El Viaje

Continuación de La Espera, encuentro e iniciación de un joven enamorado del administrador de su foro favorito. Historia de amor, ternura, comprensión e iniciación en el sexo y amor.

Continuación de La Espera

El Viaje

El coche dejó atrás la ciudad y se perdía en las carreteras comarcales con destino al lugar del encuentro. Adle se quedó dormido rápido, acurrucado entre el sillón del copiloto y la ventanilla. Su respiración se tornó tranquila y serena; evidentemente se había rendido presa del cansancio y descansaba cómodo. Aarón se percató de que su compañero dormitaba calmado y una sonrisa de oreja a oreja dividió su rostro; pensamientos de cómo se encontraron en una página dedicada a los jóvenes, cómo intimaron en el chat, y cómo al final se atrevieron a conocerse en persona en la ciudad del chico. Las imágenes de los posts, los topics y demás comentarios jugueteaban en su mente y una sensación de protección hacia su joven amante inundó su corazón y un gemido de cariño salió del interior de su garganta. Se le quedó mirando a los ojos un rato aprovechando una parada del coche y con su mirada empezó a devorar al chico. Nuevas imágenes regresaron a su mente: el día en que Adle le confesó que estaba enamorado de él y quería saber si sería él, el webmaster, quien lo iniciara en el amor y sexo. Las sensaciones que anegaron su mente al oír dicha oferta; nunca había tenido sexo con ningún hombre, y menos con un joven de la edad de Adle, pero sabía que el adolescente sufría mucho por sus dudas sexuales. Adle le había descubierto su secreto más íntimo: cuando descubrió que su cuerpo y mente cambiaban para convertirse en un jovencito tuvo un tremendo fracaso sentimental con las chicas, y nunca más había sentido atracción por las chicas y cada vez más se había excitado más y mejor con los chicos. Adle se empalmaba y masturbaba al ver a los chicos, y quería entregar su cuerpo y amor a Aarón porque entendía que era la persona perfecta para su comienzo sexual. Aarón siempre había estado allí apoyándole, guiándole, amándole. Su amistad había ido mucho más allá de compartir un espacio virtual afín a los dos.

Escuchó el claxon de alguien que le interrumpía sus más secretos e íntimos pensamientos. Prosiguió su camino y trató de concentrarse en la carretera, echando una mirada de soslayo a su acompañante asegurándose de que dormía plácidamente e imaginándose el prometido encuentro; no pudo más y extendiendo su mano empezó a acariciar el paquete de Adle por encima del pantalón. Éste empezó a agitarse en sus sueños y el volumen del pantalón empezó a crecer poco a poco. Aarón sacó la lengua y le dio como pudo un suave beso en los labios al chico. Se empezó a estremecer y rápido cesó en su mimo: no quería despertarlo.

¡Despierta! ¡Vamos!, hora de desayunar.

Adle se incorporó tras los zarandeos de su amigo. Se refregó los ojos.

¡Eh! ¿Qué pasa?

Ya hemos llegado al restaurante. Venga, flojo, hay que comer algo.

  • y mirando a los ojos de él guió su mirada a su propia entrepierna. Adle entendió perfectamente y sonrió con los ojos abiertos como platos y entresacó su lengua. Salieron del vehículo, entraron en el bar e hicieron su comanda.

  • Creo que necesitas ir al baño, Adle. Seguro que necesitas aliviar la vejiga.

  • No tengo ganas.

  • Sí, sí que tienes. Venga, sé un chico bueno. Todavía nos queda más de la mitad del viaje, y queremos llegar pronto, ¿verdad? Que luego seguro te entran ganas en el camino y será difícil parar.

  • ¡Vale, venga! Lo que tú digas. – dijo a regañadientes el muchacho.

El chico se levantó y entró en los aseos. De repente sintió como unos brazos poderosos lo tiraban hacia un privado del servicio, cerraban la puerta y alguien empezaba a besarle el cuello, las orejas. Adle empezaba a temblar de la excitación. Sentía como una mano le levantaba la camiseta y le tocaba las tetillas, se las pellizcaba. Sentía la boca y el calor de Aarón en su nuca. El pene del chaval empezó a crecer con las acometidas de su compañero.

Estaba deseando tocarte, palparte, acariciarte – gimió Aarón

¡Ahhh! Me gusta, me encanta que me toques.

Éste le cogió la mano y la llevó a su pene ya erecto y rezumante de presemen. Empezó un suave movimiento de arriba abajo con el pene.

  • Síiii, sigue, sigue .... me pones a cien, me pones cachondo... – respondió el adolescente.

Aarón giró brusco a su amante y le besó con pasión en la boca. La lengua traspasó los labios juveniles y buscaba frenética la de su primerizo aprendiz. Las dos se enroscaron con frenesí, arrebato, pasión, mientras la mano seguía estimulando la polla primaveral y con la otra mano acercaba más y más la cabeza del chaval.

Voy a correrme, síii ..... ¡me corro! – gritó Adle.

¡No, no te corras todavía! – y cesó de inmediato la paja que le hacía a su amante – quiero que tengas reservas para la ocasión ... Esto es sólo un aperitivo, un susurro de lo que te espera, del placer que pretendo darte.

Adle con esfuerzo y frustración pudo contenerse y no eyaculó, aunque sintió un poco de dolor en los testículos que estaban cargados de leche caliente. En su mente ya sólo estaba el momento de tanta espera, tanta pasión: se imaginaba mamándole la verga a su webmaster, a su amor, a su sueño. Sentía en su mente cómo su pollón le traspasaría su culo virgen y le haría bramar de dolor y placer a la vez.

Regresaron a la mesa y devoraron el desayuno con apetito; había que tener fuerzas para la ocasión. Se intercambiaron sonrisas, guiños y palabras de mutua complicidad. Hablaron de asuntos del foro que habían creado entre los dos en rebeldía por los administradores de otro. También intercambiaron parecer sobre las cosas que podrían hacer en el pueblo: sitios que visitar, lugares donde comer fuera del hotel. Aunque el mismo pensamiento reinaba en la mente de ambos: "¿tendríamos tiempo para algo más aparte de follar, follar y follar?, ¿habría tiempo acaso para comer? Sólo era un fin de semana, luego no se sabía qué podría pasar. Se tenía que aprovechar al máximo las horas, los minutos, había que disfrutar de la ocasión al máximo y gozar de una experiencia óptima, inolvidable, sensacional."

Prosiguieron la marcha ilusionados, contentos viendo cómo el paisaje de la campiña cambiaba y entraban en la serranía. De vez en cuando veían granjas, ganados y cada vez se acercaban a la intimidad, al amanecer de Adle.

De repente Aarón dirigió el auto a un lado de la calzada, frenó y aparcó en la ladera en un sitio apenas visible por otros conductores.

¿Qué pasa?, ¿por qué paras? – preguntó desconcertado el chico.

Mira tú por donde: te digo que vayas al servicio para no detenernos y ahora me entran a mí las ganas. ¿Te lo puedes creer? – respondió con sorna Aarón

Se le iluminaron los ojos a Adle, que preguntó:

¿Puedo verte? Tengo muchas ganas de vértela.

Pues vale. – replicó con una sonrisa irónica.

Aarón bajó del automóvil, se dirigió a un lugar seguro y empezó a aliviar su esfínter. Adle contemplaba atónito el pene de su amigo; nunca había visto tan de cerca el sexo de un chico, y menos de esas dimensiones, en estado flácido debía medir 13 cms.

"¿Cuánto le medirá empalmado? Eso tengo que verlo pero ya"

Cuando su compañero se limpiaba, no pudo esperar más y se lanzó a

mamarle la polla a su maestro alucinado por la visión que éste le ofrecía.

¡Aaaah! ¡Wow! Esto no me lo esperaba ... – exclamó Aarón – Ya veo que te gusta, pero sigue, sigue. ¡Cómete el precum , bébetelo!, ¡Uuuuh!, ¡Qué bueno!

Adle se metió toda la polla en la boca y con mamadas torpes, inexpertas empezó a chupar y beber el líquido cristalino de su amante. Le encantaba el sabor, y quería sentir la corrida en su garganta, deseaba notar el calor pegajoso por el que había suspirado tanto tiempo.

¡No! Todavía no. Me vas a hacer correr y no quiero. Tenemos que estar preparados para el momento, para la ocasión. Si nos corremos ahora no disfrutaremos tanto como quiero que suceda.

Pero si tenemos muchas ganas. Estoy deseándolo. Te necesito, quiero que me poseas, ser tuyo, sentirte dentro de mí – suspiró Adle a su amante con una expresión que reflejaba ruego, frustración y exigencia a la vez.

Aarón levantó al chico que estaba arrodillado. Le sujetó la cabeza con dulzura llevándola a la altura de sus ojos y besándoselos con suavidad y ternura le alentó.

Lo sé, lo sé, corazón, pero las prisas nunca son buenas. Te lo prometí muchas veces y cumpliré mi promesa. Tendrás lo mejor en las mejores circunstancias, por eso sólo hay que esperar un poco más. Ya casi hemos llegado, luego todo el mundo será nuestro, no existirá nada, ni nadie más, sólo tú y yo, y nuestro amor.

Agradezco a todas las personas que han valorado mi anterior relato y me han animado a seguir con la segunda parte. Gracias a todos.