síí…", aullaba Mel completamente fuera de sí, hipnotizada por los dedos y la lengua de la blonda amante que estaban a punto de arrancarle un orgasmo.

La misteriosa amante recorría ahora el interior de la vagina de Mel con su lengua, presionando contra las paredes superiores, mimando al clítoris, por dentro, junto a sus dedos, por fuera. La lengua de la hechicera parecía una verga dura y caliente que recorría cada centímetro de la vagina de Mel entrando y saliendo, abriendo como nadie lo había hecho antes ese tesoro oculto.

-"Aahahh…", sollozaba Mel al sentir como era amada con placer, furia y cariño a la vez.

La blonda amante bajaba con su lengua hasta empezar a desparramar, por todo el agujerito del culo de Mel, los jugos que caían. Ese culo redondo, carnoso, era abierto por la lengua de la amante misteriosa sin que Mel opusiera resistencia.

La lengua jugaba recorriendo el perímetro del agujero hasta que la punta comenzó a meterse en su interior, presionando y saboreando lo amargo de los pliegues del culo de Mel.

-"Aahh, por Dios…", gemía Mel mientras era penetrada por la lengua de su amante.

La blonda amante misteriosa la miró desde abajo, vió las tetas de Mel durísimas y por encima la cabeza de Mel inclinándose hacia atrás.

-"Y ahora…me vas a dar todo lo que hay para mí en tu interior…", dijo la hechicera amante al tiempo que metía profundo el pulgar de una de sus manos en el interior de la cueva ardiente de Mel y el pulgar de la mano restante lo introducía a pleno en el interior del culito. Mel abrió los ojos un segundo, se aferró a la cabeza de su misteriosa amante apretando sus cabellos, cerró los ojos y se devaneció en un profundo orgasmo que la hizo gemir y llorar de placer a la vez. La hechicera siguió moviendo sus pulgares unos instantes más dentro de Mel y cuando sus sollozos comenzaron a ser más suaves, la hechicera puso sus brazos alrededor del cuello de Mel y se unió a ella en un apasionado e interminable beso en el que las lenguas se fundieron con tanta fuerza que la sangre corría ardientemente en sus cuerpos.

-"Hemos llegado a Cascais", gritó el guía del micro.

Mel se sacudió en su asiento y se dio cuenta que todo había sido un sueño, un maravilloso sueño del que hubiera preferido no despertar. Cuando iba a incorporarse de su asiento, se dio cuenta que su camisa estaba abierta por completo, dejando ver casi la totalidad de sus tetas y su pantalón apenas estaba cubriéndole su cadera. Desorientada, miró hacia el asiento de la blonda amante y lo vió vacío. Titubeó, no entendía, ¿dónde estaba ella?. Levantó su mirada hacia más adelante del pasillo y ahí la vió. La hechicera amante iba a descender del micro pero antes giró su cabeza, miró fijo a Mel, le sonrió pícaramente, y con sus dedos acarició levemente la comisura de sus labios al tiempo que susurró de forma tal que solo Mel pudo escuchar:

-"Esta miel en mis labios es tuya. Te quiero".