El Viaje: Cap III: La oficina

Esta novela explora el viaje (en todo sentido) del protagonista, un muchacho sumiso e incapaz de satisfacer a una mujer, en su descenso a los mismísimos avernos del morbo y la degradación. Después de este viaje de ida, ya no volverá a ser el mismo nunca más.

LA OFICINA

La semana siguiente fue de un cambio radical. Vero y Pablo se vieron casi todas las noches e incluso alguna vez ella no vino a dormir. La mañana siguiente a ese día Pablo llegó a la oficina bastante tarde y muy alegre. En la sala de café se dedicó a contar, delante mio, como la noche anterior había salido con “una minita que era un fuego”. Debí soportar la historia con lujo de detalles de como mi jefe se había cogido a mi mujer, acabando cinco veces y dándole a ella cerca de 20 orgasmos entre el atardecer y la mañana.

Su comportamiento para conmigo se tornó “paternalista forzado”, como quien se siente superior y disfruta de hacer sentir al otro “su hijo bobo”. Al día de hoy no sé si Pablo era consciente de que yo ya lo sabía o no, lo que sí puedo asegurar es que le brillaban los ojos de morbosa malicia cuando me contaba de primera mano cómo se había garchado a “la novia de uno”.

Mientras tanto, Vero seguía llegando por las noches con las piernas flojas y la sonrisa gigante. Siempre despeinada y con el maquillaje algo corrido. Solía, sin previo aviso, treparse sobre mi y arrodillarse sobre mi cara. Yo sumisamente lamía y lamía hasta que ella se cansaba y decidía bajarse de mi cara. Las noches que decidí no lamer o hacerme el dormido sufrí tremendas masturbadas contra mi rostro, al cual cabalgaba salvajemente mientras me tironeaba del cabello.

Su último hábito adquirido durante aquellas madrugadas fue el de sentarse completamente desnuda en el sofá de nuestra habitación, abrirse de piernas y “pedirme” que me arrodillara entre sus piernas a besar su conchita usada. Aquello iba acompañado de tirones de pelo, asfixias entre sus piernas y algunas humillantes caricias en mi barbilla que me hacían sentir su mascota. Y siempre, siempre, el olor de Pablo presente.

Durante uno de aquellos días de humillación privada, y latentemente pública, Pablo me llamó a su oficina.

  • Te tengo que contar algo, Juli - me dijo sentado sobre la esquina de su escritorio mientras yo permanecía quieto en la silla. - Quiero decir, mostrarte algo, mirá…

Pablo volteó su monitor y le dio play. En la pantalla apareció un POV de su enorme pija Y Vero, completamente desnudita, de rodillas y con el maquillaje desparramado por la cara sonreía a la cámara.

  • Decime, ¿Quién es mi putita? - decía la voz de Pablo en el video mientras su mano aparecía en el plano para acariciarle el pelo y la barbilla.
  • Yo papi soy tu putita, tu putita favorita. - contestaba mi novia, golosa.
  • ¿Y me vas a mostrar lo que mi putita favorita puede hacer?

La Verónica de la pantalla abrió su boca, sacó la lenguita y lamió aquel tronco de carne desde su base hasta su glande con pasión, luego abrió la boca más grande y, sin usar las manos ni dejar de mirar a la cámara se la metió enterita en ella. La chupó así, con un increíble talento que jamás supe que tenía, sin dejar de mirar al lente con ojos devoradores. Yo no podía creer lo que estaba viendo, y lo humillante que era ver a mi novia chupar pija por primera vez; chupar pija como yo sabía que ella podía pero jamás había podido confirmar ni disfrutar.

  • ¿Querés que te coja toda? - preguntó el Pablo del video.
  • Si papiii
  • Pedímelo por favor.
  • Por favor papi - decía Vero en el video mientras le daba besitos y lamidas a la verga y sonreía a la cámara - cojeme toda, soy muy putita y muy golosa
  • Pero… ¿Vos no tenés novio?
  • Si papi pero el no me coje como vos, porfi, dale, garchame todita
  • ¿No te coje como yo?
  • No papi, nadie me coje como vos, ¡el ni siquiera me coje!
  • ¿Cómo que no te coje? - decía Pablo con saña mientras le pegaba con la verga a mi novia en la cara. Ella abría la boquita y sacaba la lengua.
  • No papi, no se le para nada, y encima la tiene chiquitita
  • ¿La tiene chiquitita? - carcajeaba Pablo
  • Siiii papi, re.
  • ¿Como la tiene?
  • Asi papi… - decía Vero riéndose mientras hacía el gesto a la cámara con sus dedos.
  • Deciselo, dale, hacé como que te está mirando
  • Perdón bebé, pero la tenes asiiii chiquitita mirá, y yo necesito una pija de verdad
  • ¿Quién queres que te coja, él o yo?
  • Vos papi, obvio, mirá la pjia que tenés.
  • Pedímelo como vos sabes, dale

Vero, en la pantalla, se alejó de él, el plano se abrió y pude ver que el video estaba filmado en esa misma oficina. Vero, completamente desnuda y excitada caminó en cuatro patas, moviendo bien el culazo, hasta treparse a la silla de Pablo, la silla del jefe, luego se volteó y miró a la cámara. Sacó bien la cola para afuera y comenzó a moverla como una perrita en celo.

  • Por favor papi, metele esa verga entera a tu putita, no seas malo
  • Es para el cornudo que lo mira por tv, no puta?
  • Siiii, mirá cómo un hombre de verdad se garcha a tu novia, mariquita, mirá lo que es tener pija….

El video se cortó y al segundo la filmación se retomó con Pablo cogiéndose duramente a mi chica, y con ella gimiendo y gritando obscenidades como jamás me había imaginado. La imágen continuó reproduciéndose y Pablo comenzó a hablar. Me costaba trabajo concentrarme en lo que decía, ya que no podía despegar los ojos de la pantalla donde mi novia era cogida salvajemente y disfrutaba demasiado de ello.

  • Te pido perdón, Juli, pero viste como son las cosas. Ella y yo tenemos historia, nos volvemos locos, no fue personal, te considero mi amigo.

Yo no podía creer que Pablo fuese tan cínico, pero tampoco podía enojarme. Después de todo, ¿qué podía hacer yo al respecto? estaba clarísimo en la pantalla quién era el que volvía loca a Vero, y quien debía conformarse con lamer su conchita usada. La humillación y la resignación se mezclaban en mi cuerpo mientras mi pitito se ponía duro en el pantalón de vestir.

  • ¿Todo bien, Juli? - preguntó Pablo mirándome fijo a los ojos. Mi mirada se debatía entre sus ojos fríos y malvados y la imagen mi novia recibiendo increíbles cantidades de leche sobre sus hermosas nalgas coloradas por los chirlos. La miré a ella.
  • Si, Pablo, todo bien.
  • Así me gusta - dijo revolviéndome el pelo como a un nene chiquito - ahora andá y haceme un café, dale.

Cuando me levanté Pablo me dio una suave palmada en el culo.

  • Dos de azúcar, ya sabés - dijo mientras se acomodaba para seguir viendo el video.

Desde aquel día la actitud de Pablo hacia mí se fue tornando cada vez más abusiva. Se divertía contándole a todos, siempre delante mio, como cogía con su nueva conquista, y yo siempre temía que terminara diciéndole a todos que su conquista era mi novia. Su poder sobre Vero acentuó su control sobre mí, y siendo honestos, jamás encontró resistencia. ¿Cómo podía resistirme en aquella posición? ¿Debía negar que yo no era hombre suficiente para mi hermosa novia? ¿Debía negar que Pablo, ademas de mi jefe era el dueño total de Verónica? A pesar de ser varios años mas chico que yo se comportaba con una seguridad demoledora, y yo no podía reaccionar más que agachando la cabeza y aceptando mi condición.

Pablo comenzó a tratarme más como a su secretaria personal que como a uno de sus empleados, y pronto todos comenzaron a hacer lo mismo. Gradualmente me convertí en “la secretaria” de Pablo y de todos mis compañeros. Obedecía sin chistar cualquier orden que me dieran, aunque no fuera parte de mi trabajo, como hacerle el café a todos y lavar sus platos, y a cambio Pablo, por el momento, me compensaba con su silencio; no así con su discreción.

Comencé a enterarme de cada infidelidad de mi novia directamente por Pablo. Me citaba a su oficina y me contaba sus planes cada tarde.

  • Hoy la voy a llevar a este hotel - me decía mientras me mostraba fotos de increíbles hoteles con jacuzzi en la habitación - mirá el conjuntito que le compré - agregaba después, y me mostraba fotos de mi novia enfundada en las mas sensuales piezas de lencería, todas modeladas exclusivamente para él.

Vero ya ni se molestaba en decirme a donde iba, pero a veces me dejaba ver como iría vestida, y que llevaría debajo de la ropa. Desfilaba provocativamente para mí los conjuntos más atrevidos y pornográficos, que incluían hasta collar y correa. Meneaba delante mio ese increíble culito, luego de acomodaba la corta pollera y se iba, y yo me quedaba solo, masturbándome como  un mono imaginando cómo Pablo ponía en cuatro patitas a mi novia y la cogía hasta desmayarla. Me lo imaginaba a Pablo contando todo al día siguiente en la oficina y haciendo comentarios en los que me miraba de reojo mientras yo agachaba la cabeza. Me imaginaba a mis compañeros hacerle chistes y comentarios a mi corneador mientras yo lavaba los platos de todos. “Pobre el cornudo”, “que se joda por putito”, “tremendo pito corto debe ser”...

Aquellas fueron semanas duras y humillantes. Podría escribir páginas y páginas sobre todas las situaciones penosas que pasé durante aquellos días, pero la historia que quiero contar es otra, la historia de como mi vida comenzó un espiral descendente sin retorno al núcleo del morbo sexual y la más absoluta humillación, y para eso creo necesario relatar dos hechos puntuales.

El primero ocurrió una mañana en la oficina. Pablo me llamó a su despacho y me hizo tomar asiento. A continuación me hizo mirar un video donde estaba con mi novia en mi propia casa.

  • Eso fue la noche que te hice quedarte a trabajar hasta la madrugada, ¿te acordas Juli?
  • Si, Pablo
  • ¿Sabías lo que estábamos haciendo nosotros?
  • Me lo imaginaba, si.
  • Ahora podes mirarlo, no hace falta que te lo imagines

En la pantalla, Pablo y Vero hacían todo tipo de guarradas en mi propia cama: el 69, en cuatro patas, de pie contra la pared, parecían dos animales que no se cansaban nunca. Me hacía sentir una mierda ver eso y sentirlo tan lejano, tan ajeno, algo que yo jamás podría hacer con ella, cosas que jamás podría hacerle sentir a mi novia.

  • Esto es lo que quería mostrarte, ¿ves? - dijo Pablo poniendo pausa en una imágen donde Vero estaba acostada en la cama y él estaba sobre ella, arrodillado a la altura de su pecho - siempre quise hacerle una buena turca entre las tetas y acabarle en la cara, ¿me entendes?
  • Si, Pablo
  • ¡Ja!, que vas a entender vos, si sos mas virgo… en fin, siempre quise hacer eso, y vos sabes bien que Vero siempre quiso tener un buen par de tetas. Así que para su cumpleaños yo le voy a regalar esas tetas que ambos tanto queremos.

Me explicó de un procedimiento nuevo, bastante costoso, mediante el cual las tetas quedaban casi indistinguibles de las naturales. Mientras me contaba me hablaba sobre como iba a disfrutar ese nuevo par de pechos mientras yo deseaba que me tragara la tierra.

  • Igual también es bueno para vos, Juli. Vas a poder mirarlas jaja. Te voy a mandar fotos de ellas cuando las deje llenas de leche, asi te haces la pajita sólo en tu casa, como a vos te gusta jajaja.

Yo me moría de la humillación mientras Pablo reía a carcajadas y me batía el cabello como a un niño.

Ese fue el primer momento en que sentí que la situación se estaba yendo de las manos; desde ese momento Pablo se atrevió a más. Yo ya no era tan solo el cornudito sumiso que aceptaba los cuernos, sino que era ahora parte del juego. Pablo me había hecho partícipe, y eso lo envalentonó a más. Y vaya que fue por todo…

Pablo movió sus influencias y dos semanas después Vero se había hecho la cirujía de sus nuevas y espectaculares tetas. Lamentablemente yo no estuve ahí para verlas ya que Pablo la llevó a una de las clínicas más caras de la ciudad y luego hizo la recuperación en su casa. El fin de semana siguiente ambos salieron de viaje; yo llevaba una semana sin ver a mi novia, que se iba de vacaciones con mi pequeño jefe. Me pasé todo el fin de semana masturbándome como un loco, imaginándome todas las guarradas que mi novia y mi corneador estarían haciendo, y sintiéndome humillado y culpable luego, sólo para que esa humillación se transformara en una nueva e incontrolable calentura que me llevaba a masturbarme nuevamente.

El lunes Pablo volvió a la oficina completamente renovado, parecía un semental y por primera vez se le notaba que era un millonario que buscaba vivir la vida a todo lujo. Me llamó a la oficina sólo para contarme lo increíble que había estado su fin de semana con mi novia, y cómo había gozado de sus nuevas tetas.

  • Tengo ganas de contarle a los chicos - me dijo - vamos al sauna.

Yo trague saliva. Siempre me había alejado de lugares como el sauna o las piscinas pues me daban miedo y vergüenza; no me gustaba convivir con otros hombres en situaciones de desnudez, por razones obvias, pero lo seguí a Pablo con la cabeza gacha y sin protestar.

En el vestuario comenzó a desnudarse hasta quedar en boxers, luego me miró y me dijo que me apurara. Lo hice, rojo de vergüenza, hasta quedar igual que el, luego lo miré; el me estaba mirando con lujuria maliciosa.

  • Dale, desnudate.

Me temblaban las piernas, pero por alguna razón no podía desobedecerlo. Puse mis manos en el elástico de mis boxers y lo miré. Los suyos le quedaban apretados, y entre sus piernas se marcaba un bulto enorme; el mio era inexistente. Comencé a bajármelos con todo el pudor del mundo hasta que tocaron el suelo. No levanté la mirada mientras escuchaba las carcajadas de Pablo.

  • Jajaja, increíble. Vero me dijo que la tenías chiquitita, pero pensé que exageraba. Ahora veo que no. - dijo entre risas burlonas.

Me sorprendí al ver la mano de Pablo aparecer en mi campo visual y atrapar mis huevitos entre sus dedos. Jamás otro hombre me había tocado la verga, es más, jamás otro hombre me había visto así, desnudo y expuesto.

  • ¿La sentís al menos? Ni siquiera pesa, la gravedad no la afecta jajaja - se carcajeaba Pablo mientras sostenía mis huevitos y mi pijita entre sus dedos.
  • ¿Querés ver la verga de un hombre de verdad? - me preguntó con un tono repentínamente serio. Yo no contesté.
  • ¿Querés, si o no, putito?
  • S...Si, quiero - dije, creyendo que era la respuesta que él buscaba, pero también respondiendo a un instinto nuevo que se desarrollaba en mi interior.
  • Sacala.

Me arrodillé ante él, tomé sus boxers y miré a sus ojos una vez más. Luego comencé a bajarlos lentamente hasta que, como los míos, tocaron el suelo. Frente a mí apareció una verga descomunal, majestuosa. Era la primera verga ajena que veía en vivo y en directo y me impresionó. Cómo puede caminar con semejante pedazo colgando, pensé, autohumillándome. Veía aquel trozo de carne venosa colgando entre sus muslos musculosos, cayendo en peso muerto atraída hacia el suelo, descansando sobre dos enormes y redondos huevos, todo depilado a la perfección, y sentía que mi pitito se encogía hasta desaparecer. ¿Todos los hombres tenían la pija así? ¿Era así como realmente se debía ver una pija? ¿Podía yo considerarme hombre con el maní que tenía entre las piernas?

  • Entendés ahora por qué Vero te hace cornudo, Juli?
  • Si, Pablo - dije, no solo por complacerlo sino porque realmente lo pensaba. ¿Qué mujer en el mundo se conformaría con un inútil pito corto como yo, existiendo semejantes pedazos de carne?

Cuando me di cuenta, seguía de rodillas con la verga de Pablo a centímetros de mi cara, y la miraba embobado. Miré sus ojos, y me levanté rápido. Pablo reía.

  • A ver, vení, acercala.

Lo obedecí sin chistar. Me coloqué a su lado y, resignado, acerqué mi ¿verga? a la suya. Incomparable. Dos cosas completamente distintas. Lo suyo era una verga viril, un garrote en reposo y la mía… la mía era un gusanito asustado intentando esconderse.

  • Ves la diferencia, ¿no? - Dijo Pablo bamboleando su enorme trozo de carne. Con el movimiento pareció despertar, se puso gomosa y creció unos centímetros. - A ver, hacé lo mismo, dale.

Tuvo que repetirme la orden dos veces para que me animara a cumplirla. Intenté imitar sus movimientos mientras miraba fijamente el bamboleo eterno de aquella herramienta, luego miraba mi pobre verguita apenas escapar de sus huevitos, que parecían dos almohadoncitos dónde su cabecita descansaba, porque nada en mí colgaba, nada era atraído al suelo por la gravedad.

Pablo estalló de risa viéndome “bambolear” mi pito. Luego, como ya era costumbre, me batió el cabello como a un niñito.

  • Dale, vamos pitulín, que están los chicos en el sauna.

Yo busqué con la mirada la pila de toallas e intenté agarrar una, pero Pablo me frenó en seco.

  • ¿Qué hacés pitulín?
  • Iba a agarrar toallas, Pablo…
  • ¿Por qué? ¿Te da verguenza que tus compañeros te vean la pijita? - no contesté.

Pablo repitió la pregunta con un tono más enojado.

  • Contestame putito, ¿Te da vergüenza?
  • Si Pablo
  • ¿Si Pablo, qué?
  • Si Pablo, me da vergüenza que me vean la pija
  • La pijita….
  • Si
  • Decilo entero
  • Me da vergüenza que me vean la pijita - repetí sumiso, y Pablo estalló en carcajadas.
  • Y si, a mi también me daría vergüenza que me vieran con eso, pero no me importa, vamos a ir sin toalla, dale.

Pablo empezó a caminar seguro y confiado hacia el sauna, y yo lo seguí asustado, cabizbajo como un perrito mal portado que sigue a su dueño; estaba a punto de pasar la mayor vergüenza de mi vida.

Entramos al sauna, ambos desnudos, y las tres personas que se encontraban en el interior levantaron la vista y silenciaron su charla al vernos. Pablo entró primero, bamboleando su enorme y viril verga con orgullo y saludando en voz alta; yo iba detrás. Después de varios segundos de miradas embobadas ante semejante espectáculo exhibicionista, las miradas se posaron en mí. Caminé despacio y torpe, ya sin la protección de Pablo delante. Me moría de ganas de cubrirme mi vergüenza con las manos, pero me daba miedo la reacción de mi jefe. Las miradas embobadas de los chicos se transformaron en risas y miradas cómplices. Me senté al lado de Pablo.

  • ¿No es mejor así? - dijo Pablo - como Dios nos trajo al mundo. No se que hacen con la toalla.
  • Tenés razón - dijo uno de los tres, el más gordito, para complacer al jefe, y comenzó a sacarse la toalla de la cintura.
  • Juli, sacales las toallas y llevalas afuera - me dijo Pablo sin reparos.

Volví a la realidad cuando escuché mi nombre, y sin coraje para negarme, me levanté. Los tres chicos se levantaron: Marcos, el más gordito, fue el primero. Por cercanía fue al primero al que le quité la toalla de su cintura. Ante nuestros ojos apareció una verga peluda, de huevos grandes y un grosor importante. Continué por José, el más alto y más picante de los tres, siempre tenía un comentario malicioso que hacer. Le retiré con vergüenza su toalla y apareció ante mi vista una pija larguísima, quizás más que la de Pablo, aunque no tan gruesa e imponente.

  • Que lindo sacarla al aire libre - dijo mientras se la sobaba ante mis ojos.

Luego fue el turno de Tito, el mas grandote de los tres. Retiré su toalla y apareció a la vista del público una verga con vellos perfectamente recortados y cuidados; una linda verga de generoso tamaño y buenas proporciones. Como era de esperarse, todas eran más grandes que la mía. Pero ese no era realmente el problema, sino la diferencia abismal entre las suyas y la mía. La mía era más pequeña por supuesto, pero comparada con la de ellos parecía la de un niño que aún no se ha desarrollado, un manicito, una miseria que no se podía llamar Verga.

Cuando todos estuvimos desnudos nos sentamos a disfrutar del sauna. Los tres comenzaron a preguntarle a Pablo como le había ido en su viaje. Él, con malicia, comenzó a contar su hazaña de cómo se había llevado a una novia ajena de viaje y se la había cogido sin parar y de todas las formas posibles.

Para superarse a sí mismo, y no quedarse en las mismas historias de siempre, reveló su nueva hazaña.

  • ¿Sabían que le pagué las tetas a la zorrita? - ante las caras de asombro de sus empleados, continuó relatando - Si, la muy putita es hermosa, perfecta, pero a mi me gustan las tetonas, me gusta poder meter la pija entre dos buenas tetas y pajearme hasta llenarle la carita de leche, así que le ofrecí el regalito y a ella le encantó.
  • ¿Y el cornudo que dijo? - preguntó Marcos, tocándose disimuladamente la verga
  • Que va a decir, si es re cornudo. Lo más gracioso es que todavía no las conoció jaja.
  • ¿Cómo no las conoció? - preguntó ahora Tito, también entrando en calor.
  • No, me la lleve al hospital y después se vino conmigo, las estrené yo.
  • Que hijo de puta, increíble. Y el cornudo acepta todo, así sin más… - cuestionó Tito nuevamente.
  • Tremendo putito debe ser ese cornudo, Pablo - dijo entre risas José, con su pija un poco morcillona.
  • Debe tener el pito recontra chiquitito el maricón! - añadió Marcos.

Todos, menos yo, estallaron en risas que yo intenté fingir.

  • Que feo debe ser tener el pito chiquitito y que te hagan cornudo, ¿no Juli? - me preguntó Pablo guiñándome el ojo y pegandome despacito con el codo.

En ese momento quise que me tragara la tierra, quise desaparecer del mundo, pero no podía, estaba ahí a merced de Pablo y de lo que el quisiera que pasara.

  • Si, que feo - dije tímido, y todos rieron.
  • Anda al vestuario y buscá mi celular.

Me levanté para obedecerlo, y cuando estaba rumbo a la puerta sentí la nalgada de Pablo, ya un clásico, pero esta vez con público. No me detuve, no me di vuelta, tan solo seguí mi camino rojo de vergüenza.

  • Es buena secretaria Juli, eh. -  le dijo Pablo a sus empleados, y todos rieron a viva voz. Yo hice como que no había escuchado.

Volví con el celular de mi jefe y se lo entregué, luego me senté y cubrí mi expuesto pitito con las manos.

  • Miren esto - dijo Pablo, y comenzó a hacer circular su celular. En él había fotos de mi novia. Esos tres infelices que disfrutaban de mis humillaciones vieron antes que yo las tetas nuevas de mi propia novia.
  • Tremendos pechos! - dijo José.

Todos coincidieron y entre risas y comentarios se fueron pasando el celular. Cuando me llegó a mi me quedé embobado con lo que veía. Varias fotos de las tetas de Vero invadían la pantalla de aquel teléfono, y eran unas tetas increíbles. Un tamaño perfecto, redondas, con una caída que las hacía parecer naturales. No pude evitar imaginarme cómo serían al tacto, esa piel dorada tan suave decorada con esos pezoncitos hermosos y apetecibles. Tan cerca estaba de ellos, y a la vez tan lejos.

  • Miren esto - dijo Pablo arrebatandolos el celular.

Tocó algo en la pantalla y lo giró hacia nosotros. Ante mis ojos atónitos, y los ojos sedientos y calientes de mis compañeros apareció un video de Verónica. Estaba arrodillada entre las piernas de Pablo, que se encontraba sentado en un sillón, y lucía un antifaz estilo veneciano demasiado sexy, demasiado porno. La pija enorme y dura de su amante se hamacaba en primer plano mientras ella le daba tiernos y sensuales besitos.

  • Dale un buen beso - ordenaba Pablo en el video, y ella obedecía entre risitas. - lamela, dale. Pasale bien la lengua - añadía, y Vero sacaba su linda lenguita y lamía desde los huevos hasta el glande con pasión y dedicación.

Los chicos estaban como locos, diciendo obscenidades mientras se le caía la baba.

  • Mandale un beso a los chicos de la oficina, putita - ordenaba Pablo en pantalla
  • Les mando un besito chicos, ¿les gusta como le como la pija a su jefe? - decía muy metida en su papel de estrella porno.

A continuación la mamaba con una habilidad sorprendente, mirando a la cámara, sonriendo y guiñando el ojo. Noté como las vergas de mis compañeros empezaban a despertarse, y noté con pavor como mi pequeño pitito hacía lo mismo.

  • ¿Te gusta mi pija? - preguntaba la voz de Pablo
  • mmmmm, me encanta tu pija amor, me la como toda. - decía Vero, poniéndose ahora en cuatro patas y levantando y moviendo bien la colita. La mano de Pablo se estiraba en el plano para alcanzar aquellas hermosas nalgas y cachetearlas duro mientras Vero gemía de placer.
  • Te gusta más mi pija, o la del cornudito?
  • La tuya amor, obvio, es enorme, hermosa, mirá

Vero tomaba aquella gigante verga y la masturbaba, sacaba la lengua y se pegaba en ella con la pija, se la refregaba por la carita, estaba prendida fuego, y esa verga estaba cada vez más llena de la saliva de mi novia.

  • La de mi novio es chiquitiiiiita

Tanto el Pablo del video como el de la vida real estalló en risas ante el comentario, al igual que mis compañeros, que ya se acariciaban disimuladamente sus miembros. Yo ardí en vergüenza y humillación.

  • Hablale, deciselo putita - Atacaba Pablo en el video
  • Perdón bebé, pero no puedo evitarlo, yo soy muy putita, me encanta la pija, me vuelve loca, y vos la tenes re chiquitita! - me decía mi novia a través de la camara, entre risitas maliciosas y lenguetazos bien mojados a la verga de su amante.

Mis compañeros estallaron en risas y gritos.

  • Lo chiquitita que la debe tener el mariconazo ese! - gritó uno
  • Tremendo putito, mirá la novia que tiene y se anda garchando a otro - añadió otro.

Yo quería que me tragara la tierra, y no entendía cómo no se habían dado cuenta que el cornudo era justamente yo, el pito corto que estaba sentado junto a ellos, rojo de vergüenza, en silencio y con su pequeño pene duro como piedra.

El Pablo del video se levantó del sillón, comenzó a masturbarse frenéticamente y acabó en enormes cantidades sobre la carita y la boca abierta de mi novia, que recibía todo como un néctar, feliz y golosa. Luego Pablo la enfocó en primer plano y ella comenzó a relamerse los restos de leche de sus labios, siempre sonriente.

Pablo corrigió el plano y todos pudimos ver a Vero de rodillas, completamente desnudita, con su sensual antifaz y su cara y tetas llenas de leche fresca. Vero, por iniciativa propia, comenzó a jugar con sus tetas como lo que eran: dos juguetes nuevos. Disfrutaba muchísimo de la situación. Sus manos comenzaron a frotar sus tetas enlechadas, esparciendo por toda su superficie la leche de su amante, de su semental.

  • Mirá cornudito como me estrenó las tetas mi macho… ya se que sos mi novio, pero estas dos son todas para él, ¿está claro, pitito? - decía llena de malicia, mientras recogía leche con sus dedos y se la llevaba a la boquita.
  • Mandale un beso a los chicos de despedida - dijo Pablo riendo.
  • Un beso a todos, amores, donde mas les guste - contestó mi novia, relamiéndose los labios y guiñando el ojo a la cámara. - Y otro para vos, cornudito, así toda llena de lechita tibia. - retrucó.

El sauna completo estalló en risas y gritos, yo permanecí quieto y en silencio Miré a todos mis compañeros y a mi jefe/corneador, todos lucían cuerpos transpirados y vergas semi erectas, poderosas y listas para la acción. Miré para abajo y me encontré con mi pitito, una miniatura comparado con sus armas, pero a diferencia de ellos el mío estaba completamente durito.

  • Apa, parece que a Juli le encantó el video - dijo Pablo riéndose.

En ese mismo instante sucedió algo que no esperaba, Pablo estiró su mano y, con dos deditos, atrapó mi verguita y le dio dos cortos sacudones que me sorprendieron de sobremanera.

  • Miren como se le puso jaja! -  añadió mientras me tocaba.

Yo me quedé duro, de piedra, sin saber qué hacer o cómo reaccionar ante lo que acababa de pasar.

  • Quizas le gustó la idea de cogerle la novia a alguien… aunque con esa vergota…. - sentenció, y todos estallaron en carcajadas.

Me limité a mirar hacia abajo mientras ellos se levantaban y se iban. Me encontré entonces solo, desnudo, sentado en el sauna de Pablo, completamente humillado por el, y sin embargo, con mi pito completamente duro. Sin saber bien por qué, abrí un poco las piernas y allí mismo comencé a masturbarme frenéticamente, y seguí haciéndolo aunque sólo dos sacudidas habían bastado para llenarme la mano y la pijita de leche.

Cuando volví en mi me invadió la vergüenza más intensa de mi vida, estaba completamente humillado, me odiaba a mi mismo, y sin embargo mi pito aún pedía acción. Me levanté, ya era demasiado patético masturbarme dos veces en ese lugar, pero me encontré con la última humillación de mi jefe: se había llevado mi toalla.

Esas dos situaciones hicieron un click en mi cabeza y creo, también, en la de Pablo. Esos sucesos nos demostraron a ambos que estábamos ocupando el rol para el que habíamos sido hechos, el rol al que estábamos destinados. Él, el lugar del macho alfa, el semental pijudo y poderoso destinado a poseer a las hembras más hermosas y yo, el lugar del sumiso cornudo, el pito corto, el poco hombre que no puede satisfacer a su hembra, el que debe arrodillarse y entregarla sumisamente al ejemplar alfa para que haga su trabajo, y que debería agradecerlo humildemente, agachando siempre la cabeza.

Después de todo lo que había pasado, los sucesos que pasarían a continuación caían por decantación; no había forma de detenerlos, ni razón válida para hacerlo.