El viaje a Londres

Un joven descubre su identidad camino de Londres enseñado por su compañero de tren.

El viaje a Londres.

Por MIg

La estación de tren está casi vacía. Algunos viajeros abordan los dos únicos trenes que están esperando en el andén a ser ocupados. Se siente el frescor de las montañas que rodean el lugar, aún cuando es verano. Muchos viajeros, en su mayoría jóvenes con mochilas al hombro, entran y salen por las puertas giratorias. Por una de ellas ha entrado Luis con ese aire despistado que da la adolescencia. Mira en parte sin ver y observando al tiempo cada rostro que se le cruza.

El vagón es metálico, verde obscuro. Es de los de compartimentos, pues ha tomado una camilla, una couchette como dicen en el país vecino. Hay tres de cada lado con un estrecho pasillo que las separa y una amplia ventanal frente por donde se cuela el aire fresco de la tarde. Decide quedarse en una de abajo. Es pronto, así que se da una vuelta por el pasillo. Luis tiene dieciséis años y se marcha a Londres a estudiar inglés, aunque cambiará de tren en Paris. Sus padres le han dado esta posibilidad, primer viaje solo para que se despabile y se suelte. Tiene un poco de miedo y más curiosidad todavía.

Se mira en el pequeño espejo del vagón. Su pelo castaño un poco ondulado y algo más largo que de costumbre, se arremolina en la frente, destacando sus ojos verdes y su boca dibujada y sonriente. Para su edad, ha crecido mucho. Largo y delgado, aunque proporcionado y de músculos finos y nerviosos, su pecho destaca amplio y frágil a un tiempo. La camiseta blanca lo resalta. Lleva unos vaqueros casi nuevos un poco apretados, o así lo parece cuando se ve su culo prominente y saltón. A él no le gusta mucho, aunque una vez una chica dijo a sus espaldas que era lo que más le gustaba de él. Todavía se ruboriza al recordarlo. El prefiere su vientre liso, en el que se empiezan a destacar vellos que bajan hacia su sexo y que le dan ya un tono varonil.

Bueno. Le gusta verse. Sus dientes blancos y regulares es lo que más orgulloso le tiene.

Pocos viajeros se van metiendo en el tren y parece que en su compartimiento no va a tener compañía. Le relaja y da pena a un tiempo. Luis siempre quiere tener compañía. Echa de menos tener un amigo cerca. Se acuerda de Alfonso, su amigo del instituto. Le gusta su cara y una vez que le vio sin camiseta en el gimnasio sintió el corazón que se le aceleraba. Recuerda su pecho musculoso y perfecto y esas tetillas pequeñas y prominentes que sobresalen de los músculos perfectos y marcados.Aquél día no supo qué hacer con la sensación que le erizó la piel y le produjo una excitación bajo su pantalón deportivo que no sabía como disimular. Pero desde entonces desea volver a verle. Tiene también sensación de culpa. Una vez se pajeó pensando en Alfonso. El cura con el que se confesó le riñó por consentir esos pensamientos. Y él no supo bien que hacer porque Alfonso se le sigue apareciendo.

Así que aleja a Alfonso, su compañero y se dedica a observar quien sube en el tren.

Ya pronto arrancará. Sube al vagón un hombre joven. Para Luis los que tiene más de veinte años son mayores. El chico, de unos veintitantos años, lleva una mochila grande y aparece por la puerta. ¿Es el 4 verdad?, le pregunta en francés como dando por sentado que Luis sabe su idioma. Sí, le contesta Luis que sabe francés. Uf por fin, pensé que no llegaba. ¿Vas a Paris? Aha, responde el muchacho. AH bueno, haremos juntos el viaje entonces.

Luis se fija en le francés que está acomodando su equipaje. Es moreno o bronceado por el sol, de cabello obscuro y un bonito perfil. Al alargar los brazos para subir la mochila, deja ver un vientre obscuro y bastante velludo, fuerte, que se sostiene sobre piernas bastante gruesas. El pantalón corto deja ver las pantorrillas también peludas y calza botas deportivas.

EL adolescente aparta los ojos cuando ve que el francés se le ha quedado mirando y le sonríe con franqueza. Qué suerte tenemos, nadie más aquí, podremos hacer un viaje tranquilo.Hablas muy bien francés –le dice. Sí, estudié en el Liceo y lo hablo corrientemente. Ojalá yo spiera tan bién el español, le dice el otro. Aunque en estas vacaciones algo he aprendido, me lo han enseñado muy bien… Luis no entiende bien ese doble sentido, pero se da cuenta de que algo raro está pasando

Mientras el tren arranca despacio, se quedan juntos viendo la despedida por la ventanilla del pasillo. Me llamo Marc y tú. Luis. Se dan la mano con cortesía y Luis siente la de su compañero grande y cálida. Tiene un estremecimiento y siente algo en la espalda que le recorre, que le recuerda la imagen de Alfonso desnudo. Se turba y no sabe qué hacer ni decir.

Pero Marc es un hombre de recursos y entabla una larga charla sobre los lugares que ha visitado en España y lo guapa que es la gente y tan simpática. Luis se relaja. Ocasionalmente le mira a los ojos brillantes y negros que le escrutan y también al pecho moreno de MArc, que lleva una camisa azul, entreabierta de donde salen profusión de vellos obscuros. Observa los pectorales marcados. Parece bastante deportista. Sí. Estoy en el equipo de balonmano de mi Universidad. Resulta divertido y conoces a gente, le dice con una sonrisa maliciosa.

Se sientan en las camillas. Marc está muy cerca. Demasiado cerca. Luis se empieza a poner nervioso pero el otro no solo no se aparta sino que le pasa la mano por la espalda. Nunca te han dado un masaje, pareces un poco tenso. Eh,,, bueno… no. Si quieres puedo darte uno, ya verás, se me da bien.

Luis está sobresaltado. Este tipo al que apenas conoce ya le quiere dar un masaje. Sin embargo todo es tan natural que no se resiste. Será mejor que te tumbes boca abajo. Así estarás más cómodo y podré hacerlo mejor. Marc se quita la camisa. Hace calor dice. Quítate la camiseta para que pueda hacértelo mejor y sin darle tiempo le ayuda a sacársela por la cabeza. Luis se siente a la merced. Marc contempla la esbelta espalda del muchacho, que termina en un corro de vellos en donde el pantalón empieza y que parece anunciar el camino hacia las prominentes nalgas.

Cuando siente las manos de su improvisado masajista, calientes y suaves deslizándose por su espalda Luis suspira. Nota una erección inmediata y el placer de sentirse tocado con fuerza y delicadeza, pasando las manos por los costados, deslizándose por sus lumbares, recorriendo la columna.

MMh, suéltate un poco el botón de los vaqueros para que pueda hacerlo mejor. Como un autómata se vuelve un poco y se desabotona el vaquero bajando un poco la cremallera. Marc no pierde el tiempo y le baja un poco los pantalones y amasa el principio de los glúteos, que se contraen. Estás blanco verdaderamente por aquí, se ríe el otro. Luis se pone colorado, pero se deja hacer. Veamos que hay más abajo, dice el francés mientras le baja ahora pantalones y calzoncillos dejando al desnudo el culo apretado, blanco e imberbe de Luis. Mh, tienes un culo muy bonito de veras. Hay que soltarlo más. Y sin más se lanza a apretarlo y a amasarlo como si fueran dos panes.

Poco a poco Luis se ha ido soltando. Las manos son tan firmes y tan cálidas. Ahora le separa un poco las nalgas y muy a su pesar deja ver el agujero sonrosado y apretado del adolescente. Las manos van a hora por donde quieren. El pene de Luis está duro como una roca. Siente la respiración de Marc cerca de su culo y como sopla sobre su ano. Es para que te relajes mejor, le dice entre risas. Es un gusto hacerle esto a alguien por primera vez, de veras, continua mientras lo desnuda del todo. Ahora van las piernas dice mientras recorre sus largas piernas en las que el vello apenas ha aparecido.

Marc toma a Luis de costado y le da la vuelta. Vaya, eres realmente guapo, le dice mientras acerca la cara a su pecho y le toma la polla con la mano derecha. ¿Te gusta que te toque? Luis asiente con los ojos. Justo le está haciendo lo que siempre soñó hacer con Alfonso, su querido y admirado compañero. Marc, le descapulla y siente la suavidad del glande cubierto de líquido transparente. Lo toma en su boca y lo besa suavemente. Al tiempo, se quita los pantalones y se queda desnudo. Luis mira el tronco que se asoma, obscuro, grueso, erguido, entre el matojo de vello negro y los testículos velludos que caen. Marc le toma de la mano y la posa sobre su sexo. El placer es tan grande, la suavidad del sexo de su compañero, las gruesas venas que lo atraviesan le dan un aspecto imponente. Cabecea y deja salir una gota transparente. Nunca ha tenido Luis en la mano un pene, si no es el de un amiguito con el que jugaba de niño a los médicos.

Marc está encantado, se acuesta a su lado y le acaricia la cabeza. No pensaba tener un viaje tan agradable, con un chico tierno al que enseñar las primeras lecciones… Lo acerca a su pecho y siente la ternura de esa piel joven cerca de su pecho fuerte y velludo. Poco a poco, su cara se acerca a la de Luis que siente la barba cerrada y el olor de hombre que despide Marc. Sus manos se acercan a las axilas pobladas, una zona prohibida pero de enorme atracción para él. Marc se da cuenta y le lleva la cara hacia el interior y el muchacho se queda ahí sorbiendo el olor delicioso y fuerte y dejando que el vello le acaricie el rostro. Mientras las manos expertas le tocan el pecho, le acarician las tetillas y el vientre y bajan hacia sus piernas abriéndolas para después buscar el agujero delicado y virgen, que arrulla con cuidado y que se contrae en su mano. No te preocupes, vas a pasarlo bien conmigo, nada malo has de temer

Marc se pone encima de Luis y le ofrece su falo potente que él toma y poco a poco lo acerca a su boca. El olor es penetrante pero atractivo y lo chupa como le ha enseñado Marc aunque no puede tragarlo, es demasiado grueso y sus mandíbulas se contraen. El francés entra y sale para facilitar las cosas y se voltea para tomar el de Luis en su boca y comerlo como un manjar. Luis empieza a sentir que no puede retenerse. Pero Marc le aprieta los testículos haciéndole gritar. No quiero que te vengas todavía, se ríe, aunque a tu edad puedes venirte todas las veces que quieras. Quiero enseñarte algo más antes. Ahora quiero que me toques con tu boca donde quieras, sin normas.

Luis se acerca a las gruesas bolas del francés y las traga una a una. Después, se arma de valor y sigue avanzando hacia atrás, facilitado por el otro. Y entra con su lengua entre las nalgas fornidas para apoderarse del obscuro agujero, guarecido por vellos fuertes. Y chupa. La lengua se mete dentro y Marc jadea, mmh qué bien. Sigue, sigue. El agujero cede y la lengua entra en una zona suave y mojada, mientras su compañero siente la polla a punto de estallar. Le toma de los hombres que están hinchados de músculos tensos y brillantes y sigue lamiendo. Ha perdido la compostura.

Bien. Ahora quiero enseñarte algo más. Toma tu polla con la mano y ponla en la entrada, eso, así. Empuja un poco. Un poco más. Luis siente el capullo dentro, alojándose en un lugar caliente y húmedo. Vamos sigue. Ay, espera que me duele. Vale, no importa sigue. La polla de Luis ha entrado entera y sus bolas están ahora en contacto con el culo de Marc que se contonea. Muévete despacio para no venirte, eso así, aj, lo haces muy bien parece que lo hubieras hecho más veces, aunque sé que no… la polla de Luis está a punto de explotar y se entierra hasta el fondo arrancando un gemido del francés quien deja que su semilla salga sobre la cama mientras Luis lo inunda con fuertes y potentes chorros… Mh qué rico! Luis le pasa las manos por el pecho para sentir la dureza de las tetillas mientras se deja caer totalmente sobre su improvisado amante. Le besa el cuello, las orejas y busca su boca, para entremezclar su saliva y sentir su lengua. Esto se parece casi a la felicidad

EL tren lanza un largo pitido y avanza en la noche, mientras los amantes se entrelazan fundiéndose en un beso apasionado.