El viaje a la playa (1)

Mi novio, su primo y otro amigo me invitan a ir a la casa de éste en la playa.

Uno de esos días de verano, en los que el sol pega duro y acabas pegada al sofa viendo la televisión, con casi nada de ropa puesta, llamó mi novio a la puerta, con sus típicos tres toques fuertes. Me levanté a abrir, y me aseguré que mi poca ropita le diese un buen espectáculo. Llevaba un pijama de algodón blanco de pantalón corto a juego con una camiseta de tirantes también blanca. La delgadez de la tela permitía ver mis pezoncitos duros, puesto que yendo hacia la puerta me los toqué para recibir a mi novio.

Abrí lentamente la puerta poniendo cara de niña mala… sé que eso le encanta, pero mi cara cambió al observar que mi novio no venía solo. Le acompañaba su primo y un amigo suyo. Los tres venían con ropa de deporte, unos viejos y sucios chándals y también portaban unas maletas de viaje.

La verdad es que la vista era excelente, pues los tres chicos son altos, fuertes y guapos, era algo genial poder invitarles a entrar en casa. Les saludé uno a uno, primero a mi novio, que me tocó el culo mientras le besaba en los labios, luego a su primo, que con la confianza también me tocó el culito. Y por último al amigo, que era el que estaba más bueno de los tres. Era de esos chicos que te mantienen continuamente en un estado brutal de calentura. De esos que, aunque sepas que nunca vas a estar con él, quieres tenerle calentito. Imaginaos la dificultad, teniendo en cuenta que era amigo de mi propio novio.

Me apoyé en su musculoso brazo para acercarme a su cara y darle los dos besos de rigor. Como el objetivo era calentarle un poquito desde el principio, pues acerqué mi cuerpo al suyo rozándole con mis pechos y notando con mi pierna su gran pene. Él no me tocó el culo, pues al fin y al cabo yo era la novia de su amigo, y no quería pasarse, simplemente pensaría que yo era así de cariñosa (en cierto modo es cierto, pues suelo ser muy cariñosa con los chicos). Pero sus dos besos me rozaron los labios.

Pasaron al salón y se sentaron en los sofás. Yo les serví unas cervezas y me senté con ellos, a mi la cerveza no me gusta, así que saqué un helado para mí.

Me dijeron que habían venido con prisa, expresamente para preguntarme si me quería ir con ellos a la playa, a casa de la tía de Fran (así se llama el amigo de mi novio). Yo les dije que no podía ir, porque así tan de repente… tenía que pedir permiso a mis padres, y seguramente no me dejarían. Además les dije que ir sola con chicos no iba a ser muy divertido para una chica como yo. Realmente la idea de ir no me hacía mucha gracia, casi prefería que se fuera mi novio con ellos, y yo quedarme tranquila en Madrid, para salir con mis amigas.

Sin embargo, me fijé en que sus caras eran raras… me miraban los tres como solo suele mirarme mi novio. Me di cuenta de que no dejaban de mirarme las tetas, que aun seguían con sus pezoncillos duros. Y que a Fran le hacía especial gracia ver cómo me comía el helado. Seguro que el muy cabrón estaba imaginando alguna guarrada.

Lo chicos, ocupando su tiempo en convencerme de que fuera con ellos, se tomaron todas las cervezas, y mi novio fue a por más. Aproveché la situación, estando sola con dos chicos tan hermosos y fuertes, y que no paraban de mirarme, para lanzar una arriesgada indirecta. Como estaba sentada en un sofá enfrente de ellos, me incorporé un poco, sentándome en el borde de mi asiento. Ellos no perdían detalle. Abrí un poco las piernas para que vieran mi bultito bajo el pantaloncito del pijama, adonde miraron sin ningún pudor.

Poniendo la cara más cachonda que conozco, les miré a los ojos y saqué lentamente el helado de la boca, que resbalaba alguna que otra gota por mi barbilla. Posé el helado sobre mi labio inferior, dejando la boquita ligeramente abierta. Si querían imaginar guarradas les estaba dejando las cosas muy fáciles. Dejé de mirarles a los ojos para mirarles los paquetes, y vi que ya estabn algo cachondos, porque se notaban sus bultos crecer. Entonces, en ese instante, lancé mi ansiada pregunta: -Y, chicos, si me voy con vosotros a la playa, podré comer más helados?- tras esto sonreí maliciosamente. Ellos se quedaron estupefactos, mirándome con cara de tontos. En ese momento entró mi novio al salón con más cervezas y yo me levanté diciendo: -Tengo que pedir permiso a mis padres, esperadme que me voy con vosotros.- ellos se alegraron mucho.

Les hice pasar a mi cuarto para que me ayudaran a hacer la maleta. Yo les iba enseñando la ropa y ellos tenían que ir diciendo si les gustaba o no les gustaba. Mi novio participaba como uno más y no mostraba enfado cuando yo me iba poniendo la ropa que me pedían para que vieran qué tal era. Al final se decidieron en coger TODO minifaldas, que yo tengo un buen surtido.

No me aconsejaron ningún pantalón, porque decían que en Alicante hace mucho calor.

Yo les dije divertida, que si pasaba mucho calor me tenían que invitar a un helado. Mi novio, el pobre no cogió la indirecta, pero Fran y su primo Rober sonrieron tímidamente.

El trayecto en coche fue un poco aburrido, no pararon de fumar canutos y de hablar de tonterías, así que yo me dormí. Iba en el sitio de atrás, porque decían que por cualquier imprevisto, era mejor que fuesen dos chicos delante. El coche era una tartana viejísima, un opel kadett rojo desgastado, así que mi sueño era continuamente perturvado por los botes.

Los chicos se iban turnando en el volante cada dos horas, para no cansarse. De modo que cada dos horas también cambiaba mi acompañante. Para el viaje me puse un vestido de verano blanco, que cada vez que me despertaba me hacía ruborizar, porque se me subía un montón y dejaba mis braguitas al aire. Me di cuenta de que mi acompañante siempre estaba mirándome la entrepierna. Cuando Fran, por fin le tocó atrás conmigo, yo me quejé de que el coche era una mierda, que en esa posición no podía dormir bien. Así que él se ofreció a que me tumbara, dejando la cabeza sobre sus piernas. Él iba sentado detrás de mi novio, que iba conduciendo, y yo, con mi cabeza apoyada en sus piernas, aproveché para dormir. Sin embargo era incapaz de dejar de pensar en que tenía la polla del amigo de mi novio a diez centímetros de mi boca, aunque al lado contrario de adonde miraba mi cabeza.

Me hice la dormida, y me giré para ponerme boca arriba, dejando mis piernitas dobladas, de modo que el vestido se me levantara. Mi tanguita negro tenía que ser todo un espectáculo para él. Con el traqueteo del coche mi cabeza iba acercándose cada vez más a su entrepierna, y él no parecía querer evitarlo, pues ponía sus piernas de manera que mi cabeza llegara antes a su destino.

En otro de mis giros de "dormida" me puse con la cara en dirección a su paquete. Notaba su duro miembro en mi cara mientras que mi novio decía: -Fran si no estás ocupado, hazte otro canuto.- El muy mentiroso se puso a hacer otro canuto… y eso que mi novio le había dicho que si "no estaba ocupado".

Yo aplastaba mi cara contra su pene, que estaba bastante duro, y él luchaba por reprimir sus resoplidos para no alertar a nadie. El primo de mi novio se estaba enterando de todo, porque hacía comentarios sobre mía en plan: mira que dormidita va Susana, o: que tal llevas el "canuto" Fran?- de vez en cuando se giraba como para coger algo de atrás, un canuto o una cerveza, y se apoyaba en mis caderas, tocando un poquito de culo.

Yo estaba cachonda perdida, y me moría por meterme una polla en la boca, aunque fuera la de Fran. De hecho durante un rato conseguí poner la boca a la altura de su miembro, notando directamente el tronco sobre mi boca, con los pantalones de chándal (que apenas suponían un problema) entre medias.

Por fin llegamos a Alicante, exactamente a Santapola, un pueblo-ciudad de veraneo con grandes playas que está al este de España. (para los lectores que no conozcan la geografía de mi país) para lo cual yo me incorporé, viendo de reojo que el paquete de Fran estaba muy pero que muy crecido. El pobre debía tener un dolor de huevos de campeonato. Y por otra parte, debía tener un pollón de los buenos, porque llenaba bien el pantalón. Al menos al tenerlo tan cerca me pareció que era bastante gordo.

El viaje comenzaba a tener sentido. Iba a estar una semanita con tres chicazos a mi disposición, aunque sólo podía follarme a mi novio, claro.