El viaje a solas de mi novia (parte 2 de 2)
Mi novia se reúne con un viejo amigo con el que en su día surgió el roce... ¿Puede que el tiempo no sea el olvido?
María se despertó pasado el mediodía, después de la noche movidita anterior follando con Carlos. Me contó por el móvil el panorama:
Yo: ¡Buenos días! ¿Cómo vas? ¿Más recuperada? ¿Novedades?
María: Sobrevivo a duras penas, pero tampoco hace falta más... jajaja
Yo: ¿Tema chicos?
María: Pues tenía mensajes de Carlos y de Pedro.
María: Carlos pues… Quiere quedar más, y yo por ahora no jajaja
Yo: Sí que le has cogido manía…
María: Es que está feo dejarme sin orgasmo y darlo por terminado… Que yo disfruto el camino como la que más, pero al final es una cuestión de educación.
Yo: ¿Orgasmos por educación?
María: Exacto. Que no me corra y les dé igual es de mala educación.
Yo: Entiendo jajajaja
Yo: ¿Y Pedro?
María: Hemos quedado esta noche, haremos cata de bebidas que va a traer él.
Yo: Sí que vais fuerte, sí…
María: No creo que pase nada.
Yo: María…
María: ¿Qué?
Yo: Si Pedro ya te ha follado enterita.
María: Sí, pero pasó hace ya años, y ahora tiene novia y todo… Y yo ya no estoy tan loca como anoche.
Yo: Bien, ya lo veremos jajajaja
Acabamos de hablar y fue pasando el día. No hay mucho que comentar hasta la noche, cuando volvió a escribirme, ya de madrugada:
María: Se acaba de ir Pedro, y solamente hemos bebido y charlado.
Yo: ¿Pero ha ido bien?
María: Sí, sí, todo genial.
María: Nos hemos estado poniendo al día, me ha estado contando de sus problemas con su novia y sus cosas y tal…
Yo: Bueno, me alegro de que haya ido bien.
María: Hombre de poca fe que eres tú jajaja
Así fueron transcurriendo los días. María iba a trabajar, y cuando llegó el siguiente fin de semana, en lugar de salir con los de su empresa, volvió a quedar con Pedro, con resultados similares. Carlos seguía mirando de repetir con María, pero mi novia no estaba por la labor.
De esta forma llegamos al último fin de semana que iba a pasar María allí. Os relato lo que me contó María en cuanto pudimos hablar.
María y Pedro volvían a pasar otra extraña noche juntos en el hotel. Bebían, reían viendo extraños programas de televisión extranjera y hablaban sobre lo que fuera. En un momento dado, volviendo del baño, le habló Pedro:
- Las bañeras enormes de hoteles como este siempre me dan ganas de llenarlas de agua caliente, espuma, y meterme mientras tengo una copa en la mano. Quizás incluso teniendo un gato persa blanco fuera mirando, a lo genio del mal.
María soltó una carcajada.
- ¡Ya! La verdad es que a veces he pensado cosas así, pero al final nunca lo he hecho – admitió ella.
- ¿Por qué nunca? – preguntó él.
- Pues no sé… ¿Falta de tiempo? Y que hacerlo yo sola es como “bueno, pues solamente lo sé yo” – rió María.
- ¡Pues aprovecha hoy! – propuso él.
- ¿Qué dices? – se partió de risa ella - ¿pero cómo me voy a dar un baño a las 2 de la mañana un sábado estando tú aquí?
- Pues vas al baño, enciendes el agua… - fue diciendo Pedro.
- Ya, ya, lo pillo – bufó María.
- La oportunidad está ahí – apuntó él.
Ella se lo pensó unos segundos más.
- Venga, que solo se vive una vez – suspiró, levantándose y yendo hacia el baño, aunque luego deteniéndose y mirando a Pedro - ¿y tú qué harás mientras?
- Te puedo preparar un buen combinado, y te lo llevo a tu nube de espuma cuando me digas que ya puedo pasar.
- Está bien – concedió María, después de pensarlo un instante.
María me escribió al móvil mientras se llenaba la bañera:
María: Ya sé que suena raro, pero me voy a dar un baño de espuma. Está Pedro por aquí.
Yo: ¿Con él?
María: jajajaja no, no… Él me trae la bebida.
Yo: Como veáis, par de locos jajaja pásalo bien.
Un rato después María se desnudó, atravesando la espuma y metiéndose en el agua, quedándose tumbada en aquella bañera tan grande. Avisó a Pedro para que entrase, cosa que hizo él enseguida, encontrando a María cubierta de espuma hasta casi los hombros.
- Su bebida, señorita – hizo una reverencia teatral Pedro, ofreciéndole la copa.
- Gracias… emmm… Sebastián – contestó María.
Pedro soltó una carcajada.
- ¿Sabes que eso está súper feo hacia todas las personas que se llaman Sebastián? – rió Pedro.
- ¡Yo qué sé! – protestó María, dando una trago a la copa – voy bebida, no cuenta.
- Ya, claro… - sonrió Pedro.
- Bufff… - suspiró María – voy a ir al infierno de cabeza…
Pedro se sentó encima del váter.
- Tampoco es tan malo – dijo él - Tú no se lo cuentes a ningún Sebastián y yo tampoco lo haré.
- Dejemos el tema mejor – bajó la cabeza riéndose ella.
Los dos se quedaron en silencio un tiempo.
- ¿Sabes? – empezó Pedro - Me he alegrado de poder volver a verte estos días.
- Yo también, echaba de menos los ratitos contigo – sonrió María.
- Te echaré de menos – dijo él, algo afligido.
Viendo que se estaba viniendo abajo Pedro, María se quedó pensando unos momentos.
- ¿Y por qué no te centras en disfrutar el momento y ya está? – propuso ella.
- Si ya lo hago – contestó él, encogiéndose de hombros.
- Uy, sí, ya veo… Hurra… - bufó María, apoyando el brazo fuera de la bañera, mirándole – venga, suéltalo.
- ¿El qué? – contestó Pedro.
- Lo que te pasa – respondió ella.
Pedro se tomó su tiempo para responder, pero al final lo hizo:
- Pues que, joder, qué mala suerte tengo… - fue diciendo él – o qué tonto soy, ya no lo sé… Que tengo a una chica preciosa desnuda en la bañera y estoy empalmado como un mono en celo, pero no se puede hacer nada…
- ¿A qué te refieres? – preguntó María.
- Pues a que tu novio tiene un montón de suerte de tener una chica como tú, buffff… Lo que daría yo por alguien así…
- ¿Tan mal estás con tu novia? – dijo ella.
- Si no estoy mal, si la quiero, pero… - suspiró profundamente él – llevamos sin hacerlo ocho meses, más o menos… Y eso que vivimos juntos y solos.
- Eso explica lo del mono en celo – rió María.
- Sí ¿verdad? – sonrió él – y entonces, aquí nos tienes, los dos con pareja… No está bien, hay que ser fieles…
- ¿No me contabas el otro día que te había puesto los cuernos tu novia pero que aun así no te dejaba a ti hacer nada? – quiso confirmar María.
- Sí, bueno… - asintió Pedro.
- Pues eso, por justicia, tú eres libre de lo que quieras… - afirmó María – si ella puede y no deja que se lo eches en cara, lo justo es que también puedas tú.
- Bueno, aun así, tú sí que estás bien con tu novio por lo que dices – dijo Pedro.
María miró a su alrededor, al baño, buscando algo. Luego le miró a él:
- ¿Me traerías el móvil, por favor?
Él volvió enseguida con el móvil. En el momento que se lo entregó, ella le miró:
- ¿Me vas a hacer preguntarle a mi novio? – sonrió ella – si insistes, lo hago… Pero cualquiera diría que has olvidado la el día que follamos tú y yo en mi casa…
- Pero ese día habíamos bebido, estábamos todos un poco idos… - justificó él.
María soltó una carcajada sin poder evitarlo.
- ¡De eso nada! – afirmó ella – quizás estaba algo más cachonda de la cuenta por la bebida, pero lo que pasó fue algo que llevábamos tiempo esperando que pasara mi novio y yo… Solamente no se había dado la situación, pero no fue “accidental” – sonrió María, para luego escribir en el móvil.
Ninguno de los dos dijo nada. Luego el móvil vibró, y María le tendió el móvil a Pedro:
- Anda, toma, lee – le ofreció.
Pedro pudo leer la última parte de la conversación entre María y yo:
María: Oye, una cosa… Que Pedro está preocupado porque no sabe qué te parece si hacemos algo.
Yo: ¿Y eso? Pues despreocúpalo jajaja
María: Que necesita leerlo o algo, le voy a enseñar esta conversación si no te parece mal.
Yo: Ah, vale.
Yo: María, haz lo que quieras con Pedro, eres libre del todo jajajaja
Pedro levantó la mirada de la pantalla, alucinado, mirando a María con nuevos ojos. De hecho se permitió apreciar que la espuma de la bañera escaseaba más, apenas ocultando sus pechos y mostrando partes del resto del cuerpo.
- Mira, vamos a hacer una cosa… - le miró María, con una sonrisa – yo voy a salir de la bañera, que a lo tonto se está enfriando el agua y la espuma se acaba… - dijo, dando un gran trago a la copa – mientras salgo y me seco, espérame fuera… Si cuando salgo estás como ahora, hacemos como que nada ha ocurrido y seguimos como el resto de noches tú y yo, que también está bien, lo pasamos bien juntos – propuso ella, haciendo una pausa – y si cuando salgo estás desnudo y metido en la cama, pues ya lo vemos… ¿vale?
Él asintió, así que ella le indicó con un gesto que fuera saliendo del baño. Después María salió, secándose con la toalla, atenta a los sonidos fuera mientras. No escuchó la televisión encenderse y le pareció escuchar a Pedro quitarse la ropa. Sonrió, acabando de secarse. Luego abrió la puerta del baño y, en un brote de vergüenza y nervios, apagó la luz de la habitación al pasar por el pasillo. Cuando llegó frente a la cama podía ver que estaba Pedro dentro solo por la escasa luz de la calle que entraba por la ventana. María se metió dentro de la cama. Ninguno de los dos dijo nada, pero se acercaron. Casi a la vez, ambos dirigieron sus brazos hacia delante, tocando la piel de los brazos y el torso del otro. En ese momento María rompió la tensión, lanzándose hacia delante y besándole, rodeándole con los brazos. Comenzó entonces un frenesí de caricias, roces, besos y vueltas en la cama. Solo se detuvieron cuando Pedro empezó a tocarle entre los muslos a María, haciéndola gemir, al tiempo que devoraba uno de sus pechos.
- Ufff… - suspiró María – esto teníamos que haberlo hecho los días anteriores…
La chica suspiró, cerrando los ojos y disfrutando del dedo que, ya con descaro, hundía su amante en ella, jugando a sacarlo y meterlo, mientras su lengua seguía ocupada en los pechos. María hundió sus manos en el pelo de él, disfrutándolo y dejándose llevar.
- ¿Quieres decirme que esto podría haber pasado antes? – preguntó Pedro.
- Desde principios de mes, o mejor dicho, desde hace años… - gimió María – cuando te envié el mensaje de que quería que alguien me follase, no era coqueteo… Si te hubiese tenido ahí, madre mía… Lo hubiésemos hecho seguro…
- Habrá que recuperar el tiempo perdido entonces – sonrió él, besándola.
Junto con el beso, Pedro introdujo un segundo dedo en ella, golpeando y rozando con la palma el clítoris cada vez que sacaba y metía los dedos, dejando a María paralizada dejándose hacer.
- Llevo dos años pajeándome pensando en ti – dijo Pedro, sin dejar de mover la mano.
- Ufff… Eso me pone mucho – gimió fuerte María – a la próxima que te ocurra, dímelo y te envío fotos o algo…
María se movió entonces, colocándose sobre Pedro, haciéndole estar boca arriba.
- Espera… ¿el condón? – dijo de pronto él.
- ¿Tú lo haces con condón con tu novia y solo has estado con ella? – sonrió María.
- Bufff… Si cuando lo hacemos solo son pajas mutuas y ya está… Ni condón hace falta… - suspiró él.
- Pues entonces vamos a aprovechar los anticonceptivos que me tomo… - siguió hablando María, maniobrando sobre él, haciendo rozar el pene de Pedro entre sus muslos– yo creo que te mereces una de esas folladas como las que tuvimos tú y yo, a pelo y corriéndote donde quieras…
Los labios vaginales de María enmarcaban el pene de Pedro, deslizándose por él cuando ella se movía. María empezó también a masturbarse ella misma, tocando el miembro de Pedro cada vez que llegaba al clítoris.
Pedro gimió de placer y morbo, estirando los brazos hasta los pechos de María, disfrutándolos. Al poco, María se movió con más amplitud a posta, haciendo que Pedro empezara a penetrarla, gimiendo sonoramente. Los dos empezaron a moverse con ganas, dejando María de tocarse para moverse mejor.
- ¿Me quieres decir… - dijo entre jadeos ella – …que la última vez que follamos tú y yo… fue la última vez que se la metiste a alguna?
Pedro soltó una risita nerviosa.
- Sí – admitió él.
- Bueno… - contestó María, moviendo las caderas con más fuerza – pues aprovecha y fóllame con todas tus ganas… - dijo ella, gimiendo más fuerte.
Él la sujetó por las nalgas con las manos, penetrándola sonoramente.
- Fóllame sin contenerte – siguió hablando María.
Pedro sujetó a María por las caderas, moviéndose los dos juntos rápido y ampliamente
- Córrete sin miedo – rió María entre gemidos – aunque te corras, vamos a seguir follando hasta que te hartes… no me pienso volver a poner bragas hasta que estés satisfecho…
Esas últimas palabras acabaron de acelerar a Pedro, que empezó a bombear su semen dentro de María, rodeándola luego con los brazos y besándola con fuerza mientras aun palpitaba su pene dentro de ella.
- Ufff… Esto quería yo… - sonrió María.
Le dio un beso en los labios a Pedro y luego se bajó de él, tumbándose a su lado.
- Voy a irme tocando mientras te recuperas… - anunció ella.
Pedro se acercó a ella, deslizando sus dedos dentro de María.
- Puedo irte ayudando… - sugirió él.
- Sí, sí, buena ayuda… - gimió ella.
María se tocó, acelerando rápidamente.
- Méteme tres dedos – pidió ella.
Al momento se sintió más llena, rozándose el clítoris con los dedos ella misma mientras, acercándose al orgasmo.
- Cuatro, quiero cuatro… - gimió María.
Pedro es incorporó más para poder meterle todos los dedos necesarios y además poder mover la mano, penetrándola ampliamente.
- Ufff… ¡Me corro! – gritó ella.
María se tensó entera, tocándose frenéticamente, llegando al orgasmo y retorciéndose de placer después.
- Vale, ya, ya… - suspiró, quitándole la mano a Pedro.
Aun temblorosa, María se abrazó al chico. Ambos fueron relajándose, acariciándose mutuamente con la mano. Pasaron así un buen rato, recuperando fuerzas y disfrutándose el uno al otro.
- ¿Sabes qué he pensado? – dijo de pronto María.
- ¿El qué? – preguntó él.
- Pues… - ella tragó saliva – he pensado que… Si quieres… Puedo ser tu novia por un fin de semana. No en plan follamigos, en plan novios. Si no te parece mal.
Pedro se quedó parado por momentos.
- Suena… Bien – dijo al final.
- ¿No te apetece? – preguntó María.
- Sí, si es como un sueño… - suspiró él.
- Bueno, pues aprovechemos… - le besó en los labios ella mientras lo decía – por ahora este fin de semana, tú y yo.
Aquella misma noche volvieron a fornicar juntos, y Pedro se quedó a dormir. Acabaron pasando el fin de semana juntos, como una pareja cualquiera. Salieron a cenar, visitaron lugares, follaron de todas las formas posibles y disfrutaron del tiempo juntos. Probablemente los que los vieron no pensaron que era la primera vez que salían juntos de esa manera, sino que, con esa complicidad y confianza, pensaron que llevaban más años seguro… Porque de fondo había una amistad de años, ciertamente.
La cosa un poco más lejos, no se quedó únicamente en el fin de semana, sino que también duró del lunes al jueves, saltándose ambos el trabajo (“estoy enfermo/a, no me encuentro bien…”). Cuando llegó la hora de despedirse, lo hicieron apasionadamente, sabiendo que volvería a pasar mucho tiempo hasta que volvieran a poder verse… Y ninguno sabía si aquello iba a poder repetirse.
A la vuelta mi novia María me lo contó todo con detalles (y recuperamos algo de tiempo perdido también, ya me entendéis…) mientras que probablemente la vuelta de Pedro fue algo menos divertida…
Al final la vida es algo más complicada y caprichosa, da algunos giros inesperados a veces, como en el caso de María y Pedro… Pero bueno, esa historia que sigue ya es otra historia, que merece ser contada en otro momento…